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Pandemia, racismo y elecciones por Ruben Montedonico

Pandemia, racismo y elecciones por Ruben Montedonico
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El fervor que las administraciones de la Casa Blanca imprimieron a las élites, construyeron un temperamento conservador refractario a todo lo no-blanco facilitador del estudio de la expansión estadunidense hacia el oeste, el periodo de reducción de los pueblos originarios, la esclavitud y la expoliación a chinos y migrantes latinos y centroamericanos.

Los estadunidenses sacaron carta de naturalización a la desigualdad entre las personas, según el cubano Fernando Martínez Heredia. Cuando sumamos a ello el Ejecutivo del momento, con características que aúnan desprecio y torpeza por quienes no lo secundan, que cuenta con un Poder Judicial según antojos presidenciales y un Congreso obsecuente, el resultado para la ciudadanía no puede ser peor. Para aquellos que nacimos en la última postguerra, no puede ser más desolador el saber de ausencias de algunas mujeres valientes como Rose Parks y Angela Davis -apadrinada y avalada por Theodor Adorno y Herbert Marcuse- o la sudafricana Miriam Makeba.

Tampoco olvidamos el emocionado sacudimiento que nos acercaron los atletas envueltos sus puños en un guante negro alzados en contra del racismo: Tommie Smith y John Carlos y su mensaje del Black Power estadunidense en las Olimpiadas de 1968. “Yo me aplaudo a mí mismo: cuando llegue la muerte sabré que hice lo mejor” (Carlos).

Nuestro paisano, Jorge Majfud, recuerda que hace poco el futbolista Colin Kaepernick se arrodillaba al sonar el himno nacional antes de cada partido. No pocos, incluidos el presidente Donald Trump, propusieron que aquellos que siguieran su ejemplo “antiamericano” deberían perder sus trabajos. “La idea de Theodore Roosevelt de que ‘Los negros son una raza perfectamente estúpida’ no ha cedido; sólo la forma de decirlo”. Al final, Majfud afirma: “En ningún caso se trata de una revolución, pero a partir de cierto momento la revuelta podría convertirse en una rebelión semejante a la de los años 60 que termine con la herencia de los años 80”.

Si como pienso, el pueblo sobrevive en medio de enormes crisis, esto sirve para señalarnos que el virus que infecta casi todo lo humano reitera que el capitalismo no caerá solo por efecto de una pandemia.

“Las propias instituciones estadunidenses que se precian de ser ‘vanguardia’ de la democracia parecen indiferentes ante los asesinatos a su población afrodescendiente (*)”, comenta la investigadora negra cubana Gisela Arandia.

Pero también es cierto que al enemigo de clase le plantea un escenario con variantes indeseables: en un año electoral, el sistema sanitario está en número de contagiados y fallecidos a la cabeza de las estadísticas: de algo más de 7 millones de padecimientos -al pasado domingo-, casi dos millones son estadunidenses. Desde el punto de vista de los fallecidos, Estados Unidos lamentó el 7 de junio haber superado largamente los 110 mil, lo que remece el sueño reeleccionista de Trump. Encima, deberá dar una respuesta más adecuada a los tiempos que corren sobre el asesinato del negro George Floyd de forma tal de acortar el despegue demócrata que en las encuestas está 10% por encima de la intención del voto popular republicano que representa a Trump. Joe Biden obtiene ventaja hasta en cotos electorales republicanos.

Se dice que prácticamente cada sociedad es discriminadora de otra(s) por diversas razones (la vecindad, la disputa con algunas comunidades, el idioma, el deporte). Sin embargo, la publicidad gringa, sus intervenciones, sus bases militares, sus presiones políticas, nos inundaron con la propaganda en que se atribuían el derecho de andar “repartiendo democracia y libertad por el mundo”.

Tras el inicio de la postguerra, asistimos a actos discriminatorios (sin contar los estrictamente migratorios): desde Rose Parks en Alabama o el que se nos ocurra rememorar, nunca -hasta ahora- se habían combinado una emergencia sombría con una movilización social por el asesinato de un ciudadano negro a por policías blancos y un presidente en campaña para reelegirse.

Un último dato de público.es apunta que Trump y su equipo de campaña apuestan a dos líneas: que de aquí a las elecciones de noviembre la pandemia esté controlada y Estados Unidos mejore sustancialmente sus alicaídas cifras económicas, y que el caso George Floyd y otros hayan sido casi olvidados y barridos de la escena diaria cual polvo bajo la alfombra. En cuanto a “cuando peor, mejor” que encierra esto último se da como un favor doble: lo citarán desde las tiendas de Trump -en una especie de “en todos lados se cuecen habas”- y los de la Unión Europea agradecerán la “comparancia” de los abusos y el olvido.

Sin embargo, parece ser que esta fracción de la apuesta no está dando los resultados esperados y en Francia recuerdan vívidamente los asesinatos y atroces violaciones a los migrantes -en particular negros, magrebíes y gitanos-y se demanda justicia en el caso de la muerte por la policía de Adama Traoré hace cuatro años.

El análisis de estos casos se remonta en Estados Unidos al amplio espectro de esclavitud sureña y en Europa (Francia, en particular) al colonialismo, vistos como antecedentes del desprecio por las vidas y derechos de los migrantes. Así también es en Reino Unido y Alemania, donde no se disocia la connivencia entre policías y neonazis.

En Francia, el silencio de Emmanuel Macron ante los hechos allende el Atlántico se vinculan con que a Marine Le Pen la votaron 52% de los policías, cuando sus números nacionales fueron del 21%.

La negación de la violencia policial ilegítima que también lamenta el colectivo Maison Blanche, organizador de las últimas protestas en Marsella: «Somos partidarios de las manifestaciones pacíficas, pero cuando observamos lo que sucede en Estados Unidos, uno tiene la sensación que los dirigentes solo escuchan a los manifestantes cuando se producen incidentes».

(*) Afrodescendiente fue el término adoptado en la Tercera Conferencia Mundial contra el Racismo y la Discriminación Racial (2001) realizada en Durban, República Sudafricana.

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