Según la leyenda histórica, la frase que usamos en el título de esta
columna pertenece al monarca de Francia Luis XIV, el “Rey Sol”.
Han pasado varios siglos desde entonces, corrió mucha agua bajo
los puentes parisinos, y existió la trascendental revolución francesa.
Hoy en el mundo vemos algunos personajes que pretenden emular
aquel soberano y disponen de vidas y haciendas sin contemplación.
En nuestra comarca surgen imitadores de aquellas viejas prácticas
y aparecen a cada rato quienes confunden lo público con lo privado.
Así vemos a caudillos que otorgan prebendas a diestra y siniestra.
Que van desde horas extras imposibles, a camiones de arena, de
alojamiento gratuito a nombrar vástagos presidenciales en entes,
sin olvidar la contratación de custodias de seguridad en cargos para
recompensar su fidelidad a un líder político que supo ser presidente.
Para evitar perjuicios mayores al Estado o aduciendo razones
humanitarias te interno en un hospital público en forma irregular.
El mismo nosocomio que varios jerarcas y sus familiares usaron a
mansalva para evitarse largas esperas, ¡Caramba que coincidencia!
Docenas de amigos, compañeros, correligionarios o familiares sin
mayor competencia o idoneidad son favorecidos con un puestito.
Esas prácticas permean a la sociedad civil y nos encontramos con
dirigentes gremiales que se eternizan en sus cargos y alguno de
paso aprovecha el manejo de finanzas sindicales para uso propio.
No es dolo aúllan muchos leguleyos, son simplemente gauchadas.
No entienden el manejo de la política departamental estos citadinos.
La defensa corporativa salta al toque por los “compas” implicados.
No me siento capacitado para decir si es delito el ejercicio de estas
prácticas en la actividad política o social, pero no huelen nada bien.
Estos “reyezuelos truchos” que nos tocó por padrón, más temprano
que tarde, serán eclipsados por una gran luna de ética ciudadana.
Alfredo García