1984 no es solo la afamada novela distópica de George Orwell. Ese año fue un año singular para la canción uruguaya. Una andanada de títulos valiosos de artistas valiosos, se sucedió en un acotado margen de tiempo. En marzo Eduardo Mateo había publicado “Cuerpo y Alma”, uno de sus discos más sorprendentes. Al mismo tiempo, saldrían al mercado dos discos grabados en vivo de dos músicos populares medulares, José Carbajal y Daniel Viglietti, que retornaban al país luego de un prolongado exilio. “Angelitos” y “Por ellos canto” se titularían ambos trabajos. Y como frutilla de esta torta, Jaime Roos editaría el maravilloso “Mediocampo”, Fernando Cabrera su primer álbum como solista, “El viento en la cara”, y Leo Maslíah el fantástico “Canciones & negocios de otra índole”. Hay más discos que fueron editados en este año inolvidable. Entre ellos, uno que marca el debut de dos nombres que se convertirán en grandes artistas y compositores. El álbum “Alberto Wolf y El Cuarteto de Nos” quedaría un poco relegado, si tomamos en cuenta el listado impresionante que mencionamos. Ayuí editó la casete y el vinilo en diciembre, a la par del de Cabrera. Wolf y el Cuarteto se dividieron las caras del disco*. El lado A (de Alberto) le tocó a “Mandrake” Wolf. Un compositor extraordinario que ya insinuaba su talento, con un concepto creativo muy claro: lo “tuquero” como base de sus composiciones. Porque la línea de una canción pop fundida con candombe está en casi todo lo que hizo y hace Alberto Wolf. En el material del disco está la huella de Mateo con el Kinto; y está Jaime Roos y Jorge Galemire; pero surge, y esto es lo importante, el propio lenguaje Wolf. No es solo tener una estética x, sino es cómo nos ubicamos en esa línea; y más cuando carga con un historial tan pesado. El elenco de músicos que participaron de este lado A es asombroso. El inolvidable Wilson “Wil” Negreira en percusiones y coros, Javier Muñoz, Raúl Buzó y Eduardo Vila en bajos, Alejandro Roca en guitarra eléctrica, Luis Alderotti en teclados, Walter “Nego” Haedo en percusiones, Leonardo Baroncini en batería y el trío Travesía, entre otros músicos. Las canciones de “Mandrake” traían aire fresco; candombeces con textos amorosos y enigmáticos, como en “Ojos de Gata”: “Me decían que no cruzara/ Los arenales/ Donde moraba/ La farolera solitaria/ Cuídate de lo oscuro/ Cuidado con su mirada”. O en ” Un instante”: “Tu mirada triste y lejana/ Sondeando al cielo y la muerte/ Un mar tranquilo, con olor a temporal/ Gris del agua y de tus ojos”. Una inocente sensualidad recorre estas cinco canciones. Y un acierto estético que quizá haya pasado desapercibido. En “Ella va”, una especie de reggae “de Pocitos”, la colocación de la voz hace volver la mirada al Mateo de la canción “Carlitos”. Y hay algo del texto que también remite al maravilloso candombe pop de “Cuerpo y Alma”. “Mas cuando arranquen” es otra cosa. Cierra esta parte del disco, pero parece salida de otro costal. Es un candombe callejero y sencillo, con armonías con acordes naturales. Es un delicioso candombe de Till Silva y Ricardo Zubirí, quien canta la primera (y gozosa) estrofa: “Si las llamadas no van a Ansina/ Me voy al centro a comer fainá/ Un poco de vino quizás/ Para estar más loco/ No es lo mismo un hombre/ Que un gran señor”. En el coro final, se une la gente del Cuarteto para cantar: “Medio litro de grappa/ La figurita/ Un paso un respiro/ Me zambullo y chau”. Y chau. Gran canción y excelente lado A de un cantautor que hacía sus primeros intentos. El lado B fue para el Cuarteto de Nos. Un cuerpo también importante de músicos acompañantes, como Andrés Bedó y Hugo Jasa, entre otros. La participación del Cuarteto (entonces un trío: los hermanos Musso + Tavella)) empieza por “Acapulco nos emborracha”, una hilarante composición de Santiago Tavella con mucha influencia del David Byrne de “Stop Making Sense”. También hay un lugar que compartían con Leo Maslíah: el de la irreverencia y la ruptura de la forma. En “Totalmente normal”– oscura y enigmática–hay mucho del Maslíah de “La Cementadora” y, cosa curiosa, de Chico Buarque del disco “Construção”. Una canción “normal” de Roberto Musso. “Tanto/ tiempo/ sin verte/ muchas/ horas/ sin tu amor// como para estar/ totalmente normal”. “Nocturno” es una de las mejores canciones de todo el trabajo. Escrita por Santiago Tavella con un tratamiento a la “Crimson”, y donde late el tango debajo, aunque su texto no refiera a nada “tanguero”: “en una noche amarilla/ en la plaza blanca y verde/ una mujer de ojos negros/ escribía sobre el polvo/ traído de un astro cercano/extraños signos proféticos/ como si fuera un oráculo/ sin que nadie la entendiera”.
En “Cucos S.R.L.”, la parodia no puede con la dura (y obscena) realidad. Esta empresa-culto religioso- multinacional, se parece demasiado a lo naturalizado hoy en día. Y ni hablemos de las otras empresas que llegan como proyectos de desarrollo y trabajo, y nunca vemos el desarrollo y menos el trabajo. La canción se emparenta con “Agua podrida” de Maslíah, hasta en el arreglo. Un álbum que asombra por la madurez estética (pese a la juventud de todos sus participantes) y que merecería otra consideración.
*Qué bueno estaría que el álbum se remezclara, y que el listado y el orden de canciones fuese distinto, sin la distribución 50/50 del original, porque hubo mucha conexión entre ambos lenguajes, pese que hacían cosas completamente distintas.
Ilustración: Oscar Larroca