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Propuestas para un maquillaje por Ruben Montedonico

Propuestas para un maquillaje por Ruben Montedonico
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Una y otra vez una larga lista de opiniones trata de explicarnos cómo está el mundo o una parte de él: pasa con la guerra en Ucrania y el porqué de los precios o acerca de la inflación que asuela a los más. Son esfuerzos válidos, no siempre sustentados en realidades o demasiado cargados por ideologías, pero legibles. Se trata -en su mayoría- de un intento de contextualizar hechos, noticias, supuestos no exentos -a su vez- de alineadas y subjetivas intencionalidades.
Así, esos razonamientos nos dicen que el conflicto en una esquina europea es responsable por la suba de los productos que la periferia adquiere o produce, como si la no cobertura por millones de familias de la canasta de básicos fuese algo que se inició en febrero-marzo de 2022.
Ante la ausencia de intenciones de un armisticio que funcione para cesar acciones a los bandos en pugna, hay quienes se dedican a describir triunfos o derrotas; herramientas guerreras; futuras operaciones de los beligerantes, en tanto los puñados de accionistas de empresas armamentísticas se reparten ganancias millonarias mientras las autoridades occidentales culpan al conflicto de la crisis económica no iniciada por esta guerra que empobrece a los más satisfaciendo a los menos.
Al referirnos a AL, no evito citar un término muy empleado y usado sin desgastarse -por la ultraderecha y la centroizquierda progresista -a la que no acierto a ubicar: “cambio”, a veces acompañado de reforma y más aún, por revolución. Todo cambio puede estar adornado por lo revolucionario de un lápiz labial, un sostén, unos zapatos, un carro, una bebida carbonatada o cualquier cosa que pueda publicitarse; la revuelta, no: esos serán -para la prensa hegemónica y sus genuflexos opinantes- vándalos de ideas exóticas, salteadores o agrupamientos de antisociales. Si la dimensión de las protestas es demasiado profunda, la partidocracia se encargará de reducir sus reclamos y les tenderá su trampa: las electorales son atractivas y por ejemplo tenemos el Mayo francés o Chile de noviembre del 2019.
Pero cuando lo anterior no está presente, los partidos políticos -en general en períodos preelectorales o en la propia campaña- comienzan a emplear el manido vocablo cambio, al tiempo que protestan virtud, honor, templanza y cumplimiento de ansias y demandas populares postergadas.
En el cambio cabe casi de todo: pensado en términos sencillos de conjugación verbal -pasado, presente, futuro- engloban, como política, seguridad, educación, empleo, fiscalidad, jubilaciones, obra pública, sistema financiero, etcétera; todo será mejor a como estuvo o como está, en caso de que quien lo sostenga tenga aspiraciones de llegar a ser autoridad. Nada de lo sustancial público -a veces hasta la esfera privada- le es ajeno.
Las proposiciones de cambio sirven, según el momento, para muchas cosas: olvidarlas y ponerlas en un archivo; justificante de iniciativas o aplicaciones de asuntos que tengan o no que ver con cosas prometidas en cierto tiempo; con modificaciones no antes mencionadas; el favor a amigos locales o potencias (públicas o empresariales) extranjeras y todas las variantes que al lector se le ocurran. Las “adecuaciones y reformas” jubilatorias, por ejemplo, están en la carpeta de pendientes de partidos y gobiernos, siendo ejemplarizante y notorio el caso de Francia y su emprendimiento por Macron.
Algunas medidas para contrarrestar los males que aquejan a la región -señalándolos como integradores y trascendentes- adoptarán las autoridades. Alberto Fernández, presidente argentino -con comicios generales en octubre e inflación récord en su país- anunció que existe un proyecto de acuerdo entre su país, Brasil, Colombia, Cuba y México para reducir la inflación. La idea es una propuesta del mexicano López Obrador dirigida, en principio, a Fernández y este se ocupó de comunicársela a los demás. Se propone intercambiar productos -sin recurrir al dólar- de conformidad con el precio promedio de los bienes.
Una parte de la academia y los economistas creen que «el intercambio comercial, en este contexto inflacionario, se puede tomar como una medida para calmar la situación respecto de algunos precios particulares». En el caso precedente la consulta se realizó al ex viceministro de Hacienda, docente universitario, Haroldo Montagu.
En tanto, Lula y el expresidente José Mujica sugirieron este primero de marzo en Brasil promover un modelo de integración que rescate los derechos laborales «secuestrados» por el «gran capital». El ex mandatario participó en la reunión de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas, integrada por 49 centrales de 21 países y expuso sus ideas para «recuperar la unidad» de la región. Según el exmandatario, la integración no pasa «por la izquierda ni por la derecha», sino que debe ser una «unión real» en defensa del comercio, las empresas y los asalariados de la región.

Asimismo, creo que vale la pena recordar lo dicho por Lula en su toma de posesión presidencial. Habló de colocar a Brasil en el mapa y dijo que se debería trabajar mancomunadamente en la integración continental «a partir del Mercosur, de la revitalización de la Unasur». Agregó: «Podremos reconstruir el diálogo altivo y activo con EE.UU, la Comunidad Europea, China, los países de Oriente y otros actores globales, fortaleciendo los BRICS y la cooperación con los países de África, rompiendo el aislamiento al que fue relegado” Brasil.
En mi visión sobre la iniciativa mexicana recuerdo al paciente terminal que se le administran analgésicos: no lo curarán, pero lo ayudarán a morir piadosamente. Lo de Mujica me parece una quijotada que no pasará de algún aplauso -bienvenido por quien es un aficionado a transitar los proscenios iluminados- y algún encendido discurso. Lo de Lula el 1º de enero sabe a una hamaca amable con el imperialismo injerencista occidental dominante pero en descenso y facilidades para el oriental. De anticapitalismo y cambio social revolucionario, solo queda para pocos discursos. (Continuará)

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