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Un casamiento y dos extraños amantes

Un casamiento y dos extraños amantes
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La expresión “luz negra”, casi un oxímoron, parece ser el nombre perfecto para una obra en que las contradicciones son una característica central de los personajes. Algunas de estas contradicciones son evidentes y golpean al espectador, como cuando Elena Delfino, interpretando a Renata, cuenta una anécdota en primera persona que la ubica como una adolescente poco agraciada físicamente, lo que contrasta notablemente con la mujer en que se ha convertido. Otras contradicciones aparecen en la medida que vamos conociendo a los personajes, como la de Martín (Christian Zagía), un psicólogo joven, que marcado por una niñez y adolescencia plagada de inseguridades decidió estudiar una carrera para conocerse a sí mismo, algo que deviene en que se especialice en analizar a terceros. Ya en esos dos casos está la clave de los personajes, en los cuatro hay una tensión entre lo que desean ser o hacer y lo que son o hacen. Una de las grandes virtudes de Fernanda Muslera y el resto del equipo de creadores de Luz negra es explorar esas contradicciones que en realidad son constitutivas de la gran mayoría de los seres humanos, pero que se hacen un poco más visibles cuando las fiestas y el alcohol bajan la barrera de las inhibiciones.

La obra reúne a las amigas Renata y Paula (Camila Sanson) junto a Martín y Leopoldo (Fernando Amaral) en una fiesta de casamiento en el que el público es colocado, ya desde el programa de mano, como un invitado más. Las amigas, una vestida de blanco pero que encarna cierta oscuridad, y otra de negro, aunque en la obra se destaque su luminosidad, ilustran otra serie de contrastes. Por ejemplo la actitud seductora de Renata que contrasta con el carácter más cínico y hostil de Paula. Hablamos de dos mujeres “libres” pero que no dejan de sentir la presión social de ser mujeres solteras a los treinta años, viviendo ambas, de forma disímil, la contradicción de sentirse un “objeto” para los hombres, lo que genera una desconfianza que no permite establecer algún vínculo que parece evidente que se desea. El discurso feminista las ha permeado y se apoderan de algunas consignas que esgrimen ante los varones que las intentan seducir, pero que por momentos parecen no ser del todo consistentes con un comportamiento que sí acepta el juego seductor del varón.

Martín y Leopoldo son otro par de personajes contradictorios, aunque con mayores matices. Martín al hablar bastante naturalmente de sus viejas inseguridades parece haberlas superado, pero se mueve en un límite difícil entre el de seductor enamorado y el de portador de una ingenuidad que lo vuelve blanco del sarcasmo en varios momentos. Leopoldo parece el personaje más turbio, se presenta a sí mismo como un escritor premiado, pero en sus cuentos narra ocupando el lugar de otros escritores, intentando escribir como lo haría, por ejemplo, Charles Bukowski. Aquí hay algunos problemas, el cuento que el público conoce junto al programa de mano es de alguien que pretende escribir como el traductor de Bukowski de las ediciones de Anagrama, no como Hank, y eso ya pone una nota bastante bizarra. Por otro lado vemos a un personaje que explícitamente necesita ponerse en el lugar de quien no es para enunciar lo que desea. Por último hay cierta oscuridad en un personaje por momentos excesivo, “pesado”, que se pretende intelectual mientras tira al viento frases dignas de textos de autoayuda.

La obra va y viene en situaciones típicas de comedia a lo Woody Allen, con una exploración más o menos incisiva de la psicología de los personajes. Algo que se le podría cuestionar al texto es el no detenerse en algún conflicto central que anclara de alguna forma la propuesta de la obra, algo que sí sucede, por ejemplo, en Rescate a la dama con tutú, obra de Muslera en que la contradicción entre un modelo de pareja tradicional y un discurso agresivamente antipatriarcal (representado por un varón) estructura en gran medida a la obra. Sin embargo parece ser una decisión consciente de Luz negra el abordar esos mismos temas más diluidamente en una trama cargada de clima festivo que se acentúa con el paso del tiempo y el efecto del alcohol. De todas formas hay una continuidad temática entre Luz negra, primera obra escrita por Muslera, y Rescate a la dama con tutú, su tercer texto y primer motivo de la reunión de la dramaturga con Zagía.

El espectáculo funciona merced a la actuación del elenco, que se apropia de los personajes y los devuelve con algunas actuaciones que –contradicción mediante- son de gran naturalidad. El teatro es convención, pero esta puesta está jugada a que la convención sea la “verdad”, y para eso hay un gran trabajo de director y elenco para que los diálogos se carguen de la gestualidad corporal y la soltura necesaria para que el espectador crea realmente en una “actuación natural” de los actores. En particular los diálogos entre Paula y Martín, o entra Paula y Renata demuestran el gran trabajo de Zagía, Sanson y Delfino para lograr ese registro de actuación que parece “verdad”. Amaral lidia con el personaje más caricaturesco, no por eso menos verosímil, que exige un tipo de actuación más cercana al grotesco, marcando algunos contrastes que dotan de momentos de humor a la propuesta.

Lo que no parece del todo convincente es que una propuesta de este tipo, tan jugada al neo-naturalismo desde el punto de vista estético, sea montada hoy en una sala convencional, máxime teniendo en cuenta que La cretina ofrecía otras posibilidades para que el espacio se adecuara a las actuaciones propuestas. Más allá de esto, Luz negra es una propuesta distinta en el panorama teatral de nuestra ciudad, que apuesta a explorar con un tono psicológico el conflicto amoroso, las contradicciones de la madurez en una actualidad de transición de paradigmas que quitan asidero a la hora de tomar decisiones. Y que tiene un puñado de actuaciones de esas que invitan al teatro por sí mismas.

Luz negra. Texto: Fernanda Muslera. Dirección: Christian Zagía. Elenco: Elena Delfino, Camila Sanson, Christian Zagía y Fernando Amaral.

Funciones: sábados 21:00, domingos 19:30. La Cretina (Soriano 1236).

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.