La relación entre la iglesia católica como institución y la sexualidad humana es tema de debate hace siglos, pero en particular desde la imposición del celibato a quienes se integran a la iglesia, algo que no siempre sucedió. La sospecha sobre el celibato está instalada hace siglos también, pero lo que estaba detrás de esas sospechas y suspicacias ha salido a la luz recientemente, generando escándalos que no dejan de ser noticia.
Que la iglesia, más allá de los discursos homofóbicos, ha sido un espacio para ocultar la homosexualidad de los clérigos es una de las sospechas siempre latentes. El libro Conocerme me hizo libre (Planeta, 2021) del ex sacerdote Julio Boffano, confirma, a partir de su experiencia personal, que en el Vaticano, por ejemplo, “la homosexualidad es mayoría”, y que clérigos y sacerdotes tienen relaciones clandestinas (aunque conocidas por todos). Por otro lado las denuncias de abuso sexual cometidas por sacerdotes es noticia cotidiana, siendo ambigua la posición de la iglesia a la hora de condenar a sacerdotes procesados y condenados por pedofilia. El punto parece ser que el celibato amparado en la institucionalidad ha generado prácticas patológicas muchas veces, o simplemente hipócritas. Y esta hipocresía institucional es el fondo sobre el que se construye Rémora divina, una obra escrita y protagonizada por una creyente sin ningún ánimo destructivo (aunque sí crítico).
Rémora divina señala algunas de las contradicciones de personas que generalmente adoptan el “amor” como premisa básica para guiar su vida, pero que a la vez asumen un compromiso que anula una de las manifestaciones características del amor entre seres humanos. La tensión entre el amor a Dios y el amor carnal estructura un unipersonal en el que el deseo sexual reclama y cuestiona a una práctica más que a las personas involucradas en la historia. Aquí vale recordar quizá que el papa “intelectual” Benedicto XVI dedicó su primera encíclica al amor erótico, y afirmaba allí: “El hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima; el desafío del eros puede considerarse superado cuando se logra esta unificación”. Lo paradójico es que la institución que presidía impone la represión de una de esas formas que recomienda unificar. Esta contradicción es la que aparece en Rémora divina.
Mavi Pouso, autora e intérprete, cuanta a Voces que viene de una familia creyente aunque anticlerical, por lo que el vínculo con la iglesia católica nunca fue lejano, pero se intensificó con su conversión hace cinco años. Su conversión la llevó a acercarse a algunas fraternidades religiosas, en donde descubre “los sacrificios” que se imponen, muchas veces resueltos mediantes “traslados” de sede. Y señala “me encontré con una iglesia reprimida y represora a nivel institucional”, pero agrega que la hipocresía “no es solo de los clérigos, también es de los feligreses”.
Si bien los textos que conforman Rémora divina fueron escritos en forma independiente durante años, cuando la autora empezó a reunirlos en lo que terminó siendo un monólogo y lo compartió fue quedando claro, a partir de las devoluciones, que su experiencia personal había permeado a sus escritos. Lo interesante sin embargo es que la anécdota trasciende ampliamente la historia individual. La discusión que propone en su obra está viva, y late particularmente señalando las dudas y contradicciones en que viven inmersos quienes se dedican a la vida religiosa. Seguramente este punto sea el más alto del espectáculo, Mavi pone en primer plano al deseo sexual que existe, más allá de la represión, y señala lo absurdo de la dicha represión. De hecho liberar a la iglesia de la imposición de practicar el celibato la ayudaría a “limpiarse” de las perversiones que muchas veces se esconden detrás de esa práctica obligada.
La intención de Pouso era dirigir, no actuar, pero cuando la actriz con la que venía trabajando debió abandonar el proyecto, con fecha de estreno cercana, se vio obligada a asumir ese lugar y llamar a Yordan Brum a que la dirigiera. Y la obra vive en una actuación fresca, con momentos de tensión y momentos de picardía, con deseos y reproches entremezclados, con una sensación de frustración que la actriz logra transmitir desde su presencia en el escenario. Si bien los lineamientos generales quedan claros desde el comienzo, un cambio en el final sirve para reinterpretar y señalar una práctica represora que trasciende el género y la jerarquía de las personas involucradas. Rémora divina es una reflexión escénica singular en nuestro medio, y quedan solo dos funciones, sábado 16 y domingo 17 en el Stella.
Rémora divina. Dramaturgia y actuación: Mavi Pouso. Dirección: Mavi Pouso y Yordan Brum.
Funciones: sábado 20.30 y domingo 18:30. Teatro Stella. Reservas: 098 951 878 o remoradivinateatro@gmail.com
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