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Unión Europea, comunidad disonante por Ruben Montedónico

Unión Europea, comunidad disonante por Ruben Montedónico
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Se agolpan temas en el escenario internacional sobre los cuales escribir: la continua destrucción de Gaza; la formación del gobierno sionista; Pegasus y otros instrumentos de escucha y espionaje -parafraseando a Proust, “en busca de la privacidad perdida”-; la disolución del gobierno austríaco; el último tropezón de May con su propuesta de brexit; las tercas estupideces en concurso real de Bolsonaro; el sobresalto político y la sorpresa de la fórmula presidencial peronista.

También podría hacerse sobre Trump y el curso de su guerra comercial y la vertiente de entorpecer el avance tecnológico chino -éste sí una amenaza a su propia seguridad nacional, superada por los orientales y, por vía de mientras, la emprende contra Huawei-, a la par que atiende frentes de conflictos que se generó con Irán y Venezuela, sin descuidar el hostigamiento a Cuba ni apartar la mirada al Lejano Oriente y Norcorea.

Sin embargo, por tener comicios para la integración parlamentaria el próximo domingo y dada su proyección futura, pongo el acento sobre la Unión Europea (UE), de la que se menciona que, además del divorcio en ciernes del Reino Unido, eventualmente se daría un resquebrajamiento -según unos- o el quiebre -dicen otros- del dominante eje Berlín-París por el distanciamiento entre Merkel y Macron.

Según es sabido, en la segunda mitad del siglo XX se erigió Estados Unidos (EEUU) como cúspide del capitalismo (así lo cree Donald Trump aún), cuando llegó a producir el 40% del PIB mundial -en tanto ahora es el 15%- y con ello fue sumando países -que en su desarrollo conformaron la UE- y a Japón, tenidos como naciones centrales del capitalismo: eso ya no es así. Visto dialécticamente, son los mismos que eran y otra cosa a la vez: de aquel contexto preeminente, de dominio único y EEUU de director, hoy existen diversos foros y tablados de atracción, aunque permanezca el capitalismo como modelo.

Lo ocurrido en Sudamérica también cambió y dio lugar al retorno de la derecha (en Brasil quitaron del gobierno a la “vigilada” Rousseff, encarcelaron a Lula y escogieron a Bolsonaro; Macri en Argentina; Venezuela en crisis político-social y hostigada financiera y militarmente; cambiaron de signo los gobiernos de Chile y Ecuador). En otros lugares EEUU apoya la separación de Reino Unido de la UE mientras espera dinamitar al conjunto, en tanto el dólar -en retroceso- sigue presente en 40% de las transacciones mundiales.

Y dentro de la Europa unida, en que las acciones transatlánticas e inglesas junto a las provenientes de su región Este presionan de distinta forma cogenerando tensiones en el interior del bloque, de pas, extienden un cerco militar antirruso de raíz occidental expansionista cual si el gobierno de Putin fuese continuador de la URSS. Priman en su ánimo las palabras de un “servidor de dos patrones” (Henry Kissinger, que se inició al lado del demócrata Johnson y fue canciller del republicano Nixon) quien señalaba que cualquiera fuera la índole ideológica del gobierno de Moscú siempre sería competidor y enemigo de Europa Occidental y EEUU, respectivamente. Estas expresiones hacia Europa tienen como común denominador político la creencia que se deben reperfilar los Estados, ganar en independencia y regresar a una política proteccionista, manteniendo sí la unidad en torno a proyectos militares ofensivos-defensivos debido a las exigencias técnicas del desarrollo que exigen esfuerzos que no pueden hacerse por separado.

Cuando Emmanuel Macron hacía campaña electoral, se recostaba alabancioso en el regazo de una mujer dominante que lo mimaba (Angela Merkel). Al llegar al gobierno expuso sus ideas de federalización de la “colcha de retazos” que es la UE: pretendía refundarla y crear un país europeo para lo cual propuso tener ministros comunes de economía y finanzas para emparejar las políticas, apoyados en un presupuesto (aprobaron uno distinto al que este grupo presentó) con el que todos se comprometieran. Sus ideas chocaron de inmediato con posiciones de las naciones del norte de la UE encabezadas por Merkel: la canciller germana reconoció -en sus términos- que había incubado en el seno de la unión un “huevo de la serpiente” que se identificaba con los menos favorecidos países peninsulares europeos.

Entre las discordancias se inscribía para aliviar las vicisitudes de Francia, de los países del sur europeo y de la periferia, que la UE concurriera en asistencia para casos de dificultades económicas. Los conocidos como “frente hanseático” (Dinamarca, Finlandia, Holanda, Irlanda, Letonia, Lituania, Suecia) inspirados por Alemania, declararon que “una unión monetaria europea estable y próspera depende, por encima de todo, de economías nacionales sólidas y de la aplicación de políticas económicas sanas”. Hay que recordar que en la zona de moneda común la “comodidad” germano-holandesa proviene de que en 20 años sus finanzas se beneficiaron con 2 billones 148 mil millones de euros, en tanto Francia y otras cuatro naciones perdieron en ese lapso 749 mil millones. El presidente Macron, ni corto ni perezoso para hacer declaraciones, había abierto el fuego ahondado las grietas en la UE al afirmar, tiempo atrás, que “el perpetuo fetichismo (de Alemania) con los excedentes presupuestarios, se realiza a expensas de otros” países miembros.

El domingo se decidirá algo del destino de los siguientes cinco años de la UE y la lucha se dará entre las corrientes de centroizquierda, de las que hace parte Macron, y las de los populares de Manfred Weber -apoyado por Merkel y su heredera, Annegret Kramp-Karrenbauer. Macron, asimismo, cuestiona a Weber por su alianza con Viktor Orbán, ultraderechista premier húngaro. Desde ya se sabe que de los empadronados 420 millones concurrirán -se estima- unos 168 millones (40%) o menos.

Con esa UE dividida y -al parecer- destinada a fragmentarse, de actualidad indecisa y empantanada, algunas cancillerías sudamericanas hacen esfuerzos y sus titulares aspiran, suspiran y se desviven por firmar un TLC.

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