Absurda alienación laboral

El trabajo, como actividad humana central, debería permitir desarrollar las potencialidades individuales de cada integrante de la sociedad. Pero como el trabajo no está guiado por la satisfacción de necesidades sociales sino por la producción de mercancías, más que activar el potencial creativo de las personas lo limita y lo somete. Hace ya casi dos siglos que Marx analizó en sus manuscritos de París la forma en la que la producción capitalista aliena a los seres humanos de su propia esencia ubicándolas en una suerte de cadena de producción de valor en la que su actividad está pre-determinada. El trabajo deja de ser la capacidad de transformar la naturaleza y crear en función de necesidades y deseos sociales para ser una mercancía más, y quienes solo poseen esa mercancía deben vender su tiempo en el mercado de trabajo para poder subsistir. El tiempo individual pasa a estar a disposición de quien lo puede comprar. Y quienes compran ese tiempo humano son quienes determinan qué hacer con él.

El análisis marxista de la incipiente industria febril del siglo XIX se ha extendido a casi todas las actividades asalariadas, y hace ya algunos años uno de los ámbitos laborales en los que la alienación y la precarización se vuelven más patentes son los call centers. Esta situación ha sido abordada desde el teatro por varios creadores locales. Diego Araújo, por ejemplo, versionó La isla desierta de Roberto Arlt en el espectáculo ¿Todavía existen las islas desiertas? (2018, en el Museo Torres García) que ubicaba la historia arltiana en un call center y la llevaba por otras derivas. En el 2023 junto a un grupo de estudiantes de La Escena Cecilia Caballero presentó Tripalium, espectáculo que sin mayores eufemismos asocia condiciones de trabajo en un call center con la tortura. Todos los días pienso en renunciar, espectáculo escrito y dirigido por Anaclara Alexandrino, parte también de las condiciones de trabajo en un call center para extender su crítica a las condiciones de trabajo contemporáneas en general.

Todos los domingos pienso en renunciar comienza con la llegada de Sara al call center donde trabajan Cintia y Lucio. Sara llega a ocupar un lugar que permanecía vacío desde que otro trabajador lo abandonó, sin que nunca sepamos exactamente las razones de este abandono. La dinámica microsocial que mantenían Cintia y Lucio se ve alterada por la aparición de “la nueva”, que además llega con una energía y buena disposición para atender sus llamadas que incomoda a sus compañeros.

Antes de seguir conviene aclarar que nada en el espectáculo tiene coordenadas realistas. La exasperación de las actuaciones intensifica la sensación de alienación laboral. De esta forma los elementos específicos de la tarea laboral dejan de ser relevantes como referentes concretos para convertirse en entidades más abstractas. Los teléfonos que se utilizan en el escenario no remiten a los que se pueden encontrar hoy en día en un call center, lo que importa es lo que representan. Esta idea se traslada a todo el espectáculo. Vemos una historia que más que remitir a una situación laboral concreta parte del call center para hablar del trabajo como un ámbito en el que solo se participa por obligación, para pagar el alquiler. 

Volviendo a la historia, Sara pasará por una instancia de “disciplinamiento” realizada en primer lugar por sus propios compañeros de trabajo. La alienación existencial que transpiran estos personajes es impuesta a la nueva integrante del equipo, a quien veremos lenta y resignadamente adquirir el mismo semblante de sus colegas. Sara, sin embargo, aún sueña con una posibilidad diferente, esos sueños también se representan escénica y textualmente. Pero Cintia y Lucio parecen ver con condescendencia esa “resistencia” juvenil. “Es una recién llegada y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia” podríamos imaginar que piensan, como el narrador de Bienvenido Bob, Lucio y Cintia sobre Sara cuando la ven recordar o especular sobre la vida fuera del trabajo.

Pero más que al oscuro universo onettiano de Bienvenido Bob, Todos los domingos pienso en renunciar remite a una zona del teatro del absurdo cercana al Ionesco de La lección, como nos comentaba María Esther Burgueño a la salida de la función el pasado fin de semana. Y para encuadrar el espectáculo en esas coordenadas es clave el trabajo del elenco y de dirección. El texto propone un universo laboral concreto pero que pretende trascenderlo, y para que esto último suceda las actuaciones deben abandonar las tonalidades realistas. Alexandrino y su elenco sorprenden en este sentido. La exasperación de los personajes hace que el espectador, al menos quien escribe esta reseña, crea en el juego desde el inicio. El personaje que se modifica durante la obra es Sara, “la nueva”, interpretado por María Eugenia Puyol, y por ende es esta actriz quien más matices propone a su creación. Es su personaje al que veremos, a partir de sus tonos de voz o de las modificaciones de su semblante, ir resignándose a la vida en el nuevo trabajo. También es quien se inquieta ante las recurrentes apariciones de algo siniestro que permanece en la oficina junto con el enigma de la desaparición del anterior trabajador. El humor es un elemento clave para que esta tragicomedia funcione. Pero un humor que incomoda, que hace pensar, sin ninguna pretensión, en la forma en que organizamos nuestra existencia. La sensación, por momentos, es casi la que nos generaba aquel carpincho que apareció en las costas del este, sentado en la arena y mirando el mar poco antes de morir. Cuando vayan a ver Todos los domingos pienso en renunciar descubrirán que esta referencia no es gratuita.

Por último, vale destacar que estamos ante un nuevo trabajo de una generación de artistas teatrales que viene dejando una impronta personal y potente. Anaclara Alexandrino y Camila Cayota forman parte de la última generación de egresados de la escuela de El Galpón, al igual que Vladimir Bondiuk y Lucía Rossini, quienes participan de la producción del espectáculo. Es la generación que estrenó hace poco Karaoke Elusia, dirigida por Soledad Lacassy, quien también dirigió a Puyol en Vaciar Chat o en Los lugares intermedios (texto de la propia Puyol) en donde también actuaba Gerónimo Bermúdez. Todos los domingos pienso en renunciar es un nueva demostración de la vitalidad de esta generación.

Todos los domingos pienso en renunciar. Texto y dirección de Anaclara Alexandrino. Elenco: Camila Cayota, María Eugenia Puyol y Gerónimo Bermúdez. 

Funciones: sábados 20:30, domingos 19:30. Teatro Stella.

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