La glamorosa ilusión de los dorados años 20 había saltado hecha pedazos entre en octubre de 1929 cuando cayó Wall Street. La diva del cine mudo Mae Murray declararía que “éramos como libélulas. Parecíamos suspendidos en el aire sin esfuerzo, pero en realidad nuestras alas se movían muy aprisa. Para muchos de nosotros en Hollywood, atemorizados por la llegada del sonoro, lo de la Bolsa fue comparable al Apocalipsis, porque a menudo Dios da al hombre un relámpago de felicidad, sólo para hundirlo a continuación en la ruina”. El ejemplo más terrible de lo dicho por Murray fue John Gilbert, que a fines de los años 20 era el astro mejor pago del cine mundial. Desde que llegara al pináculo en 1925 por El gran desfile de King Vidor la MGM le abonaba la imponente suma de 10.000 dólares semanales. Ese dinero le había servido para darse una vida de rey y, de paso, adquirir varios chiches marinos de llamativos nombres: la goleta La Tentadora, la motora El Vampiro, el velero La Harpía y la chalupa La Bruja.
PARAÍSO MUDO. Su verdadero nombre era John Cecil Pringle, y había nacido el 10 de julio de 1897 en Utah. A los 18 años llegó a Hollywood y halló trabajo como extra en los estudios de Thomas Ince. Pronto se convirtió en favorito de Maurice Tourneur, progresó rápidamente, y se hizo una buena reputación en films junto a Mary Pickford. Seguidamente dio un paso importante al firmar contrato con Fox, donde se especializó en roles de exótico aventurero romántico (Amor de árabe y El conde de Montecristo en 1922, Sota, caballo y rey en 1923, El vanidoso y La mujer del centauro en 1924). Luego se trasladó a la MGM, donde se convirtió en estrella con éxitos como El que recibe las bofetadas de Victor Sjöström y La viuda alegre de Erich von Stroheim.
En 1925 Gilbert fue dirigido por King Vidor en el film bélico de tono romántico El gran desfile, la segunda película muda de mayor recaudación en la historia del cine. Su actuación le reafirmó como un máximo divo, y la suerte le ayudó porque por entonces murió Rodolfo Valentino, y Gilbert no tuvo rivales para conquistar la platea femenina. Sus éxitos con Vidor continuaron en 1926 (La Bohème con Lillian Gish, Bardelys el magnífico junto a Eleanor Boardman), hasta que al rodar para Clarence Brown El demonio y la carne se topó con una esfinge sueca. En efecto, su partenaire allí fue la recién llegada Greta Garbo. De inmediato comenzaron una relación muy publicitada, para alegría de sus seguidores. Gilbert quiso casarse con ella, pero a último momento la Garbo cambió de opinión y no se presentó a la ceremonia. A pesar del insólito desplante Gilbert siguió enamorado de Greta, ésta continuó dándole sus favores en los descansos de sus aventuras lésbicas, y siguieron siendo muy buena fuente de ingresos para MGM.
En todo esa historia con Garbo se originó un episodio que cobraría visos de leyenda. Durante su labor en MGM, Gilbert nunca se había llevado bien con el magnate Louis B. Mayer. Las rencillas eran por asuntos artísticos o financieros pero el 8 de setiembre de 1926, mientras los invitados esperaban en vano la llegada de Greta a la boda, Mayer hizo un comentario grosero sobre la diva al afligido Gilbert, lo cual derivó en una pelea física. Siempre se dijo que esta riña fue la verdadera razón por la cual la carrera de Gilbert naufragó. Algunos historiadores rechazan esa historia, pero en 1946 Eleanor Boardman, testigo de la pelea, la confirmó. Gilbert tenía un poderoso aliado en su amigo, el jefe de producción de MGM Irving Thalberg, que pensaba relanzar la carrera del astro en el período sonoro. Pero la débil salud del joven magnate limitó seriamente sus esfuerzos, frente a la presencia férrea y constante del enconado e irascible Mayer.
INFIERNO SONORO. En el cine Gilbert habló por primera vez en 1929 en el musical La revista de Hollywood, y es bueno señalar que la prensa no notó ningún problema con su voz. En perspectiva cabe reflexionar que la carrera de Gilbert vaciló debido a la calidad ínfima de los films que MGM (es decir, Mayer) le encomendó. A esas alturas el galán intentó olvidar a Garbo por la actriz Ina Claire. Se casaron el 9 de mayo de 1929 y se fueron de luna de miel. Cuando volvían de sus vacaciones europeas estalló la bomba de Wall Street y Gilbert se vio arruinado, porque su agente de bolsa le había invertido todo el capital en acciones, convirtiéndolo en una más de las miles de víctimas del crack bursátil. Pero el actor no se inquietó, porque aún tenía vigente un contrato irrompible con MGM para cubrir sus espaldas. El alivio empero sería momentáneo, ya que el film sonoro que Mayer le dio, Su noche gloriosa, fue unánimemente calificado como abominable. Cuando se estrenó en Nueva York, los desconcertados fans se removieron en los asientos: una caricatura de voz surgía desde los parlantes, como si mil cornetas se quejaran a todo volumen. Sin embargo, la atenorada voz de Gilbert no era mala, como lo demostró dos años después Los de abajo, film independiente en el cual su dicción es perfecta. Pero a esa altura el daño ya estaba hecho, porque con saña feroz los periodistas habían corrido la voz que Gilbert estaba acabado. ¿Qué había ocurrido?
Según versiones no oficiales Mayer aprovechó la larga ausencia de Thalberg (debida a un infarto) para deshacerse de una buena vez del odiado petimetre que había osado levantarle la mano en 1926. Para lograrlo el magnate habría obligado a los ingenieros de sonido de MGM a multiplicar por tres el volumen de la columna sonora, castrando deliberadamente la voz del actor. Para colmo, lo había vinculado a un film horroroso, porque Su noche gloriosa con sus diálogos absurdos funcionó más como mala comedia que como drama romántico. En una escena Gilbert besaba a la protagonista mientras repetía una y otra vez “I love you, I love you”. Ese fragmento hizo estallar en carcajadas al público de entonces, y dos décadas más tarde sería ferozmente parodiado en el musical de Gene Kelly Cantando en la lluvia. Pero aunque en sus títulos posteriores (la mencionada Los de abajo y La reina Cristina, con Greta Garbo) Gilbert tuvo mejores roles, su carrera nunca se recuperó del desastre de Su noche gloriosa.
Gilbert era un hombre sensible y acostumbrado al agasajo de sus admiradoras. El súbito corte del amor de su público fue muy duro para él e hizo añicos su autoestima. Para colmo Ina Claire lo abandonó, lo cual lo hizo caer de lleno en un desenfrenado alcoholismo. Lo que sucedió con este trágico galán, destruido por la ira de un rencoroso magnate, puede catalogarse como un suicidio larga y parsimoniosamente elaborado. Su carrera etílica hacia la muerte no tiene parangón en Hollywood. Aunque nunca perdió del todo su romántica apostura, su salud comenzó a deteriorarse. Se enteró que sufría del corazón, y comenzó a tomar más y más cada día. En su último año de vida no trabajó, sino que vivió literalmente en un mar de alcohol, mientras liquidaba la magra fortuna que había salvado del colapso bursátil. Tuvo un amorío con Marlene Dietrich, pero la cerebral diva lo abandonó por Gary Cooper. Si algo de ego le quedaba a Gilbert, en ese momento lo perdió definitivamente. Cayó en una profunda depresión, y cuenta la leyenda que se encerró en su casa para beber hasta morir, en una actitud idéntica a la que Nicolas Cage muestra en Adiós a Las Vegas. Gilbert murió el 9 de enero de 1936 en Los Ángeles, y en el recuerdo del cinéfilo sigue siendo el Prometeo de Hollywood, un hombre que desafió a los dioses y lo pagó muy caro.
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