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El cuerpo implicado por Nelson Di Maggio

El cuerpo implicado por Nelson Di Maggio
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A diferencia de la poesía que, desde Delmira Agustini a Idea Vilariño, hizo del sexo su bastión creador, las artes visuales uruguayas en su transcurso histórico evitaron, salvo escasos ejemplos, las referencias al erotismo.

La pintura nacional es preferentemente asexuada, racional, poco afecta a expresiones transgresoras, con trechos de discreta sensualidad y goce material, temerosa de manifestar las pulsiones de la libido. Como la sociedad, recoge la herencia judeo-árabe-cristiana del pudor del cuerpo, el disfrute de la sexualidad, el placer del amor. Acepta la hipocresía social y la doble moral. Hay casos aislados en la representación pictórica. Juan Manuel Blanes pintó a Carlota Ferreira con los atributos de una hembra bravía, en sus años mozos, más evidente en Demonio, mundo y carne, ya en la vejez. Carmelo de Arzadun y José Cuneo recrearon desnudos femeninos con envolvente sensualidad; la osadía erótica se instaló en José Gurvich, en especial en la cerámica y Manuel Espínola Gómez la sugirió en formas abstractas; abiertamente eróticos, Óscar Larroca, Rosario Rubilar, Tola Invernizzi, Pilar González, Ulises Beisso, Cecilia Vignolo, Clarel Neme, Juan Burgos, y, más audaz por autorreferencial, Mario D’Angelo en sus poéticas performances. Los cambios sociales incidieron, sin duda, para derribar prejuicios. Empero, pocos se animaron. Y hasta el efímero Movimiento Sexy desistió de sus alegres incursiones, salvo la compleja singularidad y humor de Dani Umpi o Martín Sastre.

Entre otros cambios cronológicos, varios historiadores sostienen que el siglo xxi en realidad comenzó en los años sesenta. Londres y casi enseguida Nueva York pusieron énfasis en la sociedad de jóvenes, cuestionaron los cánones de la sacrosanta tradición dominante, celebraron el cuerpo, los festejos colectivos al aire libre, proyectaron dosis de politización a toda la cultura. La sociedad del espectáculo vino para quedarse. Los artistas pusieron a prueba su propio cuerpo, convertido en un instrumento ineludible. El cuerpo ya no era un territorio físico, sino un espacio donde las divisiones de género podían modificarse. La mujer dejó atrás el esquema de pertenecer al ser débil y la masculinidad del varón perdió su fortaleza inquebrantable. La industria de la moda y el consumismo salvaje contribuyeron a esa nueva situación, aunque hombres y mujeres ansiaron transgredir el estatuto reinante. El impacto de las nuevas tecnologías multiplicó la imagen del cuerpo. Un impacto que el arte registró con imaginación innovadora.

Erotic art (inútil o tímido título en inglés de Arte erótico, Galería Diana Saravia) consiste en atrevido tema con 70 obras de 43 artistas, aunque faltan nombres fundamentales ya citados. El buen nivel de los trabajos y del montaje justifican la inusual exposición, un recorrido de diferentes registros de relaciones sexuales y de afectos, la pluralidad de vínculos entre los sexos, nombres en su mayoría de creadores uruguayos (algunos argentinos) sobre una temática urticante en el escenario local. Tampoco es sólita la repercusión en la prensa y la afirmativa aceptación del público.

Se pueden observar figuras conocidas que han mantenido la temática característica en su trayectoria (Óscar Larroca, Juan Burgos, Virginia Patrone, Álvaro Pemper, Olga Bettas, Sergio Porro, Rogelio Osorio, Sebastián Sáez); otras que ocupan aspectos de su obra (José Gurvich, Gustavo Tabares, Diego Píriz) o que sesgadamente admiten una lectura erótica (Jacqueline Lacasa, María Minetti, Ruisdael Suárez, Elena Caja). Después de ocupar en su totalidad una vieja casona a punto de ser demolida con una instalación de fuerte erotismo y pasar luego a experimentar en el cine, vuelve Gonzalo Delgado con dos vigorosos dibujos de marcante individualidad. Curiosa obra eligió Guadalupe Ayala al revelar su intención en la sombra proyectada por la propia obra en la pared.

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