En la capital del estado brasileño de Paraná, Curitiba, allá por fines de los años 70 o principios de los 80 se gestó una verdadera revolución en lo que hace a la gestión de las ciudades. Jaime Lerner, entonces prefeito de la ciudad (luego fue gobernador del estado), un arquitecto, urbanista y político vinculado por aquellos años al PDT (Partido DemocraticoTrabalhista) de Leonel Brizola, implantó un novedoso sistema de planificación y gestión urbana que ha sido referencia para América Latina y el mundo por décadas.
Sus pilares fueron: la planificación urbana, la creación de la Red Integrada de Transporte (implantando por primera vez a escala mundial el sistema de BRT, conocido también como Bus Rápido o “metro de superficie” y una gestión ambiental muy avanzada para la época, que incluía el desarrollo de un completo sistema de parques y espacios verdes y la gestión innovadora de los residuos sólidos urbanos.
“Lixo que não é lixo” (basura que no es basura) fue una consigna central que condujo a que Curitiba fuera referencia y líder en gestión ambiental urbana y ejemplo tomado por muchas ciudades de diferentes continentes para sus políticas ambientales. Esa consigna se centró en un aspecto medular del manejo de los residuos: dejar de considerar a la “basura” como algo de lo cual hay que deshacerse y pasar a valorarla como un recurso.
Desde aquellos años hasta el momento actual corrió mucha agua debajo de los puentes. Entre ese primer impulso hasta el presente se realizó la conferencia mundial de las Naciones Unidas en Rio de Janeiro (Eco 92), se instaló el concepto de desarrollo sostenible, se generalizó la preocupación por los problemas ambientales, se generó la conciencia acerca de la importancia de transitar hacia el uso de las energías renovables y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se profundizó el conocimiento sobre la existencia del cambio climático y sus consecuencias, se celebró el Protocolo de Kyoto en el año 1997, se realizó la COP21 en el 2015 y se firmó el Acuerdo de París, entre tantos avances.
Las grandes ciudades han venido avanzando notablemente en la mejora de la gestión ambiental y de sus residuos desde entonces. Montevideo realizó algunos cambios positivos, pero nuestra querida ciudad ha quedado atrás con respecto a otros casos que se visualizan como exitosos.
Recuerdo que el llamado desde entonces “Modelo Curitiba” incluyó, desde un principio, un claro componente social, al incorporar en la recuperación de los residuos a los clasificadores informales y ese criterio se ha venido aplicando con variantes en diferentes experiencias.
Montevideo se enfrenta en este año 2025 a un desafío fundamental: debe superar y sustituir el sistema actual de gestión de los residuos sólidos urbanos que muestra estar agotado y poner en marcha un modelo alternativo, partiendo del aprendizaje sobre lo hecho.
Esto supone, entre otros aspectos: un alto involucramiento ciudadano, la clasificación en origen y la reducción del volumen de residuos que se descartan (derivándola a las plantas de reciclado y recuperación de materiales), el compostaje de una importante proporción de los residuos orgánicos y la baja sustancial de aquellos que terminen el sitio de disposición final. El ciclo se completará cuando se implemente una modalidad de valorización energética de los residuos restantes.
La basura no es basura. La llamada Economía Circular lo sabe.
Mi mayor aspiración es poder implementar ese cambio de paradigma en Montevideo. Con el convencimiento de la gente, con rigor técnico, con voluntad política y con audacia para apostar al cambio.