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¿Nos puede afectar la debacle argentina?

¿Nos puede afectar la debacle argentina?
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 La situación en la vecina orilla es mirada con preocupación desde este lado del río. Siempre se dijo que si Argentina estornuda nuestro país se resfría. Sin ir más lejos está muy presente la crisis del 2002 que en gran medida se catalizó por la situación argentina. ¿Estamos en situación de dependencia de nuestros vecinos? ¿Cuánto influye la economía argentina en nuestro país hoy? ¿Se afectará el turismo? ¿Puede peligrar la inversión de argentinos en Uruguay? ¿Influirá políticamente lo que sucede en la otra orilla? ¿Hay similitudes ideológicas entre los actores políticos de la vecina orilla con los nuestros?

Nubarrones cada vez más negros desde el Oeste por Diego Vallarino

El proceso vivido por Argentina en las últimas semanas no es un problema en sí mismo, sino un síntoma de una situación que ya tiene varios años. El nuevo gobierno del presidente Macri ha heredado una situación compleja a nivel de la macroeconomía, eso es una realidad que los que miramos a Argentina desde afuera compartimos, casi en totalidad.

Por su parte, el comienzo del gobierno logró corregir rápidamente, casi en 15 días de gestión, algunos de los principales problemas relacionados con el corralito cambiario y la posibilidad de que Argentina volviera al mercado internacional de deuda. Y ésta ha sido la principal estrategia de mantenimiento de la macroeconomía. Todo esto gracias a como fueron los primeros movimientos del equipo económico del presidente Macri durante esas primeras dos semanas.

Hoy, aunque la inflación está muy alta, el desempleo es un tema complejo, el déficit fiscal es relativamente alto y los inversores aun siguen esperando el “segundo semestre”, el proceso de correcciones seguían una trayectoria gradualista, quizás, para mucho de nosotros, si bien esa visión gradualista es correcta, la velocidad no lo es. Y esto se vio en las últimas dos semanas.

Los cambios en la tasas de interés en EEUU que han afectado a todo el mundo, y América Latina no fue la excepción, ha impactado fuerte en una débil situación macroeconómica argentina. Y si a ese efecto global, le sumamos el hecho de haber incrementado los impuestos a las transacciones financieras para no residentes (según Decreto 279 del 10/4 los extranjeros pagaran 5% en pesos y 15% en dólares, con una inflación de 25%), Argentina tuvo todo los ingredientes para que esas expectativas positivas sobre la moneda desaparecieran en menos de una semana.

Los efectos fueron inmediatos. Suba de la tasa de referencia de 27.25% (jueves 26/4), a 30.25% (viernes 27/4), a 33.25% (jueves 3/5) a 40% (viernes 4/5), con el objetivo de desincentivar la compra de dólares, a través de mayores rendimientos en pesos (algunos colegas mencionan que sólo se compensó el costo del nuevo impuesto). Esto buscó paliar la corrida por el dólar. Hace 15 días el precio del dólar llegó a $23 pesos (algunos bancos $23.7), con devaluación del 8% en un día. Hoy el dólar está en el entorno de los $25. A su vez, el gobierno argentino anunció el 4/5 una baja en la meta de déficit fiscal de 3,2% a 2,7%, achicando principalmente el gasto.

Con tarifas descontroladas, Inflación descontrolada, o en entornos del doble de lo estimado por el gobierno hace 4 meses, Finch bajó la nota de la deuda argentina (poca credibilidad) de «positiva» a «estable» el mismo 4/5. Y con esa realidad, el equipo económico de Macri se presentó frente al FMI en una situación próxima a la “desesperación económica”.

Conclusión: La cosa no es nueva, son síntomas de una economía complicada. Si el modelo de deuda va a ser el determinante para mantener la economía, Argentina va a seguir teniendo estos problemas, por suba de tasas internacionales y encarecimiento de acceso a financiamiento externo. La película se llama “En búsqueda del segundo semestre”.

En ese marco, ¿qué podríamos esperar para Uruguay?. Lo primero, incertidumbre. Porque nosotros estamos entre Brasil y Argentina, y los dos países están bastante “endebles” a nivel económico y político. Ahora, si bajamos a los posibles mecanismos de contagio, la verdad que son muchos menos que en otros momentos de la historia reciente del Uruguay. Muy probablemente el principal contagio viene dado por la volatilidad del precio del dólar, y si esta incertidumbre en Argentina se mantiene, la temporada de verano uruguaya será bastante más reducida a nivel de cantidad de turistas, y de gasto total del turismo en su conjunto.

Si pensamos en el corto plazo, no creo que afecte el Consumo. Las expectativas negativas de los consumidores muestran que ya tendrían esta incertidumbre incorporada a las decisiones de consumo. El aumento del dólar tendría un efecto sobre una mejora de la competitividad precio de las exportaciones de bienes y servicios nacionales. Ahora, en el mediano plazo los efectos negativos estarán en la inflación, por la canasta de productos importados, y en los consejos de salarios dada la realidad sobre la inflación esperada. No creo que sea determinante en el mercado de trabajo, pero no será fácil recuperar el Empleo con esta incertidumbre.

Conclusión: creo que las políticas de gobierno tienen la flexibilidad necesaria para desacoplarse de Argentina, se complica aún más el tema del mercado de trabajo, de la inflación, y de las inversiones (nadie invierte para pagar inflación). Según mi visión, las políticas de reducción de vulnerabilidades que ha llevado a cabo el gobierno desde hace varios años, le permite hoy tener margen para tomar decisiones racionales, con tiempo, para sortear de la mejor forma la incertidumbre reinante. Si esto sucede correctamente, sería otro logro para el equipo económico del gobierno.

 

La escala del análisis por Isabel Viana

 Los vínculos históricos entre Argentina y Uruguay son innegables y políticamente más potentes que los que nos vinculan con el otro poderoso vecino, Brasil. Resulta difícil pensar en la definición de trayectorias político-económicas del territorialmente pequeño Uruguay entre esos dos gigantes. Sin embargo, la historia uruguaya (y la de otros pequeños países en el mundo, consolidados como articulaciones entre potencias) muestra que hay márgenes para definir trayectorias político-económicas claramente diferenciadas y mantenerlas.

En el mundo interconectado del presente, hay macro contextos mucho más determinantes y condicionantes de la toma de decisiones a nivel estado nacional. La existencia de instancias de poder de alcance global, de naturaleza política o económica, establece sistemas de presiones sobre los estados de los que resulta muy difícil escapar.

Si observamos las dinámicas de los países africanos, iberoamericanos y de los estados asiáticos no empoderados, en los años finales del SXX y la porción ya transcurrida del SXXI podemos percibir la existencia de fuerte similitudes tendenciales en sus trayectorias político-económicas.

La primera característica de esa economía global es la acentuación de los procesos de concentración de la riqueza en muy pocas manos. En cada país parecen tomarse medidas propias y específicas, pero, sin duda, todas ellas convergen en la acumulación de riqueza en muy pocas manos extranjeras, generalmente no visibles.

En enero de 2017 Oxfam establecía algunas cifras aterradoras: nueve milmillonarios poseían la misma riqueza que la mitad más pobre del planeta – dato confirmado por el Credit Suisse en agosto del mismo año; 702 millones de personas viven en condición de extrema pobreza en el mundo, lo que representa el 9,6% de la población mundial, según el informe ‘Global Monitoring Report‘, elaborado conjuntamente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Oxfam señala también que entre 1988 y 2011, los ingresos del 10% más pobre de la población mundial aumentaron en sólo 65 dólares al año, mientras que los del 1% más rico crecieron 182 veces más, a un ritmo de 11.800 dólares al año.

¿Cómo se produce esa acumulación? Apropiándose de las fuentes de riqueza (extractivismo global de materias primas pagándolas a precios monopólicos) y de los procesos de elaboración de las mismas (que se radicarán allí donde las condiciones sean más ventajosas (ver privilegios otorgados a UPM para que instale se segunda pastera en Uruguay). Parte de esas condiciones ventajosas es el que exista disponibilidad de mano de obra que, por las condiciones de pobreza en que vive, acepte trabajar por salarios ridículos, si se los compara con los países centrales. Se suma a esto la contaminación no controlada de esas industrias, a las que no se exige hacerse cargo de los daños al planeta que generan. Se agrega también la capacidad para concentrar la riqueza intelectual, seleccionando en todo el mundo a los jóvenes mejor dotados y becándolos para estudiar (y luego producir, por ejemplo, innovaciones) en las áreas ricas del planeta.

Por esas vías, factibilizadas por el dinero, los capitales naturales, culturales y la intelligentzia de los países que no hacen parte del bloque “rico”, son puestos al servicio de los macro-capitales y del proceso de acumulación.

A Argentina le pasa exactamente lo mismo que a nosotros: estamos cada vez más uncidos a esa máquina infernal. Hay diferencias menores, pero el proceso es el mismo. El gobierno de derecha de Macri y los gobiernos autoproclamados de izquierda de nuestro país, se atan a los mismos compromisos, abren sus puertas a las inversiones extranjeras, con el argumento de que “generarán desarrollo” y están dispuestos a pelear por definir cuál es el país que ofrece las mejores condiciones fiscales a esas aves de rapiña.

Si “desarrollo” es el sistema que mantiene este status quo, no es deseable y sólo sirve para potenciar todos los riesgos (como las guerras y la corrupción) que pueden arrasar con la vida en el planeta y que resultan en que, en nuestro país y en Argentina, siga creciendo el número de personas que duermen en la calle.

 

Argentina es significativa para nuestro país por Alfredo Asti

La crítica situación argentina seguramente afectará a Uruguay y a la región. Somos, o pretendemos ser, una región integrada, y por lo tanto la inestabilidad de uno de sus miembros fundadores es relevante. El caso de Argentina es significativo para nuestro país desde las raíces comunes económicas y sociales que tenemos desde la época de la Colonia y los procesos independentistas. Pero obviamente la situación actual no es ni por asomo la que caracterizaba nuestras relaciones 15 años atrás cuando se decía que si “Argentina estornuda nuestro país se resfría”.

¿Cuáles son hoy las diferencias con aquellos tiempos?

En primer lugar, en la última década (o más) Uruguay ha logrado una sensiblemente menor dependencia de la relación con Argentina, tanto desde el punto de vista comercial como financiero. Hoy nuestro intercambio comercial es importante pero no ocupa los primeros lugares como una década atrás lo hacía. Hoy la presencia de los capitales argentinos en nuestro sistema financiero ya no pesa como antes. En los últimos tiempos con la normativa de cooperación con la transparencia internacional y el reciente blanqueo de capitales en Argentina, la mayoría de los depósitos de no residentes de ese origen salieron de Uruguay sin que esto significara ningún “ruido” en nuestro sistema financiero.

En segundo lugar, las políticas públicas desarrolladas en esta década (o más) ganada por Uruguay tanto en lo fiscal, monetario, cambiario, financiero y social, nos han claramente desacoplado de los resultados obtenidos en Argentina (y también en Brasil). Mientras que Uruguay creció con equidad en los últimos años, en los países vecinos se vivieron períodos de recesión, estancamiento o crisis. Esto se explica claramente porque hoy, con nuestros vecinos, no hay similitud ideológica ni de proyecto de país.

En temas cambiarios claramente en Uruguay la cotización del dólar depende de los fundamentos internacionales y también locales. Debemos recordar que la flotación del tipo de cambio en nuestro país responde a las tendencias internacionales de la divisa norteamericana (a diferencia de lo que pasaba desde la Dictadura hasta la crisis de 2002). Nuestro Banco Central del Uruguay (BCU) interviene solo para suavizar las variaciones y posibles especulaciones sin intentar cambiar esas tendencias. Semanas atrás, cuando el dólar se depreciaba en el mundo y un poco más aceleradamente en nuestro país como consecuencia de que los grandes inversores institucionales (Bancos y AFAPs) salían de sus posiciones de portafolios en dólares (por baja rentabilidad), el BCU compró 4.000 millones de dólares para evitar mayor caída de esa cotización y de esa manera afectar otras variables macro del país. En esos momentos se insistía desde diversos sectores que había un atraso cambiario pese a que algunos fundamentos internos, como el nivel creciente de exportaciones y el saldo favorable de la cuenta corriente de pagos, inferían lo contrario. El reciente aumento de la cotización del dólar en nuestro país sigue a una tendencia de fortalecimiento de dólar a nivel internacional y en menor escala a la situación Argentina. Pero éste valor no es muy distinto al que teníamos dos años atrás, cuando la situación internacional también registraba una apreciación del dólar y una caída del precio de los commodities.

Por otra parte, la situación financiera de nuestro país, con amplio acceso a los mercados financieros internacionales, las características y perfiles de su deuda pública y fundamentalmente la confianza generada interna y externamente, que permite superar las calificaciones de grado inversor, marcan un escenario completamente distinto al de nuestros vecinos.

Esto no quiere decir no atender la situación argentina, ni tampoco la inestabilidad brasileña, las cuales seguramente tendrán impactos en la región a nivel comercial por el intercambio de bienes y servicios (fundamentalmente turismo), pero sin conclusiones de consecuencias mecánicas como que si sube el dólar en Argentina se cortarían los flujos.  Tendremos que esperar que la situación de estabilice y que los distintos precios relativos se “acomoden” (Argentina seguramente tendrá una fuerte aceleración de su inflación interna).

En definitiva, la situación vivida actualmente regionalmente es adversa y hay que tenerla en cuenta, pero es completamente distinta a la de 2002, cuando se sumaba a la mayor dependencia de Argentina, una extrema debilidad de nuestra economía (con años de recesión y estancamiento), una suicida política cambiaria con fijación administrativa del dólar (pese a las devaluaciones de enero de 1999 en Brasil y diciembre 2001 en Argentina), una falta total de supervisión Bancocentralista (que permitió el vaciamiento de los grandes bancos nacionales por delincuentes internacionales, amigos de los gobernantes de aquellos tiempos que se los entregaron sin control) y una ineficiente red de protección social.

Nada cambió por José  Luis Perera

 Es un hecho que las crisis o situaciones difíciles de los vecinos históricamente nos han afectado. La más reciente, fue la del 2002, que seguramente todos recordamos.

Si ahora se diera una de esas situaciones, lo que cabría esperar es que se volvieran a dar las mismas consecuencias que antes. Salvo que el país hubiera cambiado sustancialmente. Y cuando digo “cambiar sustancialmente”, me refiero a modificaciones de fondo, estructurales, al modelo existente previamente, y no gatopardistas.

¿Han existido esas transformaciones? Desde luego que no.

El Uruguay del 2018 es básicamente el mismo de 20 años atrás, en lo que tiene que ver con su estructura productiva. El país sigue siendo un productor de commodities, y la diferencia tal vez sea que ahora la economía está más primarizada que antes. El país sigue teniendo una grave concentración de los medios de producción, que hoy en día es cada vez mayor, sobre todo la de la tierra. Pero además de estar concentrada la propiedad, también se ha ido extranjerizando cada día más, lo que agrava los problemas.

En los últimos años ha habido avances en políticas sociales, pero no se avanzó ni medio centímetro en el sentido del desarrollo.

Cuando Luis Lacalle Pou habla de una “década perdida”, refiriéndose a los gobiernos progresistas, tiene un gran desconcierto en el balero. Porque desde el punto de vista de los intereses del capital (intereses que él defiende) no ha sido para nada una “década perdida”.

El ex presidente del BID, Enrique Iglesias (hombre del stablishment a quien Tabaré Vázquez le ofreció el ministerio de economía), lo tiene claro, y al respecto dijo: “No creo que pueda hablarse de una década perdida. Creo que el país hoy tiene bases más firmes para cambiar en la dirección que quiera darle la orientación política, pero tenemos fundamentos mucho más sólidos que nunca para avanzar”. Y lo tienen claro los organismos financieros internacionales como el FMI o el BM, para quienes Uruguay es un ejemplo.

Básicamente, los gobiernos progresistas han hecho las cosas que antes decían rechazar; hicieron lo mismo que hubiesen hecho gobiernos blancos o colorados, con ventajas extras: 1) una situación internacional favorable como pocas veces en la historia, 2) mayorías parlamentarias propias, 3) una masa de votantes y militantes que antes hubieran cuestionado duramente cada una de las medidas de gobierno si hubieran sido de otro partido, 4) un movimiento sindical afín que tampoco lo cuestiona (recién 13 años después el PIT-CNT acompaña un plebiscito), 5) el beneplácito del BM, del FMI y del BID, de las revistas top del capitalismo mundial como  The Banker, etc.

Hoy tenemos entonces una economía más concentrada, primarizada y extranjerizada; además de un mayor endeudamiento, a lo que hay que sumarle los problemas de siempre: desempleo, inflación y déficit fiscal. De manera que una economía pequeña como la nuestra, dependiente de los vaivenes internacionales más que cualquier otra, sería un milagro que no se viese afectada por la crisis de los grandes vecinos.

Algo es seguro: las consecuencias las pagarán los de siempre. Y los ganadores serán los mismos.

 

 

La corrida argentina: ¿Repercusiones en Uruguay? Por William Yohai

 

Lo que está sucediendo en Argentina es una típica corrida cambiaria que amenaza transformarse en una crisis de la deuda pública y, eventualmente, una crisis financiera. Todo parece indicar que, merced a los apoyos extranjeros (FMI, gobierno EEUU) cosechados por Macri, aquella será contenida.

La causa principal de la corrida es el déficit de la cuenta corriente[1]. El crecimiento abrupto de la deuda pública ocasionado, en gran parte, por la emisión masiva de LEBACS (letras de regulación monetaria en Uruguay) por el Banco Central provocó una “bicicleta financiera”. Los tenedores de dólares nacionales y extranjeros venden para obtener los gruesos beneficios que generan las tasas de interés (37% cuando ganó Macri, bajó a 25% y ahora está en 40%). En un mundo donde los bancos no pagan interés estas tasas atraen capital. El problema es que del otro lado generan enormes pérdidas para el banco central. El sistema funciona hasta que los tenedores “huelen” (o desde adentro les informan) que la cosa es insostenible y deciden irse. Liquidan sus LEBAC o LRM y compran dólares provocando la devaluación.

El contexto internacional está influyendo, particularmente el alza de la tasa de interés de EEUU, cuyo bono a 10 años alcanza ya el 3% de rendimiento, el más alto desde 2011.

Argentina va a entrar, casi seguramente, en recesión. La inflación reacelerada provocará caída de salarios reales, la elevada tasa de interés y la restricción del gasto público enfriarán la inversión y el consumo.

Uruguay tiene problemas similares, aunque la existencia de una cuenta corriente positiva aleja bastante cualquier riesgo de corrida cambiaria. Debemos aclarar, sin embargo, que en la positividad de la cuenta corriente hay una distorsión importante: Un 15% de las exportaciones totales corresponde a celulosa y edulocorante, ambos producidos en plantas en zona franca, con escasa repercusión económica local.

El fenómeno argentino se da, además, en un contexto internacional parcialmente desfavorable: tasas de interés crecientes (aunque aún en niveles históricamente bajos) y precios del petróleo elevados. Por otro lado el precio de los commodities de exportación (carne, soja, lácteos, arroz) se mantiene en niveles altos, aunque no máximos. La corrida argentina provocará seguramente un empeoramiento del sector externo por caída de exportaciones (partes automotrices) y, sobre todo, del turismo.

Resumen: a) el conjunto de los factores mencionados, positivos y negativos anticipan una economía en fuerte desaceleración. b) estancamiento o caída de salarios reales, que reforzará el punto anterior. c) la cotización del dólar difícilmente retorne a los niveles que conocimos hasta hace poco. d) es improbable que se recupere el nivel de inversión (más de 20% del pbi) de hace 3 o 4 años. En el mediano-largo plazo el actual déficit fiscal (3.5% del pbi) es insostenible y puede conducir a una nueva crisis de deuda-financiera.  Lo de Argentina no nos hunde pero, ciertamente, tampoco nos ayuda.

[1]             La cuenta corriente es la relación entre dólares que entran y salen de la economía. Su principal componente son importaciones y exportaciones de bienes y servicios.

 

Estamos rodeados por Leo Pintos

Un vecino alcohólico, violento y con brotes psicóticos, que toca la batería, tiene un arma y dos perros que ladran día y noche. Así es Argentina, un vecino problemático que nadie desearía tener al lado. Aunque, es justo decirlo, también es cliente de nuestro bolichito y aceptamos su dinero, del que es mejor no averiguar su procedencia porque nos sirve para llegar a fin de mes. Y pese a que en los últimos años hemos procurado alejarnos un poco de este vecino conflictivo, resulta harto difícil permanecer ajenos a sus vaivenes.

Desde hace un par de años se sabía que la situación interna del país vecino y determinadas medidas monetarias de la Reserva Federal de Estados Unidos llevarían,tarde o temprano,a una fuerte devaluación del peso argentino. Afortunadamente la relación comercial con Argentina no es la que era; aquella relación en la cual, junto con Brasil, se llevaban más de la mitad de las exportaciones parece haber quedado atrás. De hecho, Uruguay pudo crecer pese a la caída de la economía de nuestros vecinos, todo un milagro para lo que es nuestra historia reciente. Además, el hecho de que casi la totalidad de la deuda pública esté en tasa fija —más de la mitad en pesos nominales— y el buen nivel de reservas internacionales son indicadores de fortaleza que en situaciones similares anteriores no se dieron. En estos días hemos visto como el Banco Central acompasó la depreciación del peso argentino, lo cual permitió que la moneda estadounidense se fortaleciera moderadamente frente a la nuestra, en un clima de absoluta calma. Todo esto nos llevaría a pensar que el impacto de la crisis argentina sobre nuestra economía no será grande en lo que tiene que ver con el comercio, ni siquiera a nivel de la plaza financiera. Sin embargo, lo sentiremos en el turismo y en el consumo interno, motores casi exclusivos del crecimiento del PIB en los dos últimos años.Por ende, deberemos prepararnos para un aumento en el desempleo y una mayor presión inflacionaria por el encarecimiento de los bienes y servicios importados,especialmente el encarecimiento en pesos uruguayos del barril de petróleo —cuyo precio ha subido en las últimas semanas— que determinará que tarde o temprano Ancap deba ajustar tarifas con todo lo que ello significa. De todas maneras, la principal amenaza externa, y a la que nadie parece prestarle debida atención, es la fragilidad institucional y financiera de Brasil.Fragilidad que puede provocar un verdadero descalabro económico del gigante norteño que arrastraría a las economías de la región.

Ante este panorama por demás complejo la fuerza política de gobierno se dio el lujo de rechazar en los hechos la actualización del Tratado de Libre Comercio con Chile, en un acto regresivo inentendible que mina los intentos del equipo económico —y del país todo— por diversificar y fortalecer el comercio exterior. Un verdadero tiro en el pie del Uruguay. Por increíble que parezca es la propia fuerza política la que parece estar dispuesta a hipotecar lo hecho por su propio gobierno en pos de independizarnos de la región, aferrada a esa absurda idea de una patria grande que se viene cayendo a pedazos. Así pues,el panorama a corto plazo es preocupante, ya que, por lo que parece, en Uruguay la política se ha convertido en el arte de destrozar oportunidades.

 Mitigar los efectos de la debacle argentina por Carlos Luppi

El título es muy apropiado, por cuanto presupone una debacle (desastre que produce mucho desorden y desconcierto, especialmente como final de un proceso, según el diccionario) de la economía argentina bajo el gobierno del Ing. Mauricio Macri, que muchos se empeñan en ignorar.

A un desastre como los de 1976, 1989 y 2001 (por citar algunas grandes crisis) parece firmemente encaminada la gestión macrista, que prescindió de su ministro más inteligente y experiente, Alfonso de Prat – Gay, y se ha encerrado cada vez más en un círculo de ministros de clara extracción oligárquica que parece vivir en un absoluto desconocimiento de la realidad argentina (donde hay seguramente más, mucho más de un 30% de pobres en una población de 44 millones de habitantes), el déficit fiscal supera el 8% del PIB, la inflación rondará el 40%, y para superar el espasmo de hace dos semanas no encontró mejor solución que subir la tasa de interés al 40%, y buscar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por U$S 30.000 millones que le permitirá llegar a las elecciones del año 2019 pero supone una mayor contracción de la economía, con sus secuelas de aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia.

Nadie considera seriamente que la situación esté resuelta.

Una nueva crisis o sucesión de crisis parece inevitable por la espiral de precios que ahoga a la clase media y los pobres, la inevitable recesión y el incremento de las realidades sociales antes mencionadas. Eso sí, en Argentina, a diferencia de Uruguay, es bastante fácil instrumentar un golpe técnico de Estado (como le ocurrió en 1989 a Raúl Alfonsín, y en 2001 a Fernando de la Rúa, en este caso contando con su generosa colaboración), o armar una «pueblada» de cientos de miles de personas, obviamente para movimientos que se identifiquen como «peronistas».

O sea que estamos ante una debacle que puede tener características sumamente peligrosas para Argentina y para América Latina toda, en tiempos de los Michel Temer y Donald Trump.

Los medios masivos de comunicación argentinos y uruguayos intentan ignorar que el gobierno argentino (que mantiene con Uruguay relaciones mucho mejores que bajo el Kirchnerismo, lo cual es innegable) se encamina hacia esa sucesión de crisis. Los grandes intereses agroexportadores que representa (a los que benefició de entrada eliminando las «retenciones», causando del desbalance fiscal que origina la crisis) están ahora más contentos aún con el aumento del dólar y todos podemos ver los rostros de los ministros argentinos (que es como repasar la lista de socios mayores de la Sociedad Rural Argentina, Pinedo, Peña, Quintana, Bullrich, Etchevehere, Aranguren, etc.), muchos de los cuales tienen confesadamente partes importantes de sus grandes fortunas en el exterior, absolutamente distendidos, como si veranearan.

En contraposición, podemos ver a muy inteligentes analistas antikirchneristas, como Joaquín Morales Solá, Alfredo Leuco y James Neilson, muy preocupados, intentando vanamente convencer a Macri, a quien ayudaron a llegar al poder, de que asuma cambios radicales en su gobierno, sin tener el menor éxito.

En Argentina viene un ajuste fiscal muy violento y la confianza en el gobierno -valor en el que siempre enfatiza el muy sabio Cr. Ricardo Pascale- se ha perdido totalmente.

Deseo en este punto precisar que nuestra Crisis de 2002, si bien estuvo favorecida por la debacle argentina de 2001, tuvo su origen en decisiones tomadas en Uruguay desde 1988 hasta aquella fecha, relativas al manejo del tipo de cambio, a la apertura externa y privilegio absoluto al sistema financiero.

Por supuesto que estamos en situación de dependencia de nuestros vecinos: según Uruguay XXI, en 2017 China fue nuestro principal comprador de bienes con una participación de 28%, seguida por Brasil (13%), en tanto que Países Bajos, Estados Unidos y Argentina empataban el tercer lugar con 6%.

Esas ventas disminuirán si nuestro dólar no se devalúa mucho más, y mucho más se afectará el turismo argentino hacia Uruguay, en tanto que volverá la época del éxodo masivo de uruguayos a la vecina orilla con el lema «deme dos». El desbalance con Argentina, aumenta a favor de aquella a dos puntas.

Por el contrario, es previsible que, como ocurrió en las crisis de 2001, numerosos inversionistas vuelvan a refugiar sus fondos en Uruguay. Los hechos políticos que se dan en Argentina y Brasil siempre influyen en Uruguay, y es innegable que existen simpatías entre los Partidos Tradicionales con los gobiernos de Mauricio Macri y Michel Temer. Lo deseable es que el gobierno de Macri enderece su gestión (harto improbable), y finalice su gestión en tiempo y forma, sin grandes cataclismos. Nada podemos hacer al respecto; pero sí aumentar la diversificación de nuestros mercados buscando alguna forma de salida bien negociada hacia los clientes del Pacífico. El camino parece ser un acuerdo con Chile o directamente con la Alianza del Pacífico. Podrá disgustar ideológicamente, pero el capitalismo global no va a esperar por nuestro pequeño mercado. Todo depende de la habilidad de nuestros negociadores, que es bastante reconocida.

Por sobre todas las cosas debemos tener en claro que ningún uruguayo (eso lo sabemos bien quienes vivimos la dictadura) debe desear que un helicóptero se lleve a Mauricio Macri de la Casa Rosada antes de tiempo.

Nunca paga el «tanto peor, tanto mejor». La democracia y las libertades son el primer valor a preservar. Que nadie vuelva a olvidarlo.

 

¿Debacle? por Melisa Freiría

Ante la devaluación del peso argentino frente al dólar y la inestabilidad de su mercado cambiario, el recurso de comenzar a negociar un acuerdo con el FMI es bueno en la medida que muestre confianza sobre la capacidad de pago de Argentina, ya que viene con un déficit en el entorno del 6% del PBI. La finalidad es evitar una corrida cambiaria por fuga de capitales. Recordemos que es un acuerdo precautorio, no estamos hablando de que existan desembolsos en un principio. Lo que intenta Argentina es negociar una línea de financiamiento para mejorar su nivel de reservas y recobrar la confianza en los mercados. Este tipo de acuerdos generalmente tienen condiciones algo más laxas, y el acceso a los fondos requeridos, es solamente en caso de necesitarlos realmente.

Igualmente Argentina se deberá mostrar proclive a mejorar sus finanzas, a mantener un clima país favorable,a seguir un curso sustentable de crecimiento año a año,y a no desatender sus problemas sociales. Y si, todo eso a la vez.

Así queda en evidencia la importancia de una conducción responsable y prolija que mantenga el orden macroeconómico. Argentina tuvo varios factores que la llevaron a la situación de hoy. Como ya sabemos su desequilibrio en las cuentas externas, su vulnerabilidad frente a los cambios internacionales en materia financiera, pero también el cambio de metas para la inflación y el nuevo impuesto a las rentas financieras inciden en la credibilidad y clima de incertidumbre que se genera.

Teniendo claro lo que sucede en la vecina orilla, si miramos nuestro país, Uruguay no tiene vencimientos importantes y tiene un buen financiamiento para hacerles frente en el corto plazo.Como decía Vázquez, llevamos una política financiera que permitió a nuestro país desacoplarse de la región.

Las declaraciones de los políticos y los técnicos de cada gobierno, tienen su impacto en los mercados financieros. La confianza generada también afecta a las decisiones de los inversores. Por eso es que también encuentro razonable que Vázquez, Astori y Bergara hayan respondido con un discurso donde se transmite mucha “serenidad”.

Es cierto que nuestra política gradual y su flexibilidad han acompañado la tendencia internacional, más precisamente de Estados Unidos. De hecho nos va a generar un impacto mucho mayor si Trump hace algún anuncio inesperado, más que toda la situación de Argentina. Pero igualmente a los uruguayos, como en toda economía pequeña y abierta, nos tiene que preocupar lo que pase con nuestros vecinos, por eso hay que estar pendientes aunque sin alarmarse demasiado por el momento.

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