Según indican los estudiosos de Nietzsche, la teoría del eterno retorno aparece entre la Gaya ciencia y Así habló Zarathustra, y es en esta última obra en la que se configura su filosofía de la afirmación de la vida. Estas dos ideas, eterno retorno y afirmación de la vida, se deben entender una desde la otra. Luego de haber declarado en la Gaya ciencia la “muerte de Dios” la idea del eterno retorno de las mismas cosas deja de lado las concepciones teológicas y de progreso moral que ven más allá del momento presente una posibilidad superior, por eso el propio Nietzsche dirá que los grandes reformadores “no imponen a los hombres el obtener ‘algo más’ , sino el ver como algo superior lo que ya quieren y pueden tener”. Pero esto no tiene nada que ver con la aceptación resignada de religiones de esclavos, como era el cristianismo para Nietzsche, porque no hay paraíso al cual ir, simplemente es la afirmación “vive de manera tal que puedas desear revivir esta misma vida en repetición eterna”. Y el superhombre es aquel que es capaz de decir sí a la vida, tal cual es, el hombre que es capaz de elevarse por encima de sí mismo hasta que aparezca el “superhombre” capaz de soportar la vida que eternamente retorna.
¿Qué tiene que ver todo esto con una obra teatral montevideana, se preguntara usted? Pues bien, en principio el nombre del último espectáculo de Tomania es Übermensch, y en el programa de mano se publican algunas líneas del filósofo argentino José Pablo Feinmann discutiendo sobre la palabra alemana übermensch, traducida al castellano como “superhombre” primero y luego como “transhombre”. Las categorías nietzscheanas aparecen antes de empezar a ver la obra. Lo inesperado es la enorme capacidad de Araújo para, desde esas categorías, analizar la realidad histórica de nuestro país, y hacerlo además haciendo confluir estéticas diversas, en que no faltan guiños al grotesco y al sainete.
Übermensch comienza con un cúmulo de cuerpos que se mueven en el espacio de La Emergente de forma desordenada pero conjunta, de forma que cuando alguno de los cuerpos se separa el resto va tras él y lo vuelve a absorber. Nada parece poder diferenciarse de ese todo caótico e indefinido. Ese concepto plástico deja lugar luego a una serie de proyecciones que parecen mostrar un ciclo en la historia reciente de nuestro país. Más allá de algún anacronismo necesario para poder redondear ciclos exactos, la serie comienza con el triunfo del Partido Nacional en 1958, con Luis Alberto de Herrera a la cabeza. Treinta años después, en 1989, es su nieto Luis Alberto Lacalle Herrera quien llegará al gobierno, y nuevamente, tres décadas más adelante será el bisnieto de Herrera, Luis Lacalle Pou, quien llega a presidente del Uruguay. Esa secuencia de treinta años, 1960, 1990, 2020, es continuada en un futuro que proyecta para el 2050 a otro vástago herrerista llegando al poder, y es en ese futuro que vuelve a repetir el ciclo que se instala temporalmente el espectáculo. El recurso de ubicar la obra en el futuro le da mucha libertad el equipo creativo para jugar con posibilidades estéticas y narrativas. Y el apelar a la idea nietzscheana del eterno retorno hace que parados en el 2050 puedan hablar de nuestra historia y de nuestro presente. Se repiten regularmente devaluaciones, debacles financieras, familias quebradas, insurgencia y resistencia, pero siempre vuelve el discurso liberal y estabilizador que generará nuevamente el ciclo.
La línea anecdótica reúne a varios personajes, un empleado explotado al máximo, una familia de “clase media” a punto de perder su trabajo, un gerente inescrupuloso y un grupo guerrillero que parece perder las referencias éticas al momento de realizar algunas operaciones. Es interesante, repetimos, como el espectáculo se detiene en un ciclo claramente regular en la historia de nuestro país, pero nunca señalado con la claridad que se hace aquí. ¿Y si esto fuera fatalmente así? ¿Qué haríamos? ¿Qué haríamos si estuviéramos seguros de que este ciclo iniciado en 2020 devendrá en crisis, miseria, insurgencia y nuevamente restauración liberal en el 2050?
La pregunta parece ser más bien una provocación, el propio humor del espectáculo hace improbable que pensemos que Araújo ha devenido un nietzscheano que ve a la historia como una circularidad de la que no se puede huir. Pero la regularidad histórica señalada es incontestable, y aquí uno podría hacer otras preguntas ¿Cuando nos propondremos, en serio, salir de esa circularidad? ¿No se puede romper esta regularidad aparentemente fatal?
Las preguntas que surgen del espectáculo variarán con cada espectador, pero es claro que con ellas también se deberán buscar las respuestas. Übermensch parece ser un disparador de cuestionamientos a nuestra práctica social, de las aspiraciones de clase media que se convierten en nuestros propios límites, o que quizá nos vuelven cómplices de una forma de organizarnos que también nos somete. Pero esa preguntas se formulan con humor, con momentos paródicos y escenas dignas de la tradición de sainetes rioplatenses junto a escenas más tensas y otras con aire futurista.
Quizá la mayor diferencia de este espectáculo con los anteriores que hemos visto de Araújo, más allá de hacer confluir estéticas diversas con las que ha trabajado de forma permanente, es la proyección global de la reflexión. Ese es el paso que parece dar respecto a algunos espectáculos (El partido, Los indeseables, ¿Todavía existen las islas desiertas?) en que señalaba algún aspecto puntual de la sociedad. En este caso esa regularidad histórica que descubre sirve para hacer preguntas que trascienden las querellas internas de sectas revolucionarias o la alienación que viven las personas asalariadas, aunque las incluye a ambas.
La vitalidad de un colectivo artístico que viene construyendo de forma totalmente independiente una estética que no tiene miedo de tratar directamente temas políticos y sociales, pero con humor y lejos de proponer sermones y recetas, es otro de los logros de Übermensch. Quedan pocos lugares, así que no se duerma y escriba para reservar su entrada.
Übermensch. Texto y dirección: Diego Araújo. Elenco: Soledad Gilmet, Diego Devincenci, Vic Quimbo, Matteo Pistoni Eggel, Ma. Emilia Pé, Patricio Raurich y Damian Rey. Música en escena: Pato D’Amato. Coreografía: Matías Arismendi. Diseño de vestuario y escenografía: Victoria Zabaleta. Diseño de iluminación y escenografía: Fernando Scorsela. Producción: Paula Andino. Funciones: domingos a las 19:00 en La Emergente. Contacto: tomaniateatral@gmail.com por whatsapp al 099 124 406.
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