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Renuncia de Sendic  ¿Y ahora qué?

Renuncia de Sendic  ¿Y ahora qué?
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El sábado se conmovió el país con el anuncio de la renuncia de Raul Sendic a la vice presidencia de la Republica. El hecho deseado  por muchos, no dejó de sorprender porque nadie esperaba que ocurriera de acuerdo a las declaraciones previas del propio Sendic.  ¿Debilita o fortalece al Frente Amplio este paso al costado?  ¿Peligra la institucionalidad? ¿Llega tarde? ¿Sendic era una amenaza para el Frente en el 2019?  ¿Cómo debe pararse la oposición? ¿Es el único caso de jerarcas de gobierno? ¿Comenzará una caza de brujas para encontrar otros casos similares? ¿Si es corrupto es de izquierda? ¿Mujica como expresidente, no tiene nada que ver?


La historia se ocupa de todo… por Washington Abdala

No había que ser un genio para advertir que el Vicepresidente de la República Oriental del Uruguay habría de dimitir en algún momento. Su periplo lleno de errores morales, frivolidad operativa, inconductas políticas -reñidas con el respeto a los dineros públicos- y eventuales encuadres de ilegalidad –que la justicia habrá de esclarecer para saber si es verdad el reproche penal- arrojan como resultado un final patético para el país. Repito: final patético para el país. No nos equivoquemos al mirar desde otro lado, nos debería dar vergüenza a todos que algo así haya sucedido en Uruguay. No es un ministro que se sanciona por una orden presidencial irresponsable, es un Vicepresidente (el segundo de a bordo) que tiene que dimitir antes que la alarma pública cunda en demasía y no pueda salir a la calle por vergüenza individual. Es un “drama” acorde a lo que somos por estos tiempos. Pero claro, gana la política posicional y así disimulamos lo ominoso del espectáculo.

Y ese es el encuadre en que hay que analizar lo sucedido, repito, la vergüenza ante hechos que nos tendrían que conmover a todos por lo que no debería “ser” jamás la política. Eso es lo que no representa jamás esa actividad que se supone es de servicio y no para servirse de ella. Raul Sendic hijo invirtió la premisa y por eso es ha sido tan denostado. Ya ni sé como terminó en ese espantoso lugar en el que está, solo advierto que arribó allí y con él nos puso a todos los uruguayos en tan penoso rincón. Y nos costó caro, demasiado caro, no la tarjeta o el colchón, nos costó caro en lo de fondo donde dilapidó cientos de millones de dólares en una gestión irresponsable. Es evidente que no estaba en condiciones de timonear ese barco. Y lo pusieron de capitán y todavía le aplaudían cuando iba en búsqueda de los icebergs.

Por cierto vendrán los análisis de tirios y troyanos. Que se actuó con valentía dentro del propio partido de gobierno para guillotinar al pusilánime infractor. Y estarán aquellos menores que creen que el vergonzoso final les conviene a sus apetencias políticas. Ni unos, ni otros tienen razón. Paso a explicar.

Cuando los gobiernos son sacudidos por asuntos de corrupción, mayor o menor, lo que empieza a conocerse es que la misma es sistémica o coyuntural. El Uruguay ha venido creyendo que la corrupción del país es menor, irrelevante y poco sustantiva. Acá la mayoría de los analistas no sostienen la tesis de una corrupción estructural. Por cierto he discrepado con esa mirada desde hace décadas. No voy a pedir que se lea alguno de mis libros o artículos al respecto, pero siempre he creído que acá hay más corrupción de la que decimos para enorgullecernos de nosotros mismos. Sucede que es una corrupción a la uruguaya, sibilina, cínica, con jugadores de todos lados metidos en la fiesta y con una sociedad que acepta pacíficamente semejantes prácticas. Claro, no se roba lo de la Argentina o Brasil, obvio, no tenemos el tamaño pero acorde al nuestro, obsérvese que no es asunto baladí el que tiene al Estado como gastador de dineros públicos de formas irresponsables. ¿Eso no es una forma de corrupción? No aburriré con el derecho penal pero abundan encuadres al respecto. (Igualmente debería incomodarnos  que el “enriquecimiento ilícito” no exista como figura penal en este país. Inconcebible.)

¿Qué ha pasado entonces que el caso Sendic parece una bomba atómica en la aldea pastoril? Pues que hay una generación nueva de periodistas que no se las andan con chiquitas. Periodistas que muerden, aprietan, que no son de derecha ni de izquierda y que no están dispuestos a morder el polvo de ningún centro de poder. Esos periodistas son parte central de lo que estamos viendo. Sin el trabajo de ellos y ellas, nada de todo esto sería posible. Y obsérvese que mucho medio de comunicación aborda este tema con pinzas mirando de reojo la publicidad oficial o la autocensura mental por miedo a quien sabe que tipo de represalias…

Por cierto la oposición política actuó también, y hasta el propio partido de gobierno se cura en salud al extirpar el tumor antes que el mismo haga metástasis y no haya retorno. El tribunal de conducta del partido de gobierno sentenció de manera inapelable. Me merece respetos semejante postura. O sea, todo se fue dando para que se sepa la verdad del proceder de  Raul Sendic y eso es lo que supimos todos. Por eso quedó sin aire y agarrado de un pincel. Algo grave debería estar pasando -hace rato- porque buena parte de la “intelligentzia” de la 711 venía abandonando el barco de manera desesperada. Nadie se tira al mar sin salvavidas.

Espero que el país entienda que episodios de este tipo no son normales. Que se advierta que no nos debemos acostumbrar a ellos. Y que se considere que la política debe ser otra cosa. Si la política es esto, de seguro el grado de escepticismo y enojo ciudadano irán en aumento. Y en ese camino nunca se sabe cómo se termina. La indignación y el enojo hacen nacer siempre dinámicas que luego la historia demuestra que nos terminamos arrepintiendo de ellas. Siempre, eso es lo único cierto. Evitemos entonces ser lo que no debemos ser como país. El resto es lo de menos y la historia siempre se olvida rápidamente de los cretinos, es más, es tan dura que apenas recuerda a los que algo hicieron por todos nosotros.


Sendic extirpado, el paciente en observación por Alvaro J. Amoretti

Cayó Sendic. Venía trastabillando desde que una investigación periodística demostró que no era licenciado en Genética Humana ni había recibido varias medallas de oro durante esos estudios que, decía, había cursado en la Universidad de La Habana. Pero haber mentido, no una sino varias veces, no fue lo que lo hizo caer. De hecho, cuando se descubrió que había mentido, el Plenario del Frente Amplio no sólo le dio todo su apoyo, sino que ovacionó de pie explicaciones que sólo podrían haber conformado a un niño de cinco años.

Sendic mintió, a la ciudadanía y a su fuerza política, y a nadie pareció importarle demasiado dentro del Frente Amplio.

Tampoco hubo un solo cuestionamiento de la institucionalidad de la coalición para la gestión de Sendic al frente de Ancap, pese a que a punto estuvo de fundirla. Cuando se supo del agujero de más de 800 millones de dólares generado durante su administración nadie lo llamó, ni al Tribunal de Conducta Política ni al Plenario del Frente Amplio, para preguntarle qué había sucedido. Nada de eso. Todos se limitaron a levantar la mano para votar un ajuste fiscal para recapitalizar a Ancap, y a otra cosa mariposa.

¿Alguien cree, de verdad, que quienes así procedieron antes son los que ahora no pueden perdonar a Sendic que haya abusado del uso de sus tarjetas corporativas como presidente de Ancap? Si así fuera, ¿harán lo mismo con otros jerarcas del Frente Amplio que, en el ejercicio de sus funciones, hayan incurrido en idénticos abusos? ¿Van a actuar de oficio para garantizar que todos hayan actuado como correspondía, y a empujar al cadalso a quienes se hayan apartado de la ética frenteamplista?

Señores, seamos serios. Sendic no ha caído ni por haber mentido respecto de un título que jamás consiguió ni por haber abusado, como abusó, de su tarjeta corporativa. Sendic cayó porque en el gobierno y en el Frente Amplio existe, desde hace ya algunas semanas, la certeza de que la investigación que lleva adelante la Justicia del Crimen Organizado por los negocios de Ancap terminará con el pedido de procesamiento de Sendic. Y porque antes de que eso suceda había que asegurarse de que Sendic ya no forme parte del gobierno y esté tan lejos del Frente Amplio como sea posible.

¿Qué iba a suceder si, con Sendic como vicepresidente, llegaba al Parlamento un pedido de la Suprema Corte para quitar los fueros al vicepresidente de la República y presidente de la Asamblea General? ¿Cómo iba a impactar eso en la interna de la coalición? ¿Qué “compañeros” iban a votar su desafuero y quiénes le habrían de defender de la Justicia? ¿Qué heridas dejaría esa instancia parlamentaria?

¿Y cómo iba a quedar el gobierno teniendo un vicepresidente para el que la Justicia del Crimen Organizado pediría el procesamiento? ¿No convendría evitar tantos males antes que fuera demasiado tarde?

El presidente Tabaré Vázquez, como buen oncólogo, decidió que había que extirpar el tumor cuanto antes. Demorar habría supuesto extender la agonía de un paciente que no podía salvarse, arriesgando por ello al organismo todo.

El procedimiento fue doloroso, pero Sendic fue extirpado. El paciente, ahora, deberá seguir en observación.


Sendic: síntoma del mal momento que estamos atravesando  por Martin Guerra

Raúl Sendic llego a esta situación límite por sumatoria de errores graves, apoyados en una defensa infantil, insólita y apartándose de la verdad siempre.

Pero no llego a donde llego solo.

Fue el pollo de Mujica y entorno, y aceptado por Tabaré como su Vice, con grandes adjetivos hacia él.

Su caída fue cimentada en sus conductas y en la imposibilidad de acordar una sanción común en el Frente.

Esta imposibilidad creo que es hoy muy disfuncional para el FA y para el país, y  además este episodio es posible que la agrave.

Es tan distinta la visión de los grupos, los de gobierno y afines, respecto a los grupos mujiquistas y afines, que paralizan el país.

Nada se puede resolver y ejecutar en pos de la unidad, y lo poco que se resuelve de tan negociado, resulta malo o insuficiente.

Uno piensa enseguida, ¡qué oportunidad para la oposición!

Sin embargo no se ve hoy un atisbo siquiera de un Cambiemos o lo que se pueda construir acá parecido. Recuerden que hoy hay tres partidos grandes, pero la sociedad según expertos se sigue repartiendo en dos mitades.

Imaginen como se hubiera visto una reacción conjunta de los partidos de oposición, en un formato sobrio, sistémico y contundente.

Si a este análisis le sumo que hoy tenemos problemas muy serios en educación y en seguridad, concluyo que estamos mal y empeorando.

Tengo esperanzas que de todo esto surja una izquierda moderna, la oposición encuentre un formato eficiente, y el país de una vez tenga un plan de mejoras como el que necesitamos.


De renuncias y renunciamientos por Marcelo Aguiar

El extesorero del Partido Popular en España, Luis Bárcenas, responsable de las finanzas ilegales de la llamada “caja B” del PP, por la que habrían pasado unos ocho millones de euros, enfrenta un pedido de condena de 42 años de prisión. El nombre del presidente Mariano Rajoy, aparece decenas de veces en la contabilidad en negro, incluida una lista de sobresueldos que cobraba, mientras fue ministro de Aznar. El PP, sin embargo, no formó un tribunal de conducta política para estudiar el caso.

La tentación de lograr el beneficio propio sobre el bien común está en la esencia de los actos de corrupción y es una constante que atraviesa la historia, más allá de regímenes o signos políticos, porque es parte constitutiva de la naturaleza humana. Casi al azar, puede tomarse un puñado de casos que involucraron en años recientes a presidentes electos en diversos países latinoamericanos.

El expresidente de El Salvador, Antonio Saca, marchó a la cárcel por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito durante su mandato entre 2004 y 2009, al no haber podido explicar ingresos por 5 millones y medio de dólares y el desvío de unos 246 millones del tesoro hacia cuentas particulares y empresas propias.

El presidente de Paraguay, que pasó en pocos años de simple distribuidor de cigarrillos a mega empresario de la industria tabacalera, dueño de bancos, estancias y clubes deportivos, fue vinculado con múltiples actividades delictivas por filtraciones de Wikileaks. En el año 2000 un avión que aterrizó en su estancia fue interceptado con 20 kilos de cocaína y 350 kilos de marihuana.

En el año 2015, el presidente guatemalteco Otto Pérez Molina se vio obligado a renunciar al cargo y marchó a prisión por liderar una organización aduanera que estafó al Estado por unos 25 millones de dólares. El expresidente peruano Ollanta Humala cumple 18 meses de prisión preventiva por causas vinculadas a los sobornos de Odebrecht y su sucesor, Alejandro Toledo, está prófugo de la justicia, acusado también de recibir sobornos de la misma empresa, por 20 millones de dólares.

El expresidente panameño Ricardo Martinelli enfrenta en su país una acusación por graves delitos que lo podrían condenar a 21 años de prisión. Los casos de Brasil y Argentina son mucho más conocidos entre los uruguayos por lo que no vale la pena abundar en ellos.

Lo cierto es que no hay ningún motivo para suponer que Uruguay podría mantenerse al margen de este virus, como inmunizado por una condición genética tan virtuosa e inexistente como la garra charrúa. Ya en los primeros gobiernos democráticos pos dictadura supimos tener un ministro del interior que tuvo la genial idea de vender la cárcel de Punta Carretas para construir un Shopping en el cual estaba involucrado como accionista y abogado, y poco tiempo después sufrimos los escandalosos rescates de bancos privados en los que el Estado actuó como garante de los banqueros para la socialización de sus pérdidas.

Como es sabido, la reciente renuncia del vicepresidente Sendic se da como resultado de un fallo adverso del Tribunal de conducta política del Frente Amplio, el cual consideró que su actuación, en relación al uso de la tarjeta corporativa de Ancap, constituye un “modo de proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos”. Algunos supondrán a esta altura que el remate lógico para esta secuencia de datos podría ser minimizar la gravedad de los hechos imputados, destacando la enorme diferencia entre éstos y los ejemplos anteriores. Pero se trata en realidad de lo contrario.

El fallo del TCP fue implacable, pero no exagerado. Es cierto que el tipo de gastos cuestionados, acompañados por las declaraciones erráticas e inconsistentes de Sendic, llevan a pensar en actos de micro-corrupción propios de una brutal combinación de torpeza y desprolijidad, más que en actos de corrupción con mayúsculas. Pero haber hecho la vista gorda sobre la base de la pequeñez de los montos involucrados, hubiera sido una señal nefasta para la fuerza política y para la sociedad, y la renuncia del vicepresidente, a esta altura, era la opción que aseguraba el menor daño para todas las partes. La institucionalidad partidaria y la salud del gobierno no deberían salir dañadas sino fortalecidas. Mostrar buenos reflejos ante hechos como estos es una señal muy fuerte de que hay ciertos límites que no deben cruzarse en ningún caso.

Lo que sería realmente lamentable es considerar que esto acabó acá, y renunciar a la oportunidad que da el impulso, para ir a fondo contra la corrupción. Ahora que todos quieren salir en la foto, peleándose para ver quién tiene el discurso más encendido, es momento de ajustar las clavijas en cada uno de los niveles de la administración, exigiendo la rendición de cuentas de todos los gastos de legisladores y funcionarios, y de legislar de una buena vez para asegurar la transparencia en el financiamiento de los partidos políticos y las campañas electorales.


Hormiguitas y elefantes por Benjamín Nahoum

El episodio del uso indebido de una tarjeta corporativa para solventar gastos personales, que culminó el fin de semana pasado con la renuncia del Vicepresidente de la República, Raúl Sendic, invita a reflexionar sobre la forma cómo se manejan estas cuestiones y hasta qué punto se facilitan o estimulan por la existencia de reglas demasiado laxas o liberales.

Ya he compartido con los lectores de VOCES mi impresión de que buena parte del problema está en que directores de empresas públicas copian las costumbres de los de las privadas (incluidos los regalos, los hoteles y restoranes de cinco estrellas o tenedores, y hasta el pago y cobro de comisiones por tomar decisiones que tienen la obligación de tomar) o las prácticas de sus antecesores, que antes se criticaban y ahora se asumen, porque “siempre se hizo así”.

De modo que si hay que firmar para que no existan más tarjetas corporativas en la administración pública, sólo tienen que decirme dónde. Teniendo en cuenta, además, que si un director de viaje tiene que hacer un gasto extraordinario en Tombuctú, siempre puede hacerlo con su propia tarjeta (¿quién no la tiene ahora, con la inclusión financiera?) y reembolsarlo al regreso, y que quienes deben hacer esos gastos están entre las personas que cobran los sueldos en pesos más altos del país.

Lo de los viáticos es otra historia, porque cubren gastos originados por la función o la tarea encomendada, pero a nadie le puede hacer mal rendirlos a la vuelta y devolver algún dolarito que haya sobrado. Todo lo que ganemos en transparencia será bueno, y así se podrá además invertir algún peso adicional en salud, educación, vivienda u otras tantas cosas para las que nunca alcanza la plata.

Quizá de esta manera no haya más episodios como los vividos. De todas formas, yo quiero remarcar que, mientras en los países vecinos la corrupción se mide por la cantidad de valijas llenas de dinero que pasan de una mano a otra entre los políticos, aquí lo que se cuestiona (y se sanciona) es la compra con dineros públicos de un colchón o unos chocolates.

Lo que está mal está mal, pero no es lo mismo un millón de dólares que cien y el tema de la magnitud no se puede perder de vista. Porque no es lo mismo lo que se puede llevar una hormiguita que un elefante, y está bien vigilar a las hormiguitas, pero a los elefantes hay que ponerles marcación a presión.

También vale la pena recordar que en este país en que tantas veces cuestionamos a la justicia por resoluciones que no compartimos (y que a veces no dependen de lo que opinan los jueces sino de lo que establecen las leyes que tienen que aplicar) cuando alguien se desmadra, a muchos jueces y fiscales no les tiembla el pulso para condenar, y así se ha procesado a militares torturadores, a jerarcas corruptos y a alguno que confundió una empresa pública con su propio negocio privado.

El episodio se cierra de la manera que tenía que cerrarse y por ello el mundo no dejará de girar sobre su eje. Quien ocupa un cargo público de la importancia que tiene la dirección de una empresa del Estado no tiene el derecho de equivocarse de esta manera. Ya pasó antes con otros integrantes del propio Frente Amplio, y antes aún con blancos y colorados. No hay un antídoto para que no pase más, pero puede haber formas de prevenirlo. Y lo más importante es que, cuando pase, no pase impunemente.

Más allá del aprovechamiento que quieran hacer de este episodio algunos políticos chiquitos (de derecha, y también de izquierda) y más de un periodista que no puede ocultar qué camiseta lleva puesta, eso es lo que importa


Heridas de  consideración por José Luis Perera

Finalmente Sendic le abarató los costos políticos del berenjenal en el cual él mismo había metido al FA.

El Plenario se encontraba en un gran problema. El desprestigio creciente del vicepresidente, más el informe del Tribunal de Conducta Política (TCP) ponía al Plenario Nacional ante la alternativa nada sencilla de sancionar (o no) a uno de sus más encumbrados dirigentes, en incluso ante la casi obligación de pedirle la renuncia.

En caso de no sancionarlo, estaría desautorizando la opinión del TCP, lo que probablemente habría significado la renuncia de sus integrantes, así como la del presidente del FA Javier Miranda. Habría quedado además el FA desprestigiado como fuerza política, al no ser capaz de establecer los límites de la ética y el decoro en sus representantes en cargos públicos. Máxime teniendo en cuenta que como fuerza política no había actuado, sino que el propio Sendic fue quien pidió someterse al Tribunal.

En caso de que hubiera sancionado a Sendic, y este hubiese cumplido con su promesa de permanecer en el cargo pese a todo, se habría visto cuestionada no solo la autoridad del TCP, sino también la del Plenario Nacional (máximo organismo entre Congreso y Congreso), y el gobierno se habría visto enfrentado a la situación de tener un vicepresidente que no era aceptado ni por la oposición ni por su propia fuerza política, con el consecuente desprestigio y desgobierno de aquí al final del período.

La renuncia de Sendic evitó estas situaciones dramáticas y complejas para el FA, y el asunto se saldó con una declaración (no hubo sanciones de ningún tipo) en la que apenas se toma nota de la promesa de renuncia del vicepresidente, se respalda lo actuado por la institucionalidad frenteamplista, habla de la unidad, y se llama a los frenteamplistas que estén en cumplimiento de funciones de gobierno a ser «celosos guardianes y atentos vigilantes » de sus funciones y a «velar fielmente por la unidad, integridad y los valores» de transparencia, honestidad y ética en la gestión.

Una salida inesperada por lo sencilla, sin duda. Un accidente que se preveía con varios muertos y heridos terminó sin mayores consecuencias, con apenas algunos lesionados de consideración (más allá del cadáver político del propio Sendic, que ya lo era antes del Plenario).

Habrá que ver de aquí en más cuál será el papel de quien suplante a Sendic en la vicepresidencia (todo indica que será Lucía Topolansky), de cómo será su relación con la oposición y con el presidente y si será capaz de mandarse menos macanas que su antecesor (ya arrancó con un gol en contra ya que fue la única persona en este mundo que vio el título de Sendic).

El daño más grave es hacia la interna, que ha sentido el impacto, y habrá que ver hasta donde las acusaciones cruzadas de traición y otros adjetivos que se escucharon por estos días y las heridas que dejaron puedan cicatrizar. No será fácil, por más que los frenteamplistas insistan en la manida unidad. Hay gente a favor y en contra del TCP, a favor y en contra de Miranda, a favor y en contra de Sendic. Faltan varios capítulos en ese aspecto.


Ahora, volver a los principios  por David Rabinovich

 Muy afectado, a su manera claro, Raúl Sendic (h) encaró el Plenario Nacional del Frente Amplio. “Frente a este conjunto de maniobras, de deslealtades, yo vengo a decirles a ustedes que fueron los que confiaron la vicepresidencia, les vengo a decir, vengo a poner a disposición de ustedes la vicepresidencia. De verdad. Vengo a aquí a renunciar a la Vicepresidencia de la República. Y lo vengo a hacer aquí, en este organismo”

Un complejo conjunto de circunstancias lleva a este desenlace. Pero entre ellas las determinantes tienen que ver con los errores, reiterados y a veces incomprensibles, del protagonista. La ausencia de autocrítica en su alocución ante el Plenario desnuda el principal problema: Raúl no daba la talla para ser “relevo” en el liderazgo de la izquierda. ¿Hay una responsabilidad compartida por todos los frenteamplistas? Sí, en alguna medida. Pero mucho mayor es la de la cúpula. Dirigentes que parecen haber despertado ante el grito -fuerte y claro- que significó el dictamen del TCP. Un puñado de viejos militantes que salieron a reivindicar lo mejor de la historia frentista.

Todo el “affaire” afectó la credibilidad política del Frente, sin duda. Pero lo más grave es que sirve también al proyecto político de desacreditar la política y la democracia. Sirve a ese gran operativo que busca legitimar a los poderes fácticos en la conducción de la cosa pública.

“La política no puede ser un cúmulo de operaciones en busca de poder a cualquier costo. El fin no justifica los medios; creo que hay que reafirmar la política por medio de los caminos institucionales, de buena fe, con lealtad”.  Repite Javier Miranda ante cada grabador o micrófono que se le pone delante. Y tiene razón. El Frente debe asumir los problemas que, para su proyecto político, significan las filtraciones, operaciones, riñas y disputas por el poder, que afloran en la vida social y política.

El presidente del FA agrega: “todos sabíamos que si así se procedía iba a ser público, y yo creo que no es buena cosa discutir públicamente estos temas en los medios de comunicación”. Se refiere a la discusión sobre cuando dar a conocer, a los miembros del Plenario, las conclusiones del Tribunal. ¿El día sábado o antes, para que pudiera ser analizado y discutido?

Un minuto después de ser repartido, El País lo colgaba de su página Web. Filtraciones hay, operaciones políticas también. En la cultura de la izquierda está muy arraigado el concepto de ‘vanguardia’. Cada sector cree y quiere serlo. En la sociedad está legitimada la idea de que cada uno puede y hasta debe tener su proyecto personal y está bárbaro eso del “self made men”. Dentro de los sectores hay proyectos personales que muchas veces, demasiadas, son el sustento del grupo.

“En toda esta discusión, no se pensó qué puede pasar con los eventuales votos que apoyan al gobierno en el Parlamento. Y ese (la 711) es un núcleo de compañeros que tiene sus cuatro o cinco votos”, alertó José Mujica. Tabaré afirmó en la conferencia de prensa del lunes 11 que Sendic y su gente mantienen el compromiso con el proyecto político y el gobierno. Veremos…

Desde el fondo de la historia, el General Seregni parece interpelar a Mujica. Él reclamaba a la política siempre “pensar en el día después”, sin abdicar de los principios porque es necesario “decir lo que se piensa y hacer lo que se dice”.

No se puede vivir con la calculadora en la mano, hay que asumir los riesgos del oportunismo y ‘los costos de oportunidad’. No hacer lo que es necesario puede ser la peor opción. Pero ¿qué es lo mejor y/o lo necesario en cada encrucijada?

Las crisis son oportunidades. Tenemos la oportunidad de reivindicar la política, lo mejor de la política, el sueño colectivo de construir un futuro mejor, más justo.

Para muchos fue sorprendente la dureza del TCP; para mí lo fue la renuncia de Raúl.


Se terminó la “historia oficial” por Max Sapolinski

La renuncia de Raúl Sendic a su cargo de Vicepresidente de la República, no por posible dejó de conmocionar la rutina del fin de semana. Marcó de esta manera el fin temporal de un sinuoso proceso, cuyas consecuencias probablemente se podrán aquilatar en el futuro y que seguirá teniendo seguramente capítulos aún por escribir.

Como sin duda era previsible, los hechos acaecidos generaron polémicas diversas de acuerdo al color partidario desde los que se consideren. Me apresuro a decir, que en mi criterio, pese a la gravedad de lo vivido, no podemos catalogar la experiencia como de “crisis institucional”. Por el contrario, las instituciones fueron suficientemente fuertes como para procesar los obligados cambios de la forma en que la Constitución lo establece.

Lo que no podemos negar, es que lo que sí hubo fue una profunda crisis política, que afectó al sistema en general y especialmente a la fuerza de gobierno, que seguirá pagando el costo de la serie de errores y horrores que se desencadenaron.

Me preocupa, también la subversión de valores que se advierte en parte de la ciudadanía.

Si bien, de acuerdo a lo que indican las encuestas, la amplísima mayoría de la población dio la espalda a los comportamientos y reacciones de Sendic, también hubo aquellos que por mantener su defensa, estuvieron dispuestos a dejar de lado principios que debieran ser preservados a ultranza.

Advertí un claro ejemplo de ello,  en ocasión de comenzar a recibir contestaciones a un tweet que escribí donde compartía mi desazón por haber sido testigos de la primer renuncia en la historia de un vicepresidente de la República, y que para peor la misma fuera motivada por efectos de la corrupción.  Aquellos que quisieron contradecir mis dichos, y a su vez defender la figura del renunciante, se basaron en que la dimisión no fue provocada por actos corruptos, que deberán ser probados por la justicia, sino por “fallas éticas” que aparentemente, de acuerdo a los opinantes, están en el listado de gravedad por debajo de aquellos.

¡Triste de la sociedad que banaliza el desvío de los valores éticos y morales que deben regir a aquellos que han sido electos o designados para cumplir con la noble tarea de funcionario público!

El proceso vivido deja en claro muchas cosas y desmistifica otras. Se terminó la “historia oficial” que establece que la honradez y el decoro son patrimonio de determinadas ideologías o partidos políticos.

Nadie está a resguardo que en su seno se generen acciones reñidas con la moral, las buenas costumbres, la convivencia y la justicia. Lo que determinará el juicio de la historia es cómo actúan aquellos que tienen la responsabilidad de radiar de su seno a los que se desvían. Seguramente el Frente Amplio buscará en el futuro recordar exclusivamente que Sendic renunció, salvando la responsabilidad partidaria, e intentará hacer caer en el olvido el tórrido proceso que desencadenó en dicha renuncia.

Cuando aún no terminó el tratamiento de todos los hechos ante la Justicia, de todas formas ha quedado claro que ya se van acumulando demasiadas situaciones de dudosa moral. Parece que el camino de los exabruptos y de descalificación a los denunciantes se viene agotando. La ciudadanía ha comenzado a exigir respuestas más contundentes.

Será difícil que la historia olvide que el Plenario del Frente Amplio se sintió satisfecho y aliviado con la renuncia y dejó de sancionar y respaldar a los miembros del Tribunal de Conducta Política, que a la sazón, han sido los únicos que se comportaron con la dignidad republicana que las circunstancias exigían.

También será difícil de olvidar el triste papel del expresidente José Mujica, ironizando sobre la compres de un calzoncillo. Una perla más en su trabajo de horadar los valores de la convivencia, la cultura y la educación del Uruguay.

Y también será difícil de olvidar la reacción del Presidente Tabaré Vázquez, más preocupado en demostrar el “bullying” al que supuestamente fue sometido su exvicepresidente que en demostrar a la ciudadanía, desde su posición de primero entre sus pares, la importancia de velar por los valores que hicieron grande a la República.

No permitamos que aquel país que tenía gobernantes como Joaquín Suárez, que cuando se le planteó devolver sus aportes al Estado expresó que “a la Patria, como a la madre no se le cobran cuentas”, se convierta en el país que no le pida cuentas a quienes equivoquen el camino ni a quienes los prohíjen.


¿Qué ganó el Frente Amplio el fin de semana pasado? Por Roberto Elissalde

El Frente ganó el beneficio de la duda.

La hegemonía ideológica de la izquierda uruguaya se construyó lentamente, desde el comienzo del siglo XX y logró en algunas décadas construir un sentido común de la historia y la economía que logró incluir al batllismo estatista, a la crítica del 45, la utopía de la revolución de los 60, la mística del combate a la dictadura -a pesar de los destierros, los encierros y los silencios públicos- y la ilusión de que se podía vivir en un país mejor.

Ese sentido común, que atribuía a la izquierda virtudes como el heroísmo, la honestidad, la inteligencia, la sensibilidad social, la creatividad y la capacidad de superar las diferencias menores en pos de la unidad, está bastante golpeado. Está en la lona.

La hegemonía se logró primero en Montevideo y a partir de los 90 en el resto del país. Hay generaciones de votantes que sólo vieron los años de vacas gordas y de los izquierdistas con corbata y responsabilidades, cargos y los discretos privilegios que tienen los jerarcas públicos en el país. Esas generaciones no conocieron el sacrificio y la inteligencia necesaria para la construcción de la unidad de la izquierda, ni la entereza necesaria para resistir primero y derrotar después a la dictadura. Los gobernantes frenteamplistas son lo normal, ese es el nuevo sentido común. Nadie recuerda el Pacto del Chinchulín ni los acuerdos del 3 y 2; ni siquiera conocen a las hormigas que le hicieron desaparecer 17 toneladas de azúcar al último intendente colorado de Montevideo.

Hoy se mide la gestión pública con la vara del discurso que armó la izquierda. Muchas veces se postuló al frenteamplista como un héroe impoluto, como un mártir dispuesto a entregar la vida por la causa, como un humilde militante del pueblo, más allá de las eventuales responsabilidades que le tocara ejercer. José Mujica inventó un personaje que coincidía tanto con ese estereotipo, que terminó siendo elegido presidente en 2010.

De Raúl Sendic se conocía poco. Su nombre y los vínculos que su familia le proveyó constituyeron su capital político inicial. No empezó de la nada y las cosas que no se sabía de él fueron completadas por la fantasía popular, en base al modelo ideal y a una proyección de las virtudes austeras de su padre (aunque no de su línea política).

Pero el personaje no pudo sobrevivir a la persona. El ganador de la interna de 2014 fue investido con la imagen de frenteamplista ideal, pero la lupa mostró muchos implantes que no se correspondían con lo deseado.

Los enemigos internos dentro del FA, la prensa de derecha y el “sentido común en construcción” de los sectores desplazados del gobierno nacional en 2015 se toparon con un vicepresidente fácil de atacar, por errores propios y porque “de cerca nadie es normal”, como dice Caetano Veloso.

La derecha está construyendo esa convicción de que “los políticos son todos iguales”, que los frenteamplistas no son más que unos terrajas y desprolijos que nunca deberían haber ganado el control del Estado (Mujica es el peor), que algunos frenteamplistas son peores que el último de los gobernantes blancos y colorados. Creo que les está yendo bien en esa construcción. Con la ayuda de la soberbia de algunos frenteamplistas, los planes de la derecha son más viables y sobre todo, más verosímiles.

Es probable que otros gobernantes frenteamplistas hayan cometido errores más graves que Raúl Sendic. Es probable incluso que el ex-vicepresidente sea inocente de gran parte de las acusaciones que se le realizan (el déficit de ANCAP, por ejemplo, fue el resultado de una política del gobierno). Pero su consolidación como ejemplo, como caso de estudio, era una prueba de fuego para el sentido común frenteamplista. Si se nos colaba un colchón en Divino o unos sándwiches en Devoto, no íbamos a poder mirarnos al espejo.

El impactante fallo del Tribunal de Conducta Política y la actitud razonable de Sendic el sábado pasado, permiten creen que los frenteamplistas todavía tenemos algo que ofrecer a esta sociedad.


No hace falta un colchón, alcanza con dos barras de chocolate por Garabed Arakelian

Mona Sahlin asistió a un acto oficial en una ciudad distante de Estocolmo algo más de un centenar de kilómetros y emprendió  el regreso, caída la noche, manejando su vehículo propio. La jornada había sido agotadora, y la vice primer ministro de Suecia estaba cansada. Se detuvo en el camino a cargar combustible y comer algo. Algo liviano que le permitiera llegar a destino sin el acicate del hambre y compró dos tabletas de chocolate Toblerone. Importa la marca porque el escándalo que se desató fue identificado como el “affaire Toblerone”.

Mona cometió el error de pagar todo con su Riksdag Credit Card,  la tarjeta de crédito con que se manejan los titulares de cargos jerárquicos en el gobierno sueco. El equivalente, en términos uruguayos y actuales, a la tarjeta corporativa. Casada en dos oportunidades y madre ya en aquel momento de tres hijos, era una mujer curtida  en la carrera política, que inició a los 16 años  en filas del Partido Social Demócrata. Nacida en 1957, en el momento de este insuceso  tenía 38 años y un luminoso porvenir  pues se proyectaba como principal aspirante a sustituir a Ingvar Carlsson, Primer Ministro y líder del Partido Socialdemócrata sueco. ¿Y cuál fue el error de Mona? Fue utilizar la tarjeta de crédito oficial –la corporativa- para pagar compras privadas. ¿Y en qué cifra defraudó al estado con esa infracción? En 35,12 euros. El total es una minucia pero es mucho para dos tabletas opinaron algunos. Se supo luego que el gasto incluía pañales y alguna ropa. ¿Cómo tomó estado público este hecho de monto tan pequeño? El disparador fue un artículo  que vio luz en el diario Expressen, en octubre de 1995 al difundir la investigación llevada a cabo por un auditor público de origen español, Carlos Medina de Rebolledo, en la que se revelaba que Sahlin había empleado la tarjeta de crédito oficial para abonar gastos personales. Entre ellos las dos barras de chocolate. Investigaciones posteriores expusieron otras irregularidades financieras de la ministra: facturas de la guardería de sus hijos y multas de estacionamiento indebido y otros etcéteras. Deuda que reconoció y explicó como un atraso y que abonó totalmente, así como devolvió la plata de los chocolates.  Pese a que la investigación abierta por el Fiscal General Jan Danielsson concluyó que no había infringido las leyes, su imagen pública estaba muy dañada, y en noviembre de 1995 retiró su candidatura a la sucesión de Carlsson. Poco después, en abril de 1996, renunció a su escaño en el parlamento. Un año después escribió un libro de carácter testimonial, titulado  Med mina ord (Con mis propias palabras) en el que ofrecía sus disculpas y su versión de lo sucedido, explicando las razones de su falta en busca de la comprensión y el perdón de la sociedad sueca. Poco después, la Universidad de Estocolmo por un lado y  el Partido Social Demócrata sueco por el suyo llevaron a cabo varias encuestas a lo largo de 1995 y 1996 cuyos resultados revelaron que el comportamiento de Sahlin era  evaluado por la población como un “abuso de confianza” y que a ella se la consideraba “una persona poco transparente, insegura y no fiable». Tras un par de años de alejamiento, Sahlin volvió al gobierno en 1998, al ser designada como ministra sin cartera, cargo que ostentó hasta 2006. En 2007 fue elegida presidente del Partido Socialdemócrata de Suecia. El 5 de mayo de 2016 tuvo que dimitir de su cargo como coordinadora nacional contra los extremismos violentos, al hacerse público (de nuevo, gracias al Expressen) que había mentido sobre el sueldo de uno de sus empleados, para ayudarlo a conseguir una hipoteca.  Esto sucedió hace algunos años y lejos del Uruguay, pero el ejemplo, pues es nada más que eso, sirve para pensar y sacar conclusiones. Para concluir se puede filosofar acerca del papel de los medios de comunicación, y decir “en todas partes se cuecen habas”, lo cual es cierto, como también lo es que cuando se comete un error se debe reconocer, y que toda falta debe tener pena y castigo.


De mutantes y mutaciones por  Jorge Zabalza

Los golpes recibidos, los insultos y las humillaciones cuarteleras podían haber dado origen a actitudes coherentes y firmes de repudio y condena a los culpables, podía haberse hecho el abanderado de la batalla contra la impunidad, en el puntal de la lucha por Verdad y Justicia.

¿Por qué no encabezó una campaña contra el agronegocio, los agrotóxicos y la primarización de la producción? ¿Por qué no se colocó al frente de la lucha contra el latifundio y por la reforma agraria? ¿Por qué no enfrentó, indignado, al capital financiero e industrial? ¿Por qué no continuó el camino ya trazado? En algún momento sufrió la metamorfosis y emprendió un rumbo que lo alejaba de las necesidades populares, se abrazó con las culebras y se incorporó a la ‘nomenklatura’, al poder. Lo demás llegó por inercia. Es apenas uno de los botones de la muestra, la expresión más bizarra y absurda de las reglas del juego ‘a la uruguaya’.           No se arrepintió de nada. Se presenta como una víctima del Plan Atlanta, de los medios masivos y del tribunal responsable de las reservas éticas y morales del Frente Amplio. Apenas se recupere de la zancadilla, será candidato común en el 2024. ¡Viva la patria!


La transparencia se asegura con normas claras y con sanciones severas por Ernesto Kreimerman

Al momento de circular esta edición de Voces, ya habrán pasado cinco días que el Plenario Nacional le dio a la cuestión Sendic un cierre. Ello no significa, en absoluto, que se haya terminado el problema pues aún están pendientes de resolución las tramas judiciales. Pero la renuncia de Raúl Sendic a la vicepresidencia de la República ha distendido las cosas.

Se ha estado reflexionando mucho, y muy bien, acerca de las causas de esta crisis, de las debilidades y fortalezas que mostró el Frente Amplio en este proceso, y de la fragilidad de ciertos criterios políticos que erosionaron algunas de las fortalezas de la coalición. Todas esas reflexiones, algunas más acertadas que otras, aportan miradas críticas que enriquecerán el debate colectivo, el que deberá comenzar a consolidar un resumen, una síntesis compartida por todos. No se trata de encontrar culpables, sino de sacar enseñanzas para corregir a futuro.

Esas reflexiones deberán abrir, irrenunciablemente, nuevos caminos a partir de un nuevo estado de ánimo de los frenteamplistas, de los sectorizados, de las llamadas bases, y del frenteamplista de adhesión aunque no de comité. Hay, desde todos ellos, una primera constatación empírica: el mismo día sábado, que había amanecido tenso, terminó con distensión, un afloje de las tracciones. La jornada finiquito con un cansancio físico inocultable.

Ese estado de ánimo se fue gestando en la semana previa. En el dinámico proceso de construcción de la decisión, contribuyó de manera gravitante la opinión de las bases de las organizaciones más importantes del Frente Amplio. Los continuos cambios de explicación, el anuncio de nuevos límites explicativos que nunca llegaban sino que permanentemente postergaban el ultimátum autoimpuesto, acumulaban desazón, malestar y desgano entre los frenteamplistas, que estaban llegando a la saturación con la situación y el comportamiento del  protagonista. La experiencia previa del inexistente título académico hizo lo suyo. Realmente, nadie o casi nadie, esperaba que existiera una defensa o pruebas en esa sesión del Plenario. Los propios inmediatos antecedentes complotaban contra tal posibilidad.

La renuncia quizás sorprendió al Plenario. No lo sé, pero a estar por lo que algunos dirigentes han dicho esto ha sido así. Sin embargo, tengo la convicción de que ello no ha sido así para el conjunto de los frenteamplistas que lo único que esperaban era terminar con este asunto. La gente grande no está para andar a las adivinanzas de si existe o no existe un título universitario. Ni qué hablar de una tarjeta mal usada. La gente adulta no pierde tiempo en estas cosas. Por eso entiendo que nadie de los frenteamplistas de base, de los que siguen confiando en la fuerza de cambio pero no en su hábitat orgánico que se les ha vuelto algo tóxico, se sorprendió. Y aunque no fuera el final más libretado, fue el más sensato y más libre. Y que mejor le viene a Raúl: puesto en una situación límite, tomó una decisión no ambigua, ni le dio un rodeo postergatorio, ni la volvió a patear para adelante. Decidió; renunció.

Sin traumas. Ahora la herramienta…

Al lunes siguiente, Sendic cumplió con su anuncio. Y el miércoles, la senadora Lucía Topolanski asume la vicepresidencia y en las horas siguientes, la presidencia interina debido al viaje del presidente Tabaré Vázquez a los Estados Unidos. Todo sin estridencias ni tensiones, aunque sea dolorosa la situación que dio origen a todo estos sucesos.

Ahora, el Frente debe atender el llamado del universo frenteamplista, de las dirigencias medias y las bases de las propias organizaciones frentistas. Ellas se hicieron oír y fueron las que precipitaron el documento, ese blend con un final predecible, más allá de la renuncia. El borrador de la resolución del Plenario era aún más intenso y supone un pronunciamiento casi universal.

Ahora corresponde (como ya lo acaba de hacer Tabaré) dar una batalla intensa por la transparencia en todos los ámbitos del estado. Existen normas que no se cumplen y en otros casos, cuando se cumplen, no respetan el espíritu de la ley en el sentido de proporcionar una información veraz y completa. Hay que corregirlas. Y hay que incluir sanciones, severas sanciones. Que incluya la destitución del funcionario que no las cumpla. Porque las normas se acuerdan y aprueban para cumplirse, para acatarse. Las normas encausan las conductas, las simplifican.

Nuevas normas no sólo para hacer obligatoria la rendición de cuenta de viáticos. También para el uso de la locomoción oficial, de los celulares, de los pases en comisión, del número de asesores… Hay que reinstalar el principio de la austeridad, de una conducta espartana, alejada de lujos innecesarios, exclusivistas.

Y finalmente, estos mismos principios deben también reforzarse a la interna de la propia fuerza política. Que ese impulso alcance a las normas internas de la fuerza, tal cual están establecidos en los “Lineamientos de conducta para la función pública” y que fuera aprobado por el Plenario Nacional el 19 de abril de 2004.

La apuesta por la transparencia es una apuesta de raíz esencialmente democrática e imprescindible.


La comedia de enredos por Andrea Bertino

Raúl Sendic aseguraba tener un título Universitario. Lucía Topolanski aseguraba haberlo

visto. Luego dijo que terminó la carrera en genética humana pero que no le dieron el título. No sabemos que vio Lucía. Raúl tampoco sabía de dónde salían algunos gastos que no pudo nunca justificar. Que eran regalos, luego que los desconocía. Parece el guión de una comedia de enredos del teatro de revista argentino. La cual me da mucha vergüenza ajena. Pero no, es nuestra política. Todo ha sido un cúmulo de errores. Barranca abajo de Florencio Sánchez. La sociedad está escandalizada porque nuestro vicepresidente no tiene título Universitario y porque uso su tarjeta corporativa para gastos indebidos. No está mal la bronca. La mentira debe ser de los peores errores en los que cualquier ser humano puede caer. Y un político, peor. Pero esta semana leí y escuché mucho disparate. Viviana Ruggiero, una de las autoras del libro “Sendic: la carrera del hijo pródigo” llegó a afirmar en el canal 4 que estaba en riesgo la institucionalidad del país. No Viviana, eso pasó desde fines de los 60 hasta los 80. Esto es un gran problema político de un partido político, que justamente es el partido que está en el Gobierno. Ni más ni menos que eso. Vi a la oposición esbozar indignación dadas las irregularidades de Raúl. La cara se les debería caer de vergüenza.

Vi periodistas alarmar con que los ex guerrilleros volvían al poder. Cuando lo que hará Lucía Topolanski es simplemente acatar constitucionalmente lo que le corresponde como Senadora de la lista más votada del partido ganador. Titulares de los diarios repiten hasta el cansancio «Topolanski ex guerrillera». Jamás vi un titular de «hijo de ex dictador Bordaberry» o «ex -lo que cada uno piense de ellos- Lacalle o Hackembruch».

¿Lo que hizo Sendic está bien? No. Pero no nos olvidemos que políticos y empresarios, con decenas de títulos y post grados colgados en sus oficinas, no han hundido. Económica, social y culturalmente. Médicos, abogados, contadores, escribanos han sido grandes partícipes de grandes estafas. Los Peirano son todos profesionales con título Universitario. Decenas de uruguayos se quitaron la vida luego de sus estafas en el 2002. Ahora disfrutan de sus caserones en Punta del Este. Muchos militares también. Grandes chantas llenos de reconocimientos curriculares y sin ningún prontuario de tarjetas.

Eso no justifica lo de Sendic y toda su comedia de segunda categoría. Pero no perdamos de vista a los verdaderos delincuentes.

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