Home Reflexion Semanal ¿Qué onda con los sindicatos?

¿Qué onda con los sindicatos?

¿Qué onda con los sindicatos?
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Se acerca el 1 de mayo, fecha donde el movimiento sindical marca la agenda. La central sindical es protagonista ineludible en la vida nacional y por tanto es elogiado y criticado a mansalva. ¿Hay una ofensiva antisindical con las leyes aprobadas recientemente? ¿Se intenta descalificar el sindicalismo desde los partidos gobernantes y el poder mediático? ¿Fue cooptado el Frente Amplio por los sindicatos? ¿Es positivo el trasvase dirigentes entre ambas organizaciones? ¿Se puede ser sindicalista y no ser de izquierda? ¿La recolección de firmas y la derrota posterior, fortaleció o debilitó al movimiento sindical? ¿Se deberían adoptar otras medidas de lucha en lugar de los paros? ¿Ha decrecido en los últimos tiempos la aprobación ciudadana hacia el sindicalismo? ¿De ser así a qué se debe? ¿Cómo puede lograr el sindicalismo aumentar su popularidad? ¿Cómo se apronta para enfrentar la revolución que significará en el trabajo la llegada de la inteligencia artificial?

Las reglas de la confrontación por Andrés Scavarelli
Al respecto de la importancia de la unidad del movimiento obrero, el filósofo uruguayo José Enrique Rodó decía “El trabajador aislado es el instrumento de fines ajenos, el trabajador asociado es dueño y señor de su destino”, pero también dijo “Los partidos políticos no mueren de muerte natural; se suicidan.”
En el pensamiento de Rodó podemos ver y advertir la importancia que tienen los derechos sindicales que consagran las declaraciones, convenciones y demás normas constitucionales, pero también el riesgo que tiene el sistema de representación colectiva, sean partidos políticos o sindicatos en una confrontación que exceda lo real y se adentre en las nieblas del antagonismo por el antagonismo mismo.
Cómo decía Hannah Arendt, hay que dejar un espacio para un acuerdo básico sobre las reglas y límites de la confrontación, ya que hasta el máximo drama humano como lo es la guerra, tiene sus reglas, nacidas del dolor y horror de la sangría industrializada que son las guerras modernas.
Si la lucha es por la lucha misma y el ejercicio de la autoridad es por el mero hecho de demostrar fuerza, tanto uno como otro perderá credibilidad desde el punto de vista social, del de quienes sufren las consecuencias del enfrentamiento sin ser parte de él.
El gran drama que significa ese descreimiento es que de él nacen el autoritarismo o la violencia política que se consolidan en la aparición de movimientos populistas que bajo la apariencia de pragmatismo esconden sus colmillos. La Alemania de principios del siglo pasado son un ejemplo de esto.
Fogonear conflictos, idealizar la lucha o la autoridad en el mero ejercicio de una u otra es algo muy grave, porque el resultado es naturalizar un permanente estado de indignación y antagonismo que muchas veces tiene más de artificio que de sustancia. Lo simbólico es relevante, pero jamás puede sacrificar al principio que pretende representar, la lucha es importante pero jamás debe ser a costo de sacrificar los derechos de los demás.

Un relato muy equivocado de malos y buenos por Sebastián Cal
Es un gusto para mí responder la siguiente encuesta que nos ha hecho llegar VOCES. La primera pregunta que nos hace es ¿hay una ofensiva antisindical con las leyes aprobadas recientemente? Tal vez muchos no lo sepan, pero el proyecto aprobado días pasados en el Senado, tiene características muy similares al primer proyecto que presenté en mayo del 2020 sobre regulación sindical. Este proyecto al que hago mención, al igual que el remitido por el Poder Ejecutivo, pretendía dar cumplimiento al artículo 57 de la Constitución de la República, así como también subsanar el incumplimiento de las recomendaciones de la Organización Internacional de Trabajo que nos llevaron a estar en una lista negra o también llamada lista corta. Creo firmemente y estoy convencido que el proyecto aprobado, lejos de atentar contra las organizaciones sindicales, hoy les genera una herramienta para facilitar el acceso a la personería jurídica porque todos sabemos que parte de una imagen negativa que algunos sindicatos o nuestra propia principal central sindical ha ido generando, es por un muy desprolijo manejo de sus fondos.
La siguiente pregunta que se nos hace es ¿se intenta descalificar el sindicalismo desde los partidos gobernantes y el poder mediático? también la enlazo con la siguiente pregunta, que es ¿fue cooptado el Frente Amplio por los sindicatos? De ambas preguntas no me cabe la menor duda que la respuesta sea afirmativa, para algunos se volvió bandera pegarle a los sindicatos, pero también es imposible desconocer que sobre todo nuestra principal central sindical ha servido de plataforma y de catapulta para los principales dirigentes del Frente Amplio. Esto evidencia sin ninguna duda una politización que sólo sirve para crear un relato muy equivocado de malos y buenos.
La siguiente pregunta es de las que me resulta más personal ¿se puede ser sindicalista y no ser de izquierda? La respuesta es que sí, yo estuve sindicalizado, pero déjenme hacerles saber que si es más fácil ser de izquierda estando sindicalizado que de cualquier otra ideología. También puedo afirmar que desde la principal central sindical se promueve que los dirigentes sean de izquierda y este punto en particular fue lo que motivó a que en el proyecto de ley que presenté a diferencia del que envió el Poder Ejecutivo si contempla el voto secreto para la elección interna de autoridades de un sindicato. Reconozco y felicito que la mayoría de los sindicatos si lo aplican, pero me consta la importancia para muchos sindicatos de qué este punto en particular no fuera aprobado, soy consciente que el voto secreto para una asamblea por ejemplo, no es aplicable ya que sus representados tienen que saber lo que los representantes de estos votan al igual que ocurre en el Parlamento, pero imagínense que de la misma forma se eligieran a los representantes políticos que integran este parlamento a través de un sistema de mano alzada. Me sorprendió profundamente no poder conseguir el apoyo para este punto en particular de partidos que integran la coalición y donde sus principales históricos caudillos pelearon hasta la muerte en defensa del voto secreto.
La siguiente pregunta: ¿la recolección de firmas y la derrota posterior fortaleció o debilitó al movimiento sindical? Y me veo en la obligación de enlazarlo con la siguiente pregunta ,Y es si ¿ha decrecido en los últimos tiempos la aprobación ciudadana hacia el sindicalismo? Yo no creo que la posterior derrota a la recolección de firmas fuera influyente en un debilitamiento sindical, si creo que venimos de un decrecimiento en los últimos tiempos de la aprobación ciudadana sobre el sindicalismo pero que nada tuvo que ver con las pasadas elecciones. Sí que está directamente relacionado a su manejo tanto en los recursos como la elección interna de autoridades por ejemplo, estoy convencido y sigo con la siguiente pregunta, de ¿cómo puede lograr el sindicalismo aumentar su popularidad?, a través de la transparencia, creo que el principal beneficiado de la ley recientemente aprobada en el Senado van a ser los sindicatos, entre otras cosas no obliga a estos a tener personería jurídica pero si le genera una herramienta mucho más fácil para acceder a esta.
La última pregunta es ¿cómo se apronta para enfrentar la revolución qué significará en el trabajo la llegada de la inteligencia artificial? No es nuevo para nosotros que el Uruguay no ha trabajado siempre pensando en una legislación con perspectiva de futuro, hablando en criollo “siempre la venimos corriendo de atrás” y de hecho lo podemos ver con un tema con el cual estoy muy relacionado como son los ciber delitos, ya que un proyecto que fue presentado hace más de dos años para tratar de solucionar un problema que hoy es grave en el Uruguay aún no se aprueba y que lo podíamos haber prevenido desde legislaturas pasadas, hoy en Uruguay ya deberíamos estar trabajando para generar marcos normativos que fortalezcan los derechos fundamentales de las personas en un mundo nuevo y desconocido que está a la vuelta de la esquina y que será manejando por grandes capitales privados.

Buscar consensos es el camino por Tomás Tejeiro
¿Hay una ofensiva antisindical con las leyes aprobadas recientemente?
De ninguna manera. Carece absolutamente de fundamento sostener tal postura. Las relaciones laborales básicamente se dan entre los actores que conforman los binomios de organizaciones de “empleadores – organizaciones de trabajadores”, y “empleadores – empleados”. En cada uno de dichos binomios se dan asimetrías que denotan mayor poder de alguna de las partes en la relación. Asimetrías que mutan en razón de la coyuntura muchas veces. El Estado es un tercero que debe entrometerse lo menos posible en las relaciones entre particulares. Cuando lo hace, debe hacerlo para compensar esas asimetrías, para garantizar el Estado de Derecho, la dignidad de la persona, e intentar alcanzar el ideal de justicia y equidad. Así es cuando protege al trabajador individual frente a la empresa. Es la raíz de nuestro derecho laboral, raíz que honran a rajatabla las nuevas leyes y decretos que refiere. Y el Estado también debe compensar cuando la asimetría en materia de relaciones laborales colectivas se desbalancea en favor del jugador que ejerce la fuerza de hecho. Sin asistencia del derecho. Porque los particulares no tienen legítimamente la facultad de ejercer ordinariamente el poder de coerción. Ese poder de usar la fuerza es privativo del Estado. No hay ni hubo nunca en el ánimo del gobierno una ofensiva antisindical, si hay una profunda convicción en cuanto que las relaciones laborales deben basarse en el diálogo y no en el conflicto. Hay una sana obsesión por la equidad, por devolverle imparcialidad a un sistema de relaciones laborales que tras tres lustros de parcialidad clamaba por recuperar la legitimidad perdida por la falta de equidistancia del Estado con las partes.
¿Se intenta descalificar el sindicalismo desde los partidos gobernantes y el poder mediático?
Del poder mediático no tengo idea, ni me corresponde realizar consideraciones. Desde el gobierno afirmo que no se intenta descalificar a nadie. Hemos sido objeto de descalificaciones algunas veces y siempre hemos puesto la otra mejilla. Es nuestra tarea. Descalificar no es nuestra costumbre. Sería incoherente defender la dignidad del hombre como meta, y por otra parte descalificar a alguien o a un colectivo por eventuales diferencias en puntos de vista. La descalificación y la cancelación son prácticas lamentables de una cultura política decadente que poco suma al interés general. No hay que descalificar a nadie, nunca. Todo lo contrario, hay que ponderar y acercar a la mesa a quienes piensan diferente. La patria, esta que pisamos todos los días es una sola y de todos. La tenemos que cuidar, y cada uno aporta lo que entiende es mejor. Buscar consensos es el camino, y eso se hace como decía Adolfo Suárez tendiendo la mano, no dando la espalda.
¿Fue cooptado el Frente Amplio por los sindicatos?
Creo que hay un hecho de la naturaleza que lo grafica bastante bien. Como sabes los océanos Atlántico y Pacífico tienen muy pocos pasos que los conecten. El más famoso es el Estrecho de Magallanes, y su principal dificultad, desafío para quienes lo navegan son las corrientes de flujo y reflujo entre ambos océanos, porque cambian muchísimo las condiciones de navegación. Me parece que decir “cooptado” es muy fuerte. No me gusta. Si entiendo que hay una lógica y potente simbiosis de ida y vuelta entre ambas fuerzas que tienen fundamentalmente su génesis en una concepción vital, de lo individual, pero fundamentalmente de lo colectivo y de la supuesta legitimidad de la colectividad frente al individuo. Todo eso en un combo muy uruguayo que mezcla batllismo, dependencia, animadversión al riesgo, provincianismo, creer que la fiesta se paga sola, visión naif de la realidad iberoamericana, con una dosis fuerte de cultura, y de avivada gramsciana. Creo que pesan mucho menos Marx y Engels que Batlle y Ordoñez y Batlle Berres a esta altura. En definitiva, el problema no es de las organizaciones que mencionas, sino de quien debemos “navegar” con ellas. Debemos leerlas bien, entenderlas mejor.

¿Es positivo el trasvase de dirigentes entre ambas organizaciones?
No haré valoraciones de ese tipo. Un liberal muy de cabotaje sería si estuviera en mi espíritu decir qué es positivo o negativo para estas organizaciones. Ellas lo cuecen, ellas se lo comen. Principio básico de la libertad. Te diré que como herrerista, veo con sana envidia esa realidad. Ya me gustaría tener un grupo de presión afín a mi sector político, que fuera semillero de dirigentes, y además con gimnasia política permanente y financiación fluida y no estacional. Creo que el dilema del trasvase es entender que son realidades y roles distintos. Sucede igual con el trasvase fuerza política – Estado. Los actores políticos individuales deben profesionalizar su accionar y entender que sin claudicar ideas ni posiciones cada rol tiene sus reglas. En el sindicato trabajás por mejorar la realidad de tus compañeros y la tuya, en el partido por obtener el poder (que es el único objeto de la política), una vez que estás en el gobierno trabajás para el Estado que es de todos. De los que piensan como tú, y de los que no. Y por ende sos depositario de defender, mantener, y solidificar la institucionalidad. Soy muy agradecido de quienes me antecedieron en mi labor, han sido leales y generosos, y aún en el disenso, entiendo que todos hemos tirado para adelante con un objetivo común: un mejor Uruguay. Espero dejar la misma huella.

¿Se puede ser sindicalista y no ser de izquierda?
Claro que sí. El problema aquí en RODELU es que solo nos miramos el ombligo. Si mirás la historia del siglo XX, esta está llena de ejemplos de sindicalismo de otros signos que no se corresponden necesariamente con la izquierda. Y esto es porque la izquierda no existe desde el punto de vista teórico. Tú lo sabés tan bien como yo que eso de izquierda y derecha es marketing político, que los sistemas de ideas, a grandes rasgos son solamente dos. El liberal y el voluntarista. Ambos con matices internos obviamente. Porque dentro del voluntarista hay “izquierdas y derechas” y en el liberal nada de esto.
El sindicalismo per se no integra el corpus liberal. Se afilia a las tesis sociales voluntaristas que parten de Platón, se refuerzan con Descartes y Rousseau y llegan a hoy de la mano de lo que llamo el “socialismo teórico”, (que no tiene nada que ver con la pantomima de Chavez & Co., Sao Pablo y Puebla), y por diferenciarlo del finado socialismo real. Ese socialismo teórico que es compatible con la democracia Occidental, pero que en algún punto se pone nostálgico y entiende que sabe mejor que tú como debés vivir tu vida, y te lo quiere decir, y quiere que le hagas caso. Por tanto, se puede ser sindicalista y no ser de izquierda, pero para ser sindicalista y ser liberal hay que tener claro que nadie en este mundo es tan iluminado como para decirle a otros como transitar por esta tierra.
¿La recolección de firmas y la derrota posterior, fortaleció o debilitó al movimiento sindical?
¡Perdieron! ¿Qué me estás contando? Lo que es evidente es que en ese juego el movimiento sindical se politizó a tope. Y marchó, porque la ciudadanía entendió que LUC era buena, tal como lo demostró la realidad posterior. Y además quedó en evidencia que el sindicalismo reaccionó cuando se le tocó su coto. No en vano demonizaron sin sentido los artículos referidos a piquetes y ocupaciones. ¿Qué había ahí detrás? Nada más que la ansiedad por conservar un espacio que el Frente Amplio les había entregado. La absurda privatización del uso de la fuerza, que como dije, con legitimidad en un Estado de Derecho solo puede utilizarla el Estado, y mediante procedimientos reglados. Porque ocupar totalmente un enclave de cualquier tipo, o impedir el paso no es más que eso: uso de la fuerza. Y no corresponde al movimiento sindical decir donde o cuando. Solo puede hacerlo el Estado.
¿Se deberían adoptar otras medidas de lucha en lugar de los paros?
Si es que algún día fuimos la “Suiza de América” – y lo dudo – deberíamos estar a la altura y ser más creativos. Utilizar mecanismos decimonónicos en un mundo globalizado es medio anacrónico. Hay sectores en que es lógico hacer huelga, pero hay otros donde es inocuo a esta altura.
Siempre le digo a algún buen amigo dirigente sindical que tienen un desafío gigante, pero estupendo: reconvertir con verdadera disrupción un movimiento que, por su origen, lógica tradicional, etcétera tiende a ser duramente conservador y perpetuador de costumbres, prácticas, y consignas. Cuando lo logren, y se que muchos trabajan denodadamente para eso, el beneficio para el Uruguay será brutal.
¿Ha decrecido en los últimos tiempos la aprobación ciudadana hacia el sindicalismo? ¿De ser así a qué se debe?
Algo de eso puede haber. Quizá por lo que decía antes. Practicas decimonónicas, cuidado exacerbado del coto, y poco entendimiento del país verdadero, y de los avatares del mundo real. Pero no es un síntoma que se vea solo en el sindicalismo, creo que las sociedades modernas son naturalmente inconformistas, y esta frustración la trasladan a cualquier actor social que se les ponga adelante. Siempre he dicho que hay que valorar, respetar, y defender el rol del movimiento sindical oriental. A veces nos calentará la cabeza a muchos, alguna actitud menor, pero no hay que olvidar también que han sacado las castañas del fuego otras veces. Hay que tener memoria.
¿Cómo puede lograr el sindicalismo aumentar su popularidad?
Entendiendo que cumple un rol mucho más grande que el que a veces percibe, y que es solo un actor social más. Y que por tanto debe priorizar el diálogo con el ecosistema y dejar la ideología de lado. No es bueno mirarse al espejo todos los días.
¿Cómo se apronta para enfrentar la revolución que significará en el trabajo la llegada de la inteligencia artificial?
Creo que el sindicalismo debería poner mucho énfasis en la formación de cuadros. En temas fundamentales, como negociación individual y colectiva, salud y seguridad, conocimiento normativo de derechos y obligaciones. Pensar y entender lo que pasa fuera de fronteras. Porque la soberanía digital cada vez es más difícil, y eso nos cambiará la vida a todos, nos guste o no. Pero por sobre todo creo que como cualquier organización debería potenciar la comprensión del mundo, la capacidad de aprender y de no cerrarse, de cambiar, y también de apego al funcionamiento procedimental de sus miembros en todo lo vinculado a las relaciones laborales. Más derecho, menos hechos.

¿Quién está a la vanguardia? Por Roberto Elissalde
El 1 de mayo casi toda la dirigencia política de izquierda se hace presente en el acto que organiza en Montevideo el PIT/CNT para conmemorar el asesinato de 8 obreros ocurrido en la ciudad de Chicago, en un país que ya no recuerda oficialmente ese día.
La historia de la izquierda contemporánea nace unida a la del movimiento obrero. Y se plantea, según diversos puntos de vista teóricos, apoyar el camino de la emancipación de los explotados. La izquierda hace suya la lucha contra la extracción de plusvalía (la parte del fruto del trabajo que los empresarios no pagan a sus empleados y que se convierte en su fuente de riqueza) y la amplía con otras reivindicaciones, como la igualdad de género y la lucha contra el racismo.
La izquierda ha construido alianzas más grandes, dando lugar a intereses de intelectuales, pequeños comerciantes y capas medias, que en el caso uruguayo se han sumado a la máxima expresión de unidad de todos esos intereses que es el Frente Amplio.
En las últimas elecciones, la coalición de izquierda perdió 10 puntos porcentuales en octubre (respecto a 2014) y en noviembre fue derrotada por un punto.
El proceso de la autocrítica tardó meses, pero de manera muy poco esperable, quedó consolidado el relato de que el FA perdió “porque se alejó de las organizaciones sociales”, es decir, dejó de tomar íntegramente su discurso y sus necesidades como programa propio.
Las “organizaciones sociales” en nuestro país quieren decir básicamente el PIT/CNT y con un peso mucho menor, FUCVAM. El movimiento estudiantil universitario hace décadas que no logra romper las barreras de cada facultad y el de secundaria tiene momentos de auge (como en estos días en el IAVA), pero no logra sumar a estudiantes de toda la rama.
Entonces, esta particular posición teórica dice que una organización como el Frente Amplio, que concita regularmente entre el 39 y el 50 por ciento de los votos y que gobierna la capital desde hace 35 años, con un programa policlasista y con un gran apoyo de los sectores medios, perdió porque no estuvo suficientemente cerca de las organizaciones sociales.
En su mejor momento la adhesión del PIT/CNT superó los 400 mil trabajadores. El Frente Amplio cuenta con el voto de entre 950 mil (octubre) y 1 millón 150 mil votos. Todo parecería indicar que el Frente Amplio es una organización que genera síntesis política y adhesiones superiores a cualquier otro grupo humano organizado del país. Para hacerlo y para ser consistente durante un período de 20 años, se ha basado en una plataforma que abarca a las organizaciones sociales y los requerimientos y necesidades de otros sectores sociales. Y todos los datos indican que donde perdió votos no fue entre los representados por las organizaciones sociales sino en los sectores medios de la sociedad (también en el Interior no metropolitano y en los sectores más bajos).
El desafío para el Frente Amplio, que tiene muy buenas chances de volver al gobierno en dos años, es cómo recuperar esos sectores sociales que migraron, tal vez por frivolidad o falta de perspectiva histórica y desarrollar un discurso y un programa que tenga en su corazón la eliminación de la explotación del hombre por el hombre pero que represente a todos los sectores no explotadores del país.
Por eso es tan importante para el FA la existencia de un movimiento sindical fuerte y unido y un programa que convenza a los sectores explotados del campo y la ciudad junto a los sectores medios.

¡¡Son todos comunistas, Heber!! Por Miguel Manzi

Según datos del INE de octubre 2022, recogidos por Ámbito del 18 de noviembre, en Uruguay se contaban 1.66 millones de personas trabajando y 140 mil desocupados, para una PEA de 1.8 millones (www.ambito.com). A su vez, según la entrada “PIT-CNT” de Wikipedia (que debemos suponer editada por la propia central sindical), su pico de afiliados se verificó en 2015 con “más de 400.000”, en tanto a la fecha serían “más de 300.000”: el 16,66% de la PEA, o el 18% de la Población Ocupada. El PIT-CNT pues, no sería representativo del universo de los trabajadores uruguayos bajo ningún criterio aceptable. Lo cual no significa, por cierto, cuestionar su legitimidad; ni tampoco ignorar que la incidencia de la Central excede por mucho al número de trabajadores que representa. Este último fenómeno se explica por múltiples razones, desde la noción de “minorías intensas” hasta su relación carnal (intrauterina, diríase) con la coalición opositora. Siendo esto último incontestable, no sorprende que el PIT-CNT se oponga sistemáticamente a todas las leyes promovidas por la coalición de gobierno, gesto que me parece muchísimo más evidente que la pretendida “embestida antisindical” a la que alude Voces en su pregunta de la semana. En efecto, el PIT-CNT y el FA funcionan como las dos patas del mismo animalito, moviéndose naturalmente en la misma dirección. ¿Esto es bueno o malo? Yo diría que es bueno para la Central y malo para el FA, en tanto la Central es un conjunto menor que el FA. Por lo pronto, el PIT-CNT se da el gusto de ser marxista-leninista confeso (¡sus dirigentes son cubanistas-maduristas!). El FA, en cambio, necesita convocar también a la izquierda democrática, lo que apenas logra por la dificultad de los Partidos Tradicionales para visibilizar en su seno, como antaño, corrientes vigorosas que encarnen emocionalmente ese sentimiento justiciero y solidario tan extendido (y mal entendido) en este país batllista. Pregunta Voces cómo puede el sindicalismo aumentar su popularidad: para empezar, les sugeriría renovar su dirigencia, todos viejos, gordos, pelados o encanecidos, los mismos hace 30 años, atornillados en sus cargos, disfrutando las pequeñas ventajas del poder y de la fama. Para seguir y terminar, agrego anécdota: Heber Pinto fue un fenomenal relator de fútbol, injustamente postergado en el recuerdo (cuya agenda maneja el FA, como sabemos). Además, Pinto supo ser diputado pachequista (será por eso…) y conductor, entre otros, de un muy popular programa en CX 10 Radio Ariel que se llamaba “Sea usted juez por un minuto”. En él se recibían llamadas de los oyentes, y había una vecina que atribuía todos los males a una sola razón: “¡¡SON TODOS COMUNISTAS, HEBER!!”.

Estos sindicatos, ¡qué nunca falten! Por Eduardo Vaz
Son demasiadas y muy amplias las temáticas que propone Voces en su pregunta semanal. Abordo una sola.
Hay, efectivamente, una ofensiva antisindical desde los partidos de la coalición. Basta medir sus políticas salariales y escuchar sus discursos desde hace mucho tiempo, para constatarlo. No se bajan los salarios y jubilaciones y se concentra la riqueza, se regala el puerto y fomenta la privatización, sin enfrentar a los sindicatos uruguayos.

En el herrerismo y su entorno, es una definición identitaria: desde su origen han combatido al sindicalismo de los trabajadores y defendido al sindicalismo de los propietarios. No en vano, Luis A. de Herrera fue fundador de la Federación Rural (1915) y gran promotor de la participación política de los lobbies empresariales como tales confluyendo con la política partidaria. Lo que los marxistas suelen llamar un “bloque político y social” capaz de ir construyendo una hegemonía cultural que sostenga la tenencia del poder por dichos sectores. Un hombre lúcido y audaz. Demoró en ganar, pero lo logró en 1958 junto al ruralismo de Chicotazo y sembró una tradición liberal, pro estanciero, conservadora, anti estado, que tiene gran vigencia en el interior del país. Las sabidas represiones contra los obreros en los gobiernos blancos son datos elocuentes que se repiten cada vez que la familia Herrera y su séquito gobiernan: medidas prontas de seguridad, represiones, leyes restrictivas de la acción sindical y, siempre, un discurso descalificador del sindicalismo de los trabajadores.
No ha sido así en el batllismo que supo tener grandes dirigentes obreros en el siglo XX y fue precursor de leyes sociales progresistas. La deriva antisindical se fue desarrollando con la muerte de Luis Batlle y la nueva generación colorada de los 60: Jorge Batlle, J. Sanguinetti, J. Pacheco (quien fue el abanderado de la represión antisindical pre dictadura). Hoy, con figuras como Zubía y Bordaberry, no quedan rastros de aquella impronta batllista.
Cabildo Abierto representa el pensamiento antidemocrático de la última: su modelo es el cuartel y el verticalismo social con la misma orientación que el herrerismo. Pedro Manini Ríos fue cofundador de la Federación Rural para enfrentar a Batlle y Ordoñez. Dios los cría y.…
Seguramente hay muchos errores en la acción sindical uruguaya y el propio movimiento sabrá reinventarse cada vez que necesite. Pero no tendríamos la democracia y las conquistas sociales que tenemos sin este movimiento y su central, capaz de hacerle paros a este gobierno y al del FA, e ir a la Huelga General por la democracia como en 1973. Cosa que no solo no hicieron las cámaras empresariales, sino que apoyaron, casi sin excepciones, por acción u omisión, el golpe. La memoria es un factor fundamental para la política y un foco potente para iluminar la actualidad.
Garantías por Cristina De Armas

Escribo en un día de paro general, a pocos días de que el gremio de la educación fuera protagonista en el conflicto del liceo IAVA y a pocos días de la celebración de un nuevo 1° de Mayo.
Los gremios, los sindicatos, son protagonistas en democracia pero no siempre lo han sido. Su nacimiento se debió a que las propias empresas crearon viviendas para los obreros en torno a las fábricas haciendo que se vincularan y crearan conciencia de clase. Desde allí la reivindicación de los derechos y la organización. Un dato que siempre me impacta es saber que antes de la existencia de los sindicatos la expectativa de vida de un obrero en Europa era de 26 años.
Se les ha criticado siempre su vinculación política con la izquierda, es verdad que la URSS apoyaba su lucha como forma de atacar el capitalismo de occidente pero no es verdad que todos los sindicalistas sean de izquierda y en nuestro país existen organizaciones como la Cámara de Comercio o la ARU que se vinculan con la derecha y cuyos dirigentes también engrosan las listas de los partidos que les representan. Evidentemente la diferencia es la cercanía del sindicalismo de izquierda con la masa obrera tan masiva.
La vida de los gremios ha tenido sus vaivenes, en la década del 80’, la clase obrera creía que los sindicatos no representaban sus intereses al negociar con empresas y gobiernos. Fue en ese tiempo en que surgió el neoliberalismo, sobre todo en USA desde dónde las grandes empresas dejaron el país y se instalaron en India o China por ser la mano de obra mucho más barata.
Los sindicatos comprendieron que no podían estar a la espalda de la masa trabajadora que les vota y les da su lugar, que deben defender una carpeta de derechos que represente a su clase sin importar los gobiernos de turno. Los paros son una medida de fuerza, pero, sobre todo, contra la indiferencia de la misma masa laboral. En nuestro país el sindicalismo es fuerte, muchos gremios tienen real poder para evitar o impulsar cambios. Lograr las firmas contra la LUC, es una muestra de ello sin importar el resultado y teniendo en cuenta que en mucho tiempo la fuerza política de izquierda no les apoyó.
La masa obrera se enfrenta a nuevos cambios, a leyes que se votan a tambor batiente y definen su futuro mientras la tecnología amenaza desplazarlos.
Más que nunca la fuerza y la lucha de los gremios detrás del obrero, aunque parezca feroz, aunque parezca equivocada a veces, es una garantía y de poco valen los derechos, si no cuentan con garantías.

Singularidades del sindicalismo vernáculo por Rodrigo da Oliveira

Otro primero de mayo se acerca y, nuevamente, plantea algunas dudas acerca del movimiento sindical y su injerencia en la vida social y política del país. Partimos de la tan difundida como errónea base de que los movimientos sociales deben tener capacidad de decisión en los actos de gobierno; desde el punto de vista republicano ello no tiene lugar. Ello viene tomando fuerza y subiendo posiciones desde el no tan antiguo fascismo italiano, pero carece de sustento en nuestro sistema constitucional. Pueden asesorar, mucho y muy bien, claro. Dentro de las dinámicas negociadoras es mucho más rico el diálogo establecido entre las partes que la vocinglería pública efectista que vemos a nivel público. Que pregunten sino a la Cámara de la Construcción su opinión acerca de la capacidad de entendimiento mutuo con el Senador Andrade.
¿Es dable percibir un mayor apoyo ciudadano a la actuación sindical? Difícil saberlo o medirlo, más aún cuando el nivel de afiliación está dado en su mayor parte por parte de empleados públicos. El acatamiento general las medidas de fuerza, al ser sostenido habitualmente por el transporte, tampoco es pasible de ser evaluado a cabalidad. Siempre se sostenido que ha sido importante, por parte de sus voceros. Incomprobable.
Por otra parte, su notoria vinculación de ida y vuelta con la izquierda nacional y el crecimiento de ella en los últimos años también han desdibujado su accionar reivindicativo; ¿se apoyan los paros por convencimiento gremial o por solidaridad ideológica con la fuerza política? Y en sentido inverso, ¿cuánto de ello encontramos? Estamos en contra de las medidas tomadas o de una oposición que utiliza como punta de lanza a la central sindical.
Visto lo dado, acercan momentos de mayor conflictividad. El ensayo de fuerza dado por la LUC pasada sirvió para poner a punto el ejercicio habitual de confrontación para ante gobiernos poco afines a la visión de la Central. Ahondando un poco en esta y sus dirigentes, toma destaque la cercanía de tales con la fuerza del Partido Comunista, que sigue siendo la de mejor capacidad de respuesta militante con que cuenta la política nacional. En ello, imbatibles.
Discutibles los objetivos y sus formas, pero no podemos llamarnos al asombro, dado que las tácticas son las mismas desde hace muchos años.
¿Podemos esperar mayor complejidad en todo esto, de acá al final del período de gobierno? Claramente sí, dado que el objetivo es darle base confrontativa y sustento «popular» a los lineamientos de la izquierda nacional.
Cuánto de ello es real y cuánto intenta imponerse como agenda, es lo que debe enfrentar la actual administración, dejando de lado el buenismo que ha venido manejando y actuando con claridad, mostrando lo logrado y eliminando puntos débiles.
¿Lo veremos? También lo dudo.
Dos años y mucho en el aire aún.
¿Quiénes pagaremos los desbordes de la politiquilla de cabotaje? Los nabos de siempre.

La dignidad del trabajo por Juan Pablo Grandal
La idea del trabajo humano como fuerza creadora y transformadora en gran parte de las fuerzas políticas e ideologías que han promovido avances en el bienestar y desarrollo material de las sociedades en los últimos siglos. Desde el humanismo renacentista, a la Doctrina Social de la Iglesia y el naciente socialismo en el siglo XIX, esta idea fue convirtiéndose en motor de reivindicaciones políticas y sociales. Si el trabajo tiene un rol tan fundamental en las sociedades humanas y es una actividad digna, es natural considerar que el trabajador merece que su dignidad inherente como ser humano sea reconocida en el entramado social.
Pero ningún derecho es simplemente otorgado por las élites, y si un grupo social estaba lejos de los círculos de poder en el siglo XIX y principios del XX, este era el de los trabajadores asalariados. Desplazados forzosamente del medio rural por el acaparamiento de la propiedad de la tierra, y forzados a trabajar en fábricas bajo condiciones insalubres, con larguísimas jornadas y salarios apenas suficientes para garantizar la supervivencia de ellos mismos y de su familia, vivían en condiciones apenas dignas para animales, o incluso simples máquinas.
No tenían riqueza ni poder, lo único que tenían era su fuerza de trabajo. Aquello que hacía que el engranaje social se moviera, pero sin ningún reconocimiento. Con el tiempo, trabajadores de distintas convicciones ideológicas (marxistas, anarquistas, social-cristianos) descubrieron que agrupándose entre ellos en gremios o sindicatos, podían debido a sus crecientes números y la vitalidad de su fuerza de trabajo para mantener a la sociedad funcionando (además de ser la base de las ganancias de las clases propietarias), luchar para defender y reivindicar sus derechos e intereses colectivos.
De estas luchas, surgen reivindicaciones como la regulación del horario laboral, la abolición del trabajo infantil, los salarios mínimos, entre tantas otras. Muchas de estas reformas, al ser implementadas, lejos de contribuir a la destrucción del sistema capitalista, lograron fortalecerlo, creando sociedades con pujantes clases medias formadas en una parte no menor por trabajadores manuales, una aberración histórica que significa uno de los puntos más altos del desarrollo de las sociedades humanas.
Hoy muchas de las sociedades más desarrolladas, igualitarias, armoniosas y pacíficas del planeta también disfrutan de las más altas tasas de trabajadores sindicalizados. Los países escandinavos son un ejemplo muy claro. El sindicalismo ha sido una fuerza indudablemente positiva en todas partes del mundo donde se ha establecido con fuerza. Lejos de promover las diferencias sociales, tienden a armonizar conflictos inherentes a las sociedades modernas.
Y hoy día, el rol que debe jugar con las transformaciones productivas, relacionadas al mundo del trabajo, que se vienen, es vital. Estamos ante un escenario en el que millones de trabajadores alrededor del mundo podrían ver su labor obsoleta, reemplazada por la robótica y/o inteligencia artificial. No comparto la negatividad con la que muchas veces se analizan estos cambios, pero se va a requerir la toma de medidas para evitar una generación de masas desempleadas no vista desde la Revolución Industrial. No se puede esperar de nadie más que del movimiento sindical, que como siempre lo hizo tome la vanguardia en defensa de los intereses y derechos de los trabajadores, y empuje para que los avances tecnológicos y productivos signifiquen un futuro más brillante para todos, no solo para unos pocos.
Por lo tanto deseo profundamente que tanto en el Uruguay como en el resto del Planeta el sindicalismo pueda fortalecerse. Hay cosas que importan más que diferencias ideológicas particulares que cada uno pueda tener con el PIT-CNT, o sectores de este, hablando del caso uruguayo. Es una herramienta fundamental en este contexto de grandes cambios que se vienen para las sociedades humanas. Para seguir defendiendo el valor humanista que pone al trabajo humano como fuerza constructora y gran ejemplo de dignidad, y no solamente a la riqueza o el poder fáctico. Para defender las conquistas de otras épocas y conseguir nuevas. Y para que nunca en ninguna parte del mundo el ser humano sea tratado como una simple herramienta o bestia de carga.

Sindicalismo y lucha de clase por Oscar Mañán
El 1° de mayo es siempre una fecha de recuerdo, memoria y evocación a los mártires del movimiento obrero, pero también una jornada de reflexión sobre el presente de la organización de trabajadores a la luz de la historia global y local del sindicalismo.
Ciertamente, en el país asistimos a una campaña ideológica orquestada desde el gobierno y secundada por los medios de comunicación afines o quienes repiten noticias creadas para tal fin, donde el villano es el PIT-CNT (que es un Plenario y una Convención, no una Central).
Como decía Schmitt, lo específico de “la política” es la distinción amigo-enemigo. Este gobierno identifica al sindicalismo como su principal enemigo, porque piensa que es el único actor que puede enfrentar el ejercicio de un programa de gobierno hostil para los trabajadores. Es contrastable que el costo de la recuperación económica pos-pandemia la financió el movimiento obrero con salarios atrasados medido en términos reales. Todavía más si en la medición incorporamos la diferencia con quienes se llevaron el beneficio de tal recuperación económica. Y, el único susto que se ha llevado el gobierno fue cuando el movimiento obrero se puso sobre sus espaldas la juntada de firmas para el Referendum contra la LUC.
Asimismo, ante la avanzada conservadora de recortes presupuestales, rebajas salariales, reformas jubilatorias financiadas con la miseria de trabajadores y jubilados, cambios en la educación con avasallamiento de autonomías e imposiciones antidemocráticas, rebajas de contenidos programáticas y resoluciones autoritarias son enfrentadas por el movimiento obrero organizado y estudiantil.
Nuestro sindicalismo es reconocido por su independencia, tanto de clase como respecto al sistema político. Sin embargo, esto no opta para que el sistema político busque en ocasiones cooptarlo o influir en su agenda. Tampoco, los dirigentes sindicales están exentos de presiones o vacunados contra estos intentos, por lo que hay momentos donde la independencia del movimiento sindical se pone en riesgo.
Las condiciones de trabajo y los desafíos del empleo (particularmente de calidad) en momentos de un cambio técnico acelerado que permite la automatización de tareas y la robotización que llevan a una discusión crítica sobre la organización de la clase obrera y sus estrategias de lucha. Algunos sindicatos en el mundo buscan limitar la jornada laboral y con eso redistribuir el empleo para asegurar el bienestar poniendo la tecnología al servicio de los hombres. No obstante, las clases dominantes fortalecidas por cierta inmunidad brindada por el sistema político buscan arrasar los derechos adquiridos por la lucha obrera.
Seguramente estarán sobre la mesa en las consignas del día de los trabajadores una profunda crítica a la reforma jubilatoria que promete más trabajo y menos prestaciones, que a su vez ha sido moneda de cambio para que los violadores de derechos humanos salgan de la cárcel. También los recortes presupuestales en educación, los problemas de la salud, la escalada de violencia, criminalidad y las respuestas insuficientes en seguridad, la justicia y su manipulación, los golpes a la competitividad de las empresas públicas, los avances del sector privado en servicios que deberían ser públicos porque son parte de la soberanía como los del puerto, entre otros.

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