La inclusión de “La agonía de una democracia”, del ex presidente Julio María Sanguinetti, en la bibliografía recomendada para el programa de Historia contemporánea que se imparte en los cursos de tercer año del Ciclo Básico liceal constituye una grosera violación al principio de laicidad, por el contenido eminentemente político partidario del libro de marras.
Si bien todo el material que hasta ahora se empleaba tiene referencias políticas porque la política es indivisible de la historia, esta obra condensa únicamente la mirada de su autor, que es, naturalmente, funcional al Partido Colorado.
Más allá del mero valor didáctico del texto, que es ciertamente muy dudoso porque está contaminado por la falacia y la burda tergiversación de los acontecimientos que precedieron al golpe de Estado consumado incluso antes del 27 de junio de 1973, lo real es que Sanguinetti sigue siendo un actor público relevante y actualmente ocupa la secretaría general de la centenaria colectividad fundada por el genocida Fructuoso Rivera.
Naturalmente, el ex presidente de la República fue protagonista de los acontecimientos narrados, ya que, en la álgida década del sesenta, ocupó una banca de diputado por Montevideo y, en 1969, fue designado por el autoritario mandatario Jorge Pacheco Areco, como Ministro de Industria y Comercio.
Posteriormente, en marzo de 1972, asumió como Ministro de Educación y Cultura en el gabinete encabezado por Juan María Bordaberry, quien se transformó en Presidente de la República gracias a un deleznable fraude en las elecciones de noviembre de 1971, que fueron impugnadas por el Partido Nacional y, en particular, por el caudillo blanco Wilson Ferreira Aldunate.
En ejercicio de esa alta investidura, Sanguinetti fue el autor material e intelectual de la ley 14.101, que subordinó a los consejos de Educación Primaria, Secundaria y a la UTU a un órgano rector denominado Consejo Nacional de Educación.
Esta norma abiertamente inconstitucional que permaneció vigente durante la dictadura y permitió la persecución y destitución de miles de docentes por razones ideológicas, vulneraba la autonomía de los entes educativos consagrada por el artículo 202 de la Constitución de la República.
Naturalmente, Sanguinetti es miembro del partido político que derribó las instituciones democráticas con el apoyo de los militares y de la fracción más conservadora del nacionalismo, mediante un golpe de Estado perpetrado en 1973, como antes lo había hecho en 1933, cuando el presidente Gabriel Terra se transformó en dictador, al igual que otros dos colorados: los militares Lorenzo Latorre y Máximo Santos.
Por supuesto, fue un actor fundamental de la reapertura institucional y electo presidente en 1984, en el marco de comicios condicionados por la proscripción y prisión del líder blanco Wilson Ferreira Aldunate y de Líber Seregni, máximo referente del Frente Amplio, quien fue privado de libertad durante diez años por la dictadura cívico militar que detentó el poder absoluto durante casi doce años.
Obviamente, encabezó una administración tutelada –que era una caricatura de democracia, entre 1985 y 1990- y pergeñó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado 15.848, que, con el apoyo de la mayoría de la, bancada nacionalista, perdonó los delitos de lesa humanidad perpetrados por los militares.
Por ende, su mirada sobre los removedores acontecimientos que transcurrieron entre las décadas del sesenta, setenta y ochenta, que está condensada en este libro, es, además de burdamente subjetiva, funcional al relato hegemónico de la derecha.
Obviamente, “La agonía de la democracia”, que prostituye inmoralmente la verdad histórica, convalida la falaz teoría de los dos demonios, que subordina el golpe de Estado a la actividad de la guerrilla, cuando existen contundentes pruebas que esta afirmación es una burda mentira oportunista.
En efecto, cualquier persona medianamente informada sabe que, cuando se consumó la disolución del parlamento por parte del dictador Juan María Bordaberry y los motineros castrenses, el Movimiento de Liberación Nacional estaba derrotado y su aparato militar y político había sido desmantelado.
No menos cierto e indiscutible es que, a comienzos de la década del setenta, la mayoría de los países de la región tenían gobiernos autoritarios encabezados por dictadores títeres del imperialismo norteamericano, en el marco de la denominada Guerra Fría.
Incluso, la represión estatal comenzó bastante antes del 27 de junio de 1973, durante el gobierno autoritario del también colorado Jorge Pacheco Areco (1968-1972), que asesinó y torturó a estudiantes y referentes opositores y censuró o clausuró a decenas de medios de prensa.
Más allá de la virtual desaparición de los libros referentes del historiador Carlos Demasi de la bibliografía recomendada y de la inclusión de la colección “Orientales”, de Lincoln Maiztegui y “La revolución imposible”, de Alfonso Lessa, lo realmente indigerible es que el Consejo Directivo Central de la ANEP haya incluido el libro de Sanguinetti, que es un dirigente político activo y protagonista de los acontecimientos recreados.
La decisión fue adoptada por mayoría, con los votos de los tres representantes de la coalición multicolor, que convalidaron una grosera violación a la laicidad.
Lo concreto es que el propio título del libro, “La agonía de la democracia”, es una suerte de ironía, pues, mucho antes de la demolición de las instituciones consumada en junio de 1973, la democracia uruguaya era ya una mera caricatura.
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