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Mundos paralelos por Luis Nieto

Mundos paralelos por Luis Nieto
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A Germán Cabrera Traversoni lo conocí en el mítico Corredor 23 de Punta Carreta, en octubre de 1971. Para los más jóvenes, al menos los despistados, habría que recordarles que antes de ser un shopping fue una cárcel. Pero los que leen Voces saben perfectamente lo que había allí. Germán mandó hoy un whatsapp a sus amigos con fotos de su casa. Yo le pregunté a cuántas cuadras estaba del paraíso, porque es un lugar hermoso, en las montañas, flores, sombras, una construcción artística del lugar donde eligió para vivir. Su respuesta fue: “Para que veas todo lo que me amarra a este país Esta es mi casa.” Pero Germán no sólo construyó el hermoso lugar en la montaña que dice ser “su casa”. Es la casa de la familia que también edificó tras más de 40 años de vivir en Venezuela, tras conseguir salir de la cárcel, a través del mecanismo de irse a vivir al exterior una vez que la justicia civil le diese la libertad.

Lo que cuenta Germán de Venezuela le sale por la herida profunda de haber luchado por un mundo mejor y encontrarse en un mundo peor, que se autocalifica de revolucionario. Hijo del escultor Germán Cabrera, y la profesora Blanca Traversoni, nació en Venezuela, uno de los tantos lugares de residencia de sus padres. En 1952 la familia regresa definitivamente al Uruguay. La vida le llevará a integrarse a las luchas estudiantiles en la década del sesenta, y más desde la facultad de Agronomía, ya integrado al MLN. Su detención se produjo en 1971, cuando los miembros del MLN eran juzgados por la justicia civil. Al recibir la libertad debió optar entre seguir detenido o irse a vivir al exterior. Prácticamente no tuvo opción. Haber nacido en Venezuela le facilitó las cosas. Allí vivió la desintegración de los restos del MLN, un proceso doloroso del que salió, como todos los tupamaros que vivieron por esos años en el exilio.

Ha sido un testigo de primera mano del papel que jugó Venezuela ante la dictadura uruguaya. El gobierno de Carlos Andrés Pérez rompió relaciones con el gobierno de Uruguay a raíz del asalto de fuerzas militares uruguayas al jardín de la embajada en Montevideo para llevarse a Elena Quinteros, una joven maestra que había logrado entrar a territorio diplomático y aunque personal de la embajada intentó protegerla, los militares, tras golpear a los diplomáticos, consiguieron llevársela de la embajada para hacerla desaparecer definitivamente. La respuesta del gobierno socialdemócrata de Venezuela no se hizo esperar. Las relaciones sólo volvieron a restablecerse cuando Uruguay volvió a la senda democrática, durante el gobierno de Julio María Sanguinetti.

Cuando algunos años más tarde, Carlos Andrés Pérez volvió a la Presidencia, un grupo de militares intenta asaltar el poder, con un saldo de 32 muertos, pero acaba en la cárcel, donde apenas cumple dos años de detención. En 1995 los golpistas son amnistiados por el entonces presidente socialcristiano Rafael Caldera. Una vez en libertad, el teniente coronel Hugo Chávez comienza su largo peregrinaje político, que incluyó a Uruguay, donde no fue recibido por el general Seregni pero sí por los dirigentes tupamaros Mujica y Fernández Huidobro, que desde entonces forjaron una sólida amistad con él, y con su posterior gobierno.

Pero Germán Cabrera no tiene la misma opinión que sus antiguos compañeros sobre el teniente coronel Hugo Chávez. El discurso populista de Chávez tiene más relación con el fascismo que con el socialismo que pregona, según Germán. El tiempo parece darle la razón.

Cuando un par de años atrás, Germán estuvo en Montevideo para presentar su libro “Un ex tupamaro en el trópico”, percibió consternado que la izquierda uruguaya recibía con frialdad y hasta franco rechazo su punto de vista acerca del chavismo en el poder. Un raro lazo de hermandad parece atarla a este núcleo cerrado de chavistas que ha construido un relato afín a la izquierda pero vacío a la hora de confrontarlo con la realidad que el propio chavismo construyó.

Para entenderlo mejor, el truco de las elecciones que gana el chavismo tiene varios puntos de fuga por donde resulta difícil denunciar el mecanismo. Las denuncias de los delegados partidarios en las mesas de votación son silenciadas por la vía de no ser registradas como incidencias. En la última elección para gobernadores esas denuncias se repitieron en casi todas las mesas de votación, pero lo que contó fue la intervención de la Presidente del Consejo Nacional Electoral, que en un tiempo récord dio cifras oficiales, irreversibles, en las que los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela ganaban en la gran mayoría de los circuitos. Lo que contó, lo que se tomó en cuenta es la situación de hecho que generó la intervención de Tibisay Lucena, Presidente del CNE, y la complicidad de un Consejo nombrado a dedo por el gobierno.

Estas elecciones se debieron haber celebrado el año pasado, así como las municipales, y el Referendo Revocatorio. Todo el sistema es el fraude. La Asamblea Nacional Constituyente fue el resultado de un acto eleccionario sin ningún tipo de control, sin observadores, sin una declaración final de datos. Pero si fuera poco, la Constituyente debió tener como finalidad redactar una nueva Constitución y someterla a plebiscito para que la ciudadanía la aprobase. Sin embargo, Maduro la había dotado de facultades plenipotenciarias por encima de cualquier otro poder en Venezuela. Esta zancadilla no pasó desapercibida pero se la subestimó. En cambio fue la única misión que tuvo la Asamblea Nacional Constituyente. No se ha redactado ni una sola línea de la nueva Constitución para la cual se eligieron los 545 constituyentes.

En Venezuela tanto el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral fueron designados por el Poder Ejecutivo, salteándose la Constitución. Entonces, ¿en qué consistió el fraude para la elección de gobernadores? En todo. El fraude es global. Es un mecanismo de autodefensa que el gobierno ha desplegado para evitar una nueva derrota, que podría llevarlo a dar un golpe de Estado explícito. Cualquier estrategia de sobrevivencia es inútil.

El régimen chavista no tiene apoyo popular, lo sabe muy bien Germán, y lo repite. Lo palpa todos los días en la calle, entre sus amigos. Pero, además, está llevando a Venezuela a una situación insostenible, que traerá más dolor junto a la imposibilidad de ejercer cualquier tipo de gobierno que no fuese apoyado en un régimen tiránico extremo.

El hecho que el país con las mayores reservas de petróleo del mundo no pueda siquiera entregar gasolina a la población es que el régimen está ya dando las últimas bocanadas. No le queda resto, más allá de que consiga disfrazar cada uno de los mecanismos del fraude, este recurso está llegando a un límite. Un año o dos años atrás, la comunidad internacional parecía adormecida con respecto a Venezuela, eso cambió radicalmente. A Venezuela le queda sólo la conexión directa y subordinada con Cuba, tal vez lo único que esté sosteniendo a Maduro y su banda.

Todos los días el whatsapp trae y lleva noticias de y hacia Germán, es un privilegio conocer la realidad de forma tan directa.

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