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El material del que estamos hechos por Alejandra Waltes

El material del que estamos hechos por Alejandra  Waltes
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La cerámica ha acompañado a la humanidad desde tiempos de la Prehistoria. La palabra «cerámica», del griego «kéramos» que se traduce literalmente como «arte de trabajar la arcilla», tiene un doble significado. Por un lado, indica un material inorgánico, no metálico, muy dúctil en su estado natural y rígido tras la fase de cocción. Por otro lado, identifica el producto obtenido con el material consolidado con los procesos de cocción. Dependiendo de la calidad, de la elaboración y del esmaltado, se crean diferentes tipos de productos cerámicos que, en general, cumplen una doble función utilitaria y decorativa.
En el Barrio Histórico de Colonia del Sacramento, uno de los mayores atractivos, son las tiendas de artesanías de entre la que se distingue la del Taller Chape. Durante más de 50 años, Ariel Chape (Riachuelo, Colonia, 1941) se destacó en la confección de utensilios de uso cotidiano y azulejos, con dos estéticas muy definidas: las piezas blancas y azules que reproducen o imitan las cerámicas de origen portugués que se hallan en el Museo Portugués o el Museo del Azulejo y piezas decoradas con motivos florales multicolores realizadas con un trazo identitario. Gracias al pedido de la Comisión del Barrio Histórico que le encargó cartelería para calles y lugares de interés histórico y a los pedidos de clientes particulares de elementos decorativos como sus fuentes o murales, podemos asegurar que la estética desarrollada en el taller es la estética que identifica a Colonia del Sacramento. Otro aspecto que distingue al Taller es la reproducción de piezas utilitarias antiguas como las mantequeras de agua, palmatorias o pilas de agua bendita para el hogar, piezas llenas de añoranza. En las excavaciones arqueológicas que se han hecho en Colonia se han encontrado muchas piezas que se han reproducido en el taller como las nombradas anteriormente o las fuentes, piezas que fueron prestadas por el Museo Portugués para poder sacarles moldes. Chape habla sobre su trabajo: “Mi intención siempre fue hacer una cerámica utilitaria y accesible para la gente. Me gusta lo decorativo, pero que la pieza pueda ser utilitaria y linda. Que sean juegos de café, de platos, etcétera.”. A pesar de la excelente factura, diseño y una estética definida Chape no considera que su trabajo sea artístico pues no tiene formación formal cómo tal. Coincidiendo con un momento de su vida en que, la tarea que desarrollaba no lo satisfacía, los arquitectos Miguel Ángel Odriozola y Clíver Armand Ugon propulsaban la creación del curso de ceramista en la UTU. Conoció a Héctor Collazo, el primer profesor de dicho taller, quien llegó con conocimientos pero sin infraestructura, la que fue construyendo junto a sus alumnos. Chape reconoce a su maestro: “Nos enseñó absolutamente todo. Fuimos unos privilegiados al poder aprender con él”. En forma paralela a su aprendizaje, Chape fue armando su propio taller en casa, contando con el asesoramiento y estímulo permanente de los arquitectos antes mencionados. Alejado de la comunidad de ceramistas capitalinos, terminado el curso, se encontró con una serie de dificultades que aprendió a resolver de forma autodidacta. Durante la dictadura estuvo diez años viviendo en San Rafael (Mendoza, Argentina) en dónde volvió a armar su taller y siguió trabajando como ceramista, aprendiendo y “agarrando más experiencia”. En el taller se respira la armonía y amor que se necesitan para desarrollar cualquiera de las tareas que hacen al proceso de transformar la materia prima. Ariel está convencido de que a la cerámica lo ayudó en momentos crudos y amargos: “Es meterte con la arcilla y cambiás, el contacto con la arcilla te aclara la mente.” Hay dos rincones que quiero destacar del taller. El primero es una alacena abierta en las que se pueden observar piezas de pruebas, piezas discontinuadas o proyectos que no fueron. En esas piezas se puede ver parte de la historia del taller y cuánto trabajo arduo hay desde el momento de diseñar hasta la pieza terminada. En el segundo rincón es donde Ariel guarda las piezas que realiza ahora que ya está retirado (actualmente su hija Rocío es quien está al frente del taller), potes a los que da formas caprichosas con los dedos, después de modelados creando así piezas únicas. Su trabajo fue reconocido con el Premio Morosoli en el 2008.

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