Alfredo Ghierra: “En Uruguay, para el sistema político la cultura es un adorno”. por Martin Imer

Se estrenó el pasado jueves en cines nacionales el documental Montevideo inolvidable, primer largometraje de Alfredo Ghierra, arquitecto de gran éxito internacional que divide la cinta en dos partes: en primer lugar, un repaso a la historia de la capital de nuestro país, y en segundo lugar, un listado de los problemas que actualmente sufre y cómo el desinterés de la sociedad en el patrimonio cultural de Montevideo contribuye también a otros problemas que nos acechan como ciudad. En esta ocasión pudimos hablar con el director sobre estos temas y su motivación detrás del documental.

¿Sentis que hay un momento exacto en el que te preguntaste ‘qué está pasando en Montevideo’ en relación a la pérdida de la arquitectura del pasado?

Creo que desde niño, porque me tocó vivir lo que se llamó el boom de la construcción de los años 80, y el boom de la construcción implicó también el boom de la destrucción de innumerables inmuebles, sobre todo casas – en aquel momento estaba muy concentrado en los barrios de la costa, más precisamente en Pocitos – , y yo vivía más o menos en la zona, la verdad que se lo debo un poco a mi madre también, que nos íbamos a caminar y me mostraba las casas, también me hacía notar cuando las casas desaparecían, y el barrio cambió muchísimo; si bien habían empezado a ser demolidas las casonas de la rambla en los años 60s y 70s, la verdad que en los 80s este boom produjo un cambio extraordinario, a tal punto que hoy el barrio no tiene nada que ver con aquel que yo conocí, imagínate con aquel que era un balneario. Desde ahí que me fijo, desde niño.

¿Y puede ser que esos cambios también contribuyen o son parte de los cambios culturales que ha tenido Uruguay en todos estos últimos años?

Sin duda, desde el advenimiento de la ley que primero se llamó de vivienda de interés social y que ahora es la ley de vivienda promovida, ahí empezó otro boom —  osea, nunca paró, nunca paró la construcción y nunca paró ese afán. Yo entiendo, la ciudad tiene que cambiar, las ciudades cambian, pero en América (porque el caso no es sólo de Uruguay, ni de Montevideo) ese cambio casi siempre es a expensas de la destrucción del pasado. Y un poco es eso lo que más diría que me indigna, que no pueda existir, que no tengamos la suficiente cohesión social como para darnos cuenta de lo que tenemos y de alguna forma protegerlo y que la arquitectura nueva se arme, se haga en los agujeros.

¿Por qué sentís que pasa eso? ¿Por qué sentís que de repente el Uruguay o el uruguayo tiene tanta desidia por el pasado o por ese patrimonio cultural?

Creo que somos una sociedad muy nueva que no termina de llegar y ya se está yendo. Y esa cuestión de una sociedad que se formó, se cohesionó, empezó a aumentar la población a finales del siglo 19, no ha pasado tanto. Además, vivimos un permanente exilio de la juventud desde los años 70, entonces nunca terminamos de estar, o estamos llegando o nos estamos yendo, y después está el tema de 300 años de historia de ciudad, no parecen mucho frente a las ciudades con las que nos comparamos, que son siempre las ciudades de Europa, entonces ahí tenemos un marco de comparación que no nos ayuda en nada, que no nos ayuda en nada porque deberíamos compararnos con nosotros mismos, o con la región en todo caso.

Incluso en la película en un momento comparás un poco lo que son diferentes capitales, pero que también tienen muchos problemas en lo que es esa búsqueda del patrimonio y de la cultura, pero también del progreso.

En la película visitamos tres ciudades donde yo viví, en diferentes momentos de mi vida y por diferentes periodos de tiempo: San Pablo en Brasil, que es el antítesis de la protección patrimonial, es justamente la presión del capital y la novedad y el poder del dinero ante todo; en el otro extremo está Venecia en Italia, que es una ciudad museo, se ha transformado, que la gente que vive ahí se queja de que no se puede vivir, y no porque les estén robando la identidad por demoliciones, les están robando la identidad por el turismo, esa presión del dinero puede transformarse en ladrillos o puede transformarse en turismo, hay muchas formas de socavar las memorias de una ciudad. Y en un punto intermedio está Sofía en Bulgaria, que es una ciudad que tiene muchos puntos en común con Montevideo, desde la escala, la cantidad de población es mucho más vieja que en Montevideo, pero también está ese tira y afloje de una sociedad que no termina de tener una cohesión, que no termina de estar conectada, un acervo riquísimo, y la gente vive en ese acervo, igual que en Montevideo, pero sin tener ninguna facilidad para mantenerlo, para restaurarlo. En eso es muy parecido a Montevideo, mis amigos vivían en edificios preciosos, de principios del siglo XX, pero hechos paté, y no tenían forma, no había herramientas. Son tres ciudades que las elegí simplemente porque viví, pero que mostraron un gradiente de cero protección patrimonial, la máxima protección patrimonial, como para decir ‘no estamos solos en esto’, no es un tema que le está ocurriendo a Montevideo, podríamos haber ido a Buenos Aires a hacer una investigación también, y en Santiago, en Lima, en Ciudad de México, por todos lados. Ves mucho más la cuestión del desapego con el patrimonio en América, por toda esta cuestión de que América sigue siendo el continente de lo nuevo, de lo joven, que ya no deberíamos pensar eso, pero ocurre, y en Europa se dieron cuenta hace rato que cuidar eso — que no lo hacen de buena gente o de románticos — lo hacen porque da dinero, da muchísimo dinero, hay todo un rubro que es el turismo patrimonial, del cual viven ciudades en Europa. Yo creo que tenemos que creérnoslo un poquito más, lo que tenemos, creo que nos falta un poco de autoconfianza, para este tema, porque a su vez los temas de la ciudad jamás están separados del resto, de los temas de la sociedad.

¿Sentís que los políticos no consideran este tema tan relevante como los otros?

No, no lo consideran porque está inscrito aparte en el tema más general que es la cultura, y al sistema político en Uruguay, yo no sé si es mundial, pero en Uruguay para el sistema político la cultura es un adorno. Ni siquiera tenemos un ministerio específico para la cultura, está supeditada a la educación, la cultura en sí es generadora de innumerables puestos de trabajo, pero aparte generadora de otras cosas. Cuando tu país participa, no sé, de los Oscars –  ni te digo si gana – el nivel de alegría que le podés causar a un pueblo y el nivel de orgullo que le podés causar a un pueblo por los productos culturales es impresionante. Eso solo en el terreno simbólico, después está el terreno económico; insisto, hay países que le otorgan a las industrias culturales una posición privilegiada y que aportan al PBI de esos países ingentes cantidades de dinero. Me parece que nos estamos pegando un tiro en el pie con esto de descuidar haber recibido una herencia y no saber ni lo que recibimos.

En la película hay un momento muy personal tuyo, en donde hablas con tu madre y tú mencionas en un momento que tenés miedo de perder la memoria y que eso es algo que te mueve mucho, ¿puede ser eso también un componente de por qué haces esta película?

En la película yo trabajé con un equipo de gente muy valiosa, entre otros Javier Palleiro que es guionista y director de cine, y fue Javier el que insistió en que debía aparecer una dimensión personal de mí mismo que yo no sabía que podía aportar tanto. ¿Por qué? Porque después como espectador vos podés asimilarte más con mi experiencia, porque es una experiencia que todos tenemos, la experiencia de tu memoria, de cómo se va recortando, de cómo le empiezan a faltar piezas y después hay una cuestión real, que no hay castigo mayor que el de llegar a una edad avanzada en la vida, estar vivo pero no tener memoria, por problemas de salud, de Alzheimer o de lo que sea que ahora empieza a ser tan común porque la gente vive mucho; no hay peor castigo, estás vivo pero no tenés ninguna memoria. Imaginate eso generalizado para toda una sociedad, para toda una ciudad que de pronto se ve viviendo en un lugar que no tiene memoria, me obsesiona mucho ese tema, me preocupa y me ocupa y pienso que no es gratis perder estas piezas de arquitectura y no es imposible conservarlas, lo que falta es poner una mirada en eso y facilitar con medidas fiscales, económicas, de la misma forma que se hace con la obra nueva, facilitar el cuidado de estas arquitecturas.

Si tuvieras que pensar un público específico al que te gustaría más allá del público general, alguien específico que te gustaría que llegara a la película, ¿cuál sería?

Mira, en el terreno de los sueños me encantaría que la viera la mayor cantidad de gente joven posible, entiendo que una película de una hora y veinte, como ven ahora los productos audiovisuales, las nuevas generaciones que adelantan y ponen a alta velocidad, no sé cuán realista será mi deseo, pero ya han empezado a pedirnos funciones especiales de instituciones educativas, quiere decir que hay un profesorado por lo menos interesado que sus alumnos la vean, y no necesariamente de que están estudiando patrimonio sino bachilleratos. Me encantaría que lo vieran muchos jóvenes y me encantaría también sacar la discusión del ámbito más erudito o académico porque si vos viste la película te diste cuenta de que no es una película que trata sobre el tema de una forma abstracta, sino todo lo contrario. Tenemos una partecita que intenta ser didáctica en cuanto a la historia arquitectónica de la ciudad con el video, pero es muy menor y es para ubicar lo que estamos perdiendo, pero de verdad no pretendo que sea dirigida a públicos muy específicos. Aparte hay una cosa que no siempre me acuerdo decir, esta peli se hizo con muchos fondos públicos, si bien también hay colaboración de entidades privadas pero muchos fondos públicos de la agencia del cine que se concursa y se postulan los proyectos. A mí me pasa que una vez que obtengo fondos públicos para realizar una obra, en este caso una obra audiovisual, pero una obra de arte, una exposición o lo que sea, de alguna manera me siento en deuda con la sociedad, son dineros que la gente decidió volcar en estos productos de la cultura, entonces me gusta que después ese producto lo vea la gente y no quede restringido al circulito de siempre que va a las exposiciones de arte o va a ver cine de autor o documentales, me parece una forma de honrar esos fondos y de devolver a la sociedad, a través de este trabajo, ese dinero que se decidió gastar en esto.