Home Reflexion Semanal ¿Se despertará el mamado?

¿Se despertará el mamado?

¿Se despertará el mamado?
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Faltan pocos días para las elecciones y las encuestas muestran diversos números, pero todo apunta a que el Frente Amplio crece algún punto y en la oposición hay varios cambios, donde se destaca el crecimiento de Cabildo Abierto. Todo parece indicar que nadie va a tener mayoría parlamentaria y que vamos a un ballotage entre Martínez y Lacalle Pou. Pero nadie se anima a vaticinar quien es el próximo presidente del Uruguay.

¿Hay un voto vergonzante de frentistas? ¿Podrá el oficialismo recuperar a los desencantados? ¿Es viable que votos de Talvi o Manini emigren hacia Martínez en noviembre? ¿Logrará la oposición superar las diferencias y formar una coalición? ¿Es viable un gobierno de varios partidos políticos con visiones antagónicas en muchos aspectos? ¿Conseguirá el FA sellar acuerdo con alguno de los otros partidos? ¿Será gobernable el Uruguay que surja de lo que parece ser el próximo resultado electoral?

 

¿Qué consensos pueden esperarse?  Por Gonzalo Abella

Según las encuestas, la segunda vuelta –la definitiva- será entre Martínez y Lacalle. Cualquiera de los dos que resulte vencedor, lo cierto es que seguirá el saqueo trasnacional y el envenenamiento del ecosistema, junto a la consolidación neocolonial. Una serie de medidas anti populares, hoy postergadas por la campaña electoral, se descargarán contra un electorado que comenzará a preguntarse qué o quién lo llevó a votar lo votado.

Por otro lado, el fascismo tendrá representantes en ambas cámaras. El fascismo tiene como objetivo estratégico la dictadura terrorista del capital y se disfraza con fachada demagógica. El fascismo de “Cabildo” no es nazi, no es antisemita al menos en el discurso, pero encubre bajo una fachada inocente una sólida estructura militar interna, subterránea, de antiguos represores y pichones de represores. Su bandera demagógica es la afirmación de que las Fuerzas Armadas son herederas nada menos que del artiguismo.

No metemos a todos los funcionarios del Ministerio de Defensa en la misma bolsa, ni asociamos la situación del humilde soldado con los privilegios insultantes de la alta oficialidad. No dudamos de la honorabilidad de un joven oficial, a condición de que condene lo peor de su historia institucional: el genocidio indígena, la invasión al Paraguay, los golpes de Estado, los crímenes de lesa humanidad, los silencios criminales. Pero no existe esa honorabilidad en las filas de “Cabido”.

En el campo opositor, la única fuerza consecuente será la Unidad Popular. En la actual campaña, para apartar al electorado de la UP, se inventan “cambios dentro del cambio” en el Partido de Gobierno, cambios que significan hablar diferente y votar lo mismo; o se dan mayores espacios en la prensa (o se infla en las encuestas contratadas) un laberinto de falsas opciones de verbo encendido que en realidad son emprendimientos unipersonales disfrazadas de partidos opositores.

¿Qué consensos pueden esperarse en el próximo poder legislativo?   Desde el punto de vista de los trabajadores y el pueblo, desde el punto de vista de la lucha por la soberanía patria, la UP seguirá siendo una isla solitaria, integrada con los legisladores que la ciudadanía más consciente le otorgue, y rodeada de una creciente movilización ciudadana, un factor que no debe subestimarse.

La movilización social: he aquí una clave no suficientemente analizada. Los amos extranjeros del Uruguay saben que se incrementará, los jefes de partido también, pero no lo dicen.

A veces los pueblos bajan los brazos en la lucha por lo que nunca tuvieron, porque los convencen circunstancialmente que es inalcanzable; pero en cambio siempre se levantan por lo que siempre tuvieron y se les quiere quitar. Tiempos de ajuste contra el pueblo son tiempos de aumento de conflictividad.

La UP no hará acuerdos programáticos con nadie porque su programa es antagónico con el de la Socialdemocracia de Derecha que nos gobierna y con el bloque de la derecha tradicional. Pero enfrentará el fascismo con todas sus fuerzas y votará toda propuesta que mitigue los peores impactos del neoliberalismo, venga esa propuesta del partido que venga.

Al mismo tiempo, bebiendo en las propuestas del pueblo organizado, la UP – Asamblea Popular, seguirá impulsando proyectos de ley propios. Estos proyectos, sintonizando con fuertes movimientos ciudadanos y clasistas independientes pueden incidir sobre otros legisladores, transformando circunstancialmente la minoría en mayoría.

 

Nada está dicho hasta que se cuenta el último voto por Cristina de Armas

Parece de Perogrullo pero sin embargo no lo es, en tiempos en que las encuestadoras, los medios y las modernas redes nos atomizan con expectativas hacia uno u otro lado es bueno tener siempre presente ese dato. Jamás una campaña política es igual a otra, las estrategias, las picardías, lo impredecible sucede. Esta campaña lo prueba. Nos son pocos quienes manifiestan extrañeza ante el aparente silencio, la calma de la sociedad uruguaya a apenas 13 días de la elección legislativa. Sin embargo, nadie olvida estas fechas en 2014, se veía la aparente desidia de la gente y comenzó la esperanza en los Partidos de oposición, un cambio de gobierno y sin dudas el final de la mayoría parlamentaria. Las encuestadoras se hicieron eco y alentaron la idea. El jueves anterior al domingo de elecciones de octubre de 2014 la fuerza frenteamplista en Montevideo como fruto de una conciencia colectiva tomó las calles y se reunieron por miles en torno a quien es aún el Presidente de la República con mayoría parlamentaria. Quien es hoy la Vice presidente en funciones diría luego una frase que quedará en la historia. -el susto despertó al mamado. Ninguna encuestadora se atreve hoy a arriesgar resultados, aunque manifiestan un crecimiento en la fuerza de gobierno. En la oposición, desde hace más de un año han querido instalar la idea de una coalición entre varios Partidos, sin embargo, la elección interna de junio logró un cambio de jugadores en la arena política como no se veía desde el retorno de la democracia. El afianzamiento del liderazgo del primero en los blancos, más maduro, más seguro que en 2014. La militancia frenteamplista incidiendo en la interna colorada y dando el liderazgo a una figura nueva que parecía no poder con el peso del histórico partido, que reconoció de inmediato la influencia de la izquierda en su logro y el cambio de su discurso que se volcó a retener rumbo a octubre ese electorado alejándose de su socio en el Partido Nacional. La irrupción además de la gran novedad de esta campaña, para sorpresa de todos, la votación del flamante ex comandante del ejército al frente de Cabildo Abierto que parecía en un principio haber menguado solo las arcas del Partido Colorado pero que en definitiva se ha alimentado de todos. A lo largo de los meses desde junio el ex comandante se ha afianzado como un nuevo caudillo, por fuera del sistema de partidos tradicionales, llegando a ser hoy, según algunas encuestadoras, la tercera fuerza política del país y quien hasta ahora se niega a una coalición. Si algo parece cierto es que en noviembre habrá nuevamente Ballotage entre candidatos del Frente Amplio y el Partido Nacional, en el Partido Colorado y en Cabildo Abierto están las fuerzas principales que pueden inclinar la balanza hacia uno y otro y nadie sabe exactamente qué hará su electorado, una vez más batllistas, wilsonistas y seregnistas fuera de sus partidos tradicionales tienen en sus manos el futuro.  La coalición no parece poder cerrarse, en los discursos se han distanciado, el tiempo apremia y de lograrse antes de la elección de noviembre en el papel no deben olvidar que lo importante es Mañana como dijera Seregni, asegurar la Gobernabilidad como nos diría Wilson y proteger la Institucionalidad como nos enseñó Atchugarry. Como siempre, todo, depende de nosotros.

 

Cuestión de Cambios por Leo Pintos.

Pasan los lustros, y campaña tras campaña, los actores políticos, los periodistas y parte del electorado (el más militante) se sugestionan al ritmo de las encuestas. Horas de programación y páginas enteras se dedican a predecir lo que emergerá de las urnas, para luego de la elección, entre piruetas imposibles intentar acomodar el resultado a las predicciones. La realidad se ha encargado de complicarles la vida a las encuestadoras. La telefonía celular, las zonas a las que no entra ni la policía y una parte del electorado renuente a decir su voto impiden segmentar, escrutar e interpretar la opinión pública con relativa exactitud. Por todo esto, y a la luz de la gran disparidad de datos que arrojan las encuestas, una cosa es segura: otra vez se equivocarán. Como equivocados están los políticos que corren detrás de puntos porcentuales de votantes, porque pese a lo que se cree la gran mayoría de los votantes no cambian de opinión en función de burdas impostaciones o insólitos cambios de opinión de los candidatos. Para el votante frenteamplista no militante ni fanático, el Frente Amplio sigue siendo inconsistente en aspectos referidos a la defensa de la democracia y la libertad, y eso queda claro con respecto a lo que sucede en Venezuela. Sin embargo, tiene a favor que durante estos últimos quince años hemos disfrutado de una absoluta libertad de expresión. En frente están los partidos que hacen gárgaras con los Derechos Humanos en Venezuela, pero fronteras adentro son los eternos defensores de la impunidad para los terroristas de Estado. El votante frenteamplista valora todo lo que el país ha avanzado en derechos y leyes sociales, pero también sabe que se podría haber hecho mucho más en favor de la justicia social. Al votante frenteamplista no militante le sigue doliendo el caso Sendic, pero le duele más la conducta de la fuerza política al respecto.

Vamos viendo con nitidez que el proyecto opositor al Frente Amplio se viene galvanizando alrededor de una ultraderecha militarista, convertida en un verdadero imán de votos de los más necios de la sociedad. Y en este punto es donde quiero detenerme. Con sus luces y sombras, los partidos Blanco y Colorado han sido los constructores de gran parte de lo que es el Uruguay actual, y hoy, en pos de sacar al Frente Amplio del gobierno, no se atreven a plantarle cara a estos proyectos de dudosa convicción democrática,  aún a costa de un precio enorme para ellos. En pocas palabras, o el sistema político se pone de acuerdo para frenar en seco a «los loquitos» que parecen estar agrupándose a la ultraderecha en nombre de una supuesta regeneración moral y cívica, o será peor el remedio que la enfermedad para todos.

En estos últimos cinco años los estadounidenses se equivocaron votando a Trump. Italia se equivocó votando a Salvini. Brasil se equivocó votando a Bolsonaro. Inglaterra se equivocó votando el Brexit. ¿Y si es la política tradicional la que se está equivocando?

De este ciclo electoral emergerá una nueva realidad política y la elección de octubre será crucial para determinar el signo ideológico que la regirá. Está claro que el Frente Amplio seguirá siendo la principal fuerza política, y que renueve el mandato dependerá de dos factores: su propia votación y la votación de Cabildo Abierto. El oficialismo hoy probablemente está en el umbral del 40% del electorado y gran parte de su suerte dependerá de cuán arriba de ese número mágico quede. Y por otro lado la votación de Cabildo Abierto será clave para sellar la suerte del candidato opositor en la segunda vuelta. A mayor votación de la ultraderecha más se complica la chance de un triunfo opositor. Así pues, que el mamao se despierte depende de que tanto ruido haga la ultraderecha el 27 de octubre. Pero sea cual sea el resultado, la izquierda deberá cambiar muchas cosas si no quiere que los próximos cinco años sean los más complicados en mucho tiempo, por acción o por omisión. Y la derecha tradicional también deberá cambiar su vieja forma de hacer política, de lo contrario tiempos difíciles nos aguardan. Sea cual sea el resultado de la elección, ninguno de los dos bloques parece estar preparados para asumir la derrota, y eso es algo que los protagonistas debieran colaborar, para que la división propia de los tiempos electorales no sea el clima de los próximos cinco años.

 

Esperable derrota frentista por Hebert Gatto

Hace tiempos que sabemos que las encuestas son falibles, no recogen los votos de quienes ocultan su decisión, también sabemos que son fotografías mudables, retratan el momento. En su gran mayoría telefónicas, (lo que induce sesgos deformantes), dependen de encuestadores frecuentemente poco preparados, como consecuencia sus resultados no siempre reflejan la realidad. Menos aún el cambio. Todo esto es cierto, ¿pero con que otro instrumento contamos, fuera del olfatismo, la intuición esotérica, o la esperanza trocada en datos?  A tenor de las últimas encuestas, bastante diferentes entre sí y donde el cambio tiene menor incidencia, en primera vuelta el Frente promedia el 35%, los blancos 25, colorados 15% y cabildistas un 10. Otros partidos 5% e indecisos y en blanco algo más de otros cinco. Las cifras, con toda la debilidad de los promedios, admiten modificaciones hacia arriba y hacia abajo, pero no más de tres o cuatro puntos. Aún en tal caso la coalición antifrentista, (o más correctamente la inclinación de los votantes ajenos al Frente) le posibilita triunfar en segunda vuelta. No parecen haber votos frentistas entre blancos, colorados, cabildistas o independientes. Por lo menos no en cantidad significativa. Tal lo que sugieren las mediciones, el resto es ruleta o “wishfull thinking”.

Este resultado habilita una predicción razonable: lo esperable, salvo improbables cambios de última hora, es la derrota frentista, pero no es imposible, en realidad nunca lo es totalmente, que se dé lo contrario. Asimismo, y esto sí parece definitivo, el ganador no contará con mayoría parlamentaria. Para todos se terminaron las vacas gordas.

Bajo esta hipótesis pueden responderse, por su orden, las preguntas de Voces. Aun cuando el Frente recupere “desencantados”, no creo pueda absorber la actual diferencia. Veo muy pocos votos de Talvi o Manini desviándose al Frente en segunda instancia. Tal bifurcación suena poco realista. Por lo dicho, si ganan los blancos, Cabildo formará por su sola presencia una mayoría electoral. Si a partir de ella conseguirá una coalición parlamentaria, es otro tema. Allí Manini y su derecha autoritaria constituye la dificultad. Por último, ¿será gobernable el Uruguay futuro. En cualquier hipótesis no será fácil. Al Frente lo domina la izquierda radical (pese a su domesticación) y un movimiento sindical paleolítico, a la coalición contraria, nuevamente las ínfulas de Manini. Todo parece augurar, especialmente en el área de la enseñanza, grandes dificultades para innovar, de cualquier modo, el Frente debe irse. Los continuismos no hacen bien a las democracias.

 

Tomo y obligo por Gonzalo Pérez del Castillo

Quién será el próximo Presidente de Uruguay es lo menos relevante. Lo fundamental es si el próximo gobierno logrará juntar la fuerza política necesaria para enfrentar y resolver los temas en los que nos va la vida. Tomemos como ejemplo dos asuntos para resolver que no soportan más dilaciones. 1) Una reforma de la educación que permita que los jóvenes uruguayos tengan una preparación para enfrentar los desafíos del futuro y 2) una reforma de la policía y del sistema carcelario que le devuelva tranquilidad a la ciudadanía. Las soluciones demandan conocimiento técnico sin duda, pero son fundamentalmente políticas y por lo tanto requieren del esfuerzo mancomunado de partidos de izquierda y de derecha. Lo mismo vale para otros temas como la productividad, las relaciones internacionales o el costo de los servicios públicos. Lo que definitivamente no se requiere es que quien gobierne, sea quien sea, deba apoyarse en las facciones más radicales de su coalición de uno o de otro lado. Eso asegura la inmediata reacción visceral de la coalición opositora, el palo en la rueda y la imposibilidad de abordar pragmáticamente nuestros problemas con la urgencia y la profundidad que requieren. Gane quien gane el balotaje, debe ser capaz de reunir el amplio apoyo político necesario para avanzar en forma categórica en estos temas. Nos sirve a todos que ese sustento sea otorgado. Si Martínez debe ir a buscar apoyo en la izquierda combativa y Lacalle necesita afirmarse en la derecha conservadora o represiva, las posibilidades de que podamos lograr consensos para avanzar son nulas. Repito: nulas.  Eso lo sabemos todos porque lo hemos vivido de ambos lados, gobierno y oposición, y el que no lo sabe debería saberlo. Ese es el único mamado que necesita despertar. Lleva años en curda y aunque su estado etílico no le permite apreciarlo, la amenaza es grande y bien merece un susto.              Tanto Martínez como Lacalle han mostrado un espíritu conciliador. Ambos parecen estar dispuestos a mirar los problemas del país de frente en forma pragmática y no continuar anteponiendo barreras ideológicas a cambios que el país necesita concretamente. Lo más importante, entonces, es la elección de octubre porque allí se decide cómo se compondrá el parlamento. Si obtenemos una mayoría de votos de centro izquierda a centro derecha y si quien gobierna tiene visión de futuro, tenemos una posibilidad de cambiar para mejorar. Si los que se fortalecen son los extremos no quedará otra que arrimarse al mostrador, recordar al Mago y junto con él seguir cantando “Tomo y obligo, mándese un trago…”

 

¿Qué coalición tenemos por delante? Por José Manuel Quijano

Todo parece indicar que ningún partido alcanzará mayoría parlamentaria y que, luego de la primera vuelta, Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou se enfrentaran en el ballotage. Pero nadie se anima a vaticinar, al día de hoy, quien será el próximo presidente del Uruguay.

Creo que esa apreciación es correcta. Parece también poco probable que alguno alcance mayoría parlamentaria absoluta, con lo cual se abre un nuevo panorama muy distinto al que imperó en los últimos quince años. El que gane tendrá que contar con acuerdos previos con otro(s) partido(s), o negociar puntualmente caso a caso, para aprobar leyes en el parlamento.

¿Es viable un gobierno de varios partidos políticos con visiones antagónicas en

muchos aspectos?  Habrá que ver cuáles son las diferencias. El FA, que está conformado por varios partidos políticos, muestra visiones distintas, pero también importantes coincidencias. Y de hecho ha logrado gobernar, sin grandes sobresaltos, tres periodos. Me parece que, entre el PN y el PC, en la oposición, puede ocurrir algo semejante. La incógnita es si este razonamiento incluye también a Cabildo Abierto. En principio me inclino a pensar que en varios temas puntuales podrían tener coincidencias. Si así fuera, los tres partidos de la oposición – que con seguridad tendrán representación en el Senado- operarían para ser puntales de un gobierno opositor. Por cierto, esto quizá sería al comienzo. Qué afinidad y colaboración cabe esperar a medida que se presenten las dificultades de un gobierno sin viento de cola, ya es otro cantar.  Pero hay que plantear esta duda tanto para un gobierno de la oposición como para uno del FA.

¿Logrará la oposición superar las diferencias y formar una coalición?  Habría que definir cuál es el grado de exigencia de la coalición. Puede implicar un acuerdo global (que abarque la mayoría de los temas y hasta con miembros de cada partido en el gabinete y en los Entes) o acuerdos parciales en educación, seguridad, reforma previsional, etc. El grado de exigencia es alto y requiere disciplina.  Si la oposición gana la elección la coalición global es el camino más conveniente para el PN. Así lo ha planteado Lacalle Pou que ha dado pasos prudentes en esa dirección. Y es posible que encuentre buen clima, al menos al comienzo, en el PC y en los partidos menores (varios de ellos muy probablemente alcanzarán un curul en Diputados). Pero no me parece tan claro que Cabildo se sumerja en una coalición que implique un acuerdo global y exigente.  Hay aquí un cuadro de relativa incertidumbre

¿Conseguirá el FA sellar acuerdo con alguno de los otros partidos?  El FA se enfrentará a una situación nueva. Si gana, parece muy probable que no alcance mayoría parlamentaria. Está obligado a acordar. Si en el senado obtienen representación el FA, el PN, el PC y Cabildo la probabilidad de acuerdos es más bien acotada (¿le tiraría un cable Talvi que parece, de golpe, tan afecto a José Batlle y Ordoñez?). Y si alguno de los partidos menores alcanza una banca en el senado, depende de cual. No se vislumbra a Salles o a Novick facilitándole el camino al FA. Entonces, el triunfo del FA sin mayoría parlamentaria plantearía un escenario complejo. También aquí hay un cuadro de incertidumbre.

¿Hay un voto vergonzante de frentistas? ¿Podrá el oficialismo recuperar a los desencantados? No creo en el voto vergonzante. Más bien hay desencanto en muchos frentistas. Me parece que Martinez – que es un socialista moderado – está haciendo lo posible y apunta a recuperar electorado.  Parecería, además, que el  sector de centro  del FA se ha podido reconstruir  juntando fuerzas que provienen de Asamblea Uruguay ( Bergara), de la Vertiente, del movimiento de García y Lustemberg  y ,más recientemente, de Amado. En alguna encuesta se indica que sería la principal fuerza electoral del FA, por encima del Partido Comunista y del MPP. Todavía no se sabe si será estable, como ordenará su funcionamiento y si su peso electoral se traducirá en peso político.  Pero podría ayudar a que el FA recupere electorado del centro. ¿ “Progresistas” podría ser la puerta de entrada de un número significativo de desencantados?   Si así fuera el FA no tendría para nada perdida la elección en la segunda vuelta. Estaría prolijamente en carrera.

 

Incertidumbre construida  por Isabel Viana

En el ambiente no se percibe la proximidad de las elecciones y sorprende que ya se estén celebrando actos finales. Se siente que el ambiente político “está verde” para la votación. Pocas balconeras y banderas, poco diálogo enfervorizado. Montones de inútiles cartelitos institucionales en las columnas, jingles y avisos (caros) en los medios.

Por un lado, están las adhesiones incondicionales de aquellos que no conciben votar fuera del lema de pertenencia. La propaganda – especialmente la del FA – construye abismos insorteables entre los fieles y “los otros”. Votar al partido es un deber inexcusable para quienes compartieron su pasado y gozaron de las prebendas del ejercicio del poder. La adhesión no depende de si los programas de gobierno y promesas electorales fueron cumplidos ni de las ejecutorías individuales de los empoderados. El ciudadano debiera “ser” del partido, como si se tratara de una religión o de la adhesión a un cuadro de futbol. Abandonarlo es considerado apostasía, y de encarar alejarse del lema, se hará preferentemente de forma no explícita, quizás sólo dentro del cuarto secreto. Son escasos los que, como el Ing. Kreimerman, hacen pública su adhesión a un nuevo grupo.

Por otro lado, están los descontentos. Son muchos los ciudadanos que, desencantados de la gestión de sus partidos, están indecisos entre ofertas políticas que no les resultan convincentes. Hay quienes se plantean votar en blanco.

La campaña da a elegir entre líderes: son más importantes que ideologías, partidos, u opciones de país futuro. En la publicidad aparecen personas, con sus rostros y figuras, sus habilidades comunicacionales o sus torpezas. Parece ser una competencia interpersonal y se juzga a quien tiene más o menos labia, mete la pata, escamotea o no su imagen, presenta o no a su grupo asesor. El debate no se centra en hacia dónde vamos como país, ni en cuáles son los caminos.

No creo que falte coraje ciudadano. Cuesta elegir entre opciones similares.

La falta de profundidad política de las propuestas hace que se haga notoria su similitud. Se notan coincidencias, como estar atentos a las calificadoras de riesgo o a las posibles inversiones externas, seguir las pautas de Eduy 21 o dar prioridad a temas de seguridad.

Se prevé escaso peso de los partidos pequeños. Los partidos que van delante, ofrecen más de lo mismo, con variantes menores. Manini aparece diferente, porque poco se sabe de su propuesta, que sin embargo recoge intenciones de voto. Pesa su origen militar, su manera autoritaria y el manejo poco transparente de su novel grupo político.

Acuerdos, seguro que van a haber. Sólo están enfrentándose por el poder. Los separa la historia, pero no ideologías o principios. Como partidos, todos han buscado y aceptado la injerencia de capitales e instituciones extranjeras, repartido prebendas, ocultado procesos a la sociedad civil, faltado a sus promesas y convivido con el cierre de empresas (rurales y urbanas) y perdido de puestos de trabajo.

El futuro Parlamento puede convertirse en campo de batalla del poder y en un gran freno para las iniciativas imprescindibles de cambio.

 

Nubarrones por Esteban Pérez

Sabe el observador de la naturaleza que cuando en el horizonte se ven oscuros nubarrones, vendrá sin lugar a dudas mal tiempo y especula si será con viento, o leve temporal.

En política además de la observación, a veces el olfato político es certero en los diagnósticos. Éste nos dice que hay poco convencimiento respecto al Frente Amplio, pero mayor es la desconfianza hacia la oposición de derecha y por ello su acentuada fragmentación, más allá del ruido del partido militar que en definitiva recoge en su tajamar agua electoral proveniente de la misma vertiente, robando los votos más reaccionarios a blancos y colorados.

Por otra parte, el difundido y pobre debate presidencial mostró pocos matices de diferencia entre los contrincantes y casi parecería que ninguno logró enamorar por completo a sus seguidores.

Quedó claro y en evidencia que ambos continuarán el plan UPM2; por lo tanto están jugados a la entrega de la soberanía nacional con más zonas francas y mendigando la llegada de multinacionales con intereses extractivistas de nuestro suelo y de nuestras materias primas; es el mismo modelo que se perpetúa desde el siglo XX.

Ambos candidatos hablaron de mantener los Consejos de salarios, pero recordemos que ya en el último de este año, se fijó un techo por parte del gobierno actual.

Es dable esperar entonces que si gobierna el Frente Amplio habrá un techo petiso y si gobierna el bloque Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto y otros, el techo será más petiso aún.

Cuando de seguridad social se trata la motosierra la agitaron tanto uno como el otro, apostando a explotar más años a los trabajadores pero haciéndose “los sotas” respecto a la reforma de la Caja Militar, el gran cáncer por todos conocido.

Intuyo (puedo equivocarme) que, en primera instancia el Frente Amplio ganará y en balotaje posiblemente también, dado que el susto rescatará votos desparramados en la U.P., en el blanco y nulo y en quiénes, desde la derecha, son moderadamente opositores dado que, al fin y al cabo, muchos de ellos se volvieron más ricos con los últimos gobiernos progresistas, sin dejar de considerar alguna manito proveniente de ciertas logias masónicas.

“La yegua se enrieda” si se diera el posible escenario de un gobierno del Frente Amplio sin mayoría parlamentaria; por ahí también se ven nubes con relámpagos de advertencia: Orsi y Mujica han afirmado estar dispuestos a acordar con Manini, lo que implica “el toma y daca”, camino por el que transitó Lula transando con quienes después lo apuñalaron por la espalda. Recordemos “el mensalao” versión brasilera de “la teca” uruguaya, en otras palabras: la compra de votos, ¡pavada de temporal se nos puede venir encima!

Lo que nos queda claro es que no hay quiénes miren a la izquierda y cuenten con el pueblo movilizado para desbalancear, valga la redundancia, la balanza. El movimiento social ecuatoriano nos dio en estos días un formidable ejemplo de la fuerza que puede tener un pueblo firme en su determinación y consciente del poder de las masas.

El verdadero partido para el campo popular no se juega el 27 de octubre, se juega después: gane quien gane, en las condiciones que sea, para no retroceder en lo avanzado y para levantar los techos salariales como asimismo forzar cambios esenciales, será necesario desarrollar organización y resistencia popular.

El grado al que pueda llegar nuestro pueblo en organización y movilización, será el nivel que marcará el límite a las directivas antipopulares del FMI y a la entrega de la soberanía nacional.

 

Crece la chance de un nuevo gobierno de izquierda por Roberto Elissalde

Es difícil de creer, pero durante cinco años casi, Luis Lacalle Pou tuvo el monopolio de la conducción opositora al proyecto político del Frente Amplio y todavía no ha hecho crecer a su partido…

Fueron varios los errores del FA, en algunos casos la respuesta fue dubitativa y lenta. Sin embargo, el Partido Nacional no ha podido arrimarse a una organización que tras casi 15 años en el gobierno nacional debería estar desgastada y acorralada.

Lo que parece ser la respuesta a este dilema es que, si bien los años en el poder del FA han demostrado algunas de sus flaquezas, retiene dos activos que siguen importando a los uruguayos.

El primer activo tiene que ver con’ el crecimiento económico interrumpido de 15 años, que ha dado estabilidad al país y a quienes vivimos en él; con la construcción de un sistema de derechos, que garantiza a las mayorías y a las minorías que nadie podrá poner en riesgo sus proyectos; y con la capacidad que han demostrado sus elencos en el Ejecutivo nacional y en los gobiernos departamentales por llevar políticas a todo el territorio nacional, sin regirse por dar los privilegios a los amigos o los enemigos políticos como en el pasado.

El segundo tiene que ver con la esperanza de que eso pueda no sólo mantenerse sino mejorar.

La definición de la campaña inicial de Daniel Martínez (cuando era precandidato del FA) apuntaba a “El nuevo impulso”, frase sintética, que, siendo autocrítica, apuntaba a un necesario relanzamiento de la propuesta de la izquierda.

Hoy los números indican que será una pelea pareja. El FA va primero solo, pero la hipotética suma de todos los otros lo tienen como perdedor. Suponiendo ese escenario por unos minutos, como para pensar qué pasaría en el país, se puede llegar a la conclusión de que esa alianza contra natura de liberales, acomodados del campo y la ciudad, militaristas que no creen en los derechos humanos y otros no va a producirse.

Algunos partidos menores, de obtener representación parlamentaria, deberán elegir entre la posibilidad de sumarse a aquel nuevo impulso –con el que pueden tener fundadas discrepancias– o apostar a una coalición con fuerzas que representan la negación de los derechos adquiridos y el retorno a formas de ver la vida en sociedad que parecen del último tercio del siglo pasado. Eduardo Rubio, Gerardo Sotelo o César Vega, ¿realmente pensarán que la solución a los problemas del país pasa por una alianza con Manini Ríos, Ernesto Talvi y Luis Lacalle Pou?                       Más bien parece que un Ejecutivo encabezado por Lacalle tendría enormes dificultades para pasar leyes tanto conservadoras como revocadoras de los derechos consagrados por las leyes del FA. No hay chances reales de hacer desaparecer los Consejos de Salarios, ni las 8 horas de los trabajadores rurales ni la regularización de las trabajadoras domésticas, ni la ley de responsabilidad penal empresarial, ni el IRPF, ni el Sistema Nacional Integrado de Salud, ni el Plan Ceibal, ni el Hospital de Ojos, ni el Sistema Nacional de Cuidados, ni el Matrimonio Igualitario, ni La Ley Integral Trans, ni la Ley de Seguridad Sexual y reproductiva, ni la descentralización nacional que creó los municipios, ni cambiar la matriz energética. Ni siquiera para volver a ilegalizar el uso de la marihuana.  Entonces llegará la hora de preguntarse, incluso para los conservadores que no llevan el odio al FA en su pecho: ¿qué podríamos lograr con esas alianzas que fuera bueno para el país?

 

Un punto de inflexión por Max Sapolinski

Como se ha reconocido ya en numerosas oportunidades, luego de su desaparición física, parece que nos encaminamos a confirmar una nueva profecía vaticinada por Jorge Batlle.

En aquellos duros momentos de inicios del milenio, cuando la disyuntiva para el gobierno era cumplir con su mandato histórico y regirse por la ética de la responsabilidad, o por el contrario, pensar en su egoísta interés personal y partidario sumiendo al Uruguay en un lodazal que las próximas generaciones deberían enfrentar, Batlle nos expresó que cumpliríamos con nuestro deber. Nos vaticinó que en consecuencia perderíamos las próximas elecciones, que el Frente Amplio gobernaría por 15 años y que finalmente caería derrotado y fracasado. Nos encontramos en vísperas del cumplimiento de la profecía de Batlle. Seguramente el próximo 1° de marzo, una coalición opositora a la que hoy nos gobierna asumirá la conducción de nuestro país. Como todas las coaliciones, será necesario trabajar en lograr los acuerdos necesarios en las distintas áreas. Existen matices que pueden generar puntos de vista divergentes en algunos temas. Los mismos no son más profundos que las desavenencias que durante todos estos años se advirtieron en el Frente Amplio.

La coalición que nos gobierna integrada por esa melange conformada por tupamaros, comunistas, socialistas, democristianos, socialdemócratas y una vasta muestra de grupúsculos, dio claras muestras de haber mantenido su cohesión con el objetivo primordial de mantener el poder por el poder mismo y preservar los cargos de la Administración para sus integrantes. El modelo que buscó imponer se agotó irremediablemente. Estas elecciones marcan un punto de inflexión en la historia de Uruguay. Si no se genera un profundo cambio que empezará con la alternancia en el gobierno, nos encaminamos al despeñadero. Como expresara Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

La seguridad, la educación, la conducción económica con todos sus aspectos (déficit fiscal, apertura al mundo, competitividad) no pueden esperar más. Los Partidos Fundacionales, que liderarán la coalición, tendrán una vez más como tantas veces a lo largo de la ya extensa historia nacional, la responsabilidad y obligación de estar a la altura de las circunstancias. En el menos probable caso de que venciera el Frente Amplio, sin las mayorías parlamentarias que disfrutó hasta ahora, éste tendría serias complicaciones para poder encarar las orientaciones que a esta altura son imperiosas. No lo podría hacer, en primer término, porque ya mostró sus dificultades aun disponiendo de esas mayorías. Pero por encima de todo, no lo podría hacer porque se agotó, perdió el camino, se quedó sin mística y es incapaz de reconocer que hay que cambiar. Parafraseando a John F. Kennedy: “Es hora de una nueva generación de liderazgo”.

 

Nada nuevo bajo el sol por José Luis Perera

Las encuestas son una fotografía de un momento, y aun con sus imperfecciones, ayudan a tener una idea aproximada de lo que puede pasar en una elección. En los últimos seis días, en donde la publicidad sigue influyendo -hoy en día multiplicada hasta el paroxismo por el fenómeno de las redes sociales-, la gente sigue tomando decisiones que ya no serán registradas por ninguna encuesta. El “voto oculto”, que históricamente fue de votantes de los partidos tradicionales (la mayoría silenciosa), hoy en día es oficialista. En 2004 el 34% de los indecisos votó al PN y el 27% al FA. De ahí en más, la mayoría de los indecisos se volcó por el FA, y es probable que vuelva a pasar en esta elección.

En 2014 había un enorme malestar entre los votantes del FA, muchísimos de los cuales tenían pensado un voto castigo; eso era lo que recogían las encuestas y por eso daban los números que daban. Sin embargo, a medida que el resultado de las encuestas se iba instalando y comenzaba a mostrar la posibilidad cierta de que el FA perdiera las mayorías y finalmente el gobierno, se produjeron dos cosas: 1) despertó a la militancia frenteamplista (“el susto despertó al mamado” dijo Topolansky), y 2) desató una brutal campaña de miedo a un posible gobierno de la “derecha” (fundamentalmente a través de las redes sociales).

Sin duda, ambas cosas dieron sus frutos, y a último momento, muchos frenteamplistas (la enorme mayoría de quienes figuraban en las encuestas como indecisos) que pensaban castigar con su voto lo pensaron muy bien y optaron por “el mal menor”. Esto no lo pudieron registrar obviamente las encuestas, y muchos de estos frenteamplistas que votaron con bronca, ni siquiera lo reconocieron en las encuestas a boca de urna. De manera que el escenario de hoy puede variar en los últimos días, aunque esta vez parece difícil que el gobierno mantenga las mayorías. En la segunda vuelta, seguramente el FA pueda captar votos del PC, aunque dificilmente lo pueda hacer de CA, cosa que sí podría lograr Lacalle. Esto en principio dejaría con ventaja a Lacalle para obtener el gobierno, aunque todas las hipótesis son posibles.

La gobernabilidad del pais no está en juego, por cierto, porque el partido se juega en el centro. Es decir, acá no hay un enfrentamiento entre dos proyectos de país antagónicos. El proyecto, en cualquiera de los casos es el proyecto del gran capital, el de los Organismos financieros y políticos mundiales, y la disputa es por quién será el encargado de llevarlo a la práctica.

El Uruguay es un país que se ubica en el centro político. Un país dividido más o menos en dos mitades, una un poco más conservadora que la otra (el propio Tabaré Vázquez reconoció que él puede ser más conservador que Luis Lacalle, y que el FA es conservador, aunque no tanto como el Herrerismo). Lo que está en juego en estas elecciones es cuál de esas dos mitades se impondrá.

¿Por qué se equivocan las encuestas? Por Carolina Ache

Consolidar o cambiar el rumbo, continuismo o cambio, esa es la cuestión el próximo 27 de octubre, en una elección que coronará la campaña más fría y más sucia de las que me ha tocado vivir.

Todo indica que más partidos van a estar representados en el parlamento y que ninguno de ellos va a tener mayoría. En lo personal miro esto con optimismo pues volverán los debates, que están haciendo tanta falta dado el uso arrollador que el FA ha hecho de la legítimamente ganada mayoría parlamentaria. No debemos tenerle miedo a los acuerdos, que seguramente habrán de surgir en pos de un cambio necesario.

Pero que sucederá el 27 del corriente y quien será el próximo presidente de los uruguayos es algo tan importante como incierto. Las encuestas arrojan datos importantes, tendencias, pero la realidad nos muestra que de un tiempo a esta parte se les está dificultando cada vez más acertar con precisión en los pronósticos. Este fenómeno no es exclusivo de nuestro país:

Previo a la votación del Brexit, sólo un tercio de las 168 encuestas que se realizaron predijo el voto favorable a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Otro ejemplo fué el ocurrido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos donde la gran favorita para ocupar el sillón presidencial según las encuestas era Hillary Clinton. Sin irnos tan lejos, los sondeos referentes a las últimas elecciones de Brasil y Argentina tampoco fueron demasiado acertados.

¿Por qué se equivocan las encuestas? No es por motivos espurios, no es por falta de seriedad o de profesionalismo, no por lo menos en la gran mayoría de los casos. La primera y más importante de las razones es porque la sociedad ha cambiado por lo que debieron adaptarse los métodos. Con la inseguridad imperante por poner un ejemplo, ya cada vez hay menos personas dispuestas a abrirle a puerta al encuestador, y por teléfono, o por las redes sociales, el efecto no es el mismo. Los especialistas también señalan entre otras razones el fenómeno del voto oculto, por el que los votantes de algunas opciones se resisten a comunicar su voto.

Como bien dice Ignacio Urquizo, sociólogo español experto en análisis político, “las encuestas no son bolas de cristal. El futuro no lo escriben los sondeos sino las personas”. Escribamos pues, nuestro futuro con conciencia, poniendo primero lo mejor para el país. Optemos por un cambio de rumbo hacia la plenitud de la república, hacia una sociedad integrada, con mejor educación y más seguridad; ya es hora de cambiar.

 

A la hora señalada por Pablo Anzalone

En este último tramo de la campaña el Frente Amplio está recuperando adhesiones por varios motivos. El peligro de que gane Lacalle y que se reviertan los derechos sociales y cívicos conquistados es el principal. Los avances de estos 15 años son muchos y diversos, hecho que en esta campaña se está esgrimiendo como argumento fuerte para la continuidad del proyecto de país de desarrollo con justicia social y mayor democracia.  Legítimamente el FA reafirma: hechos y no palabras. Sin duda hay hechos muy contundentes que no se limitan al bolsillo de cada individuo, sino que fueron pensados para una sociedad más justa y democrática.  Al mismo tiempo está claro que el que la población se beneficie económicamente de determinadas políticas no tiene una traducción política automática. Las personas pueden adjudicar esa mejora a factores tan diferentes como la voluntad divina, la suerte o la bonanza internacional. Y a su vez pueden pesar en su decisión otros factores como la percepción de la inseguridad, el discurso de otros líderes políticos o religiosos exigiendo más represión, apoyando valores reaccionarios contra “la ideología de género”, contra los programas sociales y varios otros temas. Generar conciencia requiere un relato claro que vuelva sobre los avances sociales para identificar la iniciativa del Frente Amplio o su respaldo a reclamos de la sociedad civil; que recuerde que la oposición votó en contra, y que nunca implementaron políticas de ese tipo cuando fueron gobierno. Exige que la gente participe de los cambios y los sienta suyos. En ese plano hay muchos esfuerzos en las políticas del FA y también déficits y debilidades. Tanto el Partido Nacional como el sector Ciudadanos del Partido Colorado han redactado cuidadosamente sus programas para aparecer críticos sin anunciar su voluntad de arrasar con conquistas sociales. Sin embargo, apenas empiezan a hablar sus candidatos aparecen barbaridades que evitan llamarse motosierras, pero se le asemejan en todo. El “Shock” de recortes en el presupuesto del Estado que propone Lacalle y los 900 millones de dólares que quitarían, son un buen ejemplo. Sólo superado por la voluntad de Talvi de prescindir de 50 mil funcionarios públicos.

También es muy significativa de la intencionalidad oculta de Lacalle su estrategia política de promover una ley de urgencia enorme, con cientos de artículos, cuyos contenidos no se animan a presentar, negociada a espaldas de la población en una coalición que no se sabe quiénes integrarán, para luego presentar como de urgente consideración en el inicio del nuevo parlamento. Tiene sierra, motor e intencionalidad política, es una adivinanza fácil.

Daniel Martínez ha logrado resolver muy bien la idea de continuidad y cambio, defendiendo lo bueno y haciéndolo mejor, como dice la consigna central de su campaña. El nuevo impulso a las transformaciones se apoya en lo logrado para ir a más. Se aparta sin estridencias de la soberbia y el conformismo, pero reivindica el orgullo de todo lo hecho bien. Martínez demostró claramente, en el debate con Lacalle, que tiene propuestas programáticas innovadoras y capacidad de gestión, un contraste muy fuerte con el candidato herrerista que se omitió absolutamente en estos aspectos. Y en su debate con Ignacio Álvarez resultó evidente su “boliche” para enfrentar chicanas y no dejarse avasallar.

No creo que haya grandes problemas de gobernabilidad en un triunfo frenteamplista, pero tampoco con un gobierno de derecha. Blancos y colorados han trabajado juntos en muchas administraciones y el neoliberalismo económico es una inflexión ideológica que comparten sus élites dominantes. Otra cosa sería la disposición de la población a aceptar los retrocesos.  Cada vez más la movilización frenteamplista despierta ese entusiasmo que caracterizó las luchas populares en los momentos claves. Eso también influye, y mucho, en el estado de ánimo ciudadano. Seguramente también en los resultados.

 

Preparados para gobernar por Fitzgerald Cantero

El Partido Colorado es quien más veces encabezó el gobierno del país. El Frente Amplio lo ha hecho en la misma cantidad de períodos que el Partido Nacional en el Siglo XX.

Por lo tanto, los colorados tenemos vocación y oficio de gobierno, más que oposición, sin duda.

A su vez, el formato de las coaliciones, bajo distintas denominaciones, ha sido la tónica que predominó en el Uruguay posdictadura. Sean coaliciones de hecho o formales, de más de un partido o de partido único “atrapa todo” que debe coaligarse internamente para gobernar.

No es nada nuevo entonces. Menos nuevo es si hurgamos un poco en la historia decimonónica de nuestra República y nos topamos con los esquemas de coparticipación.

O sea que, a nuestra vocación gubernamental, le sumamos la experiencia de los acuerdos. Seremos tres, cuatro o cinco partidos cogobernando y eso no será inconveniente, mientras llevemos adelante una agenda común en los principales problemas donde se juega el día a día de nuestros compatriotas. A priori esos grandes temas, nos encuentran bastante cercanos en el mismo camino. Todos los partidos de oposición -salvo Unidad Popular, quien difícilmente se una a cogobernar- creemos que en Venezuela hay una dictadura. No ocurre lo mismo en la actual coalición de gobierno, en la que para algunos un día es democracia y otro dictadura, y para otros, siempre ha sido democrática y defienden la dictadura a capa y espada.

Respecto a la seguridad, excepto con la reforma constitucional propuesta, que laudará la ciudadanía, todos tenemos claro que debe cambiarse radicalmente la gestión y las propuestas se asemejan bastante. Lo mismo ocurre con la educación y la inserción internacional. No podemos seguir como estamos en ambas dimensiones, y allí las salidas también se asemejan.

En materia económica, el inexorable abatimiento del gasto no admite dos opiniones. Tampoco que los bolsillos de la clase media no soportan más impuestos.

Por supuesto que dentro de estos asuntos cada partido tiene sus matices y sus énfasis. Pero tenemos claro cuál es el rumbo y a dónde queremos posicionar al país.

Cada uno tenemos nuestra impronta y le asignamos mayores prioridades a determinados aspectos de la gestión, pero no quedaremos presos de convicciones herméticas que hipotequen el futuro de los uruguayos como ha hecho el Frente Amplio.

Estos cuatro puntos son las prioridades en las que se debe basar el gran acuerdo que debemos plasmar a partir del 28 de octubre y poner en marcha a partir del próximo 1° de marzo.

 

A río revuelto… gana el oficialismo por Oscar Mañán

Las encuestas de opinión y sus nuevos métodos de consulta, la atomización de los partidos de oposición entre otras, hacen algo más dificultosa la tarea de las mediciones de intención del voto. Ya no se publican resultados de las consultas sino estimaciones hechas por los analistas a partir de tales consultas. La veracidad de las encuestas tiene que ver con el método utilizado y el tamaño de la muestra, en ocasiones una muestra magra menoscaba a los partidos chicos.

El punto débil del oficialismo es la autocrítica y su incesante repetición de “supuestos logros” que lo posicionan como autista respecto al sentir popular. El pasado miércoles estuvo el candidato presidencial y un par de asesores en el local de nuestro PIT-CNT. En tal alocución todos pusieron énfasis en proyectos del gobierno en los últimos tres períodos consecutivos al frente del ejecutivo. Incluso, el asesor Barreto de relaciones laborales, realizó un relato curioso del funcionamiento de la negociación colectiva y sus avances. Atónitos los dirigentes sindicales que participan en dichos ámbitos de negociación cuando se omiten los problemas, cuando el ejecutivo fija pautas salariales que limitan aumentos aduciendo el supuesto impacto inflacionario de los salarios o el posible aumento del desempleo explicado por los costos capitalistas. Estas falacias del ejecutivo haciéndose eco de las cámaras empresariales y de las viejas consignas neoliberales, debilitan el instrumento de la negociación colectiva como forma de equilibrar las relaciones obrero-capitalistas y la convierten en un instrumento de política macroeconómica que limita el aumento de los salarios siempre por debajo de la dinámica de la productividad. También se ensalza el decreto 165/2006 que define la ocupación de los lugares de trabajo como extensión del derecho de huelga, se critica a la oposición que plantea derogarlo, pero se omite que los trabajadores públicos no gozan de este derecho (decreto 354/2010 de por medio). Si bien la ley de negociación colectiva obliga a negociar no obliga a acordar, y ante discrepancias, el Estado termina laudando “salomónicamente”. En el sector público es aún peor, porque la negociación es bipartita y el patrón siempre tiene la última palabra más allá de las diversos participantes (MTSS, OPP, MEF, ONSC, etc.).

La oposición en cambio, tiene poca credibilidad cuando se trata de convencer sobre sus posibilidades de mantener una estabilidad política que asegure una economía próspera, ya que sus críticas al gobierno son limitadas, vinculadas al exceso de gasto y a las supuestas injerencias de los sindicatos, en lo sustancial comparte el modelo económico. Las diferencias se centran en buscar menos regulaciones estatales para alentar las decisiones de mercado, mientras desafía fuertemente a los sindicatos y sus reivindicaciones. Cualquier observador atento sabe que cambios autoritarios van a generar conflictividad social, y el ejemplo de la vuelta de Argentina al neoliberalismo tan festejado por la oposición, no ha sido alentador. De aquí que el desafío de la oposición parecería titánico, ya que los cambios en el sistema de partidos, ahora más atomizado, dificultaría una coalición ya no solo para gobernar sino también una meramente electoral. Hemos sostenido en notas anteriores que las coaliciones de gobierno tienen fecha de vencimiento, no se extiende mucho más del segundo año, y esto es sabido en especial por aquellos cuya elección del voto está vinculado a los intereses estrictamente económicos.

El FA difícilmente rescate los desencantados, pero la mayoría parlamentaria no depende de los votos emitidos sino de los votos válidos, lo que un escenario del 10% de votos anulados o en blanco le daría mayoría a quien obtenga un 45% de los votos. La oposición tendría un camino sinuoso para articular tras de sí los votos de los pequeños partidos (UP, PT, PD, PVA, PERI, PI) y la incógnita será Cabildo Abierto cuya conformación se nutre del PN, PC e incluso FA.

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