Orsi sale en el balotaje posiblemente con los votos que pudo haber conseguido en la primera vuelta, pero que se asustaron con el plebiscito del BPS y las AFAPs. Sí, entiendo la teoría de la recuperación de votos en la segunda vuelta, pero debemos preguntarnos por qué esta “recuperación”. No soy politólogo, y probablemente esté cometiendo un error (espero que no sea un horror), pero estoy convencido que el Frente Amplio no ganó en primera vuelta por la irrupción de un tema álgido, como el del sistema previsional en crisis, a través de un plebiscito que planteó las cosas de una forma drástica. A este debate planteado por la central sindical, la izquierda no pudo decir no. Era obvio que, en el gobierno, después de la serie de episodios de corrupción e inmoralidad, la coalición se jugaba un todo por el todo que los llevó a maniobras como la elección de la candidata a vicepresidenta, muy arriesgadas, casi incomprensibles. El silencio que se detectaba unos meses antes de octubre era expresivo de lo poco que se pensaba que había que hacer para ganar unas elecciones que estaban regaladas.
Pero surgió el plebiscito, y tuvo un efecto inesperado en toda la gama de los profesionales de la política. Dentro de la izquierda hubo desconcierto, titubeos, contradicciones entre la moralidad y la economía… se hizo evidente que no supieron manejarlo, ni los que estaban en contra ni los que estaban a favor. Una auténtica papa caliente.
Lo llamativo fue que “la coalición” tampoco lo supo capitalizar programáticamente. Fue un regalo que les cayó del cielo, pero da la impresión de que, si bien sabían que los favorecía, solo les dio para repetir automáticamente, con escasos ecos propagandísticos, aquello de “se quieren quedar con tu jubilación”. Pobrísimo.
Para el futuro, la granada del plebiscito parece haber provocado daños colaterales: ha herido a los tecnócratas de izquierda, los herederos de Astori, los “moderados”. No parece haber favorecido especialmente a los “radicales”, que se refugian en el populismo, que siempre rinde. Unos crecen porque los otros decrecen. Es más fuerte la marca “frente” que las convicciones ideológicas de los grupos, ya muy gastadas y de bordes difusos. La debilidad de los “moderados tecnócratas de izquierda” puede quitarle al Frente la autoridad científica que siempre estuvo ahí para garantizar las políticas. Ya hemos tenido experiencias de navegación guiados solo por la brújula del populismo. No han sido buenas: han favorecido al capital “amigo”, pero sin contraprestaciones visibles. Tampoco el “modelo GACH” garantiza rumbos firmes, y no se puede estar exigiendo asesoramientos honorarios a diestra y siniestra… ¿podemos esperar que la política (presupuestal) favorable a la universidad vuelva con este gobierno? Porque el MPP no se caracteriza por su fe en la ciencia, confían más en el “boliche”.
Veremos, dijo un ciego (eso decía mi abuelo…).
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