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¿Valen unas vidas más que otras? Miguel Pastorino

¿Valen unas vidas más que otras?        Miguel Pastorino
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Recientemente por una polémica entre Fernando Marguery y Alfredo García en el programa Esta Boca es Mía, se dispararon una serie de reacciones y argumentos en redes sociales a los que creo deberíamos prestar atención, porque el centro de la discusión fue una pregunta que no es banal, sino el fundamento de los Derechos Humanos, y la respuesta que demos tiene consecuencias radicalmente transformadoras de la sociedad: ¿Todas las vidas valen lo mismo? La pregunta aludía a si vale lo mismo la vida de una persona trabajadora que la de alguien que vive su vida cometiendo delitos. Si hay vidas que valen menos que otras, es lo mismo decir que hay vidas menos dignas, con menor valor, con menor dignidad que otras, y que, por lo tanto, no tendrían los mismos derechos como personas. No faltan expresiones en las redes de que a determinadas personas habría que tratarlas como si no fueran humanas.

Entiendo que tal vez la expresión pudo querer referirse a la valoración moral de las acciones y creo que todos estamos de acuerdo con Marguery en que no podemos valorar de igual modo las acciones de las personas, en tanto que moralmente no nos da lo mismo que alguien ayude a otros a construir una mejor sociedad, que quienes destruyen la vida ajena. Pero eso no puede hacer saltar por los aires el respeto por el igual valor, la igual dignidad que tiene toda vida humana, por ser lo que es: un ser humano. Lo que me interesa no es detenerme en su intervención que puede ser matizada en un contexto más amplio, sino profundizar en las implicancias de la pregunta y de su afirmación sobre que hay vidas que no valen lo mismo que otras, argumento que tomaron otros para llevar hasta sus últimas consecuencias este supuesto.

El fundamento de los Derechos Humanos es el reconocimiento de la dignidad del ser humano, dignidad que no se pierde, que no depende de las condiciones de vida ni de las opciones de la persona, porque esta dignidad es inherente al ser humano por ser persona. Así está explicitado en el primer párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana«.

¿Qué significa que toda vida tiene la misma dignidad? ¿Qué significa que toda vida es digna? El término es cada vez más polisémico, pero eso no impide el rastreo de su sentido más original en la tradición filosófica occidental.

La común dignidad de toda vida humana

Dignidad se usa en dos sentidos generalmente: como sustantivo y como adjetivo. La dignidad como sustantivo se refiere al valor intrínseco, propio, del ser humano, y es independiente de las condiciones de vida. La dignidad como adjetivo (algo “digno” o “indigno”) se usa como expresión valorativa, de que algo (un modo de ser, de vivir, de obrar) es o no digno de la persona en cuestión, es o no acorde a la dignidad del ser humano. Porque la dignidad es de la persona, no de la situación, ni de las cosas. Si decimos que una casa es digna, no es porque la casa tenga dignidad, sino porque es conforme a la dignidad humana. En la modernidad, desde Picco della Mirandola en adelante, se la vincula también directamente a la libertad, a la autonomía de la persona. De allí que respetar la dignidad es respetar la autonomía de la persona, pero a veces se olvida que la libertad no puede ser argumento para atentar contra la propia dignidad ni la de los otros.

El sentido original de la dignidad indica aquello que tiene un valor absoluto, en sí mismo. De hecho, el origen latino del término refiere a lo que es estimado o considerado por sí mismo, no como derivado de otro. Tal como Kant formulaba, refiere a que todo ser humano es un fin en sí mismo, y no un medio para ser usado (a diferencia de los bienes). Es la diferencia entre cosa y persona, porque la persona no puede ser usada. Así entendido, el valor de la vida humana como dignidad inherente a todo ser humano no depende de ninguna situación o condición personal.

La dignidad en este sentido nunca se pierde y no se podría hablar de “estándares” de dignidad humana, porque, de hacerlo, habría seres humanos menos dignos, lo cual es incompatible con su definición. La mayoría de los autores entienden a la dignidad como atributo de la persona, que le corresponde al ser humano en razón de su ser, no por sus capacidades, situaciones o decisiones.

Dicho esto, dignidad humana implica primariamente que un individuo siente respeto por sí mismo y se valora al mismo tiempo que es respetado y valorado por los otros. Si no lo hiciera consigo mismo, eso no implica que los demás no respetásemos esa dignidad.

En su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Kant afirma que “en el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad”, para finalmente afirmar que es la humanidad lo único que posee dignidad.

La dignidad no es subjetiva

La concepción de que el ser humano no es cosa, sino persona, de que no es un bien y por lo tanto no tiene precio, ni es medio para ser usado, sino que tiene un valor en sí mismo que no lo pierde porque le es propio, tiene una implicancia fundamental en el reconocimiento de los derechos humanos. No puede establecerse una escala de “valor” de seres humanos, en la cual unos valen más que otros, porque todos tienen la misma dignidad. Por eso, el ser humano no puede ser vendido, ni comprado, ni se pueden vender sus órganos, porque sería contrario a su dignidad. Por esta razón, aunque alguien en su libertad quiera ser esclavizado, abusado, explotado o que se lo mate, los demás no tenemos derecho a hacerlo, porque sería aceptar que esa dignidad se puede perder por opción de cada uno. El valor de la vida no se lo da uno subjetivamente, ya que muchas personas sienten que su vida no vale, o que la de otro vale menos.

Hay otras miradas y posturas filosóficas contemporáneas sobre este tema, pero considero que terminan en un retroceso en materia de Derechos Humanos, al establecer categorías de valor en las vidas humanas, por considerarlas más o menos dignas, incluso midiéndolo por su calidad de vida o por su “autopercepción”.

¿Las personas diferenciadas por su valor social?

Un concepto de “valor social” de las personas se opone a la idea de igual dignidad de todos los seres humanos, sin importar su contribución a la sociedad, su conducta, o sus condiciones de vida. La idea del “valor social” de las personas es contraria a la de la igual dignidad inherente de todos los seres humanos, si pensamos que la dignidad es el valor de la persona humana, no importa cuál sea su condición ni su contribución al resto de la sociedad. Porque si pensamos en catalogar a las personas por su valor social, tendría más valor el sano que el enfermo, el joven más que el anciano, o quien aporta más al país económicamente, creándose una sociedad en la que habría que favorecer a los que tienen mayor valor, lo cual ha derivado en el pasado en sociedades eugenésicas que han eliminado a las vidas consideradas “de menor valor social”.

Los Derechos Humanos son universales y nadie los merece o los pierde, independientemente de sus acciones o sus comportamientos: toda persona siempre tiene derechos por ser persona. Por eso, cuando alguien comete un delito se le restringe su libertad, pero no pierde su dignidad, porque no deja de ser persona.

En el actual debate sobre la eutanasia también está este problema de fondo. Si algunas vidas se consideraran a sí mismas menos dignas, ¿otros tendrían el derecho de eliminarlas? Se argumentaría que ellos lo deciden, pero ¿los demás tenemos derecho a quitarles la vida porque ellos así lo pidan? Ese es el problema de fondo en las discusiones en bioética, cuando no se comprende que respetar los valores y la autonomía del paciente no implica hacerle daño o matarlo porque él lo pida: el límite de la libertad es el respeto por la dignidad propia y ajena. Cuando como sociedad prevenimos el suicidio de algunos que sufren terriblemente, pero a otros que consideramos vidas menos dignas les decimos que el Estado puede apoyarlos para que mueran, estamos clasificando vidas de menor valor, violentando el fundamento de los Derechos Humanos, al clasificar vidas humanas por la valoración subjetiva de cada uno.

El respeto por todo ser humano

En las diferentes culturas, el respeto a la vida humana aparece como uno de los principios fundamentales y evidentes por su dignidad que le es propia, como si estuviéramos ante una realidad cuya fundamentación no necesitara ningún esfuerzo intelectual, como algo tan básico y de sentido común que nadie pondría en duda. Porque sin la vida, ningún otro valor ni derecho es posible. Es así que uno de los universales éticos presentes en la conciencia de la humanidad es: “No matarás”.

Por otro lado, cuando se habla de una “buena vida”, o de una “vida digna”, no se está refiriendo uno a que hay vidas humanas más o menos valiosas que otras, sino simplemente a que hay maneras de vivir que se consideran más deseables que otras. Sin embargo, el uso de la palabra “dignidad” puede dar lugar a confusiones. Creo que todos estamos de acuerdo en que todas las vidas humanas son igual de valiosas por su dignidad, pero no todas las formas de vivir dan lo mismo. Y aquí es donde puede deslizarse un malentendido peligroso: creer que porque una manera de vivir sea menos “digna” en el sentido de menos deseable, por ello quien viva así no sería “digno” de continuar con vida o que su vida podría ser despreciada.

Es preocupante que en una sociedad en la que las personas aprenden que no vale lo que no es productivo, sientan que su vida es menos valiosa ante los demás. Una manera de ver la vida del otro es también una manera de valorar la propia.

Tenemos la experiencia de que cuando alguien incluso ha perdido su autonomía física y psicológica, podemos amarle, respetarle, valorarle por su dignidad de ser humano, independientemente de que sea o no consciente de nuestros cuidados, porque es amable por sí mismo, no por su estado o calidad de vida. En todo caso, procuraremos cuidarle y tratarle conforme a su dignidad.

El problema de querer definir una vida digna de ser vivida y otra que no lo es, ha sido históricamente una pendiente peligrosa que relativiza la dignidad humana a sus posibilidades, facultades o aportes sociales.

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