Home Rememorando Una de caranchos y otra de lobos por Cristina Morán  
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Una de caranchos y otra de lobos por Cristina Morán  

Una de caranchos y otra de lobos por Cristina Morán   
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Gracias a la recordada referencia del presidente de la República a los caranchos argumentando que el es el presidente de todos los uruguayos, también de aquellos que se dedican a “caranchear” (y, sí, carancheando o no, entran en la condición de uruguayos u orientales, como le gustaba a Borges llamarnos), una siguió , de una u otra forma, embarcada en el tema porque la vida que, aparte de ser la más maravillosa aventura en la cual estamos embarcados, es una caja de sorpresas, nos puso en contacto con otra especie: el lobo, y fue gracias a dos películas vistas en una plataforma digital (no digo cual porque eso entraría en el rubro publicidad y ella (la plataforma) no creo que esté dispuesta a pagar, ni tampoco creo que le interese ser mencionada en esta humilde columna), y en las dos películas la presencia del lobo, a pesar de la brevedad fue fuerte. Este temido personaje, nos trajo a la memoria a “El lobo estepario” aquella novela de Hermann Hesse en la cual el protagonista se siente como un lobo solitario, con su agresividad y desarraigo. El lobo es gregario, vive en manadas, está solo cuando quiere o cuando lo echan de la manada, tiene un poderoso instinto, intuición y al igual que el pajarraco (que no quiero volver a mencionar), posee lo que puede llamarse, fuerte inteligencia. En el film que se desarrolla en España el lobo se acerca al hombre caído en la nieve, recorre su cuerpo usando su poderoso olfato (cien veces más potente que el nuestro), se restriega contra su ropa y su osamenta varias veces y se aleja dejando a su posible víctima abandonada a su suerte que, dado en las condiciones que está, no es difícil suponer su final. Por qué el lobo no ataca a su presa incapaz de poder defenderse, lo sabe únicamente el cánido. El film en el que el lobo cobra protagonismo es un drama con mezcla de comedia y fantasía, que se desarrolla en un pequeño pueblo de la actual Italia donde sus pobladores son explotados y hambreados por una condesa con un hijo a quien (al igual que a ella) lo que menos le importa es ese pueblo y su gente. El protagonista es un joven inocente, bueno, dispuesto siempre a ayudar y sostener a quienes lo necesiten y, como no podía ser de otra manera, hasta el más desgraciado se aprovecha de él, de su bondad y solidaridad. Un día, el joven cae de una altura considerable y queda tendido en el lugar. El lobo solitario se acerca en forma sigilosa, comienza a rodearlo y a olfatearlo insistentemente demostrando en su actitud una extrañeza que un relato de fondo se encarga de aclarárnosla: “El lobo observa a su alrededor, se acerca al caído y es su olfato que el que lo decide a alejarse. Ese es un olor distinto, nuevo, tan nuevo que su poderoso olfato desconocía y que ahora descubre: es el “olor a hombre bueno”, olor tan pero tan extraño para el lobo como para decidirlo a alejarse de su presa.”  Este lobo me dejó pensando, porque lo aleja un olor nuevo que le descubre a un “hombre bueno”. Si un lobo huye de “un hombre bueno”, y en vista de lo que estamos viviendo en lo que tiene que ver con las relaciones humanas, con el respeto, con la consideración, con las buenas acciones hacia el prójimo; cuando vemos que se está actuando de forma inversa a los mejores valores que recibimos en nuestros hogares y fuimos acrecentando en el paso del tiempo; cuando la agresión, la ofensa y las acusaciones lanzadas en forma pública a través de medios gráficos, radio, televisión y redes sociales y cuando, al parecer, todo está respaldado por la impunidad, cuando el amor parece haber caído en desuso (y sin amor nada es  verdad) ¿no será entonces que “el hombre bueno” y solo el “olor a hombre bueno” está alejándose y perdiéndose en un tiempo irrecuperable, un tiempo en el que se amó y se respetó al hombre bueno? ¿No será que somos nosotros quienes huimos del hombre bueno? Sigo pensando. A veces, tal vez demasiado. ¿Suele ocurrirte lo mismo? Si me decís que sí, entonces creeré que no todo está perdido. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre. Y…¡no dejes entrar al viejo!

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Cristina Moran En 1948 comienza su actividad en CX 16 Radio Carve. En el año 1956 forma parte del grupo de pioneros que da inicio a las transmisiones de Televisión en Uruguay, a través de Saeta TV Canal 10. En 1968 comienza en Canal 10 su programa Domingos Continuados que cierra el ciclo 20 años más tarde. En los ´80 se integra a los movimientos de mujeres y participa en el congreso “La situación de la Mujer en América Latina y el Caribe” celebrado en Cuba y en 1987 viaja a la entonces Unión Soviética junto a 23 compatriotas convocadas por el Congreso Mundial de Mujeres. En teatro actuó en varias obras como: “Mi suegra es una fiera”. “ El Avaro”, “¿Dónde está Miusoff?”, “La pecera”, “Homu Calvus”, “Estimada señorita Consuelo” ,“Los cálices vacíos”, “Ocho mujeres”, “Jardín de otoño”, “Candombe al sur”, “Mujeres en el armario”, “Orinoco”, “A la deriva”, “Steel magnolias”, “Sus ojos se cerraron ”, “Las preciosas ridículas”, “La dulce historia de Florinda Flores”, “La Morán se confiesa”. Es colaboradora de Semanario Voces con su columna Rememorando.