Tiemblen: las brujas hemos vuelto, ensayo de Yanina Vidal
Una de las necesidades que surgen desde la academia al acercarse a hechos político-culturales es categorizarlos para pensarlos en un determinado paradigma interpretativo. Pero sucede que las categorías solo apresan una abstracción de los hechos, que se reformulan en el vínculo con el todo social de forma continua. Una de las primeras tareas que Yanina Vidal se propone al investigar sobre algunas formas de activismo feminista vinculadas a las artes escénicas es buscar categorías que puedan dar cuenta de esas acciones. Y siguiendo esa tarea descubrimos que los hechos artístico-políticos que analiza se escurren por entre los dedos de categorías como “artivismo”, “teatro social”, “teatro político”, “teatralidad expandida”, “performance” o “intervención”. Si algo caracteriza a las prácticas que se estudian en Tiemblen: Las brujas hemos vuelto, es lo dialéctico de su sustancia, que se modifica en el constante hacerse a sí misma en contacto con la realidad social a la que interpela. Finalmente la autora afirmará: “La línea que divide performance, teatralidad expandida e intervención suele ser muy delgada y lleva a varias confusiones (…) es frecuente que, en estos casos, no se hable de una disciplina o de un modo de hacer de forma tajante”.
Lo que sí tienen en común las prácticas estudiadas es el ocupar el espacio público. “Trabajar desde él y con él sugiere no solo generar un intercambio visual entre transeúntes, sino revalorizar los espacios, que en algunas ocasiones son invisibilizados, pero que a partir del acontecimiento se los resemantiza”. Esta irrupción en el espacio público es lo que termina de concretar el carácter político de las acciones al tomar por asalto “el espacio democrático por excelencia”. Y otro aspecto en común es la presencia central del cuerpo de las performers en las diversas acciones. Un cuerpo que ha sido visto como un “espacio de dominación” y que impone un deber ser que responde a un orden social en que las mujeres están subordinadas. La deconstrucción de las diversas formas de entender el cuerpo de la mujer, y el género, por la estructura social vigente es un aspecto clave en la interpretación que hace Vidal de las acciones que estudia.
El punto de partida de la investigación han sido una serie de acciones realizadas en diversos puntos del centro de Montevideo por Decidoras desobedientes, junto a las acciones tituladas La caída de las campanas y Diez de cada diez. Vidal pone foco en estas acciones teniendo como ancla el año 2015, año en que las acciones alrededor del 8 de marzo cobran dimensiones que lo vuelven un hecho político imposible de relativizar. Y el propio vínculo entre las acciones y el 8 de marzo adquiere un sentido particular, en tanto ese día las performances están pautadas en un horario y tienen un público específico interesado previamente en ellas.
En contraste con las acciones del 8M en la mayoría de las presentaciones el “espectador” es abordado por sorpresa desde su tránsito cotidiano por la vía pública. Para pensar en estos casos Vidal introduce el concepto de “flâneur”, o “espectador transeúnte”. Walter Benjamin se refiere a este tipo de transeúnte en un trabajo sobre Baudelaire que en definitiva da cuenta de una cambio en la forma de habitar las ciudades. El flâneur de Benjamin es previo a que las grandes ciudades se inunden de multitudes que corren de un lugar a otro, es un transeúnte que camina sin estar determinado por la urgencia, sin verse afectado por los shocks característicos de la modernidad. En este caso Vidal propone, de forma inversa, que los shocks que se emiten desde algunas de las performances pueden rescatar un flâneur desde las entrañas mismas de la multitud automatizada. Es una propuesta particularmente relevante en tanto es una condición necesaria para las acciones estudiadas el captar la atención de espectadores-transeúntes en el espacio público y así construir sentido colectivamente.
La tensión de este tipo de acciones con la existencia o no de un texto literario previo se remite a las discusiones que a principios de siglo XX proponían autonomizar lo específicamente teatral respecto de la Literatura. Continuando esa línea, en el análisis que hace Vidal el texto puede ser interpretado como un fondo conceptual en algunas de las performances, fondo sobre el que los cuerpos activarán acciones no vinculadas miméticamente con algo a “representar”. Pero por otro lado sí serán relevantes, desde el punto de vista político, algunos textos que se emiten desde las performances o hacia el final de las mismas. Al igual que una marcha es una acción en sí, que termina muchas veces con la lectura de una proclama, las acciones performáticas estudiadas pueden contener una declaración o un texto que se integren al hecho total, pero sin necesidad de que las acciones estén subordinadas a esos textos. En general hablamos de textos que, de forma fragmentada, ponen de manifiesto la violencia estructural a que son sometidas las mujeres, o que denuncian la superficialidad -cuando no inutilidad- de las leyes que intentan legislar de alguna forma sobre esa violencia.
Si decíamos que hay dificultades para categorizar algunos hechos artísticos analizados es porque justamente Vidal no estudia cosas muertas, sino que aborda prácticas artístico-políticas que nos rodean aquí y ahora. Es eso mismo lo que obliga a extender algunos conceptos -y a crear otros- para que nos ayuden a pensar un grupo de prácticas artísticas que interpelan al ordenamiento social contemporáneo y que van constituyendo, en una propuesta final, una posible “estética feminista”. Ese compromiso activo, desde la reflexión y la propuesta teórica vinculada a la praxis artística, con un presente en transformación es de los aspectos más relevantes del ensayo.
Tiemblen: las brujas hemos vuelto. Artivismo, teatralidad y performance en el 8M.Autora: Yanina Vidal. Edita: Estuario
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