Carolina Bello, escritora “Escribo aunque no esté delante de un papel”

La escritora Carolina Bello acaba de publicar el libro “Los niños se ahogan en silencio”, editado por Fin de Siglo. Se trata de “doce cuentos disímiles entre sí” vinculados a “las negligencias del mundo adulto en relación con los niños”. Que incluye además un cuento de ciencia ficción.

¿Cómo nació la idea de este último libro?
Hacía bastante tiempo que tenía ganas de volver a escribir cuentos. Venía de escribir dos novelas seguidas y quería probarme a mí misma otra vez en un género tan delicado. No es que me propuse escribir un libro de cuentos sobre determinado tema puntual. Los temas del libro fueron apareciendo conforme escribía cada cuento y solo cuando vi que tenía un conjunto que podía ser parte de lo mismo, es que comencé a confeccionar el libro.

¿Que se cuenta en él? ¿Cómo fue el proceso de darle forma ?
El libro está conformado por doce cuentos disímiles entre sí, aunque atravesados por algunos temas o hilos conductores como las negligencias del mundo adulto en relación con los niños, la hipocresía como mecanismo necesario para la convivencia, aquellas cuestiones humanas que elegimos callar y que terminan erosionando nuestros vínculos. Con independencia de estos temas, también quería seguir jugando con los géneros y las posibilidades narrativas, así que volví a adentrarme en la meta reflexión de la literatura o a incluir por primera vez un cuento de ciencia ficción para saber cómo me sentía escribiendo uno.

¿Qué lugar ocupa la escritura en tu día a día?
A veces pienso que escribo aunque no esté delante de un papel o de un teclado. Escribir no solo tiene que ver con teclear, sino, en mi caso que me nutro mucho de decodifcaciones del entorno, de lo que me puede disparar una imagen o un tema en el que esté pensando mucho, es también saber coexistir con un lado que siempre está observando o procesando las cosas en un segundo plano. Una sala de espera o la foto de una cajilla de cigarros me pueden disparar una historia. Pero, como digo, buenas anécdotas tenemos todos. Lo que más me importa cuando se me ocurre la idea es pensar en cómo la voy a contar, pensar en la composición. Eso me puede llevar días enteros hasta que me decido por un principio.

¿Tenés una especie de ritual para escribir? ¿Cómo vivís ese momento especial de conexión con la creación?
No suelo ser de los rituales porque no siempre puedo permitírmelos. Escribo no tanto cuando quiero, sino cuando puedo. De todos modos, con este libro fui constante y establecí algo que podría asemejarse a una metodología. Soy más partidaria del oficio que de la inspiración y eso me permitió tomar ese camino. El lugar de la escritura en mi día a día, cuando lo encuentro, me ayuda a relativizar y a alivianarme. Es el mejor lugar en donde puedo estar, porque es el lugar en donde los monstruos son de papel. Y de la mano de la pregunta anterior, ¿qué lugar ocupa la lectura? Escribir es un oficio que se aprende escribiendo, decía Simon de Simone de Beauvoir. Yo agregaría: y leyendo.

¿Cómo es tu vínculo con el paso del tiempo con tus propios libros y textos ?
Siempre digo que respeto a los artistas cuya obra va mutando conforme ellos van cambiando, sujetos al tiempo. La Carolina de “Escrito en la ventanilla”, mi primer libro, no es otra Carolina, es la misma, pero con los intereses y la visión de mundo de aquel momento. Esto lo veo en todos mis libros: la tendencia a una búsqueda, a experimentar con las posibilidades de la escritura y con las mías. El paso del tiempo, que escatima con casi todo, es generoso con lo creativo.