Designan a Noboa presidente de Ecuador por Ruben Montedonico

Luego del balotaje del 13 de abril, las autoridades del Consejo Nacional Electoral de Ecuador designaron ganador al presidente interino (por 18 meses) Daniel Noboa. Según ese escrutinio el “triunfo irreversible” correspondió al empresario y político, con el 55,6 %, y un segundo lugar para la opositora -“correísta”- Luisa González con menos del 44% (porcentaje similar al obtenido en primera vuelta). En consecuencia, Noboa fue proclamado futuro mandatario (gobernará a partir del 24 de mayo).

 Tal y como se esperaba, lo anterior produjo una cascada de reconocimientos, agregándose –en ciertos casos- felices deseos al electo y al país, destacándose el visto bueno del Departamento de Estado estadunidense, al que se sumó el presidente Trump. En medio de este aluvión, se destacaron los vivas a la democracia ecuatoriana, al proceso electoral y al presidente, con dos excepciones en las voces de sendos mandatarios de Colombia y México. Otras críticas y cuestionamientos, diferentes a los de de las presidencias y cancillerías, tuvieron escasa difusión: se podría decir que se citaron, en pocos casos, pero con sordina.

La mandataria Claudia Sheinbaum, tras los comicios, aseguró que mientras gobierne Noboa continuarán rotas las relaciones bilaterales, interrumpidas por López Obrador luego que la policía ecuatoriana asaltara la sede que representaba a México en Ecuador. El presidente colombiano, Gustavo Petro, indicó que el balotaje se llevó al cabo en un “estado de sitio”, por lo cual no podía afirmar que estaba frente a “elecciones libres”.

El cumplimiento de la democracia supone que el interino (de acuerdo con la Constitución del país) pida licencia al cargo para competir como candidato en la elección que incluye al Ejecutivo: Noboa no lo hizo; el respeto a los tratados y acuerdos que signó Ecuador fue negado en el episodio de la embajada mexicana; mantener una relación equidistante con otros poderes e instituciones fue cuestión desmentida durante su interinato y el balotaje.

Por si no alcanzaran los decretos, actos y promesas gubernamentales para redondear e implantar un esquema de alertas y miedos entre los votantes, Noboa repuso la anulación   de derechos humanos básicos en cinco provincias del país y en Quito. La historia cuenta que en Uruguay estos decretos se aplicaron desde 1907, pero los que recuerda mi generación son los del “pachecato”, donde hubo elecciones con ellas vigentes. Por supuesto, ese liberticidio (entendido como desaparición de garantías de las normas del liberalismo) había iniciado con actividades policiales realizadas por las fuerzas armadas (acciones propias de policía suplantadas por contingentes militares); “guerras” internas con tiempos preestablecidos, sustracciones a la acción judicial de hechos que juzgaron jueces militares, y un largo espinel que desembocó en la dictadura cívico-castrense: para allá se enderezan los poderes políticos ecuatorianos, con sus propias características, pero con el norte definido por los dueños del capital y sus “aceitados” medios de comunicación.

 El tiempo transcurrido de gobierno interino (complementario del actual período) con pésimos logros, de todas formas impulsaron a Noboa a alcanzar el reconocimiento para su relección: más por rechazo al adversario (“correísta”) que por méritos propios. Se gestó así un triunfo de la derecha sobre la declarada corriente progresista (con excesivo intento por figurar como “centrismo equilibrante” y alternante). Como “broche” de este tiempo queda la anticipada denuncia del expresidente Rafael Correa -teledirigiendo a la opositora desde su exilio belga- de la existencia de un gran fraude electoral (aunque no se presentan evidencias de éste).

De aquí en adelante Noboa se plantea una serie de encomiendas para “barrrer” al “correísmo”, al que –por supuesto- la derecha ecuatoriana endilga todos los males del país. El mandatario tiene ante sí el desafío de anular (al cambiarla) la Constitución Política vigente, llamada de Montecristi (2008), por una que se ajuste mejor a los planes económicos del neoliberalismo. Luego del cambio que descuenta (tras convencer a un Legislativo dividido mayoritariamente entre “correístas” y Acción Democrática Nacional, de Noboa) acomodará las grandes decisiones sobre los sectores eléctricos, petroleros y mineros que adelantan su voracidad privatizadora.

Desde el poder, Noboa digita un sector indígena (opuesto a Correa desde siempre) ligado a la minería y espera por el control político de éste sobre el conjunto de los pueblos originarios en un próximo congreso de estos grupos. De lo que trata es de que este grupo anticorreísta, cooptado por el Ejecutivo, produzca una división en la CONAIE (con lo cual la oposición perdería el apoyo del grupo Pachakutik).

En cuanto a la izquierda electoral, deberá asimilar este tercer fracaso comicial a partir de mantenerse unida y cambiar las fórmulas de dirección: las medidas que le impiden a Correa regresar a su país hacen que su conducción pierda efectividad.

Confieso que creo que Noboa y la derecha desplegaron todo su potencial y no se sabe a ciencia cierta qué harán para mantenerlo, partiendo de la base de que ningún camino les resulta inexplorable. Asimismo, creo que los porcentajes adjudicados a los participantes del balotaje dan cuenta de que se practicó -de todas formas- un maquillaje fraudulento (preparado precautoriamente por si se comprometía la continuidad de la derecha en el gobierno) de las cifras sin que por ello se trastocara el resultado principal.

La “bendición” estadunidense -que asegura el apoyo automático del futuro mandatario a las propuestas y posiciones de EEUU- será la principal retribución que recibirá el régimen de Noboa durante el tiempo del festejo washingtoniano de la nueva derrota del progresismo sudamericano. Esto vendrá de la mano con el “olvido” de que en las cajas de exportación de bananos de la empresa que preside el presidente se encontraba un alijo de cocaína: obviamente el mandatario salió rápidamente a decir que nada sabía sobre cómo se había producido esto.

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