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Cambio climático: el mensaje en las piedras por Manfred Steffen

Cambio climático: el mensaje en las piedras por Manfred Steffen
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Mucha gente piensa que el cambio climático está en el futuro y que, si tenemos suerte, nunca llegará. Sin embargo, ya está aquí y se manifiesta tanto en el aumento de frecuencia e intensidad de eventos extremos como en la aparición de fenómenos desconocidos. Las consecuencias se ven en todo el mundo. También en Europa, en países en los que nos reflejamos y que vemos como ejemplo a seguir.

En estos meses, Europa sufre una fuerte sequía con su secuela de incendios, pérdidas de cosechas y ríos sin agua. En algunos de estos ríos la bajante deja al descubierto las “piedras del hambre”. Se llaman así porque su aparición augura tiempos difíciles, malas cosechas y hambre para los habitantes. Estas piedras exhiben grabados con mensajes. Uno de ellos es: “Cuando me veas, llora”.

En tiempos normales las piedras están cubiertas por las aguas de los caudalosos Rin y Oder. Algunos de estos ríos evocan vinos cultivados de las vides en sus laderas o las ancianas catedrales construidas en sus ciudades. Otros son recordados por leyendas de ninfas como Loreley, que atraía a los navegantes con sus cantos. Estos, confundidos, se estrellaban contra las rocas y desaparecían en las aguas.

El Rin es una arteria fundamental para la economía de gran parte de Europa. Por ahí circulan miles de enormes barcazas cargadas de mercancías varias hacia los Países Bajos y de regreso. Por el Rin se transporta también el carbón, fuente de energía todavía ineludible para la industria. En las playas cerca de la desembocadura se encuentran los trozos que cayeron al agua y las olas fueron depositando allí. El transporte por la hidrovía significa un ahorro energético importante y disminuye el tránsito por las carreteras y sobre el riel. Sin embargo, la larga sequía que soporta Europa disminuyó el caudal. Alguna pintoresca isla, destino preferido de turistas, ahora se puede alcanzar a pie. Y como hay poca agua, las barcazas solamente pueden llevar un tercio de su carga. Esto obliga a recargar carreteras y ferrocarriles.

La guerra en Ucrania dejó a Europa sin el gas necesario para la transición energética, es decir, para el cambio de la energía proveniente del carbón a las energías sostenibles. Toda esta transición se basaba en el supuesto de la disponibilidad de gas abundante y barato. La invasión de Ucrania y la consiguiente interrupción del suministro colocan a muchos países frente a la disyuntiva interrumpir la transición o de conseguir carbón, gas o petróleo en otro lado. En algunos lugares vuelven a ponerse en operación los centros de energía atómica. Para enfriarlos se recurre al agua de los ríos cercanos. La sequía aumenta la presión por los recursos cada vez más escasos y los posibles conflictos por el uso.

Algunos esperan la lluvia. Desean que por fin llegue el agua y todo vuelva a la normalidad. El problema es que la sequía afecta los suelos, que se resecan y pierden su capacidad de retener la humedad. Es probable que cuando por fin llegue el agua salvadora, esta no sea absorbida, sino que más bien erosione la superficie y fluya rabiosamente arrastrando todo a su paso. Recordemos las inundaciones de hace un año y su secuela de pérdidas de vidas y de destrucción de pueblos milenarios y sus viñedos.

También en Países Bajos hay falta de agua y esto está provocando que se muera la vegetación que cubre los diques. Esta cobertura los protege al retener la humedad necesaria para mantenerlos impermeables. Sin humedad desaparece la vegetación y aumenta la fragilidad en una próxima inundación. Hace unos días, el director de la autoridad de la gestión del agua de los Países Bajos explicaba que dicho país enfrenta una inversión de la administración del recurso. En la historia, la lucha contra la inundación ocupa un lugar central. Ahora habrá que adaptarse a períodos de sequía y de altas temperaturas. Esto es inédito y significa un enorme desafío para toda la sociedad.

El cambio climático conlleva justamente eso, la aparición de fenómenos desconocidos. Y estos pueden potenciarse mutuamente. Confrontan a las sociedades con escasez de algo que se creía asegurado hasta ese momento. Así cobra una particular importancia el principio precautorio, es decir, evitar una actividad que muestre indicios de un posible daño, sin necesidad de requerir la certeza científica absoluta.

Los ejemplos descritos muestran que los problemas ambientales están relacionados entre sí y que una crisis puede rápidamente repercutir en diferentes ámbitos. El hecho de que se estén dando en países desarrollados, con excelentes sistemas de investigación y de alerta temprana, y muchos recursos para enfrentar situaciones difíciles, constituye un llamado de atención.

En varios países europeos se habla de racionar el agua, lo que comprende medidas impensadas hace poco como suspender el riego del césped de los jardines y el lavado de autos. Para proteger los bosques y prevenir futuras sequías e incendios se busca reforestar con diferentes especies y evitar los monocultivos. Para protegerse de próximas inundaciones se planea recuperar los humedales, proteger las márgenes de los cursos de agua y evitar urbanizar las planicies de inundación.

Todas estas medidas son paliativas, es decir, un intento de aminorar los efectos del cambio climático. Seguramente serán motivo de controversias políticas a corto plazo. A largo plazo habrá que adaptarse a la escasez. Esta será la nueva normalidad.

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