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Washington Barcala: la magia de volar por Alejandra Waltes

Washington Barcala: la magia de volar por Alejandra Waltes
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Washington Barcala (Montevideo3 de julio de 1920 – Montevideo9 de diciembre de 1993) se formó  combinando juegos y estudios con su trabajo en la fábrica de cajas de cartón propiedad de sus padres. Allí trabajó con una materia prima que, muchos años más tarde, emplearía en su obra. Barcala se familiarizó entonces con la máquina de coser y con las cajas, ambos elementos clave para entender el mundo creativo de su madurez.                                                                                                                   

Fue en un encuentro fortuito con el artista Zoma Baitler cuando este le sugirió estudiar en el Círculo de Bellas Artes, al cual ingresó bajo la dirección de Guillermo Laborde en 1938. Entre aquel año y 1941, ambos artistas mantuvieron una amistad, mediante frecuentas visitas de Barcala a Baitler en su estudio. En una oportunidad, éste le invitó a la casa de Joaquín Torres García, a la cual concurrió en un par de ocasiones.                                                                                                                                           Alrededor de 1948 se encontró con Manuel Espínola Gómez, al que conocía del Círculo de Bellas Artes. Junto a él, Juan Ventayol y Luis Solari formó el grupo “Federico Saez”, y expuso como parte del grupo en Amigos del Arte en el año 1949.                                                                                                                                               En el año 1950 el grupo volvió a exponer, pero en esta segunda y última oportunidad colgaban en las salas las obras de Ventayol, Espínola y Solari, dejando constancia en el catálogo de la ausencia de Barcala debido a un viaje a Europa.                                                                                                                   El artista estuvo un año y medio recorriendo museos y viendo obras por cuanto rincón había. En ese período, realizó estudios en la academia de San Fernando en España.                                                                              Desde 1940 a 1950 solamente pintó algunos cuadros para los salones Nacionales, y desde 1950 a 1958 su trabajo se vio interrumpido. En 1958 pintó un cuadro para el Salón y ganó un premio, y en 1960 integró el grupo de expositores que representó a Uruguay en la Bienal de Venecia.                                                       Se radicó en Madrid en 1974 a los 54 años, para correr la aventura que siempre había postergado por diferentes razones: comenzar a vivir como pintor y enfrentar las dificultades derivadas de ello, en un medio tan exigente como el europeo. Su producción se había desarrollado en torno a tres estilos durante tres períodos: la pintura figurativa; la pintura abstracta e informalista, y su estilo más persona y distintivo, que abarcaría la última etapa que comienza allí.                                                                                                   Si bien Barcala definió que “Mi pintura trata de crear relaciones Visuales donde la geometría, entendida en sus figuraciones de invisibilidad, compone y ordena los espacios que se comportan como realidades diversas por medio de pobres materiales que por sus logros y su función creen un espacio mágico.         Estos sentimientos íntimos que vuelco en imágenes analíticas o de automatismo las llamo, para no entrar en catalogaciones imprecisas, ordenaciones. Orden en las formas y en la materia, unidad entre ellas, busco una estructura simple sin rebuscamientos dialécticos que hagan perder sus trazas de humildad”, en el período que va desde 1980 hasta 1993, el artista profundizó en una composición asimétrica, una acumulación de elementos de diferentes consistencias, muchos recuperados de la empresa familiar (antiguos catálogos, libros de contabilidad, textos y dibujos) y trazos sobre diferentes tipos de soporte en una mezcla de técnicas con un resultado austero.                                                                                          Estos elementos heterogéneos son cosidos, pegados y pintados, transformando el tradicional collage modernista y, aunque algunas piezas pueden hacer pensar en la estética del dadaísta alemán Kurt Schwitters, estas obras pueden situarse en el entrecruce del collage, el ensamblaje y la acumulación.       Algo que se distingue en este período es el dibujo con costuras. Los hilos no unen piezas, sino que son utilizados para dibujar. Durante este último período, Barcala recuperaría  la estética informalista de los años 60, representando figuras humanas, algo que era excepcional en su obra anterior. Los trabajos realizados durante este período quizá sean el aporte más genuino y renovador al arte nacional y universal de este talentoso artista uruguayo.

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