Clima plebiscitario por Hoenir Sarthou
Cuatro proyectos de reforma constitucional que, de reunir las firmas necesarias, se plebiscitarían junto con las elecciones del año próximo son un fenómeno llamativo.
Por orden de aparición, los proyectos son:
A) El de Uruguay Soberano, que se propone regular la mega contratación del Estado, impidiendo los contratos secretos por medio de controles parlamentarios y eventuales referéndums populares, y dispone la nulidad y revisión parlamentaria de los contratos firmados en esas condiciones (UPM2, Katoen Natie, Pfizer, etc.) desde 2017.
B) El proyecto “Contra la usura y por una deuda justa”, lanzado por Cabildo Abierto, que propone establecer límites a los préstamos a interés y refinanciar el endeudamiento de cientos de miles de uruguayos que han perdido el acceso al crédito por estar endeudados y registrados en el “Clearing de informes”.
C) El promovido por el partido Identidad Soberana contra la obligatoriedad de la moneda digital del Banco Central, que aspira a preservar la circulación de dinero físico como garantía de la privacidad de sus usuarios y de la seguridad de sus fondos.
D) Por último, el proyecto de reforma de la seguridad social aprobado por el PIT CNT, que aspira a dejar sin efecto varias disposiciones de la reciente ley de seguridad social y a eliminar el régimen de AFAPs, por la vía de prohibir la intervención y el lucro privado en el sistema previsional.
A primera vista, uno puede suponer que la superposición de tantos plebiscitos podría generar confusión y conspirar contra la aprobación de todos ellos, cosa que no es imposible. Sin embargo, una mirada más detenida permite pensar en otras posibilidades.
Ante todo, los cuatro proyectos tienen, por así decirlo, un corazón o tema común. Los cuatro, de una u otra manera, tendrían como efecto regular y disminuir la incidencia del capital financiero en la vida de los uruguayos.
Ya se trate de poner limites y controles a la contratación del Estado, que deriva siempre en fuerte endeudamiento público, o de limitar la usura y remediar el endeudamiento endémico de muchos uruguayos con los bancos y financieras, o de evitar que la moneda digital, si elimina al dinero físico, nos convierta a todos en rehenes del sistema bancario, o de poner fin a la leonina intervención de las AFAPs en los aportes y las jubilaciones de los trabajadores, los cuatro proyectos limitan los privilegios y la impunidad que ha ido obteniendo el sistema financiero a lo largo de muchos años.
De modo que no es para nada impensable que a cualquier uruguayo de a pie le convenga firmar ahora, y votar en octubre, por los cuatro proyectos de reforma.
Probablemente sería un acto de sensatez, para quien nada ha ganado ni tiene para ganar con que grandes inversores nos endeuden y se apoderen gratis de nuestra agua y de nuestro territorio, o con que empresas especuladoras lo esquilmen con intereses monstruosos, o con que el Banco Central le impida manejar su sueldo o su jubilación en billetes y libremente, y decididamente se perjudicará el día que deba jubilarse con las rentas miserables que paga el sistema “mixto” de seguridad social, el de las AFAPs.
Hay otro aspecto que comparten las cuatro iniciativas de reforma. Es, justamente, que apuntan a resolver problemas que podrían haberse resuelto por la vía de la actividad legislativa común. Pero el hecho contundente es que la actividad legislativa común no los ha resuelto. Ni los gobernantes ni los legisladores, de todos los partidos, se han mostrado dispuestos a abordar estos temas que perjudican a los uruguayos. Es comprensible. Hay intereses muy fuertes que se verían afectados si medidas de esta clase se adoptaran.
Lo cierto es que, muy probablemente, en los próximos meses nuestro país vivirá un fuerte clima plebiscitario, que, es de esperar, puede hacer que el nivel del debate político se eleve un poco, saliendo de las banalidades que lo han caracterizado desde hace tiempo.
¿Ese clima plebiscitario perjudicará o beneficiará a cada uno de los proyectos de reforma considerado en sí mismo?
La respuesta dependerá, casi con seguridad, de la forma en que encaren sus campañas los partidarios de cada uno de ellos.
Si rivalizan y compiten, el pronóstico es malo para varios o para todos.
En cambio, si se afirman en los puntos en que coinciden y en las orientaciones que tienen en común, es altamente probable que se potencien mutuamente.
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