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Un día de furia en la República ñery. por Heraclio Labandera

Un día de furia en la República ñery.  por Heraclio Labandera
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El whatsapp se ha vuelto un arma formidable para detonar el escándalo, en una época en la que el feroz estío prefiguraba la más apacible de las quietudes.

Uno podría pensar que la falta de oferta de noticias políticas a la que nos tiene acostumbrado el verano, ha sido la causa eficiente del arsenal de titulares desplegado en estos días por los redactores de crónica roja, cuando la temporada rutilante de los cuatro millones y monedas de visitantes hace de pulmotor a la bonanza de la macroeconomía sustentada en tarifas lunares, impuestos siderales y dólar subterráneo para los uruguayos, que así subsidiamos a los turistas que vienen.

Pero éste, no fue el caso.

Las mieles que saboreaba la Kechichián, cual gato en el dulce de leche, este año se vieron agriadas por el marronazo que rompió las vitrinas de la Joyería del Conrad para llevarse en tres minutos, costosos relojes y valiosos ornamentos de oro con pistolas de aire comprimido, y por los bombazos del “grupo de tareas” que usó garrafas para explotar uno y dos cajeros automáticos por semana.

Parafraseando a Churchill, Gustavo Salles bien hubiera pensado que “nunca tantos, debieron tanto, a tan pocos”, para referirse a los cuatro chilenos que pusieron en vilo a los padres de la bancarización obligatoria criolla y a la titánica campaña de firmas por plebiscitar la gran hazaña de Bergara.

El asesinado y pico por día que ya lleva contabilizada la estadística roja, en lo que va del año, ha sido el trasfondo noticioso de otro febrero amargo, éste, contaminado por conatos de asonadas que quisieron parecerse a las que suceden en las revoluciones por gloria, solo que en cambio ahora sucedieron por moneditas para la próxima fumada.

Con esa revuelta de desclasados como acuarela sin vidrio, la infamia de un “ñery” en ojotas que entró con una muerte en su mochila, se hizo carne en un supermercado de La Blanqueada, de donde se fue con $ 2.000 por botín y una vida y media como cobro del IVA malandro que se tuvo que llevar para seguir sintiéndose “guapo”, así dicho, ente comillas.

Y tal como las redes movilizaron en pleno enero a 50.000, 30.000 o 10.000 personas -no importa cuántos, pero muchos al fin- hasta el centro del país, en torno al reclamo de los ninguneados por la izquierda del Shoping y del McDonald´s, en febrero la indignación caló hondo en el planeta cibernético con las imágenes de un video de seguridad en el que se vio como el chorro de ojotas, mató por la espalda a la pobre cajera veinteañera que no pudo abrir su registradora para que el caco la robara.

Esta vez, nadie reclamó #NiUnaMenos, ni Fabiana Goyeneche puso tuit alegórico alguno.

Los que se encargaron de los comentarios fueron otros, pero con insultos de todas las tiendas y todos colores.

La presión no se hizo esperar y casi todos los que opinaron se sacaron con una violencia verbal inusitada, que no se limitó a una única banda del espectro político, y motorizó una búsqueda policial implacable del asesino que, para entonces, “quemaba” en los territorios de la República ñery.

Hubo un cadáver entre pastizales y en algunos espacios del planeta-tuit la noticia fue festejada casi como un gol de la selección, ante la eventualidad de que fuera el cuerpo del Kiki, como el asesino se hacía llamar

Pero la Policía pronto desmintió que lo fuera, aunque horas después tomó cuerpo la noticia de que esta vez se había encontrado en un ranchito de madera que pareció no tener dueño, un cadáver debajo de una cama y con un tiro colocado en la sien.

Esta vez, sí era el Kiki.

Y con la misma celeridad con la que circuló el video del asesinato, circularon sin demasiada explicación pero con bastante rapidez, las fotos del cadáver baleado con la noticia de que era el cuerpo del asesino buscado.

El macabro espectáculo catalizó el odio social que el episodio despertó, en cada click de “compartir” que se hizo, pero encontrarlo muerto también hizo sospechar a muchos sobre algunas inconsistencias verificadas en el final del proceso.

¿Se habría suicidado o lo habrán suicidado?

Circula por ciertas redes de whatsapp, que en realidad el muerto era el mismo del día anterior, pero liquidado por algún sicarios de las mafias que gobiernan la República ñery, y ya cadáver, luego fue “plantado” debajo de la cama de la casucha donde se cerró el caso.

Es complicado aceptar esa hipótesis, porque debería haber en la Morgue judicial un cadáver del N.N hallado el día anterior, como prueba del invento.

Pero en todo caso, la foto del cádaver del Kiki con su sien perforada, en poco rato se hizo viral entre las cuentas de whatsapp de los enfurecidos por las acciones del canalla.

Y mientras eso ocurría, en el face de algunos pibes peladitos al rape, con gorros levantados sobre sus cabezas como los de un macabro cocinero, y por todo dato personal la noticia de que esos malandros eran malos de toda maldad, uno con una edad tal que no conoció otra cosa que gobiernos del Frente Amplio, saludaba al canalla caído con un iniciático “ñery 79”.

Sabiendo eso, seguramente el consejero de Primaria, Pablo Caggiani, ensayará alguna nueva explicación de cómo es posible que exista malicia generada durante gobiernos frenteamplistas y quizás en su próximo tuit, se ahorre la puteada al gobernante que ya no es “rosado”.

El pasto crece en todos los gobiernos y el balde no es para la cabeza, le diría al consejero.

El whatsapp es una herramienta peligrosa, porque entre asonada y asesinatos, otros tres pibes indignados por la inacción del jerarca que de un día para el otro se volvió mudo (Bonomi), armaron por las redes una movilización de gente con historias desgarradoras por la infamia de los nuevos patrones de la vereda, y se sacaron las ganas de demostrar que su bronca sumaba a más de cuatro, luego de otro ninguneo de la izquierda pontificando desde una poltrona de McDonald´s.

Mientras tanto, el país se puso al día en el reclamo popular de la pena de muerte y la cadena perpetua para los delincuentes que cometan hechos incalificables, dejándonos más cerca de Singapur o Tejas, que del Río de la Plata.

El whatsapp, coliseo individual por el que fluye sangre al grito de la “tuifósfera” enardecida, cual arena de gladiadores vencedores y derrotados, con la foto del cuerpo ya exánime del miserable que se llevó la vida de dos mujeres y dejó parapléjico a un inmigrante venezolano, cerró un episodio que dejó a todos con una terrible e inolvidable amargura.

Es una sensación de vacío y de incertidumbre, y la convicción de que la República ñery disputa su legitimidad a la República Oriental.

 

 

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