Estamos a tres días de elegir al próximo presidente de la República.
Encuestas de opinión marcan una clara paridad entre candidatos.
Es un partido difícil para vaticinar quien resultará ganador al fin.
Hoy los que van a definir son esa masa de votantes aun indecisos.
La incertidumbre hace que suba la temperatura política en muchos
dirigentes y salen con declaraciones que hacen saltar la térmica.
Los exabruptos de Da Silva o los derrapes de Pepe son un ejemplo.
¿Convencen a alguien? ¿O solo cosechan aplausos de sus barras?
El debate de los candidatos fue un embole y seguramente la gran
mayoría de los que dudan, no lo vieron, fue solo para los feligreses.
Se cuidaron mucho de no meter la pata, o hacer algún error grande,
porque en la situación de virtual empate, ninguno quiso hacer olas.
Ahora salen con alguna chicana cruzada entre ellos, a través de los
medios, intentando mostrar debilidades o carencias del adversario.
También se utilizan a votantes de los partidos contrarios que se
dieron vuelta, para mostrarse como la mejor elección para gobernar.
La gran duda que se me plantea es que influye sobre los dudosos.
Creo que muchos no tienen interés por la política y la ven de lejos.
Otros no han sido convencidos por ninguna de las propuestas.
La personalidad del candidato y su experiencia son importantes.
La capacidad de armar y liderar equipos de trabajo también.
Pero creo que la credibilidad de la persona es un factor clave.
Nadie quiere votar a un deshonesto o un mentiroso de presidente.
Me parece que el indeciso deja de serlo si logra confiar en alguien.
A los que tenemos la camiseta puesta nos puede parecer banal.
Pero al hombre de la calle le resulta fundamental que el candidato
sea buena persona, alguien a quien le compraría un auto usado.
Le importa poco el discurso rimbombante de lenguaje complicado.
Valora más que le estreche la mano y le inspire plena confianza.
No tengan dudas, los indecisos el domingo 24 van a saber cumplir.
Alfredo García
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