El arte, entre Pink Floyd y Peter Greenaway de Oscar Larroca
Enfrentado a un voluntariamente provocativo espacio de tensión, resultante del diálogo entre creaciones que comparten el sonido de fondo de una época y la contemporaneidad de sus autores, como son Atom Heart Mother (Pink Floyd, 1970) y The Cook, the Thief, his Wife & her Lover (Peter Greenaway, 1989), Óscar Larroca se adentra con agudeza en las relaciones topológicas de unión, inclusión y disyunción entre estas piezas, asumidas como propuestas de “arte total”. Una vez más el pulso ensayístico del autor enfrenta el riesgo de operar en el ejercicio del razonamiento imprescindible al momento de renovar insumos para (re) generar un acreditado espacio de debate crítico; importante debe en nuestra fragmentaria escena cultural.
Verónica Panella
“Parece que las cosas flotaran en el aire”, me comentó en cierta oportunidad el dibujante Jorge Satut acerca de la coincidencia que se constituye cuando dos o más artistas visuales (que se pueden conocer o no) utilizan la misma idea para producir una pintura y luego arriban a resultados semejantes: distribución de los elementos, composición, concepto, etcétera. Este diálogo sucedió en 1981, en un mundo todavía no globalizado ni hipercomunicado como consecuencia de los avances informáticos. Hoy, a través de la web, se corre con la ventaja inmediata de exhibir el quehacer propio y de escrutar el trabajo ajeno (con una exposición que impide que se pueda sostener por mucho tiempo el plagio, si los hubiere). Existe, por ejemplo, un conjunto considerable de cineastas que producen sus filmes con referencias al arte visual, y algunos músicos trabajan con propiedades vinculadas a la dramaturgia, fusionando diferentes espacios y géneros que acreditan, ocasionalmente, concordancias en el proceso creativo.
Entre varios creadores que comparten la preocupación por trasponer los márgenes de su disciplina, elegí la obra musical Atom Heart Mother (1970) de la banda británica Pink Floyd, y el filme The Cook, the Thief, his Wife & her Lover (1989) del cineasta británico Peter Greenaway. Ambos artistas —el cineasta y la banda—operan en el conflicto mismo que supone el transitar de un espacio hacia otro.
Es probable que existan ejemplos mucho más concretos a propósito del modo de producir una obra en la que intervengan varios espacios de producción simbólica. Quizá también los títulos seleccionados respondan a un recorte intransferible y arbitrario sujeto a mis preferencias artísticas personales, las cuales pagan tributo a una hilera de patrones culturales preestablecidos. Pero, ¿acaso importa si un artista visual o un dramaturgo —pongamos por caso— traspasan los límites de sus disciplinas artísticas para alcanzar la verdad que buscan? Pienso que importa en la medida que dejan al desnudo las razones y las huellas, a menudo similares, de esa exploración.
Lejos de intenciones vindicatorias, mi finalidad es la de descifrar esas razones —sobre todo, las compartidas entre estos ejemplos— y entender las causas históricas que se cruzan en el espacio de la creación artística. De paso, lo que intento exponer en los pliegues de este ensayo es el cierto prejuicio asordinado que, a menudo, impide pensar de forma simultánea en espacios artísticos diferentes. Por lo pronto, mi recompensa sería mayor si los melómanos y cinéfilos —cuya costumbre es la de involucrarse en textos de su exclusiva asignatura— encuentran en estas páginas alguna oportunidad de asomar la mirada por encima de los muros que separan un espacio del otro y entregarlos a las preguntas que, sin embargo, nunca tendrán una respuesta definitiva, tanto del arte, como de las argumentaciones que lo han acompañado. El intento, igualmente, nunca dejará de ser imprescindible.
Oscar Larroca
Óscar Larroca (Montevideo, 1962). Sostiene actividades desde 1981 como artista visual, ilustrador, docente y ensayista. Expuso en más de cien exposiciones colectivas en varios países del mundo, e individuales en New York, París, Viena y Barcelona. Obtuvo una docena de primeros premios en salones nacionales y dos premios en salones internacionales. Es “Académico Correspondiente” ante la Academia “Greci-Marino” de las Letras, Artes y Ciencias”, Novara, Italia. En 2011 obtuvo el “Premio Figari a la Trayectoria”. En 2004 publicó el libro La mirada de Eros (finalista de los “Premios Bartolomé Hidalgo”) y en 2007 La suspensión del tiempo (1ª. mención en los Premios Literarios del M.E.C.).
Ha publicado reseñas en Tiempo de Crítica, Interruptor, Brecha, Portal ECOS.LA y El País Cultural. Realizó el guion y los dibujos para las historietas Heber y Badi: los gemelos melódicos, La oficina del medio (2017) y los dibujos para Kevin, El rey ignorado y Los nuevos vecinos, de Leo Maslíah (2019).
Desde 2008 es director, junto a Gerardo Mantero, de la revista de artes visuales La Pupila (Premio “Morosoli” en 2010, y reconocimiento de la Cámara U. del Libro por su “Contribución a la cultura” en 2015). En 2013 publicó Luego existen: 13 intelectuales uruguayos. En 2016 editó Bisagras y simulacros (HUM) y en 2018 publicó Gráfica Ilustrada (Ed. de La Plaza), el cual obtuvo el “Premio al mérito gráfico” de la Cámara U. del Libro. A la fecha se encuentra trabajando en el libro 100 ilustraciones para 100 filmes del siglo XX (junto a Guillermo Zapiola), además de varios ensayos y otros proyectos editoriales sin fines de lucro.
«El día que Pink Floyd (no) se cruzó con Peter Greenaway», es un libro de Penguin Random House para su sello Taurus.
Disponible en todas las librerías.
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