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Socialistas y liberales, uníos por Ignacio De Posadas

Socialistas y liberales, uníos por  Ignacio De Posadas
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Para poder avanzar en la lectura hay que compartir una premisa: que unos y otros son igualmente imperfectos y comparten los mismos objetivos. Si creemos que unos son buenos y quieren el bien de los demás, mientras los otros son unos hijos de …… que miran sólo su propio beneficio y quieren que los demás se pudran, entonces no tiene sentido seguir leyendo. Como no tiene sentido, con esa mentalidad, hacer política: lo lógico es hacer la guerra. No sirve otra cosa que la destrucción del otro.

No se asusten, no voy camino a desarrollar argumentos de buenismo, ondas de amor y paz, como le gusta a Daniel Martínez. No, a lo que voy, o a donde quiero llegar, es a explicar por qué en la realidad del Uruguay de hoy, socialistas y liberales deberían reconocerse más cerca de lo que están.

¿Utopía? Tampoco. Pensemos por un instante: sacando un núcleo de izquierdistas neo sesentistas, preservados en el formol del comunismo o del Partido Socialista apolillado triunfante y de algunos extraterrestres de Unidad Popular, el resto de la izquierda está hoy mucho más cerca del liberalismo de lo que estaba de los ’90 para atrás. Ya no hay embalajes con la reforma agraria, la propiedad estatal de los medios de producción, el control de cambios, los déficits macroeconómicos y las virtudes de la inflación. Un Danilo Astori modelo 2019 es algo muy distinto al que desembarcó en el Senado allá por 1990, desbordante de furores dogmáticos marxistas en clave docente (sé por qué se los digo – yo era senador en ese momento). En suma, buena parte de la izquierda terminó entendiendo que había ciertas cosas que no eran ni de derecha ni de izquierda, sino de sentido común. Más aún, líderes como Mujica y Vázquez aprendieron y en carne propia, que una cosa es la teoría y el verso y muy otra el aparato estatal uruguayo. Por eso hablaban de “la madre de las reformas “y por eso permitieron “pecados” como las sociedades anónimas y las PPP, demostrando que habían escarmentado con pretender que el Estado hiciera las cosas bien.

Lo que se precisa es que la izquierda avance un paso más por ese camino de realismo y reconozca (públicamente, no sólo en privado) que para alcanzar en el Uruguay los ideales del socialismo moderno hay que tener un Estado moderno y que para tener un Estado moderno hay que romper con buena parte de las estructuras del Estado Uruguayo con el que vivimos.

Los socialistas quieren distribuir y quieren igualar, pero no como ocurre ahora, en la marginalidad y la ignorancia. Lo quieren en niveles soñados de bienestar.

Pues, he ahí la madre del borrego. Estamos embrollados en una realidad, con un Estado carísimo y malísimo. Que – a no mentirse más – está fuera de toda posibilidad de reforma. Todo bien con reducir vacantes, controlar el gasto, exigir más eficiencia…, suerte en pila.

Sé de lo que estoy hablando. Lo viví. También lo sabe Daniel Martínez, que lo aprendió en la escuela de Adeom. Si querés hacer socialismo en serio, del siglo XXI, no tenés otra que revolucionar al Estado Uruguayo. No reformarlo. Eso es camelo: revolucionarlo.

Muy difícil. Porque es un monstruo que vive de los privilegios adquiridos, (a costillas del resto de los uruguayos), al que nadie se anima a prenderle cartucho porque contrataca ferozmente. Pregúntenle sino al Presidente Lacalle con qué odio lo atropellaron hasta herirlo de muerte políticamente.

Pero por más difícil y duro que sea, ha llegado a tal extremo que nadie, sea socialista, sea liberal, (basta con que quiera a su país) podrá mejorar realmente las condiciones de vida de los orientales si no es rompiendo con la máquina de impedir.

Eso no quiere decir terminar con el Estado y dejar a los pobres yoruguas en las garras del mercado, del capitalismo transnacional (salvo UPM), el imperialismo yanqui (que se mete en nuestras campañas electorales) y los intereses del mundo financiero, etc… Quiere decir que se debe liberar energías en el sector público para que pueda encarar eficientemente aquello para lo cual está mejor dotado que el sector privado. Quiere decir que, por ejemplo, si vamos a seguir repitiendo como loros poco inteligentes, que no se puede hablar más de privatizar, seguiremos clavados con actividades que nada tienen que ver con objetivos públicos insustituibles (o de difícil sustitución por privados) y padeciendo servicios de pésima calidad. Quiere decir que si no rebobinamos de regular y controlar todo lo que se mueve (o tiene peligro de moverse), no conseguiremos que haya gente dispuesta a emprender. Que, si para mantener este Estado tenemos que sacarle del bolsillo a los uruguayos más de la tercera parte de lo que producen y, encima, hacer que con las otras tres deban arreglárselas en uno de los países más caros del mundo, entonces, tanto socialistas como liberales continuarán frustrados y si son de los que se aventuraron en la política, frustrando a los demás.

La situación del Uruguay es tan mala y los caminos de salvación tan evidentes, que han arrimado muchísimos a socialistas y liberales. Me refiero a aquellos que tienen los ojos abiertos, son intelectualmente honestos y no les falta aquello otro.

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