¿Brigada antibombas para la economía?

La visita del ministro de economía Gabriel Oddone al parlamento desató la polémica política. Una sopa de cifras inundó las noticias.  ¿Deficit en ASSE, en Ancap y otros lados? ¿Deudas impagas? ¿Maquillaron los gastos? ¿Enorme déficit fiscal? ¿Cuánto hay de fantasia y de realidad? ¿Oímos a los políticos o a los expertos? ¿Se gastaron todo? ¿Qué margen tiene el gobierno de izquierda? ¿Lacalle Pou dejó sembrado de obstáculos el camino del nuevo gobierno para así facilitar su futuro regreso?

Discurso político y realidad

Oscar Mañán

Resulta que era largo el período de transición, empero le llevó un mes más al gobierno tener un balance claro del déficit fiscal real, del endeudamiento público, la deuda flotante y los incisos responsables. En fin: conocer las restricciones para un crecimiento imprescindible dado los objetivos del gobierno (de por sí nada ambiciosos) es un principio.

Los Ministros de Hacienda creen que los inversores se llevan por lo que ellos declaran, la versión subjetiva de la economía les adorna un ego que poco tiene que ver con las decisiones de inversión. Es así que se cuidan de no ser un factor de alarma pública, pero seguro los inversores miran los indicadores económicos, los analizan y evalúan su sustentabilidad.Ya nadie hace actos de fe, cuando están en juego fondos de inversión relevantes, la excepción ya pasó con Conexión Ganadera…

El déficit fiscal fue mayor al presentado por la ministra saliente, sin duda (4,1≠ 4,3% del PIB), no sé si endulcorado o maquillado, pero se explicitó recientemente una deuda flotante mayor a 0,5% del PIB y adelantos de impuestos que aumentarían las restricciones fiscales (a 4,9% total). Tal vez, el endeudamiento público es el otro factor preocupante, la deuda pública aumentó más de 10 puntos del PIB.

Un economista de instituciones privadas aceptadas como think tank expresaba que la situación actual es mejor de la que se tenía en 2020, esto basado en los indicadores de riesgo que hacía una Calificadora. Su razonamiento: debemos más, pero como la calificación es buena podemos seguir endeudándonos. Curioso, la deuda deja de ser una restricción porque más deuda se puede tener en mejores condiciones que otros países. Mujica, alguna vez dijo también, que “la deuda no se paga sino que se bicicletea…” pero en el 2025 se llevará según proyecciones oficiales 2,1mmd solo por intereses y un monto levemente superior por amortizaciones de títulos y préstamos.

El mundo está peor que hace unos años. La actividad económica global decrece, las tasas de interés en los países más influyentes aumenta, hay fuerte retracción de flujos de inversión a los países emergentes, volatilidad de los tipos de cambios que aumentan costos financieros y dificultan el acceso a los mercados de capital, mayor proteccionismo y guerra comercial entre los gigantes (EEUU, China, UE); todo confluye en mayores restricciones para los países pobres que buscan tomar decisiones soberanas para el bienestar de la población.

Refuerza el lado oscuro, si a pesar de una herencia que a todas luces no resulta alentadora (y no por la pandemia o sequía) se sigue con las mismas recetas, implementadas por los mismos actores que vienen del cerno del mundo financiero-empresarial nacional o internacional.

Los objetivos, siguen siendo bajar la inflación, basada en el atraso cambiario y costos parafiscales enormes, desindexar salarios (cosa que ya se hizo por tres años en el gobierno anterior) y Odone ve como necesario. Pero en contrapartida, se indexan los préstamos que llevaron a la banca a resultados interanuales en 2024 del 32% (AEBU, 2025). 

El Ministro explicitó en su presentación los dos patrones de distribución en los gobiernos del FA y en el saliente; en este último, el producto per cápita del decil más rico creció 2% mientras el decil más pobre disminuyó 0,6% (Odone, 2025).

Ergo, Lacalle Pou sí cumplió sus designios. El nuevo gobierno, si sigue en la misma línea, está gritando bocina en mano ¡que sabrá cumplir!

¿Brigada antibombas para qué?

 Diego Silveira

El ministro de Economía, Gabriel Oddone, fue al Parlamento y, en vez de sonar la alarma, apagó unas cuantas. Lo escuchamos todos: “no hay ninguna bomba”. Palabras más, palabras menos, dijo que recibió una economía funcionando, sin dinamita escondida en la guantera. Pero parece que algunos dentro de su propio partido no escucharon bien. O no quisieron escuchar.

Porque, con las cámaras todavía prendidas, senadores y diputados del Frente Amplio salieron en procesión a declarar lo contrario: que encontraron una situación fiscal insostenible, que hay un descalabro, que encontraron tierra arrasada. Al parecer, Oddone es ministro, sí, pero sólo cuando dice lo que conviene al relato.

¿Qué está pasando ahí adentro? ¿Desconexión? ¿Juego de roles? ¿O un intento de instalar que cualquier ajuste que venga —y vendrá, porque siempre viene— no es responsabilidad propia sino culpa del otro? Manual de campaña básico: no admitir nunca la improvisación, mejor echarle la culpa al que se fue.

Lo curioso es que el relato del Frente Amplio se derrumba con los datos que ellos mismos exhiben. Oddone no vino a negar los desafíos económicos —que los hay, claro que los hay—, pero dijo algo muy distinto a lo que repiten los voceros del dramatismo (que parecen saber más de economía que su propio ministro): que no hay bomba, que no hay caos, y que, sorpresa, tampoco hay excusas para no gobernar.

Entonces, ¿qué quieren decir exactamente con que “se gastaron todo”? ¿Que no dejaron margen para nada? Porque uno mira los números fríos y ve una economía que creció, una inflación controlada, un riesgo país en niveles razonables, récords de inversión extranjera y obras públicas como no se veían desde que el Plan Marshall era novedad.

Sí, hubo déficit, como en casi todos los países después de una pandemia global. Pero también hubo contención, reformas, y responsabilidad fiscal. ¿O acaso esperaban que en medio del COVID se recortara el gasto social? ¿En serio?

La paradoja es que el Frente Amplio parece más cómodo en la oposición que en el gobierno. Les cuesta salir de la pose del dedo acusador. Es más fácil denunciar que decidir.                              Pero ahora tienen que arremangarse y agarrar el timón. Y para eso, primero, deberían hablar entre ellos y ponerse de acuerdo: o hay bomba, o no hay bomba. Las dos cosas no se pueden.

Mientras tanto, Lacalle Pou, callado, deja que hablen. Y vaya si hablan. Si este es el nuevo libreto, que alguien les pase un marcador y subraye la parte que dice “coherencia”.                          Porque gobernar no es solo agarrar el micrófono. Es también hacerse cargo del escenario.

Same old story

Cristina de Armas

Estamos frente al momento político más importante. El reparto de cargos. No hay nada más importante porque, Lector; sin cargos no hay politicos, sin políticos no hay partidos políticos y sin ellos no hay Democracia.  No es el peor de los sistemas y por ello hay un precio a pagar, la corrupción. No existe la democracia corrupción cero, no la hubo, no la hay y no la habrá. Mientras el gobierno comienza lentamente a funcionar, el bipartidismo intenta tímidamente consolidarse sin arriesgarse demasiado de cara a una elección que presenta por primera vez a la novel Coalición republicana como partido político. Mientras tanto en el llano se alimentan las noticias con un supuesto enfrentamiento interno entre la fuerza política de gobierno y su ministro de economía, enfrentamiento que se anunciaba desde antes de instalado el gobierno. No es nuevo, lo vivimos con Astori en el gobierno de Mujica. Aquellos si parecían dos ministerios y nada explotó. El ministro Oddone es de la escuela de Astori, uno sino él economista más respetado del país por propios y ajenos. Cuando en su discurso presidencial Orsi habló de la pobreza infantil como uno de los temas más importantes de su gobierno, allí estaba Oddone, lo sabemos. Como decía siempre Daniela Paysee: nosotros no tenemos diferencias, tenemos matices y como dicen los partidos de derecha del Frente Amplio: al final, ellos siempre se encolumnan. No hay que olvidarlo. Es la misma vieja historia.

TRUMPISTAS

Miguel Manzi

El otro día hablaba con un amigo que vive en EE.UU., quien me decía que había que esperar unas semanas o unos meses, a ver qué pasaba con esto de los aranceles; que todo podía volver a cambiar; que las medidas podían quedar sin efecto en cualquier momento. Yo le replicaba que, a mi juicio, una vez establecidas las nuevas tarifas, Trump ya no podía dar marcha atrás; que eso significaría una severa derrota política; que sería el hazmerreír adentro y afuera de EE.UU. Mi amigo me recordó entonces que en los EE.UU. de Trump no aplica aquello de “dato mata relato”, sino que prevalece el relato, amplificado hasta el aturdimiento. Que Trump dice y hace disparates todos los días pero que, hasta ahora, no ha perdido el apoyo del electorado que lo consagró presidente. Que da giros de 180 grados, y los explica “para que lo entienda la gente común”, sin reparar en falacias, medias verdades, o enteras mentiras, con el talento natural del bicho de poder que subordina todo su accionar a la afirmación de su predominio.

Bien pensado, siempre hubo de esos (“miente, miente, que algo quedará”), y hoy están de fiesta, en este mundo de las redes y de la posverdad (según la RAE: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”). En efecto, antes de internet las operaciones de desinformación requerían esfuerzos más sofisticados; el impune desentendimiento de los hechos y la vulgar expresión de opiniones infundadas, eran características de las charlas de boliche. Ahora, básicamente, cualquiera dice cualquier cosa y tiene asegurada alguna amplificación/validación pública instantánea; tan rápido va todo, tan poco dura y tan poco importa.

Caggiani y Díaz, ambos del MPP, contradijeron a Oddone respecto a la situación de la economía heredada del pasado gobierno (el uno con imperturbable gesto de monje del Santo Oficio antes de arrimar el fósforo a la pira; la otra patoteando como colgada del alambrado de la Ámsterdam). Son los mismos que aplauden a un compadre cuando renuncia por corrupto. Son los mismos que dicen que los tupas se levantaron en armas contra la dictadura militar. Son los mismos que vociferan contra el imperialismo yanqui y después votan la venia para el ingreso de soldados gringos. (Los mismos). ¿El juicio sobre la situación económica es “doxa” o “episteme”? ¿Quién tiene razón? ¿Quién se equivoca? ¿O quién miente? ¿Oddone, o la dupla de recios zagueros frenteamplistas? ¿El calificado economista puesto ahí por ellos mismos, o los dos esforzados militantes devenidos legisladores? Gana Oddone por goleada. Más interesante, pues, resulta preguntarse por qué el dúo dinámico dice lo que dice; y la respuesta también es obvia: porque el FA juega en toda la cancha, son gobierno y oposición, cambio y continuidad, izquierda y derecha, reforma agraria y extranjerización de la tierra, antiimperialismo y FMI, socialismo y propiedad privada. Entonces, decime, ¿cuánto querés que te dé?

Y, un día, volvió el FA al gobierno.

Rodrigo da Oliveira

Pero no el FA conocimos durante 15 años, con Astori llevando adelante la economía y Vázquez y Mujica encabezando la política. Volvió un FA diezmado de líderes y de dirigentes, de técnicos y de la última tanda de los muchos soñadores del 71, que pervivieron y llegaron a integrar las administraciones del período 2005/2020.

Quienes ahora llegaron fueron los nuevos: los nuevos MPP y la mezcla de nuevos comunistas con algunos dirigentes del viejo PCU, con el Juan (Castillo) a la cabeza. Y se nota. Mucho.

Se nota el afán politiquero, el ímpetu que denosta la meritocracia que representa Oddone y la carencia del principismo tan necesario para encabezar grandes procesos transformadores.

De políticas de Estado, ni hablamos. De proyectos que involucren a las grandes mayorías y que enamoren para una tan imperiosa evolución como país, menos.

El gobierno del parche, de innovar lo avanzado en el gobierno anterior (esto sí novedoso per se, no se estilaba en nuestro proceso administrativo) y refrendado en las urnas posteriormente, de retroceder en situaciones como las de las ocupaciones de empresas, como medida de fuerza sindical. Esa es la impronta que viene mostrando la administración ingresada el 1ro de marzo pasado. 

A esto se le agrega la política menor, aquella que tira cifras al azar y sesgadas, hablando de deudas y cajas vacías, pero solo en la parte que sirva de excusa para hacer poco o nada, en materia de gobierno. Ideas nuevas tampoco trajeron, así que seguiremos viendo reparto de divisas públicas sin contraprestación, como forma de clientelismo del peor, pero que les encanta aplicar. A los multicolores también.

Como muestra de lo dicho en materia de cifras y deudas, basta mencionar ASSE y su aumento en endeudamiento en un 3 % del presupuesto total, respecto a 2019. Claro, ello sin mencionar que hoy cuenta con más de 100.000 afiliados nuevos, respecto al mismo año. 

Pequeña omisión. Politiquilla.

La excusa de la caja vacía no es nueva, ahí no se ha innovado. La han usado todos, incluido dentro del período FA previo (Tabaré Vázquez sic).

Todo ello sería menor o pasaría como chisporroteos de los rastreros, pero habituales. El problema acá es la falta de liderazgo. No nuevo, pero sí más evidente a medida que avanza el período. 

El presidente ejerce, pero no gobierna.

No sabemos tampoco en manos de quién estamos; quién o quiénes imparten las directivas en la novel gestión.

Se sigue discutiendo en público cuestiones que debieron resolverse en campaña; los cruces entre Caggiani, Castillo y Oddone son significativos en este aspecto.

Ojalá Orsi logre alcanzar un liderazgo efectivo rápidamente, nos va a todos que ello se instale.

Hasta acá y hoy, hay mucho humo. 

¿Será el de las bombas de Caggiani? Luego las cambió e intentó suavizar. Nuevamente Oddone sosteniendo algo diferente, dicha cuestión no era tal ni tan grave.

¿Técnicos o políticos?

A capaces o incapaces, modificaría la consulta.

Lo del principio, faltan proyecto y miras. Faltan políticas de Estado, sin que ello implique más Estado ni más cargas impositivas.

Falta liderazgo, del que convoca a propios y ajenos. La política debe enamorar, debe convocar, debe encauzar grandes proyectos nacionales. En estas condiciones, no llegamos ni a hacer la plancha, aquello de lo que se acusó a Vázquez ll.

¿Cuándo fue la última vez que tuvimos un proyecto común? No será en esta etapa.

Un gobierno de parche, carente de líderes y de dirigencia de peso, que reconozcamos adherentes y adversarios.

Mucha barricada, bastante humo y poco contenido. Cinco años más, perdidos. Lástima.

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