ARTURO: El manifiesto MADÍ por Alejandra Waltes
Tanto el Universalismo constructivo como el movimiento MADÍ, surgidos ambos en el Río de la Plata en la década de los 40 del siglo pasado, deben su importancia a hallarse entre los primeros grupos de arte abstracto en Latinoamérica. El arte MADÍ también destaca por ser un movimiento que ha continuado en actividad desde sus orígenes hasta la actualidad.
Diferentes movimientos tomaron la abstracción como lenguaje pictórico exclusivo, al considerar lo figurativo como obsoleto, y ver lo abstracto como única opción para el futuro del arte.
Tras el regreso de Joaquín Torres García a Uruguay, su teoría comenzó a influir como nunca antes lo había hecho el pensamiento de un artista en todo el continente americano.
Gracias a ello, el arte abstracto fue tomando fuerza, forma y voz propia, ganando respeto y valoración. Cada país lo absorbería en mayor o menor medida, llegando a influir en diversos países de todo el continente, y creando diferentes movimientos tanto en pintura como en escultura.
En los años 50 el arte abstracto continuó su expansión, llegando a su máximo apogeo en países como Uruguay, Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba entre otros.
Cómo ya hemos visto, MADÍ nació a mediados de los años 40. Sus integrantes fueron los primeros en unir la influencia internacional europea con una voz propia. Las publicaciones “Arturo”, junto con “Círculo y Cuadrado” dirigida por Torres García en Montevideo fueron dos referentes del arte abstracto en toda Latinoamérica en la década del 40.
La revista “Arturo” aglutinaba a los uruguayos Arden Quin y Rhod Rothfuss y a los argentinos Gyula Kosice, Tomás Maldonado, Lidy Prati y Edgar Bailey, entre otros. Las obras Madí se rigen por un lenguaje puramente abstracto, donde la poligonalidad y el movimiento marcan la base de la teoría. Composiciones geométricas, utilización de elementos intercambiables y móviles con los que interactúa el espectador, sistematización, orden, control, rigor y uso de colores puros y planos.
Si hay algo que diferencia a las obras MADÍ, es el uso del marco recortado en lugar del rectángulo o cuadrado tradicional. Rothfuss escribe sobre este tema en un artículo de la revista “Arturo”:
“… la generalidad de esos cuadros siguió en aquel concepto de ventana de los cuadros naturalistas, dándonos una parte del tema pero no la totalidad de él. Una pintura con un marco rectangular hace presentir una continuidad del tema, que sólo desaparece cuando el marco está rigurosamente estructurado de acuerdo a la composición de la pintura…”
Si bien MADÍ no es un movimiento demasiado riguroso, se rige por un rechazo de cualquier figuración y exige un orden y control minucioso. A esto se le suma el aspecto lúdico que contrasta con lo sistemático, juega con el movimiento, abarca el dinamismo y el cambio, haciendo que las obras madistas presenten un aspecto más accesible, suave y cercano al espectador.
MADÍ reconoce su arte como “invención” antes que creación, dando por hecho que para toda invención artística hay un pensamiento controlado y riguroso previo.
En otro artículo de la revista puede leerse: “…el lugar ha sido ocupado por la INVENCIÓN, por la creación pura. En el momento actual, expresionismo, automatismo onírico, etc., importan nada más que reacciones y retrocesos. Y deben ser desterrados, abolidos. El automatismo no dio nunca una criatura viva…”
Otro aspecto del movimiento MADÍ es la necesidad de recrear objetos con una función dinámica y espacial. Diferentes tipos de esculturas-pinturas son realizadas con el fin de obtener movimientos sutiles y cambios en el espacio y tiempo. Es necesaria la implicación de los espectadores para tener una idea y visión completa de la obra, mediante el recorrido visual y físico por parte de éstos.
Los madistas son pioneros en incluir estas concepciones en el proceso de visualización del arte, precediendo al arte cinético de los años 50, concepciones que mantienen total vigencia actualmente y añaden el concepto de lo lúdico en el arte.
Arden Quin, Kosice, Lozza, Laañ y Mele comenzaron sus procesos desde lo dinámico, agregando estructuras coplanares formadas por elementos planos separados, pero al mismo tiempo vinculados por finas varillas articuladas que permiten desplazamientos y variaciones.
El movimiento se ha mantenido activo hasta el siglo XXI, con marcadas diferencias, rupturas y cambios en la continuidad de los integrantes pero con una base inicial intacta. Tal fuerza en la concepción se puede basar en el rigor, en el sistema necesario para crear, en la invención, ya que para el madismo, la invención es un «método» interno, superable, y la creación una totalidad incambiable.
Detrás de cada objeto Madí hay una mente pensante que razona pacientemente sin prisas, inventa y distribuye elementos en un determinado orden sistemático y controlado sin dejar nada librado al azar.
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