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Ruido montevideano contemporáneo

Ruido montevideano contemporáneo
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Autor local ¿realidad local?

Cuando en 2016 la Comedia Nacional programó una temporada exclusivamente con autores uruguayos escribíamos: “No hay una solo espectáculo que tenga como eje alguna problemática contemporánea de los montevideanos (…) No hay “desalojos” de hoy, ni “canillitas” de hoy. No hay “planchas”, ni “inmigrantes”, ni violencia en el deporte, ni crisis en la educación. No está el hedonismo del “nuevo uruguayo”, ni la realidad de los “menores infractores”. No hay nada que tenga que ver directamente con la realidad montevideana contemporánea”. Pero agregábamos que eso no era responsabilidad de la Comedia, que podía encontrar: “autores locales fallecidos que hablarán de su época (…) autores, vivos y fallecidos, que trabajan o trabajaron sobre sucesos históricos (…) autores contemporáneos que se acerquen a la problemática de la historia reciente (…) autores nacionales que experimenten formalmente, que investiguen sobre las posibilidades de representación que brinda el teatro. Pero va a tener muchas dificultades para encontrar autores que se acerquen a la realidad contemporánea. Los casos de Rescatate (de Gustavo Bouzas) y Snorkel (de Federico Guerra) son elocuentes respecto a que sí hay interés del público en ese tipo de espectáculos, pero lo que no hay es interés de los autores en ir por esos caminos.  Y esto no significa que aquí pensemos que los dramaturgos que escriben de forma experimental tengan que dejar de hacer esto para “reflejar” la realidad. Cada artista escribe sobre lo que le parece, sobre lo que puede, sobre lo que le interesa. Quien escriba sobre algo que no es su interés por sentirse “obligado” va a escribir cosas horribles. El problema no es que existan dramaturgos que se desarrollan escribiendo de problemas históricos, reelaborando mitos, o explorando e investigando sobre las posibilidades del teatro, el problema es que no existan los otros, los que se acerquen a la realidad de nuestra sociedad actual. El problema es que vamos al teatro a ver la problemática de la inmigración en Londres, de las drogas en Nueva York y de los jóvenes marginales en Buenos Aires, pero casi nunca sobre esas temáticas en nuestro país ¿Será que aquí esas cosas no pasan?”

En medio del ruido

Entre los más jóvenes creadores teatrales montevideanos sí está apareciendo el interés por incorporar como insumos de su trabajo situaciones de la realidad social en que viven. Ruido, de Bruno Acevedo, es un ejemplo particularmente valioso de esto. Acevedo parte de la noticia de una tragedia ocurrida en una fiesta electrónica y a partir de allí crea un universo en que conviven el hedonismo vacuo, el sensacionalismo informativo, la liberalidad sexual, las drogas y la falta de escrúpulos para hacer dinero, entre otras miserias contemporáneas. Pero todo esto sin dejar de apostar al riesgo en la concepción estética del espectáculo, que el propio Acevedo llama “experiencia teatral”.

Ruido transcurre en una fiesta electrónica, y si bien parte del público puede elegir quedarse en las butacas de la sala para ser un observador, otra parte recorre el escenario junto a los personajes, constituyendo una suerte de dispositivo escénico en el que contesta preguntas sobre la relación entre el consumo de drogas y la salud o es abordado por un dealer que le ofrece alguna “sustancia”. Los personajes recorren la pista, se suben a bailar a las tarimas, y todos, personajes y público, veneran al dios DJ que pone ritmo a la fiesta escénica.

La sensación de trance que busca la música electrónica es escenificada por momentos, mientras que la música se enlentece, junto con los diálogos, para “representar” el efecto de las drogas. En el medio transcurren historias: dos hermanos celebran un cumpleaños consumiendo éxtasis, una pareja madura abusa del alcohol y el tabaco a la vez que cuestiona el consumo de sus hijos, un joven dealer abandona sus estudios y se hunde en un negocio delicado, y periodistas sensacionalistas vuelven un show de cualquier hecho, incluso de la tragedia generada por un productor de fiestas inescrupuloso. Acevedo envuelve al espectador en esas historias, incorporándolo como otro personaje para quien se ha quedado en las butacas observando. Así logra que se viva la sensación adrenalínica a la vez que cuenta un par de historias complementarias que tienen un final trágico ya señalado al comienzo.

Los actores deben transitar de una actuación de cercanía, en que el público baila y conversa junto a ellos, a otra en que deben estructurar una historia para todos, los que están al lado y los que están enfrente. Y el público, si bien no pierde nunca la posibilidad de seguir la globalidad de la historia, en la que se van intercalando flashbacks o situaciones que transcurren en otro espacio, también fragmenta su experiencia en función del lugar del escenario en que se encuentra, o que decide observar.

Ruido es de los hechos escénicos más importantes del año, que pone foco en diversos mecanismos de evasión que hablan de nuestra realidad sin dejar de ser una apuesta experimental, que hace trabajar al espectador para que experimente ese hecho y lo deja pensando sobre teatro, sobre evasión y hedonismo contemporáneo, y sobre los límites y posibilidades para que lo primero de cuenta de lo segundo. No se lo pierdan.

Ruido. Dramaturgia y dirección: Bruno Acevedo. Elenco: Facundo Rojo, Ximena Echevarría, Camila Friedrich, José Pagano, Iliana Rama, Federico Aineseder, Damián Carballo y Germán Weinberg.

Funciones: viernes 23:23 (30 de noviembre última función). Tractatus (Ituzaingó 1583)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.