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Seguir y seguir la Huella

Seguir y seguir la Huella
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Por  Daniel R Olascoaga

Estamos muy cercanos aún, la abrupta partida del compañero y amigo nos golpea el alma. Me refiero al  fallecimiento del diputado Alberto Perdomo Gamarra.

Conocí Alberto allá por 1984, en las postrimerías de la dictadura, estábamos en la etapa de reorganización de la Federación de Funcionarios de OSE, y encontramos a aquel joven funcionario del organismo en la planta de Aguas Corrientes que desde allí nos dio una mano en la tarea organizativa. Alberto era por entonces militante en el grupo que en Santa Lucía tenía la Corriente Popular Nacionalista (CPN), sector del cuya dirección hacíamos parte, por lo cual también nos encontrábamos en la militancia partidaria.

Después él continuó su militancia en el ámbito estudiantil, en especial atendiendo las diversas organizaciones gremiales en el interior del país, Federación de Estudiantes del Interior y Federación de Estudiantes de Secundaria, donde compartió horas y trabajo con cientos de jóvenes muchos de ellos hoy connotados dirigentes del Partido Nacional, como su entrañable amigo que lo despidió frente a su tumba, el intendente de Florida Carlos «Pájaro» Enciso, pero también muchos anónimos militantes de todos los rincones del país que se acercaron a darle el último adiós, o se lo hicieron llegar de una u otra manera.

Compartimos nuevamente militancia en el movimiento Propuesta Nacional, y luego de las elecciones internas de 1999, facilitamos un contacto para que se realizara el acuerdo electoral que les llevó a él y a Luis Lacalle Pou por primera vez al parlamento. Desde entonces fue legislador de forma ininterrumpida. En 2009, a último momento, generó la patriada de lanzar una lista propia al Senado de la República y por poco, veinte días más para hacer acuerdos y campaña bromeábamos, no obtuvo esa banca.

Muchos hablaron en estos días de él como «un gran estratega electoral», que lo era, sin dudas, en especial en un departamento tan difícil como Canelones. Pero muchos lo dicen por el gran abanico de listas que para las elecciones internas de 2004 y 2009 supo abrir en su departamento. Y si bien es cierto, yo creo que fue quien más y mejor entendió el significado democrático que esas elecciones internas tenían para la conformación de los organismos de decisión partidarios, y con ello, para la postulación de candidaturas.

Su agrupación dio lugar y oportunidad a todos aquellos que buscaban, dentro del Partido Nacional, un espacio de participación y que sentían que tenían algo para opinar o representar. En definitiva, y más allá de las críticas que recibió esta forma de presentarse a las elecciones internas,  su agrupación dio cabida a diversos colectivos, agregando intereses y dándoles voz, repartiendo el poder entre ellos para buscar representarlos de la mejor manera posible.

A su vez, siendo un hombre de partido, con profundas convicciones y una gran fe en los ideales de su partido y en el legado de Wilson Ferreira, Alberto fue un dirigente de talla nacional, capaz de atravesar las fronteras partidarias en búsqueda del bien común. Uno de los imprescindibles.

Es  por ello que, más allá del homenaje partidario, de las sentidas y acongojadas palabras que ante su tumba pronunció su entrañable compañero y amigo, el Pájaro Enciso, con quien no solo tenían una historia común sino que venían construyendo un futuro también común, las palabras de los adversarios como el intendente Orsi, o las líneas que escribió Esteban Valenti, constituyen, per se,  todo un reconocimiento a su trayectoria y a una forma de hacer política que nos hace falta.

Decíamos al principio que se nos fue de forma abrupta, inesperada. Alberto nos tenía ya curados de espanto con su salud. Desde su primer infarto a los 24 años, hasta complicaciones de diverso tipo a lo largo de sus jóvenes y febriles cincuenta años, ya nos habíamos a acostumbrado a casi ni preocuparnos, porque de una u otra manera él siempre salía. La Providencia nos devolvía al amigo cada vez, hasta el jueves, cuando a la noche nadie podía creer la noticia.

Se fue un político insustituible, sí es cierto, pero por sobre todas las cosas se fue un buen tipo. Amigo de los amigos, siempre generoso, en las buenas y en las malas – que vaya si las pasó -, siempre la mano tendida sin hacer preguntas, siempre la sonrisa amplia y la palabra justa.

Hasta siempre Alberto, te vamos a extrañar sí, pero la mejor forma de estar contigo será seguir en la construcción del camino que habías iniciado.

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