El investigador mira la foto y piensa: “Era obvio que iba a ocurrir, las pruebas estaban ante los ojos de quien quisiera verlas”. Frente a él tiene, se dice, los balcones transmutados en cubiertas; la bella mujer sobre la puerta de entrada, en mascarón de proa…
Ahora que aconteció, parece muy fácil de explicar. Pero antes de que sobreviniese, como todo portento, resultaba imposible de predecir, concluye. ¿O acaso alguien hubiera podido imaginarse al edifico convertido en paquebote despegándose de sus cimientos, arrastrándose por Ejido hacia la rambla y surcando las aguas del Plata hasta desaparecer tras el horizonte?
(Ubicación: Ejido 1365)







