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Pablo Villar, presidente de la ANMYPE: Las micro y pequeñas empresas ocupan el 65% de la mano de obra privada

Pablo Villar, presidente de la ANMYPE:  Las micro y pequeñas empresas ocupan el 65% de la mano de obra privada
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La importancia de las Pymes en la economía uruguaya es indiscutible pero muchas veces carecemos de información sobre su realidad. Para profundizar sobre la situación que viven en esta pandemia, fuimos a la fuente con alguien que está vinculado desde 1998 al sector.

Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

PERFIL:

Montevideano de Parque Posadas. Es padre de cinco hijos. Hizo Facultad de Agronomía por tres años y luego se dedicó a la parte industrial. Fue presidente de la ANMYPE (Asociación Nacional de Micro y Pequeñas Empresas) por dos periodos, allá por el 2000, y luego funcionario del Ministerio de Industria. Es propietario de Dilvan S.A.

¿Qué hace tu empresa?

Diseñamos y construimos maquinaria para los sectores farmacéuticos, cosméticos, químicos y alimenticios. Por lo general son series cortas. Además, estamos generando una línea en mantenimiento industrial, que ha venido creciendo.

 ¿Cuánta gente tenés laburando?

Somos siete personas. No somos muy grandes. Ahora hicimos un proyecto de inversión, por el cual vamos a crecer en dos personas. Incorporamos alguna tecnología más, máquinas y herramientas. Si hubiéramos sabido lo de la pandemia, seguramente no nos habríamos metido en esto. Creció la parte de mantenimiento, pero cayó bastante la parte de equipos nuevos. Estamos remándola en este año difícil.

¿Cuándo te vinculaste con la ANMYPE?

Enviudé en el año 95, después de pasarla varios años mal, un día decidí que tenía que hacer algo más que trabajar. Siempre tuve militancia gremial y, oteando el panorama, descubrí la ANMYPE como un referente del sector micro y pequeño, que era lo que de alguna forma yo era y sigo siendo. Fui electo presidente para el período 98-2000 y, luego, entre 2000 y 2002. Siempre tuve ojo para las oportunidades, para meterme en un lugar en plena crisis. El sector estaba hecho pomada. A mí me había agarrado el concordato de Moro, con un año de trabajo, así que me enteré de que había sido estafado por Moro. Llegué al 2002 mal, y seguimos mal. Estuve en la directiva y después quedé como asesor gremial, y en todo el proceso de la concertación para el crecimiento.

¿Qué hiciste después?

En 2010 me convocaron para agarrar la Dirección Nacional de Artesanías y Micro y Pequeñas Empresas, en el Ministerio de Industrias, donde estuve como director nacional hasta 2015. Luego, en 2014, con Álvaro García, Martín Dibarboure y otra gente empezamos a delinear la Agencia Nacional de Desarrollo. En 2015 integré el primer directorio de la Agencia, hasta mediados del 2016. Después volví a la actividad privada, y a aquello que fue mi primer amor en el trabajo gremial y empresarial, que fue la ANMYPE.

¿Cuántas empresas agrupa la ANMYPE?

La ANMYPE nace intentando asociar a empresarios de forma individual. A partir del 2011 procesa un cambio estatutario que permite agremiar a gremiales verticales. En la última elección definimos que algunas de estas gremiales pasaran a integrar la directiva. Hay trece gremiales que están vinculadas a la ANMYPE.  Igualmente tenemos vínculos con la Cámara de Alimentación, con la Confederación Empresarial del Uruguay, con la Cámara de Industrias.

Las problemáticas son distintas.

Son totalmente distintas. Pero, en el tema del representante empresarial al directorio del BPS, hemos venido trabajando con diversos segmentos empresariales para tener una lista única. La AMNYPE integra la representación empresarial actual. Fue todo un proceso que se vino dando desde 1998. Procesamos este trabajo con la lista actual, que va madurando para tener éxito en lograr incluir a todo el segmento empresarial en una lista que nos satisfaga a todos. Estamos trabajando el tema de las compras públicas y el de las políticas sectoriales. Estamos empujando proyectos nuevos para posibilitar una reactivación, lo más rápido posible, pero que además tiene que ser integral, inclusiva y arrastrar a todos los sectores de actividad.

Se habla de las PYMES pero no se sabe mucho. Danos una radiografía de esa realidad.

En el país se conocía poco del sector de micro, pequeñas y medianas empresas. Recién en el año 2008 se hizo la primera encuesta, que la hizo la DINAPYME, que fue un insumo. Después, en 2012, se vuelve a hacer la encuesta para ver cambios tendenciales. En el año 2016 se hizo parte de la encuesta. El sector de micro, pequeñas y medianas empresas queda categorizado por dos atributos. Mano de obra ocupada, que en micro va de uno a cuatro, y el tema de la facturación, que va hasta dos millones de UI. El tramo siguiente es de cinco a diecinueve empleados, con una facturación de entre ocho y diez millones de UI, para pequeñas empresas. Por arriba de veinte empleados, están las medianas empresas, que van hasta setenta y cinco millones de IU, y noventa y nueve empleados. Luego las grandes no tienen límites. Las micro y pequeñas, que son el desvelo de la ANMYPE, se distribuían casi homogéneamente en cantidad de empresas en Montevideo y el Interior. Y se distribuían también casi homogéneamente entre industria, comercio y servicios, cuestión que también ha ido variando.

¿Cuál sector crece?

Ha ido creciendo el de comercio y servicios, y ha disminuido el de la industria. Eso ya es una alerta. Ha habido una política de fusión de empresas micro con pequeñas, o de pequeñas con medianas, entonces ese sector baja. O ha habido cierre de empresas en esos sectores industriales. Podemos ver textil o vestimenta. Podemos ver algo de plástico, pese a que otros sectores de empresas de plástico han crecido.

¿A qué atribuís ese descenso?

Creo que en muchos sectores hay un problema por la importación. Podemos verlo también en el sector alimenticio. Muchas empresas industriales del sector alimentos han cerrados sus puertas, porque ha habido un ingreso de alimentos baratos. Sobre todo en las grandes superficies, ellos mismos importan, muchas veces sustituyendo productos que hacían empresas nacionales pequeñas. Suceso avisado en el 98, cuando estábamos en aquella lucha por regular las grandes superficies. En esta etapa creo que debemos procesar algunos cambios que promuevan más intensamente los sectores industriales que agregan valor e innovación, que tienen posibilidades exportadoras. Esto tiene, además, dos problemas graves: destruye el tejido productivo existente y tiene un alto efecto concentrador de la riqueza, porque lo que antes vendían mil almacenes, panaderías y carnicerías, hoy lo concentran dos grupos de fondos de pensiones extranjeros. ¿Qué gana el país? Son sectores que vienen, ponen la bombilla y extraen riqueza de los uruguayos, porque acá no queda nada. En definitiva, ¿qué nos están dejando? Son inversiones totalmente destructivas.

Las grandes superficies de supermercados han pasado a manos extranjeras.

Ha habido un proceso concentrador entre ellos. Salvo El Dorado, que sigue siendo de capital nacional, y algunas cadenas chicas, está todo en dos fondos de pensiones.

Terminan siendo formadores de precio sin competencia.

Para el sector industrial y de suministros agrícolas también en el 2000 se estuvo avisando eso, que esto no solo era un problema de un formato comercial diferente, sino que por el famoso monopsonio, que es el alto poder de compra, se iba a terminar explotando a todo el sector industrial. Te piden a consignación frutas, verduras y hortalizas, te dicen cómo las tenés que traer, con qué características, te devuelven la lechuga que se puso un poco fea, te devuelven las peras. Te ponen el precio y te pagan a ciento ochenta días.

Cobran por la exhibición en las góndolas.

Sí. Festejan sus diez años y los premios los pone la empresa uruguaya. Muchas veces uno oye hablar de la libertad responsable. La libertad responsable y la conciencia colectiva también deberían aplicarse a estas cosas. Los uruguayos debiéramos comprar productos uruguayos. Desde los zapatos hasta los fideos. ¿Cómo puede ser que tengas un fideo italiano en una góndola en Montevideo?

Teniendo fábricas de fideos históricas acá.

Comprá Puritas, Adria, Las Acacias. Comprá uruguayo. Ahí trabajamos los uruguayos, ahí pagamos impuestos los uruguayos. Seguramente la riqueza que generen esos empresarios se invierta acá, en su mayor parte. En esos círculos virtuosos también debemos tener libertad responsable y consciente para asumir ese compromiso.

¿Por qué esto no tiene difusión?

El otro día le propusimos al presidente Lacalle armar una gran campaña de comunicación. Nosotros somos aliados, pero nos parece importantísimo que esté el Poder Ejecutivo y todo el gobierno atrás. Comunicar estas cosas, en las que nos va la vida, en el uso de productos uruguayos, que es donde trabajan nuestros vecinos, o la empresa de un amigo. Ahí trabajamos los uruguayos, en las empresas industriales y en las que dan servicios a esas empresas. En la medida que esas empresas industriales generen y aumenten su masa crítica y su volumen de trabajo, sumado a otras políticas que estamos reclamando, políticas activas de tipo sectorial, pueden empezar a generar una mejora de la calidad, excedentes de productos y andariveles de exportación que hoy no tenemos. En todo el sector biomédico se exporta, pero se puede exportar mucho más. También en el mecánico. Como dicen los alemanes, no hay sector exportador que sea fuerte en su mercado interno. Esa conciencia de comprar nacional también hay que incentivarla en el Estado, utilizando los instrumentos vigentes de compras públicas.

Eso se está planteando, y aparentemente el tema se estaría estudiando.

La AMNYPE lo planteó en agosto de 2020. Se lo planteamos a Arbeleche y al Ministerio de Trabajo como un instrumento para mejorar la reactivación. Después lo planteó el PIT-CNT y Presidencia lo vio bien. De todos estos temas el presidente se quedó con algunos para hacer un seguimiento personal, y en otros abrió la cancha a los ministerios de Trabajo, Industria y Economía. Las tres cosas son para ahora. Los programas están vigentes. Nosotros tenemos que hacer el gasto con todo el sector empresarial, para que se presenten a los procesos licitatorios.

El medicamento tiene un 10%, si es industria nacional.

Después tiene otros, como el margen de preferencia, que puede llegar hasta el 16%. Y además hay un decreto farma, que mejora un poquito eso, que tienen en cuenta como contraprestación para la empresa farmacéutica, que tiene que entrar en un andarivel hacia la habilitación GMP. De alguna forma terminamos tironeando a las empresas hacia arriba, y todo eso mejora la posibilidad de exportación. Además, mejora en cuanto a las entregas. Fijate que se compraban cien millones de Dorixina, por decir algo. ¿Quién puede hacer cien millones de Dorixina con entrega a treinta días? Nadie. Tampoco se consumen en treinta días. Hagamos, entonces, entregas parciales durante todo el año, y comprometámonos a eso. Salieron instrumentos razonables para eso. Hay que usarlos. El sector farmacéutico los utiliza, salvo que el comprador público tome como referencia únicamente el precio y no haga esa cuenta país: que cuando compra a una farmacéutica india por 0.50 pesos menos, está indirectamente destruyendo a una empresa que hace treinta años viene invirtiendo, que ocupa profesionales, que tiene cargos de buena remuneración, que tiene especialidades, que trabaja y aporta todo el año, y que no hace un negocio efímero solamente cuando le sale. Esa cuenta país es la que debe hacer todo comprador público.

Cuando se reactivó la FUNSA, se le pidió al gobierno que los vehículos oficiales usaran cubiertas de fabricación nacional.

FUNSA no tenía las matrices para hacer todos los formatos y se quedó con las series cortas de equipos más bien viejos, y algunos camiones de rodados especiales. Después abrió una unidad de guantes, que los argentinos estaban desesperados por llevárselos porque en Argentina no tenían una calidad similar. Cuando analizás todas estas experiencias de empresas recuperadas, y como también les pasa a empresas micro, pequeñas y medianas, y a algunas grandes, tenemos problemas de gestión de baja productividad y comerciales. Eso, a mi entender, se multiplica varias veces cuando se trata de empresas recuperadas, porque ni siquiera tenés formación.

En gestión empresarial.

Que es muy diversa. No es solo formación en el área técnica específica de producción. A toda esa problemática de producción tenés que sumarle los problemas administrativos, contables, comerciales, de pagos, impositivos, de aprovechamiento de los beneficios, para lo cual no solamente hay que tener cabeza sino estructura. Es un tema complejo.

Aquella vez que el Ministro del Interior tuvo reclamos del sindicato de la aguja por comprar en China. El argumento era que mucho de lo nacional se importaba.

Eso es una patología. Por la patología no podemos hacer un cambio contraproducente. El que comete esa patología es totalmente desleal para con el resto del sector industrial nacional. Habría que atenderlo como se debe. El otro día tuvimos una reunión con Manini, que nos contaba una experiencia similar que tuvo en el ejército. El dinero de que disponía para uniformes vestía a toda la tropa o al 40%, dependiendo de si compraba en China o compraba acá.

Nuestra empresa desde hace muchos años le atiende la prensa de vulcanizar que está en el Batallón 13, que hace las botas para el ejército. Los militares del ejército no quieren otras botas. Las botas importadas duraban la tercera o la cuarta parte del tiempo. Porque acá se usa buen cuero, se hacen buenas hormas, se vulcaniza de buena manera. Volvemos a dos temas: a la cuenta país, y a la calidad, que también tenemos que empezar a medir. Pedías un XL y no le entraba a uno medio rellenito. Olvidate de los grandes. También pasa eso.

Los importadores van a buscar a China y traen lo más barato que se consigue.

Hubo una experiencia, en la que nosotros participamos como ANMYPE. Juntamos a todo el sector de la aguja allá por el 2011. La alternativa era que la Intendencia comprara la tela, importada, y que la aguja la trabajara acá. Se había armado como un colectivo de la aguja, que se complementaba. Por ejemplo, se usaba la capacidad de corte de una empresa que tenía corte láser, porque quedan todos los talles parejos. Se usaban esas cuestiones, la máquina que ojalaba, la que armaba. Creo que también nos falta cultura a los empresarios, para unir esfuerzos en esos colectivos. Los procesos asociativos que andan en otros países, con otros empresarios, a nosotros no nos funcionan, porque tenemos cierta miopía.

La idiosincrasia uruguaya.

Por ejemplo, en el sector biotecnológico, con tres o cuatro grandes empresas que exportan casi el 95% de lo que hacen, había problemas de envases y de tapas. Problema que persiste hasta el día de hoy. Se había hecho todo un trabajo con plastiqueros para tratar de hacer una matriz, que uno hiciera las tapas, otros los envases de cincuenta y cien, otro los de doscientos, y atender a todos, con cientos o miles de frascos por año. Y ahí empezaron a preguntar que por qué uno hacía solo una parte. Hoy no hacen nada. Y antes tampoco hacían nada. Pero no solo se quejaban esas empresas. También algunos de los usuarios decían que tenían que invertir un montón porque eran los que más usaban, y que el beneficio que lograban con el 70% de la inversión también lo usaba el otro, que invierte el 10%, usando una desgracia de frascos pero aprovechando los beneficios.

Miopía.

Cierta mediocridad. Falta de capacidad empresarial. Uno ve, por ejemplo, el sector gastronómico. José Ignacio, toda esa zona de ahí. Los empresarios gastronómicos se promueven entre ellos. No se toman todos licencia a la vez. Cierran salteado, se ponen de acuerdo. ¿Cuál es la idea?

Hacer sinergia y no competir.

Para ir a esa zona tiene que haber oferta y buena. Si todos cierran en enero, además de ser todos unos imbéciles, la gente deja de ir a esa zona. Si todos cierran en julio, tampoco la gente va a ir en invierno, porque no hay nada. Algunos abren todo el año, otros solo los fines de semana. Hay que discutir, conversar, ponerse de acuerdo. No copiarse los platos, las innovaciones. Lo rico de la oferta es que sea variada y buena. Ganan todos. Eso mismo debiera replicarse en otros sectores de actividad.

Hablaste de que el comercio y los servicios subieron. ¿Qué servicios?

Hay dos vertientes. Están los nuevos servicios, por ejemplo, los servicios informáticos, que hace veinte años no estaban. Hoy tenés desde facturación electrónica hasta lo que se te ocurra. Surgieron nuevos servicios. Por otro lado, seguramente esos cambios estén ocultando otros fenómenos como pueden ser tercerizaciones que hubo a nivel de empresas.

¿De cuántas empresas estamos hablando, entre pequeñas y medianas?

Micro, pequeñas y medianas son como el 99.7% de las empresas. Cuando te dicen que van a hacer políticas para PYMES, específicas, es un mensaje incomprensible, porque no podés hacer políticas específicas para el 100%. De especificidad no tiene nada. Las micro deben andar en torno al 85%.

Hasta cuatro empleados.

Sí. Las pequeñas deben andar en torno al 12%. Ahí ya estás en el 97%. Y las medianas deben estar en el 2% y pico. Por eso es que la ANMYPE nace para el sector micro y pequeño, no solo porque son el 90%, sino que además las micro y las pequeñas chicas tienen una problemática que es bien diferente a las otras. Por ejemplo, no tienen cuadros gerenciales. No tienen un responsable de administración, un contador. El empresario más o menos hace todo. Juega en toda la cancha. Uno mira que hay “políticas de impulso a las PYMES”, y ve, por ejemplo, que se hace una suspensión del pago del impuesto al patrimonio. No es un problema que tengamos las micro y pequeñas empresas, realmente. Justamente, lo que no tenemos es patrimonio. Vas a sacar un crédito y o no lo conseguís o la tasa es gigantesca. Ese no es un instrumento para las PYMES.

¿Cuánta gente labura en las micro y pequeñas empresas?

Es un dato estimado. En el orden del 60 o 65% de la mano de obra privada ocupada. Hay algunos inconvenientes para algunos cálculos. La información del BPS, por ejemplo, cuando sacan números de información de cierre de empresas, los saca por razón social y no por tamaño de empresas. Por ejemplo, hay una información de algo así como siete mil empresas cerradas en agosto de 2020. A fines de noviembre la información del BPS era de treinta y nueve mil empresas cerradas. Para tener una idea un poco más precisa de los cierres, a ambos números habría que bajarles lo que históricamente es el cierre por año de unidades económicas, que siempre es alto. Más allá de que el crecimiento neto sigue siendo positivo, porque hay más emprendimientos, la mortandad de empresas siempre es alta. Ese es el primer despejo. El segundo es el de los monotributistas, sobre todo en noviembre. La cifra estaba en el entorno de los dieciocho mil, una de las últimas figuras tributarias que se fueron procesando en la última administración de Tabaré Vázquez. Al despejar eso, tenés el componente de individuos monotributistas que no dudo que siguen manteniendo su actividad, porque de algo tienen que vivir. Por lo general lo hacen por la vía pública.

A esa gente, no le podés decir: “Quedate en casa”.

Habría que brindarle asistencia. Para los sectores de micro y pequeñas empresas tenemos una discusión sobre qué posición adoptamos como asociación con respecto a esto de apagar la llave que planteaba el GACH, y que aparentemente el Poder Ejecutivo no tomó ni va a tomar. Estamos convencidos de que hay segmentos de empresas que, por varias razones, no pueden cerrar. Primero, porque tenemos compromisos de trabajo. Segundo, porque los sectores para los cuales trabajamos no cierran, y sigue habiendo una demanda con la que debemos cumplir y satisfacer. No es real que podamos parar, porque si hay un sanatorio al que se le rompe una instalación de oxígeno, la pequeña empresa que lo repara no puede estar cerrada.

Lo esencial no está comprendido.

Seguro, pero lo esencial tiene hacia abajo muchos subsectores que le pueden dar la posibilidad de ser esencial. No es real que se pueda parar. Estos sectores, que también tienen mermada su actividad, tienen que tener otros apoyos. Se vienen reclamando créditos en montos suficientes, con tasas cero y plazos adecuados. Se vienen reclamando convenios con la DGI, porque hay gente que se gastó todos los ahorros en 2020 y en 2021. Hay que darles instrumentos, fundamentalmente para que no cierren, para que mantengan los empleos, y para que se mantenga la formalidad. En la bonanza económica hubo vastos sectores que se fueron formalizando. Esa formalidad, que da cifras récord de altas en el BPS, la debemos defender a muerte. El que no existan subsegmentos informales es una defensa para los sectores formales. Cuando se informaliza un sector, se deben conocer los impactos, porque voy a recaudar menos por el BPS y voy a tener menos ingresos para el problema de la seguridad social, porque voy a tener menos ingresos por el FONASA, porque va a impactar en el sistema mutual, que va a empezar a hacer agua. ¿Y qué pasa socialmente con todas esas personas que quedan al costado de la economía? Eso es lo que a nuestro entender debe perseguir la inversión pública, que debe ser mayor a la que se está dando, y que estamos convencidos de que es imprescindible que se haga.

Mucho más focalizada.

Sí, y mucho más potente. Hablamos de sectores a los que hay que posibilitarles la eventualidad de bajar la movilidad, y sostenerlos. Pero hasta con una mirada egoísta, si se quiere, porque estos sectores, que son grandes, también consumen y eso impacta en el comercio de cercanía, en los sectores industriales que les venden a esos comercios. Tienen un impacto general en lo económico. No solo va en lo social sino también en lo económico.

60% de las microempresas es un muy pequeño a nivel industrial. Son más comercios y servicios.

Lo que era repartido en tercios capaz al día de hoy está repartido en un 20, 35 o 45%, la parte del comercio. La parte de la industria, lamentablemente para nosotros, está bajando. Es una tendencia que, con instrumentos de política sectorial, compras públicas y otros, debiéramos promover y potenciar. Porque es el sector real de agregado de valor.

Se ha dado la uberización de la economía, el convertir en empresario a un empleado.

Desde el punto de vista económico, sí. Desde el punto de vista de la economía real, no. Hasta la propia ley de tercerizaciones prevé que las personas cuya actividad económica esté dirigida cien por ciento a una empresa, permite establecer relaciones de dependencia. Pero también vale decir que esa persona, al tiempo que podría verse como dependiente de una empresa, no es una empresa. En épocas de crisis, como se dio en 2002 y en 1982, a nivel público muchas veces se trata de estimular los nuevos emprendimientos. El colmo de esa política fue el programa CEPRE, de reconversión de empleados de Estado. Se incentivó el retiro, y la Corporación Nacional para el Desarrollo los capacitaba de alguna forma. Se abrieron almacenes, quioscos, carnicerías.

Videoclubs.

Videoclubs. No llegó al 2% de éxito, en esa época. Para nosotros no solamente fue un despilfarro desde el punto de vista del Estado, sino que socialmente se indujo al fracaso a decenas de miles de personas. En épocas de crisis no podemos caer en eso. El otro día le decíamos al presidente Lacalle que en épocas de crisis el desvelo del Estado debe ser por sostener las empresas existentes y formales, para que estas, a su vez, sostengan el empleo que tienen. Porque esos son los que vienen funcionando, los que venimos funcionando, campeando no solo este temporal sino varios pasados. Somos los que estamos en actividad, y es a nosotros a quienes tienen que sostener, para que nosotros sostengamos los empleos. Ahí se conforma el 60 o 65% de la mano de obra privada ocupada. A estas empresas es a las que hay que sostener, de cualquier manera.

Que no son los “malla oro”, tampoco.

No. Nos consideramos el pelotón. Cuando se planteó el tema de los “malla oro”, creo haber entendido bien que se referían a las empresas de punta, que son pocas, y que tal vez no precisen tantos incentivos y promociones. En estos momentos realmente estaría preocupado por este pelotón, que son decenas de miles. Le llevamos al presidente una primera medida para ayudar a una reactivación, con un programa Más Empleo MYPES. Podemos andar en las noventa y cinco mil empresas. Si con un buen sistema de incentivos seducimos al 30% de estas empresas para que tomen un trabajador, ya estás aliviando a treintaicinco mil personas del seguro de empleo. Estamos pidiendo tres años de exoneración del 100% de aportes patronales.

Salió ahora, se aprobó en el senado.

Sí, pero por este año.

¿Cuánto afectan las nuevas tecnologías a las micro y pequeñas empresas?

Bastante. Una de las medidas que estamos solicitando tiene que ver con un cambio en la tributación de micro y pequeñas empresas. En el caso de las micro, bajamos del 25% al 5%, entonces esas empresas tendrían un beneficio del 20% en lo que tienen que pagar de IRAE. Estamos proponiendo que, de ese beneficio del 20%, se obligue a reinvertir el 10%. Como decía Ford, más vale capacitar a la gente y que se vaya, antes que no capacitarla y que se quede. La tenés que capacitar. Si la capacitás y la querés sostener, logrando cierta fidelidad, más allá de ambiente laboral, tenés que tener una buena remuneración. Si no, te la va a llevar algún colega. Todo es un círculo virtuoso.

El gobierno dice que ha atendido la situación para las empresas. ¿Cuáles son las medidas concretas que les han llegado a ustedes?

Crédito, en algunas condiciones, que no consideramos que fueran las que se solicitaron. Son poco adecuados.

¿Lo de SIGA?

Se usó, Sin embargo, el gobierno anunció que tenía dos mil quinientos millones de dólares para esos créditos, pero no se llegaron a usar quinientos. Y no es porque no haya necesidad sino porque las condiciones no son buenas. Si estamos hablando de que hay sectores empresariales en problemas, las medidas, como planteamos desde un principio, no pueden ser solo crédito, porque el crédito hay que pagarlo. Seguimos reclamando tasa cero. Por ejemplo, ahora se anuncia crédito tasa cero, veinticinco mil pesos, crédito con UI y con el 2%, además, hasta cien mil pesos. ¿Qué consideramos nosotros? Que son altamente insuficientes. Porque el crédito tiene que ser de por lo menos un monto máximo del cuádruple de esas cifras. ¿Para qué da el crédito de veinticinco o cien mil pesos para una empresa de seis o siete empleados? Absolutamente para nada.

O sea que las medidas del gobierno fueron insuficientes.

Hubo algunas quitas, que valoramos, por ejemplo, la potencia contratada y el cargo fijo. Las rebajas de aportes patronales también se valoran, pese a que no tienen una incidencia gigantesca. Todo suma, todo agrega, pero nos faltan otros instrumentos, los que son de crédito con mayor potencia.                 El otro día dijeron que el sector exportador exportó un 53% más. Enhorabuena. Pero no todas las empresas estamos vinculadas al sector exportador.

Han puesto también ayudas a los salarios de los trabajadores que vuelven del seguro de paro.

Hemos pedido el pago del 100% de los seguros de paro y de seguro de enfermedad por cuarentena. El ministro Mieres nos dijo que respecto al seguro de enfermedad no lo veía justo para con las personas que están cursando otras enfermedades que no son el Covid, y que cobran un 70%. Dijimos que acá, además de una cuestión de justicia, había una cuestión de oportunidad. Primero, estas cosas no son permanentes, son transitorias. Por más que sea un poco injusto, consideramos que es adecuado.

Alfie dijo que algunos se iban a aprovechar.

¿Cuántos seguros de certificación pagamos? Capaz el 30%. Habría que agarrar a los médicos, que dan esas certificaciones y retirarles sus licencias. Hay que tomar decisiones fuertes para esas cosas y por las cuales el BPS y las empresas pierden mucho dinero. Esas son las patologías que hay que abordar, una vez que las conocés. Pero en situaciones de emergencia no podés estar mirando los ratones porque se nos escapan los elefantes.

¿Cuántas empresas calculan ustedes que van a cerrar, en medio de todo esto?

Es un dato difícil. No se puede prorratear. Si tenés una cifra de 39no podemos hacer una progresión con eso. A través del Ministerio de Trabajo vamos a pedir que se consigan datos del BPS y la DGI. Esas son las cifras duras que hay que conocer. La percepción nuestra es que cuando uno anda por algunas arterias es un tendal de cortinas bajas. Ayer fui a un proveedor y tuve que agarrar una calle de barrio para salir a Millán. Me encontré en el orden de diez o doce cortinas bajas. Quioscos, almacencitos, autoservices, una ferretería.

Hay sectores particularmente castigados, como el del transporte escolar.

¿Quién llama a un instalador de aire acondicionado? Salvo que te estés muriendo de frío o calor, no querés hacer entrar gente a tu casa. Es lo que pasa, salvo urgencias. Lo mismo nos decían en los talleres mecánicos, que la gente no lleva a arreglar los autos.

¿Cuál es la relación de las micro y pequeñas empresas con el sindicalismo?

No es fácil. El PIT-CNT no es un aliado nuestro en toda la línea. Primero, como le pasa al Estado, son decenas de miles de empresas a las que es difícil inspeccionar, y lo mismo le pasa al PIT-CNT. Ahí hay un problema concreto. Por otro lado, en las empresas que nacen siendo micro y después crecen a pequeñas, se establecen relaciones entre todas las personas. Se trabaja juntos, se almuerza juntos, se va al interior juntos, a hacer trabajos y relevamientos. Hay relaciones de confianza. Son empresas que tienen trabajadores de muchos años, por lo general. Se van creando relaciones interpersonales fuertes. También sucede, y ahí tenemos algunos temas que, en una buena, hemos conversado con el PIT-CNT, que nosotros, por ejemplo, si hay cuatro en el taller o la fábrica, no podemos tener todas las categorías. Precisamos funcionarios mucho más polifuncionales. No le podés pagar por la categoría más cara, tampoco. Son situaciones reales, concretas. Otra situación concreta es que te digan que no se quieren tomar la licencia toda junta, que se quieren guardar tres días para las vacaciones de julio, tres para la de setiembre y otro para el cumpleaños. Esas cosas se hacen, y no se pueden hacer. No se podrían hacer, no son legales. No nos pasa solo a nosotros, pasa en todas las empresas. Eso lo hemos conversado, también, con el ministro de trabajo, y hemos llegado a la conclusión de que hay que flexibilizar esas cuestiones, porque todos estamos trasgrediendo.

¿Y la sindicalización?

Desde el PIT-CNT había una percepción de que los sectores micro y pequeño, pero básicamente el micro, eran bastante informales, cosa que en algún momento de la vida, y esperemos que no se repita con esta pandemia mediante, era cierta, con un porcentaje de informalidad que era alto. Hoy debemos estar en el 23 o 25%, pero estábamos en el 40 o 45%, como está el concierto de América Latina, y en eso somos de los mejorcitos de la clase. Queremos mantenernos en ser los mejorcitos de la clase. Tampoco la gente se sindicaliza, o se sindicaliza cuando hay problemas. Cuando no hay problemas, no ve la necesidad de sindicalizarse. Por más que se trabaje, por más que haya programas y que venga gente del PIT-CNT y hable, no se sindicalizan, porque entienden que no tienen necesidad de ello. En la medida en que las empresas van cambiando de tamaño, en que los empresarios adquieren mandos medios, y empieza a haber una separación en la que se pierde esa familiaridad y esos lazos de confianza, capaz empiezan a generarse esas condiciones, pero, si no, en el sector de las microempresas es difícil que las haya. Ese es un problema. Son temas que hemos abordado con el PIT-CNT, como el tema de las categorías, que sí nos pega.

¿De qué manera?

Por ejemplo, en el subgrupo nuestro los que muchas veces van a los Consejos de Salarios son las empresas metalmecánicas grandes y negocian los salarios según sus capacidades y productividades. Y nosotros tenemos que pagar esos salarios con otras productividades y otras rentabilidades. Ahí hay inconvenientes. Y muchas veces te encontrás con la paradoja de empresas que pagan más todavía que esos salarios. Muchas veces son puros y duros, es laudo por categoría y punto. O esa relación laboral tiene componentes que no son solo la remuneración, que completan al individuo, como pasa siempre. Si alguien tiene que cambiar el auto, por ejemplo, en vez de ir a pedir un préstamo tiene a la empresa que le facilita unos cheques. Hay cuestiones que se dan, por esas confianzas que se ganan con el correr del tiempo, y con buena reciprocidad de ambas partes, que consolidan relacionamientos que son bien valiosos.

El presidente dijo que la reunión con ustedes había sido muy positiva. ¿Ustedes tuvieron la misma percepción?

Creo que la reunión fue buena. Tanto para el presidente como para nosotros es importante oír de primera mano explicaciones y fundamentos. Nosotros fuimos con un paquete de medidas y con un lote de fundamentaciones que muchas veces son largas para poner por escrito, pero que le transmitimos verbalmente de frente y mano. El presidente las escuchó, tomó nota, y pensamos que entendió. Por eso consideramos que fue buena, porque fue en buen clima, con buen tiempo, y porque creemos que hubo entendimiento. Lo que suceda de aquí en más, en cuanto a si los resultados de la reunión son buenos, lo vamos a ver con el tiempo.

No prometió nada.

No. Prometió trabajar algunos temas en forma personal, y otros, que tienen que ver con lo tributario, con las políticas sectoriales y con algunos otros instrumentos que planteamos, con sus ministerios referentes.

Ahí están más en el horno todavía.

Vamos a hacer un planteo al ministro de Industria y también otro más preciso a la Dirección Nacional de Industria, que es la que tiene en su dirección todo el tema de las políticas sectoriales.

Que al ministro no se le conozca la cara debe decir algo del Ministerio de Industria.

En la primera reunión que tuvimos con el Ministerio de Industria le hicimos ver la incongruencia que nosotros veíamos entre la voluntad que se expresaba y el presupuesto otorgado. Lo mismo que le dijimos a la ministra de Economía, en cuanto a la Agencia Nacional de Desarrollo, que de alguna forma tiene el cometido de ser el interlocutor potente para las micro y pequeñas empresas, con todas sus problemáticas, y también para las medianas. Le hicimos notar la incongruencia entre esa voluntad, esos objetivos, y los presupuestos asignados a los mismos. Sin dinero, sin financiamiento, no se puede hacer política pública. Nos encontramos, por ejemplo, que en el Ministerio de Industria, en la DINAPYMES, nuestra referencia como Dirección Nacional de Micro, Pequeñas Empresas y Artesanías, el último presupuesto, cuando estuve en la Dirección, fue de ochenta y cinco millones de pesos anuales, para el presupuesto de 2015. En 2020 fue de veintidós millones.

Una cuarta parte.

Una cuarta parte, seis años después. Eso es una preocupación. La Agencia Nacional de Desarrollo tenía una caja, producto de su capital inicial, que era el 60% de patrimonio y activos de la Corporación Nacional para el Desarrollo. Después contaba con el 50% del 15% de utilidades, después de impuestos del Banco República. El otro 50% era FONDES e INACOP. Vía LUC, se le saca el suministro del Banco República, y vía presupuesto se le da presupuesto cero. Ahí tuvimos un par de reuniones con la presidenta de la ANDE, la economista Sánchez, y le dijimos que había un lote de cometidos pero que para eso quedaba lo de la caja inicial, que obviamente se va gastando y terminando si no hay ingresos. Nos dijo, y lo ratificó la ministra de Economía, que se iba laudando el presupuesto por proyectos año a año. Primera cuestión, desde el punto de vista nuestro: es muy difícil hacer política pública de mediano y largo aliento, en algunos temas.

¿Por qué?

Los consejos sectoriales, por ejemplo, tenían presupuestos quinquenales, con presupuestos discutidos y analizados año a año. Es muy difícil hacer política pública en esas condiciones. Primer punto. Segundo, cuando se discute un presupuesto año a año seguramente llegues a junio discutiendo y planteando estrategias y objetivos, ajustando, concertando, y a partir de ahí te viene el presupuesto, que nunca es ipso facto. Te queda medio año para ejecutar. O sea que vas a tener años intermitentes, medio año de trabajo y medio año de no trabajo. Sin presupuesto asignado y firme no se puede hacer política pública. Y la mayor condición, sobre todo para los empresarios industriales y de servicios conexos con la industria, son políticas públicas que tengan presupuestos por lo menos quinquenales. Y que dentro de ese presupuesto tengas presupuestos anuales ajustados, para evaluar y hacer seguimientos. Es la única forma, además, de tener buenos impactos, y es la única manera de que la política pública, los andariveles y los objetivos sean correctos y empiecen a tener resultados que tanto los sectores empresariales como de trabajadores y académicos participen con compromiso y aumenten su compromiso de trabajar en esos proyectos y programas, porque de alguna forma tienen claro el norte y los socios participan y cooperan, aportan, se van obteniendo resultados y se van obteniendo logros. Pero eso tiene que ser consistente en el tiempo. Si no lo es, no funciona.

¿Cuánto va a demorar el país, una vez superada la crisis, en recuperar el destrozo de empresas y trabajos?

Es muy difícil de estimar. Es difícil de estimar cuándo termina la pandemia. Y además todavía no tenemos todos los impactos. Lo que sí podemos inferir es que hay algunos sectores tractores en nuestra economía que, por distintas razones, y en algunos casos hasta por razones biológicas, no han parado. Todo el sector agrícola, agroexportador, pecuario. Productos del país. Tienen ciclos biológicos, se planta, haya o no pandemia. Y además gozan o disfrutan de cierto hábitat que es mucho menos complejo que el nuestro, montevideano. Tenemos la suerte de tener esos sectores que siguen traccionando la economía. Todos los sectores industriales y de servicios han tenido un parate en las inversiones, en las políticas de desarrollo, en las estrategias de crecimiento. Eso es lento de revertir. A mi entender, vamos a tener un 2021 todavía con algunos coletazos negativos, y de repente en el 2022, sobre mediados o finales de año, empezamos a ver algunos síntomas de normalidad. Cuando planteamos esta exoneración de aportes patronales como incentivo para tres años, lo pensamos para 2021, 2022 y 2023, como que tendríamos que mantener los incentivos hasta 2023 porque todavía tendríamos empresas golpeadas y pedaleando para llegar a los umbrales anteriores a la pandemia. Estamos hablando de horizontes lejanos. Pero podemos hablar de esas expectativas si hacemos algunos de esos deberes y tomamos las acciones que estamos pidiendo.

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