El próximo 8 de marzo el colectivo Diez de cada diez llevará su performance homónima a la ciudad de Melo, iniciando la “II Gira en Diálogo”. La directora Valeria Píriz y la actriz Silvia Copello contaron a Voces algunas características del colectivo y de las acciones que vienen realizando desde el 2015.
En su ensayo Tiemblen: las brujas hemos vuelto, Yanina Vidal describe Diez de cada diez como “una pieza performática” en que las performers, vestidas de rojo e interpretando estereotipos de roles femeninos, interpelan al público a partir de fragmentos de dos textos: “La mujer. Su salud, su higiene, su belleza” del Dr. René Vaucaire de 1929, y una nota del 5 de febrero de 2015 del diario español El Mundo titulada “Uruguay no es un país para mujeres”. Es importante señalar que la voz de algunas de las performers que recitaban esos textos era silenciada por otras que pegaban cinta adhesiva y papel film sobre el cuerpo de quien denunciaba la violencia. Se conformaba de esa forma una escultura a modo de crisálida que finalmente se colocaba en el piso.
Valeria Píriz, artista visual además de performer, cuenta que la pieza surge “a partir de lo que habían sido los femicidios del 2015, desde el 1° de enero hasta casi el 8 de marzo”. La convocatoria se realizó en diversos espacios como la recientemente creada Coordinadora de Feminismos, de donde llega la actriz y militante feminista Silvia Copello por ejemplo, o un Laboratorio de artes performáticas, desde el que se sumaron otras actrices y dramaturgas. Es así que empiezan los ensayos para realizar la acción en la feria de Tristán Narvaja, tomando el nombre de la nota periodística que señalaba que siete de cada diez mujeres sufría algún tipo de violencia de género. Al ser diez las performers iniciales el nombre de la pieza surgió naturalmente: Diez de cada diez.
Copello señala dos hechos relevantes en el proceso: “Cuando arrancamos en el 2015 habíamos actrices, artistas visuales, alguna compañera que venía de la danza, alguna militante sin formación artística, y esa primera vez que la hicimos, fue muy jugada. Íbamos de a dos en la feria, haciendo algo así como teatro invisible, que no era porque estábamos vestidas de rojo y la gente se daba cuenta de que algo estaba pasando, y fue fuerte el impacto, las reacciones de las personas. Algunas se conmovían y apoyaban pero otras nos hostigaban. Y fue fuerte porque esa primera vez no estábamos en grupo. Ahí vimos que, porque podía tomar más fuerza y también por una cuestión de auto-cuidado, era mejor hacerla en grupo. Y otra cosa que me parece que cambió es que a medida que fuimos haciendo Diez de cada diez, a partir de todo lo que nos pasó en el cuerpo, lo que nos pasó con el público en los diferentes espacios, se llegó a la conclusión de que quienes se sumaran tenían que tener formación artística, porque sino no lo podías sostener”
Valeria: Al principio nos movió a todas el tema, pero la mayoría éramos artistas, teníamos herramientas para poder poner el cuerpo en escena. Pero después esa formación se volvió hipernecesaria para tener herramientas con las que sostener. Y aún así al principio costó, hubo secuelas en nosotras. Fuimos encontrándonos con espacios cada vez más hostiles, sobre todo en algunas ciudades del interior. Ganamos un fondo en el 2016 y en el 2017 hicimos nuestra primera gira en Treinta y Tres, Maldonado, Rocha y Minas. Y fue un impacto lo que iba aconteciendo en cada una de las ciudades, cómo cada ciudad es diferente y manejaba el tema de forma diferente. Por ejemplo en Treinta y Tres las mujeres se nos vinieron arriba como diciendo «basta». Hay un momento en donde se genera mucha tensión, cuando una actriz decía un texto y otra silenciaba esa voz, colocando cinta sobre el cuerpo que luego forma una crisálida. Ese 8 de marzo de 2017 en Treinta Tres estuvo bravo porque las mujeres nos dijeron: «¡Basta!»
Silvia: No estábamos acostumbradas a esas reacciones. Acá en Montevideo mucha gente es políticamente correcta, pero allá las mujeres empezaron a gritar. A mí me hablaban y como que trataban de salvarme, también le pasó a otras compañeras. Había como una olla a presión muy heavy. Y esto no quiere decir que en Montevideo no la haya, pero bueno, acá se habla más del tema, hay más recursos. Pero cuanto más adentro del interior es más la olla a presión que hay. También nos sucedió lo contrario, que nos recibieran con una indiferencia total. Y creo que no es una indiferencia real, sino más bien una forma de no querer ver.
¿Cómo surge la idea de entrelazar el texto de Vaucaire con la nota de prensa que habla de la violencia de género en Uruguay?
Valeria: El libro de Vaucaire (médico barcelonés de principios del siglo XX) habla sobre la salud y la belleza de las mujeres, y brinda recetas sobre cómo conservar la juventud de las mujeres, recetas nefastas que hablan de la histeria, de que hay que llevar al campo a las mujeres cuando menstrúan. De que a las histéricas hay que darles inyecciones de agua fría y caliente… Estamos hablando de cosas que atacaban directamente al cuerpo de la mujer desde la medicina.
Silvia: Y en un momento habla de cómo recuperar las facultades morales. Si vos sos media histérica y te dan las inyecciones de agua fría y agua caliente, en la vagina, en el útero, describe todo con detalles, adquirís nuevamente tus facultades morales. Aparte de la belleza está la moral de la mujer tranquila.
Valeria: Y fragmentos de este texto eran dichos con fragmentos de una nota del año 2015 en donde se comparaban estadísticas entre Uruguay y España, y donde decía que siete de cada diez mujeres sufrían violencia de género. Hice una edición y empezamos a construir distintos personajes súper estereotipados para que sean fácilmente identificables. Personajes y no tanto, porque hay algo que es mucho más performático, hay un modo de interpelar y de poner al público en situación tal que mueve una performatividad que es social. La perfo está creada para actuar en el espacio público y que te agarre desprevenido, no es que vas a ver a la obra, no, acá pasás por ahí y te encontrás con esas mujeres vestidas de rojo y ves que pasa con eso.
La performance se fue modificando bastante ¿Esa era la idea inicial?
Silvia: En realidad, y esto lo hablo como actriz, pasa que siempre tiramos las estadísticas del año en que hacemos la perfo y eso va cambiando la forma de decir, y esas cosas empiezan a afectar también en el cuerpo. Más allá de que seamos actrices y no hacemos catarsis, sí es verdad que cada año cada cosa te va golpeando y llega un momento en el cual nosotras mismas necesitamos cambiar, porque la situación iba cambiando. Hay compañeras que estamos desde el principio y otras que se sumaron después, y eso también trae otras cosas, aparecen otros personajes. Y está la necesidad de evolucionar, sea en la puesta o en nosotras mismas. Esto es muy distinto al teatro, que tiene otros tiempos, un desarrollo del mismo personaje, en este caso es otra cosa, otra adrenalina.
Valeria: También pasa que por un lado está la obra, que da nombre al colectivo, pero el colectivo ha hecho dos obras más: Protocolo de acción para estado de emergencia, y No matarás. No Matarás fue presentada dentro del Ciclo anual de performances Clemente Padín, en el Subte municipal de Montevideo, y ahí lo que hicimos fue cortar durante catorce minutos, envueltas en las cintas que dicen «Pare» el tránsito. Íbamos minuto a minuto cortando la calle hasta llegar a catorce, porque la consigna era que cada catorce minutos una mujer denuncia una situación de violencia de género. Y la otra la presentamos el 25 de noviembre de 2019, Protocolo de acción para estado de emergencia ¡Fijate lo visionaria que fui! Ahí estábamos acostadas con esas mantas térmicas que se usan en estado de emergencia, también cortando la calle en Avenida del Libertador y Venezuela.
Es interesante el planteo de que, a diferencia de otras formas de “artivismo” feminista que describe Yanina Vidal en su ensayo, ustedes plantean la necesidad de que la performer tenga formación artística, pero no por la «calidad» del resultado sino por la necesidad de tener herramientas para manejar la hostilidad con la que se puedan enfrentar.
Silvia: Sabés lo que pasa, vos nunca sabés lo que va a pasar, se necesitó profesionalizar por el hecho de que estás en escena y capaz viene alguien y te dice «qué buena que estás, te voy a coger” y vos tenés que seguir. O que te tiren piedras, o que te quieren arrancar la cinta. Y hay que sostener. Lo que no quiere decir que nos inmolemos, pero hay que aguantar la toma. No es que aguantás todo, pero sí seguir más allá de puteadas, y a veces hasta te puedo hablar y devolverte el texto. La idea de profesionalizar fue tener espalda para aguantar en la calle. Porque hubo compañeras que en algún momento se sintieron mal o se desestabilizaron, algo totalmente entendible.
Valeria: Incluso aunque tengas formación actoral o vengas de las artes visuales el espacio público es otra cosa. Y cada lugar en donde una habita el espacio es diferente en su idiosincrasia. Yo hice performance en Brasil, en Argentina, en Chile, y lo que acontece en el espacio público es muy diferente en cada lugar. Y acá en Uruguay tampoco es lo mismo Montevideo que las ciudades del interior. De hecho la primera gira nos generó esa cosa de pensar en tener contención psicológica. Porque en realidad son nuestros cuerpos los que se exponen ahí adelante, sos vos que estás atravesada por el tema y atravesada por ese interpelar que a vos misma te genera ese espectador que está ahí tomándose un vinito y gritándote «¡Puta!».
Desde el 2015 las movilizaciones feministas se volvieron cada vez más multitudinarias, en parte a partir de la presencia de colectivos artísticos como Diez de cada diez en las calles. Parecen hechos que se fueron retroalimentando
Valeria: Exactamente. También es un modo de transitar el arte desde otro lugar, vos articulás desde el arte siempre, porque es lo que sabés hacer. Yo considero que soy artista y trabajo desde ese lugar, hoy en día no es menor, somos un colectivo de artistas que este 8 de marzo va a cumplir siete años de estar trabajando.
Silvia: Yo creo que esta no es una perfo que va a venir gente a hacerla solo por el hecho artístico. Me parece que atraviesa un tema que para nosotras transversaliza nuestras vidas. No es como que te inviten a hacer una obra de Chejov. Acá hay una implicancia, es un hecho político, vos no podés hacer esto si no estás de acuerdo con lo que estás haciendo al meter el cuerpo.
Valeria: Y en realidad entrás porque es un colectivo artístico, y ha pasado que muchas actrices se acercan por eso, pero después descubren que esto implica un compromiso. Porque además es autogestivo. Ganamos en 2017 un fondo, ahora ganamos otro que nos va a llevar a dos departamentos, pero es mínimo, apenas alcanza para cubrir costos. Hay un querer estar en lo que estamos haciendo que no es para todo el mundo.
¿Cómo es el cronograma ahora?
Valeria: El 8 de marzo vamos a estar en Melo, y en Mayo en Canelones. Y a su vez estamos filmando un documental, registrando todas las etapas que estamos haciendo. Nuestra idea es llegar a tener un registro de los diez años de Diez de cada diez, si fuera posible con los diecinueve departamentos, y con este fondo estaríamos dando un pasito en ese sentido, contar un poco lo que venimos transitando como colectivo artístico, las anécdotas que hemos pasado.
Silvia: Y las reacciones de la gente, por ejemplo en Minas actuamos, creo que en mayo, junio, como a las siete de la tarde, bajo lluvia, a oscuras. Casi que la hicimos por nosotras. Pero había una mamá, con su bebé y sus dos nenas, con un paraguas, esperando la performance. Fue el único público. Y fue tan alucinante esa experiencia de hacerla bajo lluvia y que hubiera una tipa con sus hijas esperando la perfo igual. Increíble.
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