E l emperador

Los estadounidenses que votaron a Donald Trump no sabían que lo estaban eligiendo no sólo como Presidente de los EEUU sino también como Gran Visir de Gaza y Medio Oriente, Interventor del Caribe y las Pampas argentinas y Emperador de lo que queda de Occidente.

Lo confirmé hoy, al saber que ordenó que militares ingleses se instalaran en Israel, supuestamente para refrenar la agresividad del ejército israelí, y que tropas de otros países de la región, entre ellos Qatar y Egipto, ingresaran a Gaza con el mismo fin.

De a poco, empieza a develarse el verdadero destino de esa incomprensible masacre de palestinos que duró dos años. Gaza no será para los gazatíes. Y al parecer tampoco para los israelíes.  

Lo que aparece ante la vista es, a la vez, una gran posibilidad de negocios y un enclave estratégica de incalculable valor en una región petrolera por excelencia. Sólo la reconstrucción de Gaza implicará contratos por casi 70 mil millones de dólares, más la posibilidad de construir gasoductos, invertir en balnearios de lujo e incidir en la política de los vecinos ricos en petróleo.

¿Se imaginan quiénes obtendrán los contratos de reconstrucción e inversión?

Podría apostar a que, con distintos nombres y razones sociales, allí estarán las inefables administradoras de fondos de inversión que conocemos, las que se están apoderando de Europa, invirtieron en “el milagro chino” y esperan comprar muy barata a la demolida Ucrania.

Mientras tanto, Trump no pierde tiempo. Hunde barcos en el Caribe y hace que el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, hombre cercano al grupo Rockefeller, maneje la política monetaria de la Argentina, bajo la promesa de unos cuántos miles de millones de dólares si Milei gana las elecciones del próximo 27 de octubre.

Pero, ¿cómo? ¿No era que Trump había vuelto al gobierno para demoler al poder económico globalista que devora a los EEUU y al mundo occidental desde adentro?

Hay algo cada vez más claro. Trump no es un militar sediento de sangre, tampoco es un estadista ejemplar, ni un líder espiritual, ni un teórico socio político, ni siquiera es completamente un líder demagógico. Es ante todo un hombre de negocios, un comerciante. Y así encara la política, como un asunto de negocios. Si hay que invertir, invierte. Si hay que amenazar, amenaza. Si hay que disparar un par de misiles, los dispara. Si hay que hacer discursos emotivos, los hace. Pero sobre todo compra y vende, ofrece esto a cambio de lo otro. Y espera cobrar lo pactado. Por eso rezongó a Zelenski como a niño chico: “Te dimos tantos miles de millones de dólares”, le dijo, “¿Y qué hiciste con eso?”. Por eso a Milei le está cobrando la Argentina, a cambio de salvarlo por un rato del naufragio de su gobierno. Por eso abandonó a Europa, porque es un negocio caro y sin resultados.  Y es duro con Maduro, hasta donde puede, porque Maduro arregló con la competencia, hizo negocios de petróleo con China y con Rusia.

Es muy probable que Trump sienta realmente que está salvando a los EEUU y al dólar de la debacle, de la hegemonía china. Quizá incluso esté realmente dilatando su caída a fuerza de dinero y amenazas por medio mundo. Y, como comerciante que es, no duden de que esté ofreciendo oportunidades de negocios incluso a sus enemigos, a los mismos capitales que en su momento trataron de evitar su acceso al gobierno, los que dominan Europa y operan a través del Estado Profundo de los EEUU, los que tienen inversiones también en China y saldrán ganando sea quien sea el triunfador en la guerra comercial entre los EEUU y China.

Mundo extraño en el que nos toca vivir. Pero no nos engañemos. El dinero y la tecnología marcan la tendencia de fondo. Y esa tendencia favorece al modelo chino. Trump puede ser un accidente pasajero, con el que igualmente se puede ganar dinero. El capital financiero global, ese especulador sin patria ni ideología, que apostó contra Europa y los EEUU y al que Trump dice combatir, puede esperar. Tiempo y dinero es lo que le sobra.  

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