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Precisiones sobre ciencia y religión por Miguel Pastorino

Precisiones sobre ciencia y religión  por Miguel Pastorino
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A propósito de recientes intercambios con dos sociólogos que se interesaron en debatir sobre las relaciones entre ciencia y religión, sus respuestas me confirman lo que he planteado durante mis últimos artículos, sobre la necesidad de revisar prejuicios que están instalados culturalmente como verdades incuestionables. Agradezco mucho este buen ejercicio del diálogo de ideas y confrontación de opiniones, que tanto bien nos hace para repensar nuestros prejuicios y visiones del mundo y atender a matices y complejidades dentro del amplio abanico de creencias que tenemos los uruguayos. Este buen ejercicio nos ha permitido también contactarnos con Juan Manuel Bertón, intercambiar perspectivas y seguir la conversación. A partir de algunos puntos de su artículo y otros de Marcelo Aguiar, incluyo algunas aclaraciones.

Aclaraciones fundamentales

Es cierto que la postura de algunos científicos en una cultura cristiana tuvo algunos conflictos con las instituciones religiosas, pero eran problemas teológicos o políticos, no científicos.

Por otra parte, es importante no confundir cosmovisión (cultura judeocristiana), con la fe personal del científico, con la institución religiosa y la coyuntura de cada época. El desarrollo de la ciencia se debe, en gran parte, a la cosmovisión judeocristiana y es un hecho innegable. Que la vida de fe de la inmensa mayoría de los científicos no supuso un conflicto con la ciencia, también es evidente. Suelen confundirse religión con institución, fe con dogmas, y son conceptos muy distintos.

Hay que distinguir la teología católica que siempre ha enseñado la autonomía de la razón y la mutua implicación entre razón y fe, a diferencia de otras visiones cristianas de la fe y de la lectura de la Biblia. Para la fe católica no es posible afirmar una creencia teológica que pueda ser irracional ni dar la espalda a la ciencia. Porque siempre se entendió que la ciencia explica cómo funciona el mundo y de qué está formado, mientras que la filosofía y la teología ofrecen una respuesta al sentido de la totalidad, al sentido de la existencia, que en todo caso pueden discutirse con otras visiones filosóficas, con otras metafísicas, por ejemplo, con el materialismo.

Incluso los conflictos que el jesuita y paleontólogo Teilhard de Chardin tuvo con el Vaticano, fueron por cuestiones filosóficas y teológicas, no científicas.

En cambio, en la cultura anglosajona donde predomina un cristianismo evangélico afín al literalismo bíblico, las cosas han sido distintas. Donde hubo una lectura literalista de los textos se llegó siempre a un conflicto con la ciencia, como haber llegado a impedir que se enseñe la teoría de la evolución en Estados Unidos.

 Darwin, evolución y teólogos cristianos.

Darwin padeció a la Iglesia anglicana y a los teólogos ingleses que veían un peligro en esa teoría para una lectura literal del texto bíblico. Tanto es así que Darwin en la segunda edición habla de un Creador para no molestar a quienes lo miraban con sospecha. Lo que quise exponer al mencionar ese caso, es que no hay una relación directa entre ser un buen científico y ser ateo o creyente, como pasa con cualquier rama del saber. Tampoco la creencia religiosa es un obstáculo al desarrollo científico, sino más bien lo contrario, salvo visiones ingenuas, fundamentalistas y supersticiones irracionales.

El catolicismo nunca condenó la teoría de la evolución, porque es una teoría científica, que no es incompatible con la fe en la Creación, porque son niveles distintos de comprensión de lo real (físico y metafísico).

Algunos católicos de la época de Darwin polemizaron con él (St. George Mivart que era inglés, el sacerdote John Zoahm y un dominico francés Dalmace Leroy), pero el Magisterio de la Iglesia nunca emitió opinión contraria y ya en 1950 el Papa Pío XII motiva a los teólogos católicos a repensar la teología con los nuevos aportes de la ciencia y las teorías de la evolución. Que de hecho no implican ningún conflicto con la fe, salvo si incluyen una filosofía materialista de fondo que no es ciencia.

Pero la prensa europea parece haberse enterado recién con Juan Pablo II de estas “novedades”, como pasa con muchas cosas de la Iglesia que se desconocen por no ir a las fuentes y se suele creer que llegaron con un Papa reciente.

En la tradición católica la lectura de los relatos de la Creación en el libro del Génesis ya desde los primeros siglos del cristianismo es tomada como un texto teológico que responde a preguntas de sentido, no sobre cómo funciona el universo. Nadie que lea una poesía sobre un amor que quema va a pensar que hubo quemaduras reales, pero el amor es real. Es muy ingenuo tomar un texto de esta profundidad de modo literal.

El cristianismo tiene una gran diversidad de teologías en su interior, y ese pluralismo no puede verse como si todos pensaran igual en todos los temas.

Los ejemplos de fundamentalismo islámico y del fundamentalismo evangélico que tanto cita Sam Harris, no se aplican a todas las creencias religiosas, pero parece ser lo único que conocen Richard Dawkins y la banda de ateos mediáticos de superventas en inglés.

Pensar libremente.  

No son desconocidas en la historia de Europa las atrocidades cometidas en nombre de Dios. Pero la revolución francesa, el comunismo, el nazismo y los fascismos han aplastado a cualquiera que piense distinto o cuestione sus creencias dogmáticas, llevándose a la guillotina, al paredón de fusilamiento o los campos de exterminio a incontables seres humanos. La intolerancia dogmática que lleva a la violencia no es exclusiva de la religión, y ha sido superada con creces por ideologías ateas en millones de muertos. El problema no es el ateísmo, ni la religión, sino absolutizar las propias convicciones aplastando la vida de los que piensan distinto. El mundo no se divide entre ateos y teístas, sino entre amigos y enemigos de la libertad de pensamiento, entre lo que buscan y los que creen saberlo todo.

Por eso me parece relevante que tengamos intercambios como estos, que nos permiten salir de las caricaturas, descubriendo que no todo es lo que parece. Es algo para agradecer que haya debate de ideas y revisión histórica a partir de las mismas fuentes, animándonos a pensar estos temas con mayor profundidad.

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