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Una niña como bandera por Hoenir Sarthou       

Una niña como bandera por Hoenir Sarthou       
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Me pregunto cuánta exposición pública puede soportar una niña de pocos años sin resultar dañada. Cuánta exhibición mediática de sus miserias, reales o presuntas, es tolerable para ella. ¿Es sano que se la haga vivir, ir a la escuela  y jugar con custodia policial? ¿Para protegerla de qué, si el supuesto peligro está a un océano de distancia? ¿Conocen a alguien más en el Uruguay que reciba protección policial las veinticuatro horas del día?

¿Cuánta manipulación, cuántos conflictos y presiones de los adultos, cuántos procedimientos judiciales, periciales y policiales, cuánto manoseo politizado en la prensa y en las redes sociales puede aguantar una niña sin quedar psicológicamente afectada para siempre?

ESTA BOCA ES DE…

El martes pasado, el programa de televisión “Esta boca es mía”, que se emite en la tarde, en horario en que los niños suelen estar frente al televisor, dedicó todo el programa a la situación de esa niña. No voy a reproducir su nombre ni el de su madre, ni siquiera los de pila. Seguramente reconocerán el caso por la publicidad que ha recibido, pero no seré yo quien contribuya a identificar a su víctima principal.

Siento respeto y afecto por varios de los participantes habituales del programa, empezando por su conductora, Victoria Rodríguez, y por Alejandro Camino, que estuvo presente el martes. Ni hablar de la amistad de más de media vida que me une con Alfredo García, el director de Voces, también presente el martes en el programa.

Pues, bien, desde ese respeto y afecto -y, en el caso de Alfredo, fuerte amistad- tengo que decir que se equivocaron feo. Puedo escribirlo y publicarlo con tranquilidad porque ya se lo dije a Alfredo por teléfono el martes de noche (en Voces hay una regla no escrita pero cumplida: las discrepancias no se esconden, se explicitan).

El programa del martes estuvo centrado en una larga entrevista a Teresa Herrera, socióloga y profesional del activismo feminista. Con Teresa me he encontrado varias veces en la vida, alguna del mismo lado del mostrador y otras en lados opuestos. Esta es de las segundas.

¿Dónde está el error de “Esta boca es mía”?

En construir todo el programa en base a un discurso único, que falseó datos sobre el caso judicial (basta leer las sentencias uruguayas y la resolución de la Juez española) e  incursionó en áreas que la entrevistada desconoce minuciosamente. Así, sus especulaciones en materia jurídica carecen de todo rigor y de toda veracidad.

El programa no confrontó ese discurso con otras voces que habrían podido aportar pluralidad. No se oyó al padre de la niña ni a sus abogadas, no estuvo la versión de la Juez que dispuso la restitución ni la del Tribunal que la confirmó, no habló el abogado de la niña (duramente acusado ahora) ni el Fiscal del caso; tampoco se consultó a las cátedras de derecho de familia o de derecho internacional privado, que podrían haber dado una opinión más ecuánime. Periodísticamente, ¿la opinión de una socióloga feminista, comprometida con una de las partes del juicio, es imparcial y calificada como para analizar en soliloquio ese conflicto jurídico complejo?

Además, siendo un programa que se emite en plena tarde, visible por los compañeritos y compañeritas de escuela y de barrio de la niña, habituados ya a verla con custodia policial, me atrevería a decir que algunas de las cosas que se atribuyeron públicamente a la niña, por ejemplo sus reacciones fisiológicas ante situaciones de estrés, o versiones indemostradas sobre hechos supuestamente ocurridos en España, deben de ser también un grosero abuso desde el punto de vista psicológico. ¿Que dirán los psicólogos y psicólogas? ¿Es sano difundir por televisión la existencia de presuntos abusos sexuales sobre una niña en particular y hasta las circunstancias emocionales en que la niña defeca?

UN POCO DE INFORMACIÓN

Si se prescinde de las presiones y de la publicidad tendenciosa que lo rodea, éste es ante todo un caso de restitución de menores y de competencia para juzgar hechos supuestamente delictivos ocurridos en España.

La niña nació en España, de padre español y madre uruguaya. Vino a Uruguay con su madre, autorizada por un permiso temporal dado voluntariamente por el padre. No había denuncia previa contra él. La madre permaneció en Uruguay durante el período autorizado y, vencido el plazo, no regresó a España. Alegó ser víctima de violencia doméstica y que su hija lo era de violencia sexual. Así obtuvo el respaldo militante de una red de organizaciones feministas uruguayas. Con esas bases se opuso al reclamo del padre de que la niña volviera a España.

El sistema de justicia uruguayo decidió, en dos instancias, que la niña debe volver a España con su madre, bajo la protección del sistema judicial español,  y que es el sistema judicial español el que debe resolver sobre la supuesta violencia y/o abuso ocurridos en España. La juez española actuante entendió lo mismo que los jueces uruguayos. Después, la madre de la niña, respaldada por sus madrinas feministas, logró que un juzgado de violencia doméstica les asignara a ella y a la niña protección policial las 24 horas del día, haciendo ver que hay contradicción en la justicia uruguaya y que existe riesgo, aunque el padre esté lejísimos y el riesgo no se vea por ningún lado.

Las redes feministas uruguayas presentaron el caso como si se enviara a la niña a un poblado de caníbales. Se hace creer que será entregada al padre y sometida a toda clase de vejámenes, aunque la niña volvería con su madre, bajo medidas de protección, y es sabido que el régimen español de protección de mujeres e hijos es durísimo con los hombres denunciados y que los elementos probatorios producidos en Uruguay podrán ser presentados ante el sistema judicial español.

El falseamiento de hechos y de datos estadísticos es habitual en algunas organizaciones feministas. Por eso no debería extrañarnos que en este caso se falseen en forma tan burda los hechos. La campaña mediática y las presiones sobre el Poder Judicial hacen el resto. La niña es útil como bandera, para consolidar poder, palanquear el nuevo proyecto de ley de violencia contra la mujer y, si cabe, la ley de cuotas.

CHICANA

La decisión judicial uruguaya fue dilatada una vez más el martes mediante un recurso muy excepcional (recurso de revisión, ante la Suprema Corte de Justicia) que prácticamente sólo puede plantearse contra sentencias dictadas bajo violencia o con dolo. Casi no se conocen fallos que hayan hecho lugar a ese recurso.

Para justificarlo, se acusó públicamente al abogado defensor de la niña, nombrado por la Juez, de estar en connivencia con las abogadas españolas del padre de la niña.

Habrá que ver qué concluye la Suprema Corte, pero los abogados no tenemos ninguna restricción de hablar y negociar con los abogados de las otras partes. Muchas veces eso permite acuerdos convenientes para las partes. Y la posición del abogado de la niña no tiene por qué ser del agrado de la madre de la niña. Porque su defendida es la niña.

Sea como sea, una acusación de ese tipo no debería ser inocua. Y, si no resultara cierta, quienes hayan hecho la denuncia deberían ser muy seriamente sancionados, o sancionadas.

EL DÍA SIGUIENTE

La red de organizaciones feministas tomó este caso como bandera porque reúne todo para promover la aprobación de leyes que disloquen aun más, a su favor, los campos del derecho penal, del de familia y ahora también el del derecho internacional relativo a menores.

Para entender el disparate es bueno imaginar la situación inversa. Supongamos que un árabe saudí tiene un hijo en Uruguay con una mujer uruguaya. Un buen día, convence a la mujer de que lo deje llevar al niño a Arabia Saudita. Después no regresa y, cuando la mujer reclama judicialmente, el árabe alega que él y el niño fueron  víctimas de alguna clase de vejámenes por parte de la mujer y eso amerita largos procesos judiciales que hacen que el niño se haga grande en Arabia.

Ese es el régimen que se está estableciendo en este caso. Y las soluciones jurídicas no deben ser pensadas para un caso concreto, sino como generales, para todos los casos similares.

¿Qué haremos ahora los abogados ante casos de autorizaciones para viajar?

He intervenido en muchos casos de ese tipo y muchas veces he intercedido para que un padre o madre autorice el viaje.  Ahora, con este precedente, ¿qué aconsejará un abogado, en actitud realista, al padre que lo consulta?

No sería disparatado decirle: “No autorices el viaje porque, si la madre de tu hijo te denuncia por violencia o abuso, tal vez no veas más a tu hijo”.

Una vez más, ciertos intereses militantes usan, exponen y perjudican a los más débiles e indefensos, los niños, a los que dicen querer defender.

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