“Nací en un pequeño hospital de Tokio. Mamá dice que recuerda dos cosas: Un ratón que corría por el suelo, lo cual le pareció un signo de buena suerte. Y una enfermera que se inclinó sobre ella para susurrarle en tono de disculpa: ‘Me temo que es una niña’”
Con las palabras del párrafo anterior comienza Senderos, la autobiografía de la actriz noruega Liv Ullmann, nacida a fines de 1938. A comienzos de ese 1938 cumplía 30 años de edad Simone de Beauvoir, filósofa, escritora y activista francesa que en su ensayo El segundo sexo (1949) afirmaba: “no se nace mujer, se llega a serlo”.
La expresión “me temo que es una niña” delata el carácter subordinado que significaba ser mujer a mediados del siglo XX. El entramado de prácticas sociales que construye esa noción de mujer es la que Simone intentó desenmascarar en su obra. Como se ha dicho, en El segundo sexo la autora: “elaboró una historia sobre la condición social de la mujer y analizó las distintas características de la opresión masculina. Afirmó que al ser excluida de los procesos de producción y confinada al hogar y a las funciones reproductivas, la mujer perdía todos los vínculos sociales y con ellos la posibilidad de ser libre.”
El enfrentarse con ese “ser” un “no-ser” (“ser” mujer es “no-ser” hombre) es tomado ya en los primeros momentos de la obra Simone-Mujer Partida de María Dodera, cuando Gabriela Iribarren interpretando a la escritora afirma: “Mi infancia había sido alimentada por mitos forjados por hombres, y yo no había actuado ante ellos de la misma manera que lo habría hecho si hubiese sido un varón. De pronto, esto me interesó tanto que abandoné todo para ocuparme de la cuestión femenina en su totalidad. ¿Qué es ser mujer? A un hombre no se le ocurriría escribir un libro sobre su situación singular, la que ocupa el género masculino en la humanidad. Que sea hombre es algo que vale por sí mismo (…) Él es el Sujeto, lo Absoluto; ella es: el Otro.”
Totalidad destotalizada
En una mesa redonda realizada a mediados de los sesenta que se preguntaba sobre el poder de la literatura Simone de Beauvoir afirmaba: “en la filosofía que se denomina existencialismo, y a la cual adhiero, el mundo, como lo ha dicho Sartre, es una totalidad destotalizada. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que por una parte existe un mundo que es el mismo para todos; pero que por otra parte nos encontramos todos en situación respecto a él, y que esta situación implica nuestro pasado, nuestra clase, nuestra condición, nuestros proyectos: en una palabra, todo el conjunto de lo que constituye nuestra individualidad”
Hay relatos que interpretan el mundo (totalizaciones) que unos sectores de la población imponen a otros. Totalizaciones de clase, de raza, y también de género. Tomar consciencia de que esos relatos responden a la situación de privilegio de los opresores, y que los sectores subalternos deben rebelarse es el primer paso para construir otra totalización que supere la situación. Pero para eso se necesitan los colectivos, por eso se puede escuchar a la Simone de la obra afirmar: “El aislamiento de los individuos los conduce al desastre. A diferencia de los hombres, las mujeres no solemos tener un grupo fuerte de pertenencia. Vivimos en la dispersión. A diferencia de los negros o los judíos, quienes están unidos por su cultura y sus creencias, la mujer vive diseminada entre los hombres. Solo la solidaridad nos va permitir la lucha futura.”
La capacidad de la literatura, y del teatro, de retotalizar esa destotalización es la que ponen en foco Simone de Beauvoir en sus trabajos filosóficos y literarios, y María Dodera y Gabriela Iribarren en el espectáculo que la homenajea. Simone desmonta un discurso que somete a la mujer, a partir de su propia experiencia vital y lo traslada a una obra que también es acción. Y esa experiencia de vida, que incluye a la producción literaria como una acción más, es tomada por María Dodera y Gabriela Iribarren como punto de partida para un espectáculo que trasciende a la figura histórica, construyendo un relato en que la situación de directora y actriz se confunde con la de la escritora.
La celebración teatral
La primera nota teatral de este año fue una entrevista a María Dodera (Voces Nº 548) y allí nos decía: “Este 24 de Diciembre (del 2016) termino de brindar con mis amigos, agarro un libro y lo abro en un monólogo que es una parte de La mujer rota (de Simone de Beauvoir) en que justamente en una noche de Navidad una mujer vocifera al mundo como se siente. Enseguida se me vino Gabriela Iribarren a la cabeza como Simone de Beauvoir, inmediatamente se me vino Francia a la cabeza, una buhardilla como en la que viví ese año en París…”.
La navidad de la directora en Montevideo se continúa en la de ese personaje del libro y en la imagen de Gabriela Iribarren interpretando a Simone, pero hay otro puente más relevante. María Dodera habla de sí misma en este espectáculo. Las imágenes que se proyectan en la sala Delmira Agustini del Solís, imágenes que hacen converger virtualmente los contornos de algunos espacios parisinos con otros montevideanos, no solo ubican a la Simone que interpreta Iribarren, también evocan el espacio que habitaba la propia Dodera hace más de 20 años en París invitada para estudiar dirección teatral. Y es que esa lectura navideña parece darle una conclusión a las últimas búsquedas de la directora. Las mujeres de Shakespeare y Las mujeres de Cervantes abren un tríptico que se cierra con Simone, como la misma Dodera nos decía por Febrero: “quiero cerrar el tríptico porque esas mujeres son producto de poetas de esa época, son producto de mentes andróginas diría yo, pero eran mujeres que estaban totalmente golpeadas, aplastadas. Por eso quiero hacer esto otro de Simone de Beauvoir, darle vida también a esa mujer que abrió las puertas, o que dio el puntapié inicial para una lucha de la reivindicación de lo femenino.”
La lucha de Simone se continúa en las búsquedas teatrales de Dodera, en una celebración teatral en que el juego entre el adentro y el afuera de la ficción, entre el adentro y el afuera de la linealidad de la historia, estructura la narración. En esa nueva totalización la directora pareciera nunca querer quedarse ni en la “mímesis”, ni en lo “posdramático”, sino en los “intersticios” que se generan entre esas cristalizaciones formales. Y es que esos son los lugares de Dodera, los intersticios, las buhardillas.
No podemos cerrar esta nota sin dedicar un párrafo a Gabriela Iribarren. El virtuosismo y la entrega de una de las actrices de mayor carisma de nuestro medio escapan a las posibilidades de transcribirlas en unas pocas líneas, pero el día del estreno de Simone fue especial. El aplauso final dirigido hacia la actriz fue una mezcla de reconocimiento y agradecimiento realmente consagratorios. La comunión entre el ambiente teatral y la actriz tuvo uno de esos momentos casi mágicos, que pocas veces se repiten.
Simone-Mujer Partida es una obra imprescindible en donde se cruzan la vida y la obra de tres mujeres de esas que, para usar la máxima existencialista, nacieron condenadas a ser libres.
Simone-Mujer Partida. Dirección: María Dodera. Actúa: Gabriela Iribarren.
Funciones: 1 al 4 y 20 al 23 de Agosto a las 20:00. Sala Delmira Agustini del Teatro Solís.
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