Alguna vez Jaime Roos comentó que escribía los rocanroles en Montevideo y las milongas en Ámsterdam. Daba a entender, alguien que desde muy joven frecuentó sin prejuicios los tablados cuando no era tan “cool” como ahora, que conectaba con cierta sonoridad montevideana estando a miles de kilómetros. Y con estas ideas conecta también lo que afirma Estíbaliz Solís en el programa de mano de Lontano, en donde escribe: “sospechaba que el tránsito permitía entender la memoria que nos compone, la que cargamos encima y aquella que también es nuestra pero que no habíamos tenido la oportunidad de conocer”. Solís es costarricense, pero hace años que vive en nuestra ciudad, y las azoteas con ropa tendida que se acostumbró a ver la hicieron imaginar postales de su pasado escurriéndose en esas cuerdas. De cómo esas postales costarricenses se fueron acomodando en los tenderos montevideanos habla Lontano, pero no solamente.
Una forma de entender la afirmación de Jaime, más polémica quizá, es el que nos demos cuenta de nuestra incapacidad para ver nuestra realidad estando inmersos en ella, aunque esta alienación montevideana no es en la música popular en donde es más visible. El teatro de nuestra ciudad, un teatro que empezó a caminar y se puso de pié incorporando el lenguaje de los conventillos en los sainetes criollos, un lenguaje en donde el acento migrante era un protagonista más, ha ido perdiendo la capacidad de dar cuenta de lo que sucede a su alrededor. Justamente nuevas oleadas de migrantes han ido modificando el paisaje montevideano, la sonoridad de las calles de la Ciudad Vieja y el Centro, pero eso no parece reflejarse en nuestras producciones escénicas. Las dos obras estrenadas en Montevideo en los últimos años que se detienen en esta realidad son Ellos (2013), del británico Anthony Fletcher, y esta Lontano, de la costarricense Estíbaliz Solís. Son migrantes los capaces de dar cuenta de estas nuevas situaciones locales más que nosotros mismos.
Piano piano si arriva lontano
Por momentos hay algo casi proustiano en Lontano, el planteo escénico hace ir y venir a la intérprete entre las ropas que cuelgan en la azotea y los recuerdos que se proyectan en esos tejidos. La habilidad para que imágenes, dibujos garabateados y hasta una comunicación por skype tomen esos tejidos colgados como “pantalla” es parte del hallazgo técnico del espectáculo. Solís se hunde en su memoria para traer y compartir con la platea juegos con su hermano, mudanzas familiares, canciones y hasta sonoridades suburbanas, como las de gallinas cacareando en algún rincón de su pasado. Pero nada llega con nostalgia, al contrario, los recuerdos de la niñez en Costa Rica se comparten en un nuevo escenario temporal y geográfico con la intención de crear una situación nueva. Esto se explicita cuando la creadora cita palabras de la directora de la escuela Nº 65 de la Ciudad Vieja que dicen: “Sos el producto de donde venís, pero no voy a poner énfasis en tu historia anterior. Voy a poner énfasis en el encuentro que tenemos ahora. Yo te modifico a vos y vos me modificás a mi, crecemos los dos”.
Otro de los encuentros interesantes de Lontano es el musical, el tecladista Ignacio Gutiérrez interpreta en vivo milongas urbanas, melodías sobre las que Solís cantará canciones italianas recordando a su padre, y otras sonoridades que completan el diálogo entre las dos situaciones culturales. Y seguramente el encuentro más inesperado sea el que se produce, vía skype, entre Estíbaliz y Bernal, su hermano “distinto”. Desde su niñez la creadora nos fue narrando los momentos previos al nacimiento de Bernal y la extrañeza que un hermano recién nacido generaba en los adultos. Un par de décadas después Bernal aparece proyectado en esas ropas colgadas en la azotea para arrancar exclamaciones entre sorprendidas y enternecidas de una platea que luego disfrutará con sonoras risas de sus ocurrencias y su capacidad histriónica.
Vimos la última función de Lontano el domingo 21 de octubre en la azotea del Centro Cultural Casa Pueblo de Santiago Vázquez, el pueblo ubicado en la ribera montevideana de la Barra Santa Lucía. Los aplausos y las exclamaciones del tipo “vuelvan” de vecinos del lugar fueron un sello de esa función. Antes Lontano había pasado por la azotea del MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena) de la Ciudad Vieja. Karen Halty, productora del espectáculo, nos comentaba que intentaron llegar a lugares en donde se sintiera la presencia migrante, e involucrar de alguna forma a las comunidades que se han ido instalando en nuestra ciudad generando un mestizaje que indefectiblemente nos modificará. Sería interesante que puedan seguir mostrando Lontano, que puedan seguir estableciendo encuentros que generen cercanía con lo lejano.
Por último unas palabras para Estíbaliz Solís, que como intérprete y creadora absorbe la atención del público, y que parte de su historia personal pero es capaz de trascenderla. Y alguien que, viniendo de Centroamérica, fue capaz de detectar en los creadores de Paysandú, Fray Bentos y Carmelo (que conforman la Liga de Artes Escénicas del Litoral) una estética propia que se va construyendo con cada espectáculo. Otro aporte de la migración a nuestro país, que ojalá no cese, para que seamos más capaces de, viéndolos y escuchándolos a ellos, vernos a nosotros mismos.
Lontano. Creadores e intérpretes en Uruguay: Estíbaliz Solís e Ignacio Gutiérrez. Intérprete en Costa Rica: Bernal Solís. Producción: Colectivo La Tijera.
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