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Ohmmm, el karma de la inclusión social y los nuevos gurúes 

Ohmmm, el karma de la inclusión social y los nuevos gurúes 
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La polémica estalló cuando el referente en políticas sociales de Luis Lacalle Pou, Pablo Bartol, sostuvo en una entrevista en el programa Diario de Campaña, del canal Nuevo Siglo Tv, que entre las propuestas que llevará adelante de ser Ministro, se encuentra implementar clases de yoga en el MIDES para las personas en situación de calle.

¿Puede una medida de este tipo ayudar a sacar de su situación a la gente expulsada del sistema? ¿Se trata de una trivialidad producto de nunca haber pasado necesidades? ¿Puede ser una herramienta más de superación? ¿Es una propuesta ridícula, como deslizó la Ministra Muñoz? ¿Es una acción prioritaria como para destinar recursos? ¿Es importante para la gente en situación de calle lograr la percepción de que el yo es espiritual y no material, como señalan los preceptos de esta doctrina? ¿Política social o salvación espiritual?  

 

Otra idea brillante por David Rabinovich

Entre las propuestas que llevará adelante, en caso de ser Ministro, Pablo Bartol mencionó la implementación de clases de yoga en el MIDES para las personas en situación de calle.

Pero ¿quién es este señor y qué importancia tiene lo que dijo?

“Pablo Bartol es profesor de Política de Empresa en el IEEM, Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, Uruguay. Fundó y dirigió el Centro Educativo Los Pinos en el barrio de mayor pobreza y violencia de Montevideo, la capital de Uruguay. Asesora a varias organizaciones sociales de Uruguay y Argentina en el diseño e implementación de programas educativos en contextos sociales críticos así como en el funcionamiento de sus comisiones directivas. Se ha especializado en las alianzas entre empresas y organizaciones sociales para abordar problemas de la sociedad civil. Es Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de la República, Uruguay; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; y máster en Gobierno de las Organizaciones, Universidad de Navarra.” (Textual de la página oficial de la IEEM.)

Con semejantes credenciales no podemos menos que tomar muy en serio sus opiniones. Además, está nominado por el Dr. Luis Lacalle Pou como futuro Ministro de Desarrollo Social. Descarto que para convocar a los usuarios del MIDES a clases de yoga primero solucionará algunos problemas que, naturalmente, parecen previos: comida, techo, ropa y algunos detalles vitales más.

En la referida página web encontramos: “La misión del IEEM es formar líderes responsables que con su trabajo directivo al servicio de la persona contribuyan al desarrollo integral de la sociedad, mediante una labor docente de calidad y exigencia, apoyada en la investigación de los problemas propios de la dirección de las organizaciones.”

El candidato blanco apela, para atender un sector vulnerable de la población, a un destacado integrante de su organización que se define claramente como de élite dirigente dentro de la sociedad. Cada vez me parece más necesario tomar en serio lo que dijo y lo que diga. Por temor a lo que haga, claro.

Los orígenes de la Universidad de Montevideo se remontan al 25 de noviembre de 1986, con el lanzamiento oficial del Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (IEEM) en el edificio de la Bolsa de Comercio S.A. En marzo de 1987, se puso en marcha un Postgrado en Derecho de la Empresa, dictado por los doctores Jorge Peirano Basso, Ricardo Olivera García, Santiago Pérez del Castillo, Carlos Delpiazzo y Alberto Faget, especialistas en Derecho Internacional Público, Derecho Comercial y Bancario, Derecho Laboral, Derecho Administrativo y Derecho Tributario respectivamente. (Wikipedia)

Presentado someramente Don Pablo, nada puede resultar extraño. Lo que pueden esperar los excluidos del sistema quedará, con el gobierno de Luis, en manos de sus excluidores. En tanto Marina Arismendi es tan sólo maestra uruguaya y comunista.

Veremos en qué manos ponemos nuestro futuro. Cuando venga el frío tendremos polenta… O yoga.

 

Más empatía y menos soberbia por Alejandro Sciarra

Hace como dos meses le dije a los muchachos de VOCES que no iba a escribir más hasta mediados de este mes porque estaba terminando mi tesis de Maestría y pretendía concentrarme sólo en eso.
Pero hay tres cosas que me motivan a contestar este llamado.
Primero, que habrá más de un atrevido que se anime a mofarse de Bartol sin saber un comino sobre trabajo social.
Segundo, porque mi tesis trata justamente sobre educación del carácter en una población vulnerable (la carcelaria, que tantos puntos de contacto tiene con la gente en situación de calle).
Tercero, porque como siempre, en Uruguay, cuatro ignorantes en Twitter le sirven la mesa a los medios de prensa y terminamos todos hablando del argumento quizá menos relevante de una entrevista que fue algo más rica.
Dicho esto, diré aquello. La brillante Doctora en Psicología Angela Lee Duckworth, explica que, en los procesos educativos (y cabe también para los reeducativos), “el carácter es, como mínimo, tan importante como el intelecto”. La educación del carácter de a poco comienza a hacerse espacio en nuestro sistema educativo y podemos verlo tanto en las escuelas de Montevideo como el interior. El yoga moldea también el carácter. Sin irnos ni a la esquina, Pamela Martinez, Directora del programa “Yoga y Valores en Cárceles”, nos cuenta diversos episodios en los que esta práctica ha contribuido por ejemplo, a mejorar el autocontrol de los reclusos de la cárcel de Punta de Rieles, donde la organización desarrolla su tarea.
Pero si queremos salir de Uruguay, podemos ir a Estados Unidos, donde en Nueva York, Washington D.C, o San Francisco, el yoga para personas en situación de calle se encuentra extendido y muy bien justificado. Hasta la administración Obama lo incluyó en la cobertura sanitaria pública para mayores de 65 años, debido a los beneficios para pacientes hipertensos expuestos por la Universidad de Harvard.
Si tenés el coraje de despojarte de toda tu pedantería y tu alma de burócrata del Olimpio y te sentás en el piso un rato a charlar con una persona en situación de calle, te prometo que vas a aprender mucho.
Nunca practiqué el yoga. Pero no me puedo burlar de algo que contribuye a la salud emocional, o a la prevención de infartos o anginas de pecho (principales problemas de la hipertensión).
También el estrés es un factor muy importante en la vida de quien sobrevive en la calle. Muchos tienen serios problemas para calmar su mente. He ahí, otro punto a favor de esta práctica meditativa.
No, seguramente no sea la panacea. Como tampoco lo es el programa de tango para la gente en situación de calle que lleva adelante la Intendencia de Montevideo. Pero si le ponemos un poquito más de empatía y poquito menos de soberbia, vamos bien rumbeados.

Yoga para todes por Eduardo Vaz

A todas luces, estamos ante una propuesta original de Pablo Bartol y Lacalle. Como toda idea hay que analizarla en sí misma y en su contexto, tratando de superar prejuicios. Digamos que el yoga es una práctica milenaria que tiene notables resultados en las personas que lo ensayan, tanto en lo físico como en lo psicológico. No en balde, se ha instalado en todo el mundo y cada vez más gente lo practica. Ofrecer esta posibilidad a gente que, por su situación económica y social nunca podría acceder a estas prácticas sanadoras dado que se ofrecen, exclusivamente, en instituciones privadas, es algo muy loable. Desde este ángulo: bienvenida la propuesta bartoliana lacallista.

La duda razonable viene por el lado de su efecto real en erradicar la exclusión que vive la gente en situación de calle o si, por el contrario, sus propulsores la piensan desde el ángulo de la aceptación pacífica y resignada de injusticias intolerables en una sociedad opulenta e hipócrita como la que vivimos. Aunque choque y las y los uruguayos pretendamos miserias, la oposición grite crisis y nadie diga me va bien, es la realidad objetiva medida en el consumo y los estándares de vida alcanzados o, desde el otro extremo: la creciente basura que habla del despilfarro y exceso del consumo medio.

Se me dirá que en lo anterior se ahogan los petisos, cosa cierta pero, las mismas cifras indican que la pobreza es menor al 10% y la indigencia es marginal. O sea, la mayoría enorme de nuestra gente consume de bastante a mucho y no vive en asentamientos ni en la calle. Es evidente que las prioridades para minimizar la situación de calle y otras similares no pasan por el yoga para todes, cosa que en la India saben hace tanto tiempo como la existencia de esta maravillosa disciplina y no se lo recomiendan como política social a nadie. Y saben de ambas cosas allá: ¡sobran pobres y son los creadores del yoga! Quiero creer que se trata de una idea que, pretendiendo ser original y atractiva, pasó de lo sublime a lo ridículo.

 

Puntos sobre algunas íes por Isabel Viana

  1. No conozco personalmente a Pablo Bartol, pero pude verificar que sus credenciales demuestran que no es novato, improvisado ni charlatán en materia de apoyar a sectores segregados de la comunidad. El que se discrepe con los fundamentos filosóficos, religiosos o políticos de su acción, no habilita a hacer de una frase una hoguera que lo descalifique a él o a la fracción política a la que adhiere.

Los lapsus han sido frecuentes en una campaña repleta de palabras vacías y de discusiones sobre aspectos menores. Creo que una persona no debe ser evaluada por un momento de su vida, ni su discurso por una frase infeliz.

  1. En el país hay cientos de personas en situación de calle. El 9 de abril del corriente año se censaron en Montevideo 2038 personas en esa condición, de las que 1043 se encontraban a la intemperie y 955 recibían alojamiento nocturno en refugios del MIDES. El total es un 18% mayor que en 2016. Para todo el país se debe, por lo menos, duplicar la cifra encontrada en Montevideo. Hablamos por tanto de alrededor de 4000 personas viviendo en condiciones de gran precariedad.

Es un fenómeno reciente y creciente. Refleja altos niveles de deterioro en los vínculos y en la solidaridad entre nosotros.

Quienes deciden vivir en la calle no aceptan, por diversas razones, a otras soluciones posibles, formales o informales (refugios, pensiones, asentamientos). Muchos declaran trabajar en oficios de calle: cuida coches, recolectores.

Su situación es un problema social, no puede tomarse a la ligera ni encararse con medidas parciales. Las soluciones deben referir no sólo a cubrir necesidades físicas de coyuntura (refugio en la noche, repartos de alimentos), sino a acciones integrales, que habiliten generar procesos de acercamiento y sostén.

  1. Todos los seres humanos tenemos necesidades físicas y espirituales. Es obvio que la sola satisfacción de las necesidades físicas no es suficiente para “bien vivir”. La exclusión de un individuo de su medio social y sus manifestaciones culturales, le acarrea carencias graves.

Superar la distancia construida implica posibilitar la participación de quien se haya excluido en las actividades que la colectividad construye cotidianamente y que expresan su lugar y su tiempo.

No tenemos que “entretener” a quienes están excluidos para que vivan “mejor”: es necesario re-instaurar los significantes de sus vidas y habilitar su reintegración a sus grupos de pertenencia.

  1. El yoga es una disciplina física y mental que se originó en India. Como toda cultura, expresa la relación de una sociedad particular con sí misma, con su historia y con su ambiente. La globalización difundió su práctica en dos formas: una, como ejercicio físico, vaciado de su contenido espiritual. Otra, pretendiendo adherir al mismo integralmente, pero en una cultura y lugar ajenos, lo que distorsiona su sentido original. No resulta una estrategia de validez general.
  2. Creo que la gente en calle no precisa que se les ofrezcan surtidos de actividades para que les hagan acordar de su yo espiritual. Necesitan que se les ofrezcan opciones socialmente válidas que, a la vez, sean respetuosas de sus identidades.

Plantean el difícil desafío del individuo que no acepta las pautas de vida de la sociedad con la que convive y el de los límites que la convivencia impone a la libertad individual.

Es bueno que la confrontación libertad – límites sociales nos cuestione acerca de los alcances y contenidos de la “inclusión social” que proponemos, sin preguntarnos demasiado acerca de la validez del patrón de sociedad en el que proponemos incluir.

Bolazómetro por Esteban Pérez

Estamos en año de elecciones, por lo tanto, nada debe asombrarnos. Es ya clásico en las disputas electorales de nuestro país, que abunden largas listas de promesas y propuestas vertidas por los diferentes partidos. En el reino de la demagogia van surgiendo todo tipo de bolazos a diestra y siniestra, tanto de izquierda como de derecha.

Años atrás se decía por ejemplo “dejar que la torta crezca para luego repartir” o “llenar el vaso para que desborde”, “el modelo es Nueva Zelanda” o “lo es Chile”, etc.

Todos estos bolazos y otros más disparatados aún van adobados muchas veces con cierres de campaña finalizados en espectáculos a cargo de artistas famosos, poniendo así el broche de oro a la superficialidad. Hoy se habla de “clases de yoga” para las personas que viven en situación de calle o se “descubre” el crecimiento de los cantegriles (a pesar de que se negaba poco tiempo atrás) y también se habla de “deuda social”, cuando en realidad se estuvo en el gobierno y se edificó muy por debajo de lo prometido. Más que hablar de soluciones reales se apela a impactar emocionalmente tratando de rescatar o retener algún votito, los que hoy resultan escasos para todos los contrincantes.

Verso a verso, bolazo a bolazo, se va subestimando al electorado llevándolo al hartazgo, la desconfianza y el desánimo.

En este panorama todo parece indicar que gane quien gane contará con poca confianza de la ciudadanía, por lo tanto, aunque los votos definan el partido de gobierno, el respaldo real estará por debajo de los porcentajes electorales obtenidos.

Para nosotros estas elecciones son un evento coyuntural en un momento histórico en el que el desarrollo de la lucha de clases no llega a cuestionar el poder de la clase dominante, ni son esperables cambios de fondo.

Principalmente nos preocupa lo que sucederá después del 30 de noviembre. Creemos que si rascamos en profundidad, cualquiera sea el ganador, se seguirá apostando a la entrega de soberanía a las multinacionales y a seguir haciendo buena letra con el Fondo Monetario Internacional.

Pero quizás el matiz esté en que unos harán un ajuste feroz tratando de recortar conquistas logradas por los trabajadores y otros harán el mismo ajuste pero en forma gradual con alguna contemplación social en la medida en que la economía se lo permita.

En este contexto, nuestra visión estratégica sigue siendo la misma: la necesidad del desarrollo de un espacio político social que impulse los cambios necesarios partiendo desde los más desposeídos y los trabajadores en general.

Meditalo bien por Gerardo Tagliaferro

El problema con la idea de Pablo Bartol es que él mismo la caricaturizó. No fue necesario que alguien la tomara para la broma; como él la planteó dejó la duda de si no era broma. Basta ver la reacción de los periodistas que lo entrevistaban: se asombran y hasta parece que se tientan.

Pero no es ninguna broma, el asunto es serio.

Conozco de primerísima mano la experiencia del yoga en la cárcel de Punta de Rieles (la Unidad N° 6, la vieja). Escribí un libro sobre esa prisión (El Camino de Regreso, Fin de Siglo, 2018). Para quienes no lo conocen, es un establecimiento muy especial y el yoga allí es parte de una batería de actividades que apuntan a promover hábitos de convivencia y a hacer de la cárcel -como dice su director Luis Parodi- un lugar lo más parecido posible al afuera.

La práctica de yoga en Punta de Rieles comenzó hace cinco años y se ha sostenido con un número de asistentes a las clases que promedia los 15, cifra interesante si tenemos en cuenta que cuando Pamela Martínez, la directora del programa Yoga y Valores en Cárceles, apareció con su matt y sus esencias aromáticas muchos internos proclamaron: “Eso es de putos”.

Pero los resultados, para los reclusos que en estos cinco años se han comprometido, son visibles. Basta hablar con ellos o simplemente escucharlos. Tanto que el programa ha crecido y hoy ofrece apoyo variado no solo a internos, sino también a liberados y sus familias, realiza talleres dentro y fuera de la cárcel y hasta ha creado un banco laboral que les procura alternativas de trabajo. Y el 25 de setiembre lanzará la construcción de una “Escuela para la educación emocional” en el predio carcelario.

Dicho esto, puntualicemos. Estamos hablando de presos y de contexto de encierro. Hablamos de personas, en su mayoría, con una vida vinculada al delito y a la violencia. Decir que la práctica del yoga, dentro de la cárcel y sumada a otras actividades, ha aportado a su transformación personal, no quiere decir que haya que replicar la experiencia en la sede de un ministerio para personas sin hogar. Suena a: “vení, hacé yoga, que te va a ayudar a soportar el frío”.

Me consta que Bartol participó de una práctica con los reclusos de Punta de Rieles y eso lo impactó. Quizás el entusiasmo que le provocó le llevó a tirar una idea sin la necesaria maduración. También me consta su formidable trabajo en Los Pinos: se puede discutir si esa es una experiencia multiplicable, pero pregúntenle a muchos chicos de Casavalle y a sus familias qué opinan de ella.

Lo preocupante del planteo sería asimilar mecánicamente la realidad y las necesidades de quienes viven en la calle con la de los presos. Estos últimos están encerrados, tienen sus necesidades básicas resueltas y todo el tiempo del mundo. Las personas en situación de calle no tienen tiempo, necesitan alternativas ya, que superan largamente la demanda de equilibrio emocional. Este puede ser una condición necesaria, pero claramente insuficiente.

¿Yoga en el MIDES? Puede ser, pero debo suponer que Bartol tiene claro que el problema de la gente que vive en la calle no se soluciona con asanas y respiración.

No es la primera vez que el asesor de Lacalle dice cosas públicamente sin pensarlas demasiado. Con todo respeto, le diría a Bartol que medite un poco antes de lanzar la próxima idea.

Con la yoga al cuello por Andrés Copelmayer

Esta campaña política pinta para que el debate serio apenas pueda surfear dos o tres olas esquivando frutas, chicanas y pelotazos diarios. Que el yogui Pablo Bartol haya sido la persona elegida como eventual futuro Ministro del MIDES en caso de ganar el Partido Nacional, muestra la endeblez política de la coalición anti FA, y su total desconocimiento de la deuda social que aún tiene el país con los pobres y marginados. De todos modos confieso que es muy positivo para la república que existan personas con el optimismo voluntarista y comprometido de Pablo, aunque no los quiero nunca gobernando. Con la enorme ayuda del Opus Bartol lidera una obra fenomenal en Los Pinos, sito en el corazón del fragmentado barrio de Casavalle. A diferencia de muchos escépticos, cree que es posible extender estas experiencias y cambiar la marginalidad social haciéndole la cabeza a la gente. Con alfombrín y yoga para aquel que “se tiró en una vereda a dormir porque ya dijo no me importa nada”, asumiendo que el 100% de los 2.389 casos eligieron voluntariamente vivir en la calle. Cree que es posible “rescatarlos de sí mismos”, transformando el yo material en espiritual. Desconoce que es gente cuyo yo fragmentado prácticamente no existe por efecto de patologías psiquiátricas severas crónicas, o avanzadas adicciones. Valoro que el hombre tenga fe en su fe, aunque no me gustaría nada que un activo miembro del Opus sea Ministro justo en esta área de alta vulnerabilidad psico social. Sobre esta organización religiosa pesan duras acusaciones sobre sus técnicas de reclutamiento. Sólo alcanza recordar las declaraciones de la ex numeraria del Opus, Tammy Di Nicola quien denunció “una captación proselistista agresiva hacia los adolescentes, especialmente utilizadas en los Colegios que dirige”. Incluso denunció que la mayoría de los proyectos sociales que promueve el Opus, tienen como fin oculto  reclutar nuevos socios para la Obra.

Tampoco es satisfactoria la actual respuesta del Mides respecto a las personas en situación de calle. En el Censo realizado la noche del 9 de abril del 2019, contabilizaron 2038 personas en situación de calle (90% hombres) de las cuales 1043 se encontraban a la intemperie y 995 en refugios del MIDES. Esto significa un aumento del 18.4% en relación al Censo realizado en 2016. Pero lo más preocupante es la poca rigurosidad del informe para clasificar los motivos por los cuales estos ciudadanos peregrinan por las calles del país. No hay desagregación causal y se limitan a señalar exclusivamente 2 motivos: problemas de vínculos o convivencia y consumo problemático de sustancias. Esta gruesa clasificación impide diseñar políticas a medida y caso a caso según se trate de adictos, indigentes, ex reclusos, desempleados desalojados, inmigrantes, etc.

Por tanto ni yoga ni en joda. No es aceptable para el Uruguay darnos un debate así de pobre sobre el sufrimiento de miles de compatriotas.

La ironía del placebo por Rodrigo da Oliveira

Hace al menos un par de años que vienen realizándose experiencias de talleres de yoga y actividades alternativas en algunos sitios de reclusión, como el Penal de Punta de Rieles. Dichos programas han sido llevados adelante bajo la administración frenteamplista, naturalmente. Se los ha cuestionado por, presuntamente, derrochar dineros públicos en actividades con poca o ninguna productividad. En épocas de ajuste, no está bien visto por algunos el utilizar la plata de los contribuyentes y mucho menos en actividades «suntuarias» para los presos. Algún informe por ahí sostiene que en América del Sur un gran porcentaje duerme en el piso, otra gran cantidad no accede al agua potable y muchos pasan hambre. Visto desde esa óptica, podría resultar llamativo el supuestamente desviar tiempo y recursos, siempre escasos, en algo cuyo retorno sería mucho más que dudoso.
Pablo Bartol, asesor en materia educativa del candidato Luis Lacalle Pou, removió algo de esto al proponer hacer lo propio en los locales del Mides y enfocado hacia personas en situación de calle. Gran revuelo. Con conocimiento de lo que ya se venía haciendo en el tema o sin tal, se salió a darle duro, tomando la propuesta como naif y propias de alguien que desconoce la realidad, casi el lujo de la miseria.
Dichas posturas no hacen sino mostrar que apenas se intenta dar un giro al sistema conocido y bien aceitado de mantener pobres y generar alguno nuevo de ser posible (votos posibles al partido de gobierno), hay un profunda mezquindad en cuanto a darle reales posibilidades a personas que de otra manera jamás podrían acceder a ellas.
¿Cuál sería la diferencia entre dichos programas aplicados a gente que está encerrada y a la cual no estamos recuperando y otorgar este beneficio a otros tantos, que han pasado en algunos casos por esas mismas cárceles o están en riesgo de caer en ellas?
Resulta llamativa la reacción desde filas que se autoproclaman progresistas y pro derechos frente a estas propuestas, por el solo hecho de ser aportadas desde la actual oposición.
La falla de las actuales políticas de inclusión y de búsqueda de descenso de la marginalidad, vía educación como fue histórico en nuestro país, con su consecuencia inmediata en el delito, el consumo problemático de drogas y sumado a un correlato de trastornos psiquiátricos en muchos casos nos provoca y nos obliga a pensar en nuevas formas de encarar estos problemas.
El facilísmo de denostar cualquier medida por el simple hecho de venir de fuera de filas oficiales nos ha costado ya mucho tiempo, esfuerzo y dineros.
¿Será con este tipo de actividades alternativas que lograremos al menos frenar la caída libre en la cual muchos se ven inmersos y a los cuales poco o nada estamos aportando, como no sea un tarjeta y la eterna promesa de una dependencia eterna del poder de turno?
Una vez más debemos elevar la mira y proponernos ser mejores que nosotros mismos. En ello nos va la vida, buscar sostenernos como un sociedad cohesionada y no más embrutecida que la que hoy tenemos.

Pobres pobres por Leo Pintos

Son muchos los prejuicios que todos tenemos sobre la pobreza, es por ello que no debiera sorprendernos que nuestra clase política también los tenga. Encarar este tema requiere capacidad y sensibilidad. Capacidad para promover y articular acciones en favor de una verdadera inclusión social y sensibilidad para comprender e intervenir en ella. Quizá un buen comienzo sea saber que la pobreza nunca es digna, y que jamás se llega a ella por elección. Los sucesivos gobiernos no lograron nunca aunar capacidad y sensibilidad para enfrentar el problema de la exclusión social y a la vista están los resultados. Así hemos visto como la pobreza fue reducida a una cuestión de ingresos, es decir a un simple número que no expresa más nada que eso.

La propuesta de implementar sesiones de yoga en la planta baja del Ministerio de Desarrollo Social no es un error, en el mejor de los casos, por sí misma. Lo es también por todos los prejuicios que la rodean y que dejan en claro el pensamiento de quien sería el encargado de la política social de un gobierno. Porque sostener que quien termina durmiendo en la calle ya no le importa nada demuestra una profunda ignorancia e incomprensión, además de una visión reduccionista de la problemática. No soy yo el más indicado para alabar o denostar el yoga, solo es que como ciudadano uno espera otras propuestas antes de pasar a esa; atención psicológica, asistencia médica, rehabilitación, planes de inclusión, etc. Por otra parte, la manera de presentar dicha propuesta es también torpe. Porque es agresiva hacia los funcionarios del Ministerio, con los que deberá contar para implementar sus políticas en caso de acceder al gobierno. Es preocupante constatar como los actores políticos caen en declaraciones simplistas, propias de la lógica de las redes sociales. Parece que lo que importa es causar un impacto, sin medir consecuencias ni la pertinencia de la propuesta. Todo lo contrario de lo que uno espera de un gobernante.

Sin embargo, cabe decir que esto -lejos de ser raro- va en consonancia con la visión que históricamente algunos sectores políticos han tenido respecto a la asistencia social. Recordemos que en 2009 el entonces candidato presidencial Luis Alberto Lacalle propuso instalar duchas y peluquerías en los cantegriles. Y ya que lo menciono, recordemos los nefastos Núcleos Básicos Evolutivos, que fuera el estandarte de la política habitacional de su gobierno entre 1990 y 1995. Recordemos también lo que fue Acción Solidaria, ejemplo de mala praxis en la atención social, pero que dan un acabado panorama de la visión que algunos tienen de la pobreza.

Y también el Frente Amplio ha fracasado al no poder -ya no erradicar- sino reducir la cantidad de asentamientos ni el número de personas viviendo en la calle. Porque también la izquierda ha tenido una visión equivocada al dimensionar la problemática de la pobreza y de cómo abordarla. Recordemos que el mismísimo José Mujica declaró en su momento que en 15 días podría acabar con los asentamientos.

Lo dicho, o falta sensibilidad o falta capacidad. Tal vez haya llegado el momento de abordar el combate a la pobreza como un verdadero asunto de Estado, en el que la academia sea parte fundamental para diseñar líneas de acción, para que gobierno y sociedad civil sumen esfuerzos. Todo esto en el marco de políticas surgidas del acuerdo de todos los partidos que permita darle continuidad, dirección y sustentabilidad a las políticas inclusivas. El sistema político, en tanto representante de la ciudadanía, debe dar señales serias, consciente de que se necesitan ingentes recursos y paciencia para obtener resultados. Porque haciendo lo mismo seguiremos fracasando.

Un tema de reeducación por Carolina Ache

Todo abordaje del problema de la exclusión social y de la gente que está en la calle tiene que empezar por la piedad y por el dolor. Si no comprendemos la urgencia  desde el dolor y la piedad estaremos en un apuro.
No creo que sea responsable ni conducente,  en tiempos de plantear los cambios para el país, enfocarnos en medidas tan exactas. Las soluciones no debemos buscarlas en el repertorio de medidas diarias, puntuales, sino que hay que hacer una apertura de orden estructural. Estamos ante un tema de reeducación, un asunto económico social y cultural. La persona que está excluida y que termina durmiendo en la calle, es alguien que perdió toda la esperanza, todos los horizontes, por lo tanto, es una situación urgente que reclama soluciones complejas. El partido  de gobierno no ha podido con este drama, lamentablemente según los datos del MIDES, de 2016 al 2019 la cantidad de personas en situación de calle creció un 16%.
La libertad debe ser respetada en todos los casos, pero junto a la libertad está la integridad de las personas, y el Estado no puede cargar con la culpa de desentenderse de la integridad de las personas en nombre de una libertad que tampoco ejercen, porque en medio de la miseria de la enfermedad y de la indiferencia, hablar de derecho a vivir en la calle es por lo menos hipócrita .

La discusión entre los asesores del Partido Nacional y los representantes del gobierno en torno a si corresponde destinar recursos al yoga me parece secundaria.
Más del 60% de las personas en situación de calle pasaron por centros penitenciarios. La situación carcelaria, que falla con éxito en la rehabilitación y que está siendo permanentemente observada por organismos internacionales por sus pésimas condiciones de reclusión, está íntimamente relacionada con la situación de las personas en la calle. Así debería estar también la solución.

Otro punto  clave es el tema de las adicciones: seis de cada diez personas en situación de calle consume drogas. Ninguna solución que no contemple la rehabilitación y el tratamiento de las adicciones será una buena solución. Desde el Partido Colorado tenemos una propuesta, un “programa Salida” que atiende cada eslabón de la cadena.
Me pregunto si no será que buscando ridiculizar una propuesta concreta (que podrá ser compartida o no) se quiere evitar poner el foco en el bosque, que se nos incendia…Que el yoga no nos desconcentre.

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