¿Injerencia económica y política extranjera en las elecciones argentinas?
No, qué va. Donald Trump, a pocas semanas del acto electoral, avalado por el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció un préstamo “swap” a Argentina por 20.000 millones de dólares (un swap es un intercambio entre dos países en sus respectivas monedas) que le dio al gobierno de Milei una posible reserva en dólares y, sobre todo, un gran respaldo político, dos cosas que necesitaba desesperadamente para ganar las elecciones. Pero eso no puede considerarse injerencia. No, es simplemente que “la libertad avanza”. Ni siquiera hubo injerencia cuando Trump, con su proverbial sutileza, aclaró que el swap sólo funcionaría si Milei ganaba las elecciones, porque,” Si no, no seremos generosos con Argentina”.
Tampoco puede considerarse injerencia que durante la veda electoral desembarcaran en Buenos Aires, para cenar con Milei y darle otro préstamo de otros 20.000 millones de dólares, la plana mayor de J. P. Morgan Chase, encabezada por su mandamás mundial, Jamie Dimon, y personajes como el ex primer ministro inglés y eventual Gran Visir de Gaza, Tony Blair, la ex criminal de guerra (Irak) y Secretaria de Estado de los EEUU, Condoleezza Rice (Blair y Rice son ahora asesores de J P Morgan Chase y dos casos pornográficos de puerta giratoria), y el rabínico multimillonario sorista Eduardo Elsztain.
Hay quienes afirman –en particular en Argentina- que las elecciones del domingo pasado fueron, más que un caso bochornoso de injerencia externa a favor del Presidente, una verdadera toma del mando, en que Milei cedió formalmente el gobierno real a una compleja maraña de intereses financieros y políticos a los que ahora tendrá que acatar mucho más de lo que ya los acataba antes.
Por momentos siento en todo esto un aire como de irrealidad, de “déja vu”.
Quizá sea la coincidencia de nombres: Trump, Blair… ¿no estaban en Gaza? ¿Qué hacen los dos metidos en Argentina? ¿No era que Blair es laborista y Trump un ultraderechista reaccionario? Y Condoleezza, ¿qué hace allí? ¿Rememora con Blair las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak y la masacre que perpetraron con ese pretexto?
Veamos quién se quien en este asunto.
Trump es Trump. Lo que no es decir demasiado, porque compone un personaje cambiante y sorprendente. J P Morgan Chase es una de las fachadas más típicas del capital financiero global. Se lo considera el banco más grande de los EEUU y buena parte de su paquete accionario (más del 20%) está en manos de firmas como Vanguard Group, Blackrock, State Street y Fidelity. Ustedes me entienden, ¿no? Sí, la misma estructura del capital accionario que tienen prácticamente todos los bancos y las grandes empresas del mundo, incluidas las yanquis, las chinas, las rusas, las europeas, las argentinas, y UPM, que es la que nos tocó en suerte.
Hay más cosas raras. El reaparecido Tony Blair es titular del “Tony Blair Institute For Global Change”, un fuerte Think Tank muy bien financiado y dedicado a la geopolítica, a la inteligencia artificial y a muchas otras cosas globales. Scott Bessent, Secretario del Tesoro, que avaló muy contento el swat de Trump, es un ex alto empleado del grupo Soros. Condoleezza es una “halcona” republicana. Y el misterioso y rabínico Elsztain es un especulador inmobiliario y una suerte de terrateniente testaferro de Soros en Argentina.
¿Cómo atar a todas esas moscas por el rabo?
Quizá la explicación más factible sea que Trump ha resuelto transar con el capital financiero global y ofrecerse a hacer con él buenos negocios. Acaso con la esperanza de que los dueños del dinero dejen de confiar y de invertir tanto en China.
Piénsenlo en estos términos. En Gaza, se mete él y propone meter a Blair. Gaza linda con el petróleo, el gas y un posible gasoducto. Buen negocio. ¿Será muy loco suponer a Blair un reemplazo inglés de Kissinger? En Ucrania, donde había afirmado lograr la paz en dos días, Trump reanuda el suministro indirecto de armas y deja que el conflicto siga. Recuerden que la guerra de Ucrania es un negocio de Blackrock (kennedy dixit). En Argentina, agua, Mekorot, litio, uranio, tierras raras, y una vaquita de 40.000 mil millones de dólares entre el Departamento del Tesoro y JP Morgan. Otro buen negocio. Y otra vez Blair en la jugada.
Tal vez crean que estoy hablando de algo lejano, que poca relación tiene con nosotros. Pero, ojo: Orsi firmó en Nueva York, hace pocos días, no sabemos qué compromiso reservado con el “Tony Blair Institute”. Ahora Blair, que no tiene ningún cargo público, de camino a Buenos Aires, “pasó a saludar” a Orsi en Montevideo. Y también “saludó” en Paraguay.
Es casi inevitable suponer alguna clase de plan regional, en el que es muy difícil distinguir dónde termina el poder político y empieza el interés privado. Algo que muy probablemente alcanzará o traerá repercusiones a Uruguay, y que tal vez podríamos entender si supiésemos qué firmó Orsi con Blair.
Pero no lo sabemos, y, mientras tanto, discutimos encendidamente sobre el multiempleo de Danza y la garantía de las lanchas de Cardama.







