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Soberanía y neutralidad de la red por Ernesto Kreimerman

Soberanía y neutralidad de la red  por Ernesto Kreimerman
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Internet es una maravilla, un avance tan significativo y profundo, que ni el propio Julio Verne, un genio visionario del siglo XIX, pudo imaginar. Sin embargo, una de sus advertencias cobra nueva vigencia: “la consecuencia de inventar máquinas, es que los hombres serán devorados por ellas”.
En ese capítulo estamos, desde hace algún tiempo, con la “red de redes”, la internet. La importancia de ésta no ha parado de crecer y ello se ha reflejado en el marco normativo, tanto nacional como internacional. No es que no existan acuerdos de estandarización, sino que el punto central es el principio democrático que la debe impulsar. En esta línea, por ejemplo, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la CIDH, se pronunció el 31 de diciembre de 2013 ante una consulta del 13 de setiembre de 2020, en un documento titulado “Libertad de expresión e Internet”, que el derecho de acceso a Internet debe “garantizar la conectividad y el acceso universal, ubicuo, equitativo, económicamente accesible y de calidad adecuada, a la infraestructura de Internet y a los servicios de las tecnologías de la información y la comunicación”.
Este avance tiene un antecedente, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible celebrada en las Naciones Unidas los días 25 a 27 de setiembre de 2015, cuando se asume la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Fue la resolución A/RES/70/1, que en su objetivo 9 titulado “construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación”, en el literal c, reclama “aumentar significativamente el acceso a la tecnología de la información y las comunicaciones y esforzarse por proporcionar acceso universal y asequible a Internet en los países menos adelantados de aquí a 2020”.
En este mismo documento, en el objetivo 5, “lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas”, en el renglón 5.c, aspira a “mejorar el uso de la tecnología instrumental, en particular la tecnología de la información y las comunicaciones, para promover el empoderamiento de las mujeres”, y luego agrega, en el 9.c, “aumentar significativamente el acceso a la tecnología de la información y las comunicaciones y esforzarse por proporcionar acceso universal y asequible a Internet en los países menos adelantados de aquí a 2020”.
A partir de estas bases, mucho se ha avanzado, y especialmente en nuestro país. La democratización que han significado los años fecundos del Plan Ceibal va también en todos esos sentidos. También la red de fibra óptica.
Optimismo y soberanía
En el documento referido, en el capítulo “nuestra visión de futuro”, se deja constancia de un gran optimismo acerca del desarrollo de las tecnologías y la comunicación, y el rol a desempeñar en el futuro de corto y mediano plazo. En el párrafo 15, lo expresa así: “la expansión de las tecnologías de la información y las comunicaciones y la interconexión mundial brinda grandes posibilidades para acelerar el progreso humano, superar la brecha digital y desarrollar las sociedades del conocimiento, y lo mismo sucede con la innovación científica y tecnológica en ámbitos tan diversos como la medicina y la energía”.
Pero este optimismo no nos debe distraer de algunos problemas que están desde el origen del desarrollo de la red de redes, y que se han acentuado
El primero de ellos, y fundamental, tiene que ver con la soberanía. De hecho, lo que también ha entrado en debate es la propia definición de soberanía. Hay quienes ven en internet un factor liquidacionista de la soberanía, pero muchos otros, por el contrario, lo ven como ratificatoria. En esta línea, Ethan Katsh afirma que “vivimos en una serie de espacios interconectados y superpuestos y no en un mundo donde el territorio delimita definitivamente cada uno de los Estados Soberanos”. En sentido “tradicional”, la soberanía es comprendida como el ejercicio del poder supremo del estado dentro y fuera de su territorio, en los casos de extraterritorialidad.
Pero en julio de 2020, el gobierno alemán anunció su intención de “establecer la soberanía digital como leitmotiv de la política digital europea”. El uso del término soberanía digital ha sido utilizado por los gobiernos para transmitir la idea de que los Estados deben reafirmar su autoridad sobre la internet y proteger a su ciudadanía y a sus empresas de los múltiples desafíos que ésta supone para la autodeterminación en la esfera digital
Y dos, la neutralidad
El segundo, e igualmente trascendente, tiene que ver con el principio de neutralidad de la red, algo que molesta y mucho a los gigantes del sector. La neutralidad de la red es el principio que establece que todos los datos online deben tratarse de la misma manera, sin ningún tipo de discriminación. En Estados Unidos han sido objeto de ataques por parte de las administraciones republicanas, pero las reglas de neutralidad de la red recogen adherentes que priorizan valores democratizadores, particularmente, anti oligopólicos.
Los intereses abusivos pretenden servicios diferenciados, intromisión de datos, bloqueos arbitrarios, todas acciones que atentan contra una internet democrática y democratizadora. La calidad de la oferta, la promoción de la competencia y la innovación deben ser preservadas y fomentadas.
Es que la neutralidad de la red ayuda a asegurar la libertad de intercambio de información, promueve la competencia y la innovación para los servicios de Internet, así como también defiende la estandarización de la transmisión de datos por Internet, que fue esencial para su crecimiento y lo sigue siendo.

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