Alienación y aceleración: hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía, es un libro del filósofo y sociólogo alemán Hartmut Rosa, publicado en alemán en 2013 y traducido al español en 2016. Es la primera parte de su construcción teórica de la realidad actual, que se completa con su obra Resonancia.
Inicia su libro con una pregunta tan antigua cómo la filosofía: ¿Qué es una buena vida y por qué no la tenemos? Y se centra en la segunda pregunta, analizando lo que hace que hoy no podamos vivir bien.
Nos creemos libres, pero estamos alienados
Los modernos son sujetos libres, pero se encuentran alienados por la aceleración social. Para Rosa la aceleración está presente en todas las esferas de la vida contemporánea: citas express, comida rápida, lectura rápida, noticias cada vez más rápidas y breves, etc. Lo que impide vivir una buena vida es la alienación que provoca la aceleración.
Analiza tres aspectos de la aceleración actual: la aceleración tecnológica, la aceleración del cambio social y la aceleración del ritmo de vida, que analiza detalladamente.
La aceleración tecnológica: Se refiere a la velocidad creciente de los medios de transporte, la comunicación y la producción. Si bien esta aceleración debería liberar tiempo, en la práctica conduce a una mayor presión, ya que se generan más tareas y exigencias.
La aceleración del cambio social: La modernidad se caracteriza por cambios constantes en estructuras sociales, normas, valores y formas de vida. Lo que antes podía considerarse estable a lo largo de generaciones, ahora cambia en cuestión de décadas o incluso años.
La aceleración del ritmo de vida: Es la sensación subjetiva de que el tiempo se reduce y nunca es suficiente. A medida que la tecnología y las estructuras sociales se transforman, los individuos sienten una mayor presión para hacer más cosas en menos tiempo.
La aceleración tecnológica es evidente y ha cambiado radicalmente concepciones del tiempo y del espacio, ya que muchas acciones ya no funcionan en lugares “físicos”. Pero entiende que la aceleración tecnológica se da dentro de la sociedad y no es la causa de la aceleración social. El problema está en otro lado, no en la tecnología. La aceleración del cambio social ha modificado los vínculos entre generaciones, el trabajo y la familia. Cambiamos de familia y de empleo dentro de una misma vida. El problema está en una mentalidad en la que estamos sumergidos. Todos se quejan de que les “falta tiempo”. Hay un deseo creciente de hacer cada vez más cosas en menos tiempo, con lo cual la sensación es que todo parece suceder más rápido. Comprimiendo las tareas y experiencias, dormimos menos, comemos más rápido, nos comunicamos menos con los demás… y sin embargo, “no tenemos tiempo para nada”.
Lo paradójico es que, si bien la tecnología debería darnos más tiempo para la vida de las personas, porque tenemos soluciones para la vida diaria que a nuestros antepasados le parecerían de ciencia ficción, y sin embargo, sucede lo contrario, porque el tiempo “escasea” y cuanto más cosas tenemos que nos “resuelvan la vida”, tenemos la sensación de que cada vez tenemos menos tiempo. Lo paradójico es que cuando el tiempo debería abundar, escasea.
Rosa plantea que la tecnología no es la que provoca la aceleración, porque no hay nada en ella que me obligue a leer o escribir más mensajes o más rápido. Los motores de la aceleración social no están en lo tecnológico, sino en la competencia. El ahorro de tiempo ahorra costos y se buscan cada vez mayores innovaciones. La competencia del mercado capitalista es una lógica que no se detiene en lo económico, sino que se traslada y coloniza todos los ámbitos de la vida. Se busca disfrutar todo lo posible en la menor cantidad de tiempo para ser más productivo. Hay tantas opciones y experiencias para vivir, tantas ofertas de vidas posibles, que hay que ir al doble de velocidad para atraparlo y dominarlo todo. Esta aceleración es una respuesta también a la angustia ante la finitud, que ante tantas posibilidades nos llenamos de ansiedad y desesperación.
El capitalismo moderno opera bajo una lógica de crecimiento constante, lo que significa que siempre se necesita aumentar la productividad y la eficiencia. Esto genera una sensación de urgencia permanente que impide la experiencia de la estabilidad y el bienestar.
Aunque también como contra-reacción existen fenómenos de desaceleración, de experiencias donde se busca vivir de otra manera, elogios de la lentitud. Movimientos que abrazan voluntariamente la tranquilidad y el decrecimiento.
Aceleración y progreso no son lo mismo.
La modernidad dio forma a la idea de progreso vinculada a una dirección clara y objetivos precisos, porque había un proyecto, un sentido, un propósito detrás de una promesa de progreso, una finalidad para la cual trabajar sin descanso. Sin embargo, en la tardomodernidad la aceleración es un signo de la falta de sentido, de orientación, de finalidad y no necesariamente implica progreso. Hay que correr sin parar para no caer en la nada, hay que correr hacia ninguna parte, pero “mantenerse activo y cambiando”. Esta aceleración puede parecer progreso, pero puede ser una parálisis social y cultural.
En la política el impacto es mayor, porque la temporalidad de la política no soporta la aceleración sin límites. La democracia necesita tiempo, los debates para la toma de decisiones requieren tiempo, las leyes requieren tiempo, pero la aceleración actual pone en crisis las formas políticas de la democracia. En el mundo político hay cada vez más fragmentación y los tiempos de la política se ven reducidos, tomando más decisiones en menos tiempo. La política no es el marcapasos del cambio social, sino que corre detrás de los procesos tecnológicos y económicos. La política que tiene una temporalidad más lenta regular y controlar, pierde pie cuando los tiempos de otras esferas como el mundo financiero o la innovación tecnológica.
Hoy no decide en política la fuerza del mejor argumento, sino el resentimiento y los instintos, las metáforas y las imágenes que son más rápidas que la reflexión y la racionalidad de un debate de argumentos que requieren pensar y reflexionar.
Se forman mayorías en segundos y se disuelven sin mediar discusiones, porque se mueven en reacciones viscerales inmunes a la razón. Los actores políticos de ser protagonistas, son vistos como estorbos para la eficiencia y el cambio acelerado.
El totalitarismo de la aceleración: Vivir alienados.
La aceleración para Rosa se ha vuelto una fuerza totalitaria de un principio abstracto que somete a todos, porque es ineludible, omnipresente y ejerce presión sobre la voluntad de las personas, haciéndose casi imposible luchar contra él.
La aceleración hoy no es liberadora ni signo de progreso, sino una prisión de la que es imposible escapar.
Estar alienados para Rosa es hacer voluntariamente lo que en realidad no queremos hacer. Retomando el concepto de alienación de Marx y de Adorno y Horkheimer, Rosa argumenta que la aceleración no solo genera estrés, sino que produce una desconexión profunda con el mundo. La alienación se manifiesta en varias dimensiones:
Alienación con respecto a uno mismo: La aceleración nos obliga a actuar de manera reactiva y automática, sin tiempo para la introspección ni para el desarrollo de una identidad estable.
Alienación en las relaciones sociales: La velocidad con la que cambia la sociedad afecta los vínculos humanos, generando relaciones más frágiles y superficiales. Las interacciones tienden a ser funcionales y pragmáticas, en lugar de basarse en una conexión auténtica.
Alienación con el entorno: La relación con el mundo material y natural también se ve afectada. En lugar de experimentar y habitar el mundo de manera significativa, la aceleración nos lleva a interactuar con él de manera instrumental, como algo que debe ser dominado o explotado rápidamente.
Así, las cosas dejan de formar parte de nuestra vida, porque ni siquiera las gastamos, no pasamos tiempo con ellas. Las cosas se desechan antes incluso de que pierdan utilidad y los objetos no forman parte de la vida, así se alejan más el yo de las cosas, creando una relación de extrañeza con el entorno.
Normalmente las experiencias que consideramos agradables, felices, son breves en el tiempo, pero se guardan en la memoria por mucho tiempo, como si se expandiera en el tiempo la experiencia vivida. En cambio, hoy las vivencias son breves, pero no dejan huella, no son significativas y se pasa de una vivencia a la otra sin que dejen una auténtica experiencia. Incluso las experiencias y acciones que hacemos diariamente, apenas nos acordamos de lo que hicimos. Somos ricos en vivencias, pero pobres en experiencias y sin memoria. La falta de apropiación de nuestras acciones conduce a una autoalienación.
En un solo día nos encontramos con tantas personas como nuestros antepasados durante toda una vida. Construir relaciones profundas es hoy más dificil por esta alienación.
La relevancia actual de la religión y el arte son un signo de que hay una carencia de sentido, de resonancia entre las personas y su entorno. Así en la segunda parte de su construcción teórica, la resonancia será la solución ante la vida acelerada, la buena vida será para Rosa necesariamente una vida de resonancias.
Rosa argumenta que la aceleración no solo genera estrés o alienación, sino que también produce una crisis de sentido. Las sociedades tradicionales estaban estructuradas por valores, costumbres y ritmos relativamente estables, pero en la tardomodernidad acelerada, las estructuras de significado se disuelven rápidamente. Esta situación conduce a una mayor sensación de inestabilidad e incertidumbre, a una creciente dificultad de construir proyectos de vida con sentido y coherentes a largo plazo, y a un vacío existencial ante un mundo que se vuelve efímero y transitorio.
¿Hay una salida?
Si bien el libro es principalmente un análisis crítico, el autor sugiere que la clave para superar la alienación y la crisis de sentido en que estamos sumergidos, es transformar nuestra relación con el tiempo. En su obra posterior, Resonancia, amplía esta idea proponiendo que la clave para una vida plena no es la velocidad, sino la capacidad de experimentar resonancia, es decir, una conexión profunda con el mundo, las personas y la propia existencia.
Para esto es necesario reducir el ritmo de vida, desacelerar y recuperar el control del propio tiempo.
Recomienda también priorizar experiencias significativas, dando mayor relevancia a experiencias que den sentido y generen conexión con los demás y con el mundo que me rodea.
La aceleración social no es solo una característica de la vida contemporánea, sino que se ha convertido en un problema estructural que afecta la salud mental, las relaciones y el sentido de la vida. Para contrarrestar estos efectos, Rosa propone cambiar nuestra forma de vivir el tiempo y buscar formas de reconectar con el mundo de manera más profunda y significativa.
Este libro es una de las bases de su teoría de la modernidad tardía y abre el camino para sus obras posteriores, donde profundiza en cómo la aceleración puede ser enfrentada mediante la construcción de relaciones de resonancia con el mundo.