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Satyajit Ray y su trilogía de Apu

Satyajit Ray y su trilogía de Apu
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Mientras Occidente celebró el 1º de mayo los 80 años de El ciudadano de Orson Welles, Asia rindió tributo al centenario del mayor cineasta asiático no japonés. Satyajit Ray realizó 31 largometrajes entre 1955 y 1991, pero Uruguay sólo conoció comercialmente la trilogía de Apu. Por suerte, hoy toda su obra se halla en internet. Ray nació el 2 de mayo de 1921 en Calcuta, en una familia de envidiable bagaje cultural. Terminados sus estudios en 1943, trabajó en una editorial donde diseñó docenas de portadas de libros. Comenzó a acercarse al cine viendo muchos títulos extranjeros, que estudió seriamente. En 1949 Jean Renoir llegó a Calcuta para rodar Río sagrado, y Ray lo ayudó a encontrar locaciones rurales. En esa misma época Ladrones de bicicletas de Vittorio De Sica lo marcó para siempre, pero hubo otras influencias que Ray admitió a lo largo de su vida: Ford, Wilder, Lubitsch, Wyler, Kurosawa y Bergman, a quienes calificó de gigantes.

Ray debutó con la saga de Apu: Pather Panchali, Aparajito y El mundo de Apu (1955-1959). La trilogía propone con notable ambición artística capturar, de modo neorrealista y casi documental, los momentos determinantes de la vida de Apu, desde la infancia hasta la adultez. Ray despliega un arco vital mayor, que abarca ideas claras sobre la finitud del ser humano, al recurrir a personajes como el padre, la madre, la hermana mayor, la abuela y la joven esposa de Apu. Una vez vista la trilogía se capta la idea básica, que dice con serenidad que la renovación del ciclo vital del ser humano es incesante: si el suceso más importante al inicio de Pather Panchali es el nacimiento de Apu, en el final de El mundo de Apu el evento más relevante es la llegada de un nuevo ser humano. En la trilogía se desarrolla de forma sutil y nítida una fascinadora mirada sobre cómo el arte y la vida se interrelacionan en el devenir del artista. La idea va unida a otra, en la que las ambiciones de Apu (ser novelista) y de su padre (ser poeta) terminarán en el fracaso, al ser derrotados por la realidad, que doblega el impulso de los ideales juveniles.

Si en Pather Panchali el padre de Apu se ausenta del hogar durante largos períodos, sus breves reapariciones dejan ver que quiere a su familia, pero anda bastante perdido entre anhelos poéticos y desconciertos filosóficos. Al final la familia está literalmente arruinada y el padre tendrá que tomar una difícil decisión: abandonar la casa en la aldea y partir a Benarés en busca de un futuro más lucrativo. En Aparajito la familia sobrevive como puede en Benarés. La ambición poética del padre no fructificará porque muere, dejando en manos de un Apu adolescente el destino familiar. Apu inicia su vida escolar, y años después, dueño de un amplio aprendizaje, consigue una beca para continuar estudiando en Calcuta. En El mundo de Apu el arrojo y la fe de Apu empiezan a verse frenadas por acontecimientos imprevistos, para desaparecer derribadas por el vacío de la existencia. La casualidad choca con Apu bajo la forma de su inesperada boda con una joven. Había ido como acompañante de su amigo al casamiento de la chica, pero un raro suceso (el novio sufre un ataque de locura) termina uniendo a esos jóvenes. Desde que vuelven a Calcuta, la flamante esposa se convertirá, sin quererlo, en el principal motivo por el cual Apu dejará de escribir, mientras una tragedia complicará más las cosas.

A lo largo de la trilogía se tiene la sensación que los acontecimientos que vemos parecen sucederse de forma tan natural y sencilla que, en conjunto, sugerirían (falsamente) una estructura dramática librada a la improvisación creativa. Nada más lejano a la realidad: todos los elementos del gran fresco narrativo están delicadamente medidos y calculados, y la progresión del relato, que avanza en paralelo a la edad de Apu, se revela siempre armónica y coherente. Hay además simbolismos evidentes y muy eficaces, como el del tren, que para los niños es una señal de fe en el futuro, luego para la madre será fuente de deseo y desasosiego, y al final representa la dura realidad. Hay recurrencias claras: cada película está dividida en dos partes, separadas una de otra por siete años. En los tres films la pérdida o la huida ante situaciones inexorables son parte del proceso de crecimiento del ser humano. Y las tres partes hay escenas de imborrable dramatismo: en Pather Panchali la reacción del padre ante una inesperada muerte; en Aparajito el mudo anuncio de un fatal desenlace, con la madre asomándose al jardín y observando el luminoso vuelo de cientos de luciérnagas en la oscuridad; y en El mundo de Apu el vibrante plano final que cierra la saga. Es remarcable también el hecho que todas las películas finalizan con Apu caminando hacia un futuro incierto: en Pather Panchali junto a su familia hacia Benarés, en Aparajito solo rumbo a Calcuta, y en El mundo de Apu llevando a su hijo ni más ni menos que hacia un futuro incierto.

Ray murió el 23 de abril de 1992, 24 días después de haber recibido el Oscar honorífico por toda su carrera. En ella hay otras obras mayores (El salón de música, La diosa, La gran ciudad, La esposa solitaria, Un trueno lejano, Los jugadores de ajedrez, Las ramas del árbol), aunque ninguna tan vibrante como la trilogía de Apu, que todo amante del cine debería conocer.  En un artículo para Sight & Sound, Ray explicó por qué escogió esa trilogía: “Elegí esta saga por las cualidades que hacían de ella una gran narrativa: su humanismo, su lirismo y su acento de verdad”. No es raro entonces que Kurosawa dijera que “no haber visto el cine de Ray significa existir en un mundo en tinieblas, un mundo en el cual nunca viste el sol ni la luna”.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".